Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

ARQUETIPAS

La negadora

Por S.R.

Quién no tiene una amiga que salió con un tipo que después jamás volvió a llamarla y desde entonces nos atosiga con su teoría superdesarrollada acerca de la fobia masculina y la incapacidad de los varones para comprometerse afectivamente? Siempre es más fácil hablar de las amigas, claro, pero podríamos haber empezado esta columna preguntando: ¿quién no ha salido con un tipo que nos gustó mucho más de lo que nosotras parecimos gustarle a él? ¿Quién no se ha rebelado con toda clase de argumentos falaces y tarados contra ese hecho evidente y repugnante? ¿Y cómo nos rebelamos las mujeres cuando la explotación sin reservas de todos nuestros encantos mantiene no obstante al sujeto en cuestión en un estado de imperturbable indiferencia? Con razonamientos pueriles que rezan más o menos lo siguiente:
a) Me tiene miedo.
b) No está listo para una relación estable.
c) Es light.
d) Es un adolescente tardío (aunque tenga cuarenta y nueve años).
e) No está acostumbrado a mujeres con iniciativa.
f) Le hago tambalear su psiquismo.
g) Le muevo toda la estantería.
h) Lo doy vuelta.
i) Le gusto demasiado.
j) Es gay.
No sólo los caminos del Señor son insondables: también lo son los laberintos mentales en los que entramos con tal de no admitir lo obvio, y que muy usualmente suele ser lo más simple, o sea que el señor (con minúscula) no llamó porque no tuvo ganas.
El primero lo regalan, y el segundo lo venden. Eso lo sabe cualquiera. Por eso es comprensible que en la primera ocasión de un desaire amoroso una mujer reaccione con todo su aparato defensivo y que esgrima este tipo de argumentos banales con tal de no admitir que en esa crucial primera cita fue pesada, cargosa, inquisidora, reticente, quisquillosa, vulgar, quejosa, lacónica o excesivamente terminante en algunos de sus juicios. Lo que cuesta entender es que haya chicas que ven pasar uno tras otro a sus posibles candidatos, y esperan en vano la llamada, y llaman ellas y dejan mensajes, y los van a buscar a la oficina, y les mandan ocho e-mails por hora, y vigilan la entrada a su edificio, y se hacen socias del club al que va él, y se anotan en los mismos seminarios que hace él, y cuando así y todo no logran una mínima devolución de atenciones, desparramen cada vez las mismas conclusiones sobre la tan mentada fobia varonil. No es por negar la fobia, que la hay. Pero también hay tipos, chicas, a los que simplemente no les interesamos.