INTERNACIONALES
Las
mujeres no son pacíficas “naturalmente” ni su amor maternal es un “instinto”.
Pero en cambio son, de diversos modos, las principales víctimas de las
guerras. Por eso suelen organizarse en torno a la paz. Que no sean todas
las mujeres implica la dimensión político-social de su elección.
Por María
Moreno
Lo más
humano les está prohibido: el rostro. Su ropa no las viste, es
una prisión por cuya mirilla hasta el acto de mirar puede serles
fatal. Para andar deben seguir a alguien de lo contrario perderían
el equilibrio es exactamente lo que hacen, literalmente . Es como
si su verdugo las hubiera cubierto con su capucha hasta los pies: nada
más patético que una mujer afgana, bajo el régimen
talibán , anónima en su burka. No puede hacer nada, en
cambio se puede hacer de ella lo que se quiera: lapidarla, mutilarla,
ejecutarla. Su imagen es lo único que logra enmudecer a los que
piensan que el feminismo es un detritus del siglo XX. Hacía falta
algo así: irrefutable. La primer guerra del siglo XXl, según
el lugar común de la prensa ha desplegado toda clase de
arsenal bélico, también en palabras. Pero ella es un símbolo:
el paradigma de la víctima. Es razonable que su imagen repetida,
una sucesión de pirámides de tela celeste, conmueva por
igual a hombres y mujeres. Pero son organizaciones de mujeres las que
más hacen hincapié en esa situación inaudita: una
de ellas oscila entre la esclava y la muerta en vida. Y ella, clandestina
y peligrosamente, comienza a desvictimarse, se organiza en grupos que
se oponen a la guerra. No como una extensión del amor maternal,
ni a causa de una identificación de sexo. Es preciso hablar de
las mujeres y la paz, evitando todo esencialismo. La abogada feminista
Maggi Bellotti intenta explicarlo: siempre es preciso explicar lo evidente
porque entonces se suele descubrir que no era tan evidente o que es
evidente pero inaudible.
No hay una relación natural entre mujer y paz ni entre
mujer y no violencia. Pero existe un peso simbólico de la maternidad
en nuestra cultura, por razones históricas, prácticas
y de autodefensa. Ya sea para despreciar a las mujeres, para considerarlas
impuras o para glorificarlas. En Occidente hay un modelo de familia
que nace en el capitalismo, a fines del siglo XVIII, la familia nuclear
donde el papel de la madre es fundamental para la crianza y la educación
de los hijos, emplazándosela en un lugar sustancial como cuidadora
de la vida física y de la vida moral. Ese refuerzo del papel
maternal puede intervenir en la elección de las mujeres de los
movimientos por la paz. Cuando se es víctima, se puede reaccionar
de dos maneras: convirtiéndose en victimaria o convirtiéndose
en resistente. Y probablemente esta reacción de la víctima
no como victimaria sino como resistente se relacione con este papel
social que se le atribuye en su función maternal. El hecho del
nacimiento algo no muy tratado en la filosofía significa
un proceso previo de desarrollo en un cuerpo de mujer. Hasta ahora en
ninguna cultura ha dejado de tener significado ese hecho que no puede
ser reducido solamente a lo sociocultural. ¿Será posible
que haya alguna cultura donde no tenga significado? Probablemente en
una cultura donde la gente nazca en úteros artificiales. En la
nuestra, esta relación entre el nacimiento y el cuerpo de la
mujer es imposible de anular. Eso adquiere un peso histórico,social,
ideológico mucho más fuerte, una consistencia que no tenía
antes, lo cual no nos hace pacíficas por naturaleza.
En la década del setenta la francesa Elisabeth Badinter cometió
un sacrilegio al historizar el amor maternal, quitándole
el rango de instinto. Durante siglos los niños fueron estorbos,
números de bocas a alimentar, exilados del pecho materno a otro
alquilado, su muerte carecía de la dimensión trágica
que adquirió con su privatización en el interior de la
familia moderna.
Incluso bromea Laura Bonaparte, psicoanalista y militante
de derechos humanos el amor maternal parece no estar presente
como natural ni siquiera en la iconografía religiosa. Si vos
vas a un templo y ves a una virgen que tiene el niño en los brazos,
está mirando para arriba, no está mirando al hijo. La
única virgen que he visto y que miraba a su hijo era la de La
Piedad de Miguel Angel. Y ésa sí tenía una expresión
que te hacía llorar. ¿A quien mirarán las otras
vírgenes ? ¿Al padre que está en el cielo?
