PERSONAJES
La
Pais
|
Ernestina
Pais ya dejó de ser la hermana de... ¿de quién era la hermana? La
chica que se hizo conocida haciendo de notera de Jorge Guinzburg
también experimentó en la radio, es socia de un enorme bar-restaurante
y editora fotográfica de la revista Los Inrockuptibles. |
Por
Soledad Vallejos
Traten de sentar
a un torbellino en una silla, ahí, en el balcón de esta
casa que en algún momento albergó a alguna de esas familias
argentinas que viajaban a Europa con hijos, criadas y vaca, y que, trabajo
del torbellino y unos socios mediante, desde hace dos años sirve
de punto de encuentro más o menos moderno. Intenten que el torbellino
descanse cinco minutos y se limite a pensar, a hablar, a contar sólo
una de las cuantísimas actividades que lo (la) ocupan y escucharán
que tanto viento es una mezcla, que es parte de su personalidad. Que
no puede ni podría separarlo de todo lo demás. Que, como
explicará en algún momento entre la hora fosforescente
del atardecer en el jardín y una noche gris perla, ella, Ernestina
Pais, es todo el tiempo todo lo que hace (televisión, radio,
fotografía, edición fotográfica, co-responsable
del bar Milión) y algunas cosas más, a pesar de que ahora,
entre engripada y con cierta filtración de energía
grave, diga que no entiende el porqué de una entrevista.
Por mí lo pienso, eh, no por otros. Digo: ¿Quién
soy yo para opinar?. Y aparte lo pienso re seria, porque tengo
esa cosa de autosuficiente insoportable. Escucha que en este caso
la charla puede tener algún sentido, que se trata sobre su trabajo.
Sí, bueno... mi trabajo es lo que se ve. Ya es suficiente
con lo que se ve, suficiente con que se vea.
Pero parecés ambiciosa.
¿Viste? Es que lo debo ser, pero con la culpa. Mi mamá,
por ejemplo, siempre nos decía de chiquitas ustedes son
pobres, sepan que son pobres. Más que nada como un concepto,
como una manera de decir no se suban encima de nada, no crean
que llegaron nunca. Entonces, siempre soy re culposa cuando disfruto
de las cosas. Me voy a tomar un mes de vacaciones, y a los 10 días
ya estoy angustiada. Pero es algo que descubrí, porque yo siempre
pensé que era muy vaga. No me gustaba ir al colegio, no me gustaba
nada que implicara horarios, nada. Ahora descubro que, como logré
no estar de tal hora a tal hora en una oficina, laburo muchas más
horas. Es peor.
Y debe tener razón, porque la chica que pone la cara para hacer
encuestas callejeras en Peor es nada también pone
la voz todos los sábados a la mañana en un programa de
radio, el ojo en la edición fotográfica en la revista
mensual Los Inrockuptibles, y todavía le sobran ganas para asistir
a reuniones de socios en Milión. De hecho, todavía no
puede creer que haya sido ella la que se levantaba a las 4 y media de
la mañana para hacer la radio: ¡Hice dos años
la colimba, con lo que la odio!. Para entonces, ya había
logrado que su madre (una bailarina del San Martín, del
Di Tella, súper elegante) pusiera voz de hartazgo y cortara
el teléfono cuando ella pedía sus ahorros para hacer
una revista de cultura, mami: 24 años tenía la nena,
venía de estudiar fotografía, de darse cuenta de que sólo
podía interesarse por los retratos a pesar de haber hecho un
par de sociales porque quería ser fotógrafa y no le interesaba
lo que tuviera que hacer para eso, y ahí estaba, dispuesta a
editar una revista con poca, poquísima experiencia profesional,
en ese primer momento en que uno empieza a buscar su laburo.
De alguna manera, la apuesta salió maravillosamente. Diez mil
ejemplares en la calle y una publicación que va por su quinto
año, que le ha permitido un aprendizaje constante, desarrollando
una innegable tendencia a lo clásico. Y ahí aprendí
también, y para mí fue un alivio, que un fotógrafo
no es alguienque anda con la cámara colgada todo el día,
que la mirada es lo que importa.
