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MODA

3 nombres nuevos

El circuito del diseño de ropa, increíble pero real, sigue engordando a destajo de lo que se puede ver en los shoppings. Kostüme, María Cher y Srta. Reilly son tres de los nuevos locales de Palermo, inspirados en las ganas locas de sus dueños de hacer lo que se les venga en gana.

Por Victoria Lescano

Bailarinas punk, enfermeras de guerra y prendas transformables son tres estilos que reflejan y proponen tendencias locales. Incluyen las líneas asimétricas, superposiciones y las competencias por mangas cuanto más ingeniosas y elaboradas mejor que resumen el manual de estilo para el verano 2001.
“Priorizar el arte de la simpleza en un mundo complicado, no queremos hacer remeras o sacos raros en sí mismos, preferimos que la rareza surja de unir las prendas, en este caso muy austeras, con planos de color, grafismos lineales y estructura clásica de sastrería”, dicen Emiliano Blanco y Angela Hansen sobre los conceptos de diseño de Kostüme. Se trata de un pequeño local de fachada naranja e interior gris que en Uriarte 1671 funciona como inicio del recorrido por nuevas tiendas y tendencias de cambio de temporada.
En el perchero abundan vestidos austeros, casi monacales, en beige o negro con sobrefaldas, bermudas o shorts verde oliva, camisas blancas: cada modelo tiene nombre de arquitectos célebres, de Le Corbusier a Mies van der Rohe y en alguna parte están estampadas con la consigna Kostüme Dressline imitando los sellos a la usanza militar. También, pantalones blancos con delgadas rayas rojas o azules y forrados en viscosa con propósitos refrigerantes, faldas de cuero de oveja, remeras de red con juegos de tipografías, carteras de gabardina con interior reversible y rayado, pantalones negros con ribetes de cinta gros.
No hay escotes pronunciados –sí corpiños bandeau de cuero negro– ni estampas camouflage. “De la tendencia tomamos lo militar y las prendas sin terminación, al corte. Damos prioridad al interior y la forrería, porque para nosotros es tan importante como comprar un cd y que venga sin la cajita, el interior, como los booklets termina de cerrar un concepto”, dice la pareja cuyo background incluye una formación en la carrera de Indumentaria y diez años trabajando para marcas. El único maniquí de Kostüme lleva un mix de falda con chaqueta que bien podrían haber lucido las azafatas primitivas, cuando aún se las llamaba las chicas del aire.
En María Cher –Uriarte 1517– la vidriera es una instalación con falda de tul y una versión punkie de las zapatillas Capezio derivadas de la danza clásica y la entrada un living con sillón-camastro de hierro atiborrado de almohadoncitos. La autora, María Cherniajovski, niega homenajes a la cantante aunque posa con desenfado a lo Cher en su etapa de modelo favorita de Diana Vreeland; en cambio cita a Pina Bausch en vestidos mezcla de enagua y sobrefalda de tul trash y una pared con prints de claveles.
“La sastrería del 1800, corsés y pantalones de bridge, camisas con jabot y encajes que conseguí en los mercados de ropa y tiendas de antigüedades de Notting Hill, derivaron en una lectura más contemporánea de esas prendas, también los extremos del estilo londinense como mezclar un trajemuy de noche con zapatillas y la comodidad de la ropa de danza”, dice María sobre las influencias de su colección debut.
Agrega que estudió teatro en Buenos Aires y Londres, donde también hizo un curso de diseño en la escuela Saint Martins, y propone un recorrido por la boutique que incluye transitar literalmente una pasarela de alfombra roja que culmina en un jardincito de ripios.