¿Una cultura de la resistencia puede asociarse a una cultura
de la paz?
Lo que puede decirse es que hay una cultura del aguante contesta
Maggi Bellotti. En las situaciones de crisis, económicas,
sociales, cuando los hombres se desarticulan, las mujeres reaccionan,
aunque sea creando fuerzas de protesta como movimientos de supervivencia.
Que puedan soportar situaciones límites y encontrar respuestas
en situaciones límites se debe a que han vivido siempre enfrentando
situaciones límites. Vos fijate que son mujeres las que se hacen
cargo de los hijos en la pobreza. En las familias monoparentales la
mayor parte de la jefatura está ocupada por mujeres. Y no sólo
en las familias más pobres, también en las de clase media.
La madres es para los demás. Pero si no hay una relación
natural entre mujeres y paz, no hay duda de que ellas son las principales
víctimas de las guerras y por eso tenemos que estar con la paz.
En la mayor parte de las guerras los muertos son civiles. En la Segunda
Guerra Mundial murieron 9 millones de soldados y 16 millones de civiles.
En Vietnam, la proporción fue de uno a trece. Por cada uno que
moría en el frente, trece morían en las poblaciones civiles.
Las violaciones masivas de mujeres son una estrategia de guerra. No
un daño colateral no deseado de las guerras. Para humillar al
enemigo, para premiar a los soldados o con fines de limpieza étnica
como pasó en Bosnia, la mujer es el instrumento de esa estrategia.
Además, en todas las guerras se organiza la prostitución
para los soldados. En Vietnam, cuando llegaron los norteamericanos,
Saigón tenía una población de 4.000.000 de personas
. A los 8 años la población era de 4 millones, de los
cuales 400.000 eran mujeres en prostitución. Acá, cuando
Roca organizó las campañas al desierto, en un texto donde
se consignaba cuanto había que enviar de trigo, de vituallas,
de medicinas, se consignaban también cuantas mujeres para uso
de los soldados. Donde hay militarización de la vida, hay prostitución.
Entonces puede decirse que hay un lugar de víctimas preferidas
de la guerra para las mujeres frente al cual ellas reaccionan pidiendo
justicia o pidiendo paz.
La fuerza de los grupos de mujeres por la paz creció durante
la carrera armamentista entre EE.UU. y la URSS, cuando, a pesar del
horror que Alberto Olmedo parodiaba con la frase no toca botón,
aludiendo al desencadenamiento de la primer guerra nuclear, el poster
con la nube gigante de Hiroshima estaba entre los más vendidos.
Con el mismo humor con que hoy circula la imagen de Bin Laden sodomizando
a Bush, en un local de hamburguesas británico, el Ministerio
de Sanidad anunciaba Holocausto Nuclear. Una pizza siciliana chamuscada
con guindillas, contaminada con chiles picantes, sazonada con cebollitas
mutantes, defoliada con pimientosverdes y neutralizada con una caña
de cerveza. Los holocaustos nucleares pueden ser muy nocivos para la
salud.
Violentamente
pacíficas
Jill Liddington, de la organización Grupo pro Desarme Nuclear
de Halifax, activista contra la escalada nuclear ha descripto cómo,
en los últimos días de paz del verano de 1914 antes de
que Gran Bretaña entrara en guerra con Alemania, la campaña
en favor de la neutralidad se había extendido por todo el país.
Entre los grupos que pedían al gobierno liberal que se hiciera
todo lo posible para evitar los horrores de la guerra, se encontraba
la Alianza Internacional por el Voto de la Mujer . El 31 de julio las
representantes de la Alianza entregaron un manifiesto al Ministerio
de Relaciones Exteriores y a las embajadas extranjeras en Londres. Lo
firmaban doce millones de mujeres de veintiséis países,
pidiendo el voto. Eran señoras cuya única acción
violenta como militantes solía ser apedrear vidrieras o, a lo
sumo, destrozar botellas en la barra de los bares a los que asistían
maridos descarriados y cuyas ropas aún no habían sido
remodeladas por Chanel para poder huir cómodamente de una policía
que respondía con sondas gástricas a sus huelgas de hambre
y no las discriminaba para mandarlas entre rejas.
