VINCULOS
Somos mucho más que dos
La
monogamia parece ser la estructura que contiene a la mayoría de las
parejas, pero tiene sus grietas y sus puntos ciegos. En uno de los reality
shows en boga, los participantes deben pasar por el mal trago de enterarse
de los deslices de sus amores. En la vida real, hay quienes niegan el
vaivén del deseo, quienes renuncian a él o quienes ensayan diversas
estrategias para seguir de a dos, aunque mental o físicamente haya tres.
Por Marta
Dillon
La verdad puede
ser insoportable. Y lo peor, como bien decía el cantautor catalán,
es que no tiene remedio.
La ley de gravedad existe, es un hecho, todo lo que sube tiene que bajar
y los objetos no se mantienen en el aire por sí mismos. Sin embargo
existen los aviones. Y los malabaristas. Y hasta bailarines que acercan
por un instante la ilusión del vuelo. Aunque tarde o temprano
tendrán que tocar la tierra las clavas del malabarista, los pies
del bailarín e incluso los aviones, en algunos casos con más
estruendo que en otros. El deseo es leve como el polvo, el objeto erótico
necesita renovarse, la pasión es fugaz como un rayo que parte
el telón de la noche. Todo eso también lo sabemos. Y sin
embargo existe la pareja, incluso la pareja monógama y estable,
la promesa de que será para siempre y hasta un entramado jurídico
que así lo exige so pena de perder todos los privilegios adquiridos.
Existe el amor también, existen amores que parecen clavarle al
tiempo su propia flecha, existen parejas que asisten al ocaso de sus
vidas sentados en mecedoras y tomados de la mano. Pero en algún
momento más tarde o más temprano, tampoco es necesario
poner fecha de vencimiento esa ilusión también se
estampa contra el piso o contra la cabeza del otro como
la manzana de Newton. Sí, es insoportable la verdad. Basta ver
los rostros demudados de esas pobres parejas de laboratorio que por
su propia voluntad se someten a reality shows tan perversos como la
tortura cuando constatan lo que ya sabían, que la oportunidad
hace al ladrón y que no hay más fidelidad que se sostenga
que la que se debe a uno mismo. ¿Entonces? ¿Deberemos
decir que la monogamia no existe, como pretenden certificar algunos
biólogos comparándonos con especies animales diversas
como los pájaros, los chimpacés o las lombrices solitarias?
Que el mundo animal es un jolgorio en lo que a relaciones sexuales se
refiere es algo que podemos suponer sin que lo vengan a certificar los
científicos como David Barash, de la Universidad de Washington,
Seattle, autor de El mito de la monogamia, en el que intenta demostrar
que la confortable noción de que muchas especies animales
(incluida la nuestra) se sienten felices de unirse hasta la muerte no
refleja la verdad. Chocolate por la noticia, podría decir
un niño en el recreo escolar sin que a ninguna maestra se le
mueva el brushing. El tema es que entre los animales no hay celos, ni
propiedades en común, ni status social, ni reglas acordadas para
poder encajar en el mismo terreno aspiraciones, descendencia, proyectos
y deseos, ni ninguna de todas esas otras cosas que implica una pareja
por fuera y por dentro del amor y del deseo mutuo. Y sobre todo, no
existe esa puñalada que puede hacernos aullar de dolor, ahora
sí, hasta que la muerte haga silencio. O hasta que un nuevo amor
ofrezca frentes desconocidos para recibir otra vez la daga.
Si existe, si no existe, si es una cuestión de fe ¿usted
cree en la monogamia?, o de disciplina, de eso se han encargado
suficientemente las encuestas. Y las respuestas, dadas aquí nomás
o en cualquier país del norte, son casi siempre las mismas. Mitad
y mitad, en porcentajes menos redondos. Que seguramente variarán
según las experiencias recientes. Si me lo preguntabas
el año pasado hubiera dicho que la fidelidad no existe, pero
ahora estoy enamorada por primera vez. Y también es la primera
vez que ni se me pasa por la cabeza estar con otra persona, opina
Mariela con el ceño fruncido por la sola mención del hecho.
De la existencia de la fidelidad o la monogamia no hay por qué
dudar, el problema en todo caso está en cuánto tiempo
durará esa armonía que deja los fantasmas en el placard,
ahí donde en el futuro podría ocultarse un amante que
ya no podrá asesinarse sin castigo como lo autorizaba la ley
victoriana. Al hombre, por supuesto, el único habilitado para
romper el pacto del matrimonio en el siglo XIX y en el XX según
los usos y costumbres, y en el XXI aunque sea por inercia y para
matar a su mujer y al amante de ésta en caso de encontrarlos
in fraganti, según el antiguo Código Penal francés,
obviamente modificado. En Argentina el adulterio dejó de ser
delito con penas diferenciadas para hombres y mujeres recién
en 1995 cuando se promulgó la ley 24.453 y pasó a ser
causal subjetiva de divorcio.