Lo que tiene de bueno el disparar la cámara en sí,
como objeto, es que te permite bajar esa información. Pero para
tener algo que bajar es fundamental todo lo que te nutrís fuera
de la fotografía, y por eso me puse a estudiar cine. Pero a mí
me da mucho pudor mostrar fotos, lo hice una sola vez y cuando estaba
estudiando.
Dice, entonces, que admira a Adriana Lestido, que su ensayo fotográfico
de madres e hijas la impactó, y que si ella todavía no
se anima a una muestra individual es porque todavía se
están formando un montón de cosas. Porque lo
que a mí me seduce de una fotografía es cuando puedo imaginar
el antes y el después de ese momento. Y pienso cómo habrá
sido todo lo que rodeó a ese instante que eligió ese tipo
para apretar el botón. Pero antes de pensar todo eso hay
algo, una incógnita y una tradición familiar muy particular.
A mí me había traumado mucho que no hubiera fotos
mías de chiquita. Mi mamá me dijo el otro día que
había encontrado un incunable, y me dice ¿ay, Ernestina,
cuándo vas a arreglar el proyector?, porque quiere que
hagamos una sesión de diapositivas. Mi papá sacaba unas
fotos increíbles. Hay un montón de diapos, miles. La polaroid
que yo tengo es la de mi papá, que era de cuero, con los bordes
de metal, divina: la sx70, que venía con película cuadrada,
perfecta, con el bordecito más finito que las de ahora... Ah,
bueno, mi mamá me dijo que había encontrado un incunable,
que es ella dándome la teta. Pero no hay fotos mías de
cuando yo era chiquita.
¿De tu hermana sí y tuyas no?
De mi hermana sí y mías no. Pero mi mamá,
en realidad ahí viene el principio de mi amor por la fotografía,
contrataba cada cinco años a un fotógrafo (un señor
que bailaba con ella) que nos hacía un día entero de fotos
a mi hermana y a mí. Mi vieja es una mina que a mí me
enseñó a amar un montón de artes, una persona a
la que le agradezco mucho la formación, por lo menos la curiosidad
en algunos temas. Es el hecho de que alguien te muestre el camino, después
quedará en vos. Y entonces contrataba a un fotógrafo que
nos hacía sesiones larguísimas. Por ahí, el tipo
venía a la mañana, se quedaba a almorzar, a tomar la leche,
nos seguía a mi hermana y a mí y nos hacía fotos
todo el día, con cambios de ropa, era buenísimo.
¿Y te divertía o te molestaba?
Nos encantaba. Pero mi hermana era más de quedarse posando
y yo era más tímida, pero lo observaba mucho a él.
El me llamaba mucho la atención, y yo flasheaba cuando veía
los contactos y esas cosas.
Cosas que pasan, las nenas crecieron y el señor dejó de
ir. Pero años más tarde, buscando un curso de fotografía
de verano, Ernestina se encontró con que el profesor era un antiguo
compañero de danzas de su madre, que enseñaba maravillosamente
y al que enloqueció hasta convencerlo de convertirse en su padrino
fotográfico.
Discutíamos muchísimo la fotografía. Si venía
con una foto, era ¿por qué?, y criticaba si
en algo no habías puesto más que el conocimiento de la
máquina. Era como está bien, esta foto está
bárbara, pero.... Y entonces toda esta discusión
generaba un montón de subconceptos para explorar. Si tu objetivo
es la foto perfecta, vas a fallar seguro. Entonces, bueno, hay muchos
errores que potencian expresiones, y toda esa discusión que se
generaba a partir de un error: Mirá, intenté hacer
esto y me salió esta otra cosa, me enseñó
mucho más que un curso que hice después de iluminación
de producto. Y es el día de hoy que soy una inútil para
hacer una foto de producto, pero hay gente que es fantástica
y que logra un sentimiento... Yo soy una pésima fotógrafa,
en realidad. Pésima.
...
Te juro. Pero no lo digo mal, ¿eh? Eso es lo que me permite
ser libre. Me considero absolutamente libre y no me importan las críticas.