El 8 de julio de 1917 la Cruzada de Mujeres por la Paz realizó
una histórica manifestación en Glasgow, con doce mil personas.
La Liga Internacional de Mujeres se opuso al reclutamiento cuando en
1916 se estableció el servicio militar obligatorio en Gran Bretaña.
Muy debilitada a lo largo de las décadas, presionó a favor
de la celebración de la primera sesión especial de las
Naciones Unidas sobre el Desarme de 1978. Durante el Campamento de Mujeres
por la Paz del 21 de marzo de 1982, 150 mujeres imitaron las técnicas
de las sufragistas, encadenándose a cada una de las ocho entradas
de la base aérea de Greenham Common en un bloqueo de 24 horas,
el primero realizado por mujeres en la historia del Comité pro
Desarme Nuclear.
Pero la relación entre sufragismo y pacifismo no fue exactamente
un casamiento sino un debate que generó escisiones en los diversos
movimientos de mujeres. En la relación entre mujeres y paz no
cabe ningún esencialismo: existen Mrs. Margaret Thatcher con
su política de hierro y las Women Black, madres y esposas israelíes
que comenzaron en 1998 a armarse pacíficamente para que se desocuparan
los territorios palestinos. Existen mujeres que han peleado por ser
reclutadas en el ejército que, puestas en falangistas, han denunciado
durante el franquismo a su maridos rojos, que han apoyado
con ruidosas cacerolas la caída del presidente Allende. Existen
mujeres cuya capacidad durante los movimientos armados de los años
setenta ha sido probada de sobra y Norma Arrostito llegó a sufrir
en su calvario, dentro de un campo de concentración, los honores
paradójicos de sus enemigos.
Durante la Guerra de Malvinas había manifestaciones de
gente con banderitas y vinchitas del Mundial y entre ellas, muchas mujeres
-recuerda Bellotti. Como había mujeres que se reunían
en el Obelisco a tejer para los muchachos que estaban en la guerra.
Por otro lado las únicas voces públicas que se escucharon
contra la guerra fueron las de las Madres de Plaza de Mayo a quienes
insultaban cuando hacían su ronda. Y existía un grupo
de mujeres donde estaba la periodista Nelly Casas que publicó
una solicitada donde decía ¿Que vas a hacer en la guerra,
mamá? que planteaban la eliminación del servicio militar
obligatorio. Para hacer eso en ese momento se requería un coraje
muy especial, una actitud no muy atribuida a las mujeres.
También hubo británicas pacifistas que montaron piquetes
ante la base norteamericana de Upper Heyford en Oxfordshire, durante
la Guerra deMalvinas. Piquetes que se transformaban en fiestas de diálogo
civil y de propaganda.
Muchas mujeres en guerra han comprobado que en el frente se les encomendaba
tareas similares a las que cumplían en sus hogares y a menudo
han continuado realizándolas en el interior de los movimientos
pacifistas. Pero si las mujeres constituyen el mayor porcentaje de las
víctimas cuando la paz se hace arena en las manos de las potencias
que se encuentran en las mesas de negociaciones, durante la Segunda
Guerra Mundial comprobaron, como un trágico plus, su potencialidad
productiva. Solamente en Gran Bretaña dieciocho millones de mujeres,
antes mucamas y secretarias o empleadas en otros trabajos subalternos,
comenzaron a desempeñar trabajos hasta entonces exclusivamente
masculinos. Como suele suceder en escala más pequeña en
las ollas populares, los movimientos de vecinos, los piquetes, la salida
del hogar hace que nada vuelva a ser como antes.
Pero en esta guerra no habrá ese plus político que le
prodigó el siglo XX.
Evidentemente, en una guerra nuclear todo sería absolutamente
distinto. Desaparecería la distinción entre combatientes
blancos legítimos de un ataque a quienes también
puede responsabilizarse de actos de agresión y no combatientes.
