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TEATRO

Dorotea y el señor Rodrigues

La directora porteña Susana Yasan está al frente de la puesta de Dorotea, del dramaturgo brasileño Nelson Rodrigues, alrededor del cual girarán varias actividades que repasarán su obra y su curioso tema favorito: la infidelidad.

Por Moira Soto

Un marido llega de sorpresa a su casa, entra en el cuarto y ve a la mujer desnuda en la cama y el cuerpo en penumbras de un hombre que salta por la ventana y desaparece en la madrugada. El marido toma un cuchillo y mata a la mujer, luego se arrodilla y pide perdón”: este conciso relato fue escrito a los 8 años, en el colegio, por Nelson Rodrigues, el gran dramaturgo brasileño que, ya adulto, dedicaría una columna periodística a contar casos de adulterio. Autor de diecisiete piezas teatrales –agrupadas por el crítico Sábato Magaldi en psicológicas, míticas y tragedias cariocas–, Rodrigues, un vanguardista solitario y revulsivo, recién fue representado en nuestro país en 1998. Ese año, Ricardo Holcer dio a conocer su notable puesta de Los siete gatitos, en el Cervantes, gracias al respaldo de Osvaldo Dragún, que conocía bien al creador de Toda desnudez será castigada.
“Continuaré trabajando con monstruos, con los que violan la moral práctica cotidiana”, recuerda Holcer que dijo Rodrigues, afirmación que cumplió a través de toda su obra, “puesto que su dramaturgia siempre puso en acto de palabra su distancia con esa moral. La madre incestuosa que se libra de un marido tirano y huye con su hijo (Album de familia), las hijas prostituidas por el padre que se unen para sacrificarlo ritualmente (Los siete gatitos), el hombre culpable que le grita a su mujer: Perdoname porque me traicionaste (título de la pieza)... En su teatro desagradable, sus personajes hablan con girias (giros) y retuercen el lenguaje al mismo tiempo que la acción retuerce los cuerpos: los cólicos, los sudores, la menstruación, los callos muestran lo que la vista rechaza, haciendo estallar el interior en la superficie. Y justo cuando comenzábamos a despreocuparnos y a reír, el límite entre el afuera y el adentro se rompe y percibimos que esos monstruos que danzan su infortunio sobre el escenario están incómodamente próximos a nuestra intimidad. Nelson Rodrigues lleva el dolor a lo indecible, probando que, paradójicamente, lo indecible es la esfera del teatro”, concluye Holcer.
Por suerte, hoy se estrena otra obra del singular escritor brasileño: Dorotea, una “farsa irresponsable”. Esta presentación se integra a la Semana de Nelson Rodrigues que, organizada por Susana Yasan –asimismo responsable de la puesta en escena de dicha pieza– propone proyecciones de films, un workshop y conferencias. Hoy a las 18 en el Centro Cultural Rojas, con entrada libre, hablará Paulo Blank sobre el dramaturgo homenajeado, Un psicoanalista salvaje. A las 19 se podrá ver, también con entrada libre, en el Centro de Estudios Brasileños (Esmeralda 969), La fallecida (1964), con Fernanda Montenegro. Del martes 16 al sábado 20,tendrá lugar el workshop que dirigirá Luis Arthur Nunes. También participa de este ciclo el dramaturgo Ruy Castro.
Dorotea se presenta en El Ombligo de la Luna (Anchorena 364) los sábados a las 21 y los domingos a las 20, con entradas a $8 y $5. Laura Melillo, Isabel Quinteros, Claudia Santos, Violeta Naón, Eva Adonaylo y Carolina Worcel son sus intérpretes.

