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ARQUETIPAS

La autocompasiva

POR SANDRA RUSO

–¿Todo me tiene que pasar a mí?
–¿Todo cómo?
–¿No te digo que tengo humedad en el baño?
–Bueno, Silvi, hace ocho años que vivís en esa casa y es la primera vez que se rompe un caño...
–Pero justo ahora que estoy tapada de trabajo...
–¿Y qué más querés que estar tapada de trabajo? Peor sería estar desocupada.
–Ah, eso lo decís vos porque estás desocupada. Pero no sabés lo que es tener que andar de un lado para el otro desde las ocho de la mañana...
–No, la verdad, no sé. Yo hace dos semanas que casi no salgo de la cama.
–Ay, Lidia, cómo te envidio...
–¿Vos sos boluda o qué? ¿Cómo me vas a envidiar la depresión?
–No, eso no te lo envidio, pero cómo me gustaría pasar una temporada sin hacer nada...
–¿No estabas planeando tus vacaciones?
–¿Te das cuenta? ¡No me hagas acordar! ¡Estaba pensando en irme a Nueva York! ¿Te das cuenta que a mí me pasan todas?
–Bueno, Silvi, peor les fue a los que ya estaban en Nueva York el mes pasado...
–Y encima, a Jorge no sé qué le pasa. El otro día me vino con que quiere que vivamos juntos... ¿A vos te parece?
–¿En serio? ¡Qué lindo!
–¿Qué tiene de lindo que quiera vivir conmigo si yo no quiero vivir con él?
–Bueno, Silvi, pero se ve que él está enamorado...
–Sí, claro, pero hoy en día, que todos los tipos se escapan, a mí me viene a tocar justo uno mimoso...
–Te quejás de gula, estúpida. Conmigo no quiere vivir ni mi mamá. Le ofrecí sacarla del geriátrico y me dijo que mejor lo dejemos para más adelante.
–¿Ves? Tu vieja es independiente. La mía me sigue trayendo comida hecha una vez por semana.
–Ay, Silvi, no escupas para arriba.
–¿Y te conté lo del ascenso?
–¡No me digas que te van a dar un ascenso! Debés ser la única persona en este país a la que no le dan un descenso.
–Sí, pero tengo más responsabilidades. Y voy a tener que trabajar más... –Decime, Silvina Bracacini, ¿no podés dejar de quejarte aunque sea un rato de todas las cosas buenas que te pasan? ¿No te da un poco de pudor?
–¿Me lo estás diciendo bien o me lo estás diciendo mal?
–Te lo digo mal, Silvina Bracacini, porque yo estoy sola como un perro, no tengo trabajo, mi madre está enferma, debo cuatro meses de alquiler, no salgo con nadie, tengo panic attack y agorafobia, estoy constipada y la única persona que me llama sos vos, para contarme que le va de perlas y siempre termino yo consolándote a vos.
–¿No te digo que a mí me pasan todas? Para qué te habré llamado.