En efecto, cualquier persona se convertirá en combatiente en
el sentido de constituir un posible blanco- y en no combatiente a la
vez en la medida en que no tendrá ningún papel activo
en la acción militar o en la forma de las decisiones. En una
guerra nuclear no habrá levas ni voluntarios para el ejercicio
ni angustiosas dudas sobre si decidirse o no a participar
o no. Los pacifistas y objetores de conciencia convencidos no tendrán
ninguna posibilidad de no participar. declaró Alison Assiter,
una activista pro-desarme Nuclear de los años ochenta. Es cierto
que ya no se está ante el argumento de la disuación que,
en la época de la carrera armamentista consistía en acumular
cada vez más armas nucleares para no tener que usarlas de acuerdo
al principio de destrucción mutuamente asegurada
que enunció el entonces ministro de defensa norteamericano Robert
Macnamara. La dimensión destructiva de una guerra moderna localizada
y a distancia ya constituyó un debate en los años en que
el misil de crucero Tomahawk empezó a instalarse en Europa Occidental,
cuando en el sur comenzaba la llamada primavera alfonsinista.
¿Dónde
hay un ateo, viejo Gómez?
El siglo XX en la Argentina fue laico: en su primer década,
era necesario dejar la hostia de lado para que la Dra. Alicia Moreau
de Justo entrara con paso firme a la sala de hombres del hospital de
Clínicas para ponerle la sonda a un internado las mujeres
médicas se contaban con las palmas de la mano. Fue laico
para clasificar las poses de las pacientes en el diagnóstico
de histeria, para lo cual era preciso desnudar sus cuerpos junto con
sus almas. Fue laico también para que las orejas de las psicólogas
que reemplazaron a las maestras en el oficio rentable para chicas de
clase media sutil negociación con el patriarcado: el consultorio
podía hacerse en casa no enrojecieran ante las confesiones
eróticas de neuróticos y neuróticas. Es cierto
que lo que antaño se llamaba pueblo nunca vaciló
en mezclar cuestiones religiosas y políticas, con o sin la venia
de los correspondientes amos. Muchas décadas después de
que encumbradas damas rosistas hicieran de mulas para salir de las iglesias
transportando en carro la imagen del restaurador de las leyes, se gritaba
como quien no quiere la cosa mañana es San Perón
y algunas décadas más tarde, la imagen de dos demonios
se agitó entre ateos como un slogan eficacísimo para escabullir
debates políticos. (Ahora parece que quedó uno solo, usa
turbante, vive entre rocas y lejos.)
Desde la guerra fría se trató de la guerra entre
el bien y el mal -dice la abogada Maggi Bellotti, sólo
que ahora aparece en el discurso político con tono religioso.
Yo siempre observé con beneplácito el surgimiento de discursos
éticos en la política. Cuando Alfonsín hizo la
campaña para decir somos la vida, somos la paz estaba
tomando un discurso ético de un movimiento social, politizándolo
en el sentido más tradicional pero ahora se ha deslizado a valores
religiosos. Bush está vinculado a una iglesia protestante que
es la que salió a decir que esto que está sucediendo sucede
por la homosexualidad, el feminismo y el aborto ¡En el occidente
racionalista, heredero de la ilustración! Y ojalá fuera
una mera máscara de la política. Antes la derecha nos
escandalizaba porque unía la religión, el derecho y la
política en lo mismo, y ese fenómeno se está instalando
de otra manera en varios de los discursos que hoy transitan por el terreno
político que se le oponen. La marcha por la paz del día
28 se hizo apelando a la comunidades religiosas y eso que no la organizaban
ellas, sino la gente de derechos humanos. Incluso se cambió la
fecha de la marcha por una objeción religiosa. Y estaba Karim
Paz que es un musulmán muy rubio y de ojos claros muy mediático
, un converso pariente de Patricia Bullrich, un tipo que no toca a las
mujeres, salvo -supongo sexualmente. O sea aparece la religión
jugando un papel, en la argumentación política, no solamente
en los islámicos sino en Bush, en la Lilita Carrió que
llegó a hablar del pueblo iluminado por Dios. Como
si entráramos en la misma lógica para oponernos a la guerra.
Hay una ruptura con el discurso laico del siglo XX.
Sin embargo esta cercanía de cruces y urnas, de cruces y palomas
blancas, puede deberse a un sincretismo de la resistencia que no necesariamente
se debería al viejo concepto de religión como opio
de los pueblos.
¿La denuncia política en compañía de la
enunciación de la virgen desatanudos, la sustitución del
púlpito por la banca, la fe en el mediador del más allá
como ángel de la guarda de representante político, la
guerra nominada entre el mal y el bien, son caras de la resistencia?