Una mujer nunca se enamora de la persona apropiada
“Suelo ir a hacer entrenamientos de trabajo actoral a Brasil, donde me recomendaron que leyera a Nelson Rodrigues. Lo hice y quedé absolutamente impactada”, comenta Susana Yasan. “Este escritor proveniente del periodismo ha desarrollado una mirada única. Pocas veces he encontrado a un autor con una `óptica de ficcionista`, como él decía, que permita descubrir en el ser humano, más allá del rostro que muestra habitualmente, su lado hediondo, más secreto. Casi todos sus personajes están atravesados por intensos sentimientos de violencia, de locura, de pasión. Tienen aspectos exuberantes, destinados a mostrar la brutalidad que hay en su interior.”
–¿Todo aquello que encubren la educación, las buenas maneras, la moral dominante?
–Sí, claro. Por eso me parecía tan interesante abordar un material donde la temática de la familia, el incesto, la traición, la sexualidad reciben un tratamiento que se aleja del naturalismo para ingresar a una zona de mucha crudeza.
–En el caso de “Dorotea”, además, se trata de una netamente simbolista, despegada por completo de lo cotidiano reconocible.
–Sucede que lo que Rodrigues hace con la realidad es revelarla, no reproducirla. Esta obra, además, es la de un precursor del teatro del absurdo, cuando aún no habían surgido autores como Ionesco.
–Un repaso al contenido de las piezas de Nelson Rodrigues demuestra su acentuado interés en el universo femenino, sus mitos y tradiciones, el peso de la cultura patriarcal.
–Creo que su sensibilidad y comprensión respecto de lo femenino eran extraordinarias. Una mirada revolucionaria para su época, exenta de misoginia.
–¿De dónde proviene esta apertura, sorprendente para su época?
–Puedo hacer algunas deducciones: por ejemplo, él era periodista y escribía una columna, “La vida tal cual es”, y todos los días relataba un hecho de adulterio diferente. Aparte, tenía otras columnas que firmaba con nombre de mujer –Susana, Mirna– y respondía a consultas. Un caso: una mujer se enamora de un ladrón y le pregunta a Mirna qué debe hacer con ese amor. “Querida mía”, le responde Nelson-Mirna, “una mujer nunca se enamora de la persona apropiada, pero si bien frente a esa situación pueden ocurrir muchas cosas, jamás debería suceder nada como lo que te hizo tu mamá: raparte la cabeza”. Rodrigues tenía una profunda idealización del amor: sexo puede hacer todo el mundo, pero el amor, no, decía. En Dorotea aparece este interés en la mujer y esta condena que surge de una bisabuela que amaba a un hombre y se casó con otro.
–En esta obra hay una exacerbación de ciertos estereotipos femeninos, fruto de la represión y la hipocresía. Surge claramente la división entre vírgenes y putas.
–Justamente, lo que me llevó a sumergirme en Dorotea obra fue la admiración por alguien que hace décadas, en un país latinoamericano, pudo tener esa mirada tan abierta, ser tan visionario en un momento en que el género teatral más conocido en Brasil era la chanchada... Esto sumado a un tratamiento del lenguaje que apelando a distintos registros resulta popular y a la vez adquiere un vuelo extraordinario. Te diría que prácticamente todas sus piezas están ligadas a la mujer, sin excluir una fuerte sensibilidad relativa a la cuestión social.
–Frente a semejante panorama en cuanto a calidad, interés y cantidad, ¿por qué te decidís por “Dorotea”?
–Como directora me pregunté ¿qué me va a disparar una mayor inspiración? ¿De qué quiero yo hablar? Como mujer, he padecido la discriminación, la herida, la confrontación con la sexualidad. Creo que no hay tema en Dorotea que no me concierna de algún modo. El desafío era ponerme a la altura de esta obra, convocar a un elenco capaz de encarnar a estos personajes, llevar adelante una puesta en la que cada uno de los temas de la obra estuviesen expuestos y dosificados con la intensidad que merecen. En Dorotea hay farsa, tragedia, absurdo, melodrama... géneros que deben convivir en armonía. Intenté seguir rigurosamente el derrotero narrativo y entregarme a la zozobra de descubrir cómo hacer presentes y vivas estas tensiones dramáticas. Lo hice junto con todos los que me acompañan en los diversos rubros, a quienes considero parte del equipo de creación.
–Aquí se plantea en forma extremista el terrible resultado del sometimiento de la mujer a modelos culturales, derivados de interpretaciones forzadas de la religión.
–El efecto se vuelve devastador: la deformación es física y moral. Aquí hay mujeres que hacen un culto de la fealdad, dan a luz hijos muertos. Es oscuro, muy oscuro. Resulta muy interesante ver qué pasa con la persona extraña que llega: provoca miedo, rechazo, indiferencia, violencia. Dorotea llega buscando a la familia, el nido. Y por haber elegido un camino diferente es denostada. Ella quiere ser una más de la familia porque le ocurrió un hecho trágico: la muerte de un hijo. Y todo lo que había en ella de vida, de potencia, de sensualidad va a ser absorbido, sofocado. Para pertenecer, Dorotea deberá entregar lo único que tiene: su belleza. La belleza de alguien que no se deformó porque no cumplió la tradición de las mujeres de la familia.