Yo no creo que la infidelidad sea una condición inevitable.
Con más frecuencia la transgreden los varones porque en la ideología
masculina todavía imperante estar predispuesto a
relaciones sexuales sin compromiso es parte de la autoestima viril,
mientras que la tradición femenina prescribe fidelidad, ser mujer
de un solo hombre, dice la psicoanalista Irene Meler. Pero no
hay por qué dormirse en los laureles, muchachos, las cosas cambiaron
vertiginosamente en los últimos treinta años. Y aunque
todavía arrastremos con los mandatos de cinco mil años
de historia registrada de la humanidad y casi la misma cantidad
de patriarcado las chicas parecen querer divertirse y hasta se
han apropiado de cierto ánimo deportivo en lo que a relaciones
carnales se refiere. Basta echar una mirada a la serie Sex and
the city o a su referencia vernácula, Cuatro amigas.
Encuestas como la que cita la española Rosa Montero en su libro
Cuentos Infieles, hablan, además, de beneficios concretos para
la salud de las mujeres infieles, como una piel diáfana y una
renovada turgencia en sus atributos. Más que no existir,
la monogamia no sirve. Lo que sucede es que ha organizado tanto nuestras
cabezas, ha sido un apuntalamiento del yo tan importante que es mejor
creer que eso es bueno, aunque todos sepamos que el deseo en general
no se ata a una sola circunstancia. La infidelidad es casi una consecuencia
estructural de la monogamia, por el mismo imperio del no, dice
Norberto Inda, también psicoanalista.
Ahora bien, frente a la insoportable verdad, ¿qué hacer?
¿Deshojar la margarita mientras se pueda, esperando que el último
pétalo no confirme lo peor? ¿Sostener la ilusión
de la exclusividad a ultranza aun cuando el peso de las evidencias se
parezca a una manada de elefantes? ¿Es posible algún acuerdo
entre dos que adecue el omnipresente monogámico a la pareja que
emprende un destino en común? Tácitos o no los pactos
existen, la pareja misma es un pacto así como la conocemos y
como tal encierra el germen de su destrucción. Todo se puede
recrear, y hasta puede resultar conveniente teniendo en cuenta que,
como dice Inda, el dolor es directamente proporcional al pacto
que la infidelidad rompe. Se trataría entonces de fijar
las propias reglas con la medida de lo soportable para cada persona.
Hay quienes dicen ser más felices si liberan algunos ratones
o si eligen mirar para otro lado. Todo es cuestión de gustos,
aunque mientras dure la psicosis del enamoramiento, se tratará
sólo del gusto de los otros.
Pacto I,
La disciplina
Es el tradicional, el que se jura frente a la ley y al Dios elegido,
si este es el caso. Figurita repetida de la que ya se han descripto
suficientemente sus bemoles, aunque para la gran mayoría es el
único viable. Se trata de que ambos integrantes de la pareja
se consagren a la exclusividad después de haberse elegido, uno
para el otro, entre millones, con todo lo que eso implica no,
no hay garantía y la devolución tiene costos altísimos.
Cualquier otro pacto o acuerdo habla de una carencia opina
Mario Huguet, director del Centro Integral Sexológico,
porque a pesar de que el objeto erótico es móvil o cambiante,
es porque algo está pasando en sí mismo o en el otro para
no poder alcanzar la completud en el ámbito de la pareja. Puede
ser que sea inmaduro pretender exclusividad. Desde ya el acuerdo vamos
a ser felices también lo es y nadie lo cuestiona. Hay que
tener perspectiva, si a priori se renunció a un otro posible,
después mantenelo, bancatelá. La construcción de
una pareja está hecha en base a resignaciones. Es un acuerdo
a salvo de todo riesgo, hasta que se rompe. Entonces habrá diversas
posibilidades, una, clásica, es buscar el responsable, revisar
dónde estuvo la carencia. Encontrar un culpable, sea una
situación, una carencia o alguno de los cónyuges es fácil
porque así seguimos casados con el formato monogámico.
Si hay un malo, esto último sería lo bueno, dice
Inda. No es fácil volver atrás cuando el pacto es tan
estricto, de hecho, en treinta años de experiencia clínica,
Huguet no ha visto una buena elaboración de situaciones
de infidelidad, nunca.