Si es una discusión sobre algo, sí. Ahora, cuando alguien
viene y simplemente me dice me gustó, no me gustó,
está todo bien.
Historias
y miradas
¿Y ahora hacés fotos tuyas, para vos?
¿Mías? Me gusta mucho un trabajo que estoy haciendo
con mi abuela Isabel. Tiene alrededor de 80, pero no sé exactamente
cuánto. Me enteré cuando cumplió 80 porque me dijo
¿Ernestina, no vas a venir? ¡Cumplo 80!. Para
mí, los abuelos en un momento dejan de tener una edad. Yo tengo
bastantes agujeros en la memoria. Tengo muchísimos problemas
en recordar desde mis diez años hacia atrás. Entonces,
esto empezó como un juego donde cada vez que mi abuela venía
yo le hacía fotos y la grababa, grababa anécdotas. Ella
crió a mi papá, entonces hablábamos de la crianza
de mi papá, o de cuando yo era chica. Y eso generó una
desgrabación de cuatro entrevistas de dos horas cada una, pasamos
de reírnos a llorar.
Es una de las pocas veces en que se muestra absolutamente seria, reflexiva.
Que no saluda a nadie ni se preocupa porque en las heladeras ya no quedan
cuadraditos de limón. De repente, sin aviso, hace notar lo fosforescente
de la hora, el extrañamiento que esa luz puede producir en algo
tan normal como un jardín, y, claro, lo maravillosas que pueden
resultar las fotos tomadas en esas condiciones. Y entonces da paso a
una de esas veces pocas a lo largo de la entrevista en que
se calla con un silencio absoluto, perdida como debe estar en imágenes
de esa familia de mujeres en la que creció, y el camino indeleble
que la fotografía, como registro de las historias personales,
puede trazar, o al menos que quiere que trace en su caso.
¿Tu abuela se prestó con ganas?
Le encanta. Y cada vez que viene (vive en Santa Fe) me pregunta
cuándo vamos a hacer una entrevista. Y es un trabajo súper
interesante, porque me di cuenta de que mi abuela tiene 80 y pico de
años y la historia pasa también por cómo ella lo
vio. Es un cacho de historia. Entonces, ése es mi proyecto de
tres años a esta parte, que descubrí esa situación.
Eso sí me encantaría mostrarlo, es un trabajo y una historia
para contar. Yo, cuando terminó la muestra de madres e hijas
de Lestido, entendí un trabajo fotográfico como algo que
me encantaría llevar a cabo. Y eso coincidió con la primera
de las entrevistas con mi abuela, y lo que generaba. Hay sesiones de
mi abuela con plantas de marihuana en la boca, unas que hicimos acá,
en el jardín. Le encanta posar. ¡Y tiene una expresión!
Hay otras con un delfín de plástico. Pero también
tiene que ver con cómo estemos de humor ese día. Y ahí
estamos, alrededor de ese ejercicio. Este verano me fui cuatro días
con ella de vacaciones, solas, y ahí sacamos muchas polaroids.
En algún momento voy a tener que abandonar este trabajo y sacarlo,
pero...
Pero mientras tanto estás disfrutando ese ejercicio.
Es genial. Yo lo estoy viviendo... Mi mamá se me niega,
porque, en realidad, es lo que yo quería hacer hacer a las mujeres
de mi familia. Perdí a mi bisabuela y para mí fue una
pérdida súper importante porque no la tenía registrada
en ningún lugar, y era una persona que tenía tanto para
decir. Pero bueno...
Es interesante este trabajo.
Es increíble. Para mí, es súper interesante.
Porque también necesito un poco de lo que te decía antes,
de tiempo para bajar esa información y empezar a darle forma.
Si no, en algún momento voy a sentir que estoy mintiendo, porque
ya no tengo resto para aprender, y para modificar, y en todo caso tratar
de hacer algo. En algún punto, estoy esperando ver qué
pasa el año que viene, a ver si puedo terminar esta historia
que preparo con mi abuela y hacer algo. Pero soy una mala fotógrafa,
básicamente. ¡Te di el título! Me encantaría
ese título, porque me ahorro un montón de psicoanálisis.