A la poeta Diana Bellessi no le molesta ni la sotana virtual del padre
Farinello ni la cruz que Lilita Carrió enarbola con ojos encendidos,
tampoco los asocia a la retórica religiosa de Bush, piensa en
cambio que la fe como expresión de las clases populares no
muerde ni mancha.
Es a menudo la representación de un rasgo ético
que vuelve y se reinserta en la política y en la vida cotidiana.
Es también una modalidad de resistencia, de reclamo de justicia,
y así aparece, de larga data, en la historia de los pueblos latinoamericanos.
Esta fe, que teje mundos invisibles y otros muy visibles por la cualidad
del horror que muestra la miseria, puede adquirir rasgos fundamentalistas
y autoritarios, pero puede también sustentar anhelos y necesidades
del orden del bien común, de la solidaridad y generosidad de
la gente. Sustento visible en el accionar constante de los piqueteros,
la fuerza política más importante que ha tenido nuestro
país en los últimos años. Los santos populares,
como el Gauchito Gil o la Difunta Correa, o la rápida canonización
de Gilda por ejemplo, reflejan una sensibilidad y una subjetividad que
no logran ser domeñadas, señalan nobleza y sabiduría
fuera del canon establecido por la cultura oficial, mantienen el horizonte
del sueño y de la esperanza en un mundo donde las construcciones
más loables de la modernidad se han caído a pedazos. Aúnan
la fiesta y el baile al pedido o al agradecimiento. Incluso las peregrinaciones
a San Cayetano o a la Virgen de San Nicolás renuevan la memoria
de que es posible una vida mejor, de que he hemos venido para ser felices
todo lo posible, y de que quien está a nuestro lado no es un
enemigo, ni un desconocido, sino aquel o aquella en quien se completa
nuestra propia humanidad. El miedo o la inmediata desconfianza hacia
la espiritualidad y la fe popular parece ser una marca de la modernidad
europea donde se criaron muchos de los movimientos e ideologías
de laresistencia en el siglo XIX y XX. La socialdemocracia la porta
como una estela, pero no ha llegado muy lejos en el mejoramiento del
mundo, mientras tanto la gente construye madrecitas de los desamparados
y se cobija bajo ellas, y a veces aprende, aprendemos, a ser hermanos.
Nuestros dioses, menos pasados por la razón abstracta, más
animistas, más inmanentes, son permisivos y compasivos por naturaleza;
los dirigentes, o los que acumulan poder, pueden volverlos malvados,
ponerlos al servicio de fines que por parecer sublimes justifican cualquier
medio horroroso contra la naturaleza humana. Pero en la calle hay otro
Tedéum, fuera de las catedrales, y su voz se parece a la de la
poesía.
La paz en
acción
La decisión que Barbara Lee tomó en el interior de
una iglesia donde se rendía homenaje a los muertos en el atentado
a las Torres Gemelas la volvió blanco de violencia por parte
de esa extraña alianza de patriotas, occidentales y antifeministas
que no vio ninguna contradicción semántica en poner a
convivir la palabra Dios con Tomahawk. La crítica
cultural Francine Masiello, profesora de literatura hispánica
y literatura comparada en la Universidad de California, define la diferencia
que Barbara Lee ha establecido con su voto: La congresista urgió
un período de reflexión, un espacio para dejar el ejercicio
de la conciencia frente al llamado de las armas, un espacio para cultivar
la paz frente al delirio de la guerra. Su oferta ha sido altamente criticada.
Han llegado centenares de cartas por correo electrónico. Los
empleados de su oficina en Washington acusan recibo de amenazas de muerte.
En algunos programas de radio, la han denunciado por ser una vende-patrias,
una traidora de los ideales de la nación; la han vinculado con
el comunismo, con el mismo terrorismo. Otros le avisaron que podía
arriesgar su reelección al congreso si proseguía con declaraciones
mal pensadas. En los primeros días después de su declaración
y voto, sus co-congresistas se negaron a responder a preguntas sobre
su relación con Barbara Lee por miedo de verse vinculados con
una postura antipatriótica. Desde la prensa se la llamó
liberal sin capacidad analítica, amiga de la izquierda
desestabilizadora y otra mujer, la periodista Debra Saunders del San
Francisco Chronicle, explicó que los pacifistas no captan
la idea: la paz genera guerra . Francine Masiello evoca a una
precursora de Barbara Lee: En 1917 , Jeannette Rankin, la primer mujer
elegida en el congreso votó en contra de la participación
norteamericana en la Primera Guerra Mundial y perdió su campaña
electoral. Pero Lee puede llegar lejos con su disidencia. Según
Masiello los pacifistas encuentran en ella una voz de liderazgo: Sigue
atrayendo la confianza de su electorado local. En una manifestación
en San Francisco, se leía en una pancarta Bárbara
Lee votó por mí.