Pacto II,
La elegancia
Me ha sucedido antes, no sé por qué no volverá
a sucederme, aunque no es para mí un deporte ni una compulsión.
Alguna vez se presentó la oportunidad de tomar un recreo con
otro hombre, y bueno, lo tomé. Pero jamás lo confesaría,
jamás dejaría ninguna evidencia, ni siquiera un litro
de whisky es capaz de soltarme la lengua. Si no tiene nada que ver con
mi pareja, si no cambia para nada lo que siento, me parece una cuestión
de respeto dejar la aventura recluida a mi vida privada. Se cae
de maduro que Andrea no se llama Andrea. De ella podemos decir que es
profesional y que tiene 36, ningún otro dato, tanta elegancia
para el desliz no puede ser delatada en un diario. Contradiciendo lo
que dicen los especialistas al menos los tres consultados para
esta nota ella y su pareja prefirieron explicitar este acuerdo
en honor a la lealtad mutua. Porque de esta manera también
nos ponemos a salvo de situaciones de terror como que se le vayan los
ojos detrás de otra en una fiesta. Si le gusta que se las arregle
para encontrarla en otro momento, pero ni yo ni él queremos ninguna
pista de lo que podría suceder en privado. Mientras estamos juntos
somos uno para el otro y eso alcanza. Nuestra pareja es mucho más
que deseo, también son películas miradas en la cama los
domingos, paseos en bicicleta, planes descabellados y de los otros.
Hay cosas que no quiero ver, no le voy a abrir la puerta mientras está
en el baño, tampoco voy a revisar sus bolsillos ni sus mails,
dice, segura. Para apoyar este pacto está la opinión de
Inda: La experiencia de infidelidades temporarias es muy frecuente.
Y tratándose de temporarias no implican necesariamente la ruptura
de la pareja, es más sabio saber que esto pasa, no es tan tremendo,
pasa. Es un pacto posible si se consigue guardarlo en algún
pliegue oculto de la memoria, si no cualquier ausencia puede remitirnos
a eso que no se quiere saber.
Pacto III,
El reconocimiento
Raquel lo explica de la siguiente manera: Entendimos que
si había alguna manera de demorar lo inevitable es hablar de
eso. Y subidos al tren de la palabra, de tanto abrir la puerta de la
jaula, resulta que los dos nos quedamos adentro. No teme decir
que es paisajista, que tiene 45 y que su pareja, Roberto, es un comerciante
cincuentón, porque ellos hablan de todo. De lo que les gustaría,
de quien los mira con ganas, de las audacias que, en sus fantasías,
crecen como musgo bajo las piedras. La conquista estimula y sienta
bien, sobre todo si se maneja como un juego de los dos. La fidelidad
para ellos es sostener la complicidad en cualquier circunstancia, mantener
un vínculo con el mayor grado de honestidad humanamente posible.
Para Meler estos pactos son posibles pero están elaborados
sobre la base de negar que el amor de la pareja adulta se basa en emociones
de origen infantil muy profundas que aspiran a la exclusividad. No es
la invención psicológica de un adulto sino la expresión
del deseo más profundo de un niño. Raquel, sin embargo,
no duda de su exclusividad, ella es la única que le habilita
todos los juegos, la única capaz de regalarle un show erótico
privado y además de cuidarlo cuando se engripa, pasear del brazo
por la calle o proponerle vacaciones en una playa alejada. Incluso han
llegado a incluir a un tercero en su territorio de dos siempre bajo
la consigna de sostener la complicidad. Algunas escenas, algunos
discursos, son claramente revulsivos, a veces tengo que tomar distancia
de la situación. Pero también es altamente erótico.
La gracia es no debilitar al otro, nunca.
Pacto IV,
Felices juntos
Son casi una raza particular, aunque muy en boga en los últimos
años en que la palabra swinger quebró los límites
del ghetto al que estuvo confinada desde su primer auge en los años
60, para esparcirse por nuestro territorio con la misma fecundidad que
los gorriones. En su acepción clásica son parejas estables
y bien constituidas, con hijos en la mayoría de los casos, que
deciden acatar las díscolas propuestas del deseo erótico,
pero juntos. Así se meterán en la cama con otros pares,
verán y serán mirados interactuando con diversos partenaires,
organizarán orgías y maratones sexuales,
siempre con una botella de champagne como disparador de la fiesta. Daniel
y su esposa Marcela, dueños de la revista Entre Nosotros, medio
de referencia swinger, lo explican como una ampliación de las
fronteras de la pareja a límites que desconocen