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ARQUETIPAS

La obse

Por S.R.

–¿Dónde está mi vaso de Coca?
–Ah, ¿todavía estabas tomando?
Típico, típico: la obse imagina un mundo en el que los vasos y los platos siempre están limpios y guardados en la alacena; un mundo en el que siempre alguien –probablemente ella– acaba de pasarle el trapo al piso y ha dejado un agradable olor a pino o a lavanda; un mundo en el que no existen, o han sido abolidos, las pelusas, las migas, las telas de araña, los bichos bolita, las hilachas, las cáscaras de huevo, las hormigas, las pulgas, los piojos, el sarro, los mocos, el barro, las manchas, la caspa, la grasa, los hongos, ¿los niños? Sí, los niños también, salvo los que están recién bañados o los que todavía no hacen preguntas.
El escenario en el que la obse se despliega en todo su esplendor es indudablemente la cama. Ella imagina un mundo en el que las camas no se deshacen ni para dormir, y mucho menos para revolcarse en ellas. Si duerme sola o duerme acompañada pero no acostumbra a usar la cama para otra cosa que no sea dormir, ella sabe hacerlo derechita y boca arriba, cosa de no arrugar las sábanas, e instruye a su acompañante para que haga lo propio; y se irrita si él no obedece. Nada puede sacarla tanto de quicio como un desayuno en una bandeja inestable que deje migas en las sábanas. El roce de su piel contra algo que no sea el algodón almidonado y bienoliente de la sábana puede convertirla en loba: aullará como si en lugar de una simple miga de tostada su pierna hubiese dado con algo dentado, algo húmedo, algo baboso, algo en carne viva. Esa fantasía es la que la vuelve loca: la materia acechando, los humores, la química, los bienes muebles, lo movedizo, lo caliente, lo vivo, lo urgente.
La obse muestra más epidérmicamente una actitud de señora bien limpia y muy prudente. Una señora correctamente peinada. Una señora de cutículas invisibles. Suele engañar como la madre que mejor hace los brownies con nueces. Pero en su interior late un alien carnívoro que duerme el sueño de los falsos mansos fantaseando con un universo quieto y recién planchado, en el que los pantalones mantienen impertérritos sus rayas y las bombachas jamás son rozadas por ningún fluido. La obse expresa con su manía su fobia a los blancos móviles y a los pensamientos negros. Si pudiera elegir, ella tendría el sexo de los ángeles: ninguno.