La línea de vestidos que ella y sus vendedoras lucen a diario en juegos de hasta tres capas incluye opuestos de blanco, negro, nuez y rosa, vestidos sobre calzas de algodón, remeras asimétricas y tijereteadas a lo Fama y Flashdance –esos clásicos del estilo de los ochenta tan en boga y homenajeados por Stella McCartney y los estilistas de Imitation of Christ-, bodies de encaje que hasta hace poco podían ser tildados de prendas horteras para la hora del soirée y que llevados con faldas asimétricas y botas en puntas son sinónimo de últimos dictados. “Pantalón de jogging de modal con vestido arriba, una chaqueta torera con palazzo, pantalón con pinzas”, continúa María sobre el listado de propuestas que adhieren a la nostalgia de los ochenta.
Su apartado ropa de danza se vuelve más barroco en faldas de seda con cinturas de elástico y volados y la colección incluye jeans usados pintados con aerosol, remeras hechas de retazos y joyas de plata y tela: pins, anillos y pulseras con pétalos caóticos que ella desarrolla junto a una amiga orfebre.
Con la consigna ropa coqueta y transformable, Eleonora Vodanovich y Paz Maciel, idearon Srta. Reilly, tercera propuesta menos atenta a los dictados de lo que se lleva aunque sí a la economía de recursos. Consiste en una colección lúdica con colores intensos y gags que después de un año de estar a la venta en el living de sus casas llegó a un local de Malabia y Gorriti. Hay vestidos variaciones sobre el Jackie con cintura y mangas desmontables, faldas de shantung de un lado verde manzana y del otro color lavanda, pantalones turquesa o verde esmeralda con aditivos de sobrefalda con bolsillos. O una línea de noche con visos rosa y capitas-chaqueta en naranja intenso y telas de la India.
“No nos gustan los pantalones ajustados ni los escotes y ninguna de las dos estudió diseño ni indumentaria ni consume revistas de moda. Tampoco tenemos en nuestros guardarropas el kit jean más remera blanca o negra. En cambio nos encanta el personaje de perdedor que John Kennedy Toole describió en La conjura de los necios y quisimos inventarle una novia hermosa y coqueta”, dicen Eleonora y Paz sobre el listado de coincidencias que aplicaron a la griffe. La primera pieza del rompecabezas fue una falda con cierres y el último invento un corset de algodón que con ayuda de broches y una estructura de tejido de punto, muta en remera y viceversa.
“Todos las piezas se despegan con broches a presión o de metal y en la construcción es fundamental usar una misma textura en una paleta que va del verde al fucsia, turquesa, amarillo limón o rojo. Más que lo utilitario responde a la posibilidad de variar con una prenda, para que no te aburras y que con un mismo equipo, puedas vestirte diferente”, agregan.
Hicieron un desfile de presentación en el bar La cigale, cuya barra tomaron de pasarela para mostrar en simultáneo las distintas posibilidades de cada prenda y luego pasaron por la boutique Nómade, los ciclos de nuevos diseñadores organizados por Laura Valoppi y Marías Kirschbaum en Este-Oeste y el festival Buen Día.
Los exhibidores de Srta. Reilly –conviven con otros de ropa vintage de los sesenta– incluyen también transformables en dénim: un jean con sobrefalda que también puede usarse de corset o un apartado noche con recursos de corte prestados de los sarongs, los delantales de pintores y los uniformes de aeromozas para la hora del refrigerio.
“Hacemos bocetos y además antes de pasarle las indicaciones a las modistas muchas veces hacemos las prendas en papeles de distintoscolores”, cuenta Eleonora. Su formación incluye estudios de escenografía y bellas artes y cuatro años de trabajo intenso en el equipo de vestuaristas de los personajes del Parque de la Costa en sus días de apogeo.
Allí no sólo vistió títeres, también muñecos gigantes y los Mickey y Minnie del lugar, Cara de Barro y Flor de Sauce. Sobre las consumidoras, las diseñadoras de Srta. Reilly concluyen: “Mujeres de 20 a 40 años y distintas profesiones, en verdad varias abogadas se animaron a llevar faldas de cierres para ir a tribunales y como son fáciles de llevar no requieren de siluetas 90 60 90. Hacemos referencias a las muñequitas de papel con vestidos intercambiables con que jugábamos en la infancia y las terminaciones tienen la rigurosidad de las costureras de hace treinta años”.