El derecho de guerra es el derecho de matar impunemente dice
Bellotti y el derecho de replicar, la retaliación, es el
derecho de venganza. Las Madres de Plaza de Mayo en su discurso recusan
específicamente el derecho a la venganza. Yo me acuerdo de Hebe
diciendo una vez ante una manifestación que venía gritando
Paredón, paredón: El mejor paredón
son treinta años de cárcel.
Todas pensamos en algún momento en matar al genocida. Tuvimos
que luchar mucho contra ese sentimiento y ese deseo de venganza. Hubo
muchos que me sostuvieron porque mientras lo quería matar no
podía llorar. Tenía un nudo en la garganta permanente.
El odio y el sentimiento de venganza duelen tanto que no dejan sentir
la verdadera pérdida. responde Laura Bonaparte que tiene
a tres de sus hijos desaparecidos...
¿El odio es estéril? ¿No hay producción
posible desde el odio?
Produce esterilidad, produce negación del verdadero dolor
por la pérdida de los seres queridos. El odio es usado para no
sentirlo porque hay un momento en que uno se quebraría si lo
sintiera. Entre nosotrasexistió ese odio. No se lo puede negar.
Si queremos seres humanos posibles y buenos para el futuro tenemos que
decir la verdad sobre nuestro pasado. No hubo una sola madre que no
pensara en cobrar venganza. Y algunas se quedaron con el odio porque
nunca pudieron acercarse y soportar el dolor de la pérdida. Ese
dolor y ese sentimiento de injusticia debe ser el que están experimentando
ahora a los familiares de las víctimas luego de el atentado contra
las Torres. Cuando mis hijos desaparecieron tuve la suerte de verme
rodeada de gente que me sostuvo mucho. Una vez recuerdo que yo no podía
dormir, quedaba con el ojo abierto fijado al techo. En eso sentí
el timbre, llegó una amiga. Le abrí la puerta y la vi
con un bolso. Yo estaba tirada en la cama, en camisón, y le dije
¿qué estás haciendo?. Vengo
a acompañarte a dormir. Esa cosa sencilla, muy linda, me
ayudó a enfrentarme con mi propio dolor porque la bondad de esa
mujer también me hacía recordar la bondad de mis hijos
que me habían sido quitados.
René Girard en su libro La violencia y lo sagrado define al poder
judicial como una instancia que aleja la amenaza de venganza sin suprimirla,
sino limitándola a una represalia única, cuyo ejercicio
quedaría confiado a una autoridad soberana y especializada cuya
decisión se afirma como la última palabra de la
venganza. Por su parte Michel Foucault recuerda en La verdad y
sus formas jurídicas cómo en el derecho germánico
no existía ningún representante público, nadie
que ocupara el lugar de la sociedad, sino que el litigio
entre personas consistía en una forma reglamentada de la cadena
de venganza entre la supuesta víctima y el supuesto victimario.
No se identificaba justicia y paz sino todo lo contrario. Actualmente
se asocia la instancia jurídica como un corte en la cadena de
venganza y como una función simbólica que permite la pacificación
aunque no el olvido.
¿Lo jurídico puede homologarse
a la medida pacífica?
Yo diría que lo jurídico responde Laura Bonaparte
es lo único que le da existencia a nuestros hijos porque los
reconoce en la ley, así como los anotamos cuando nacen, ellos
los anotan también frente al episodio que los sustrajo y con
toda la historia. Eso te ayuda no a cerrar la herida porque la marca
queda pero te alivia el dolor. Yo he tenido sentimientos de una profunda
paz. Cuando se juntaron todos mis nietos y bisnietos y me sorprendieron
sacando fotos como recuerdo, hacía mucho tiempo que no me sentía
tan feliz y tan en paz. Pero la paz no es sometimiento a nada. Es una
exigencia y una lucha. La paz es preservar la vida de los hijos de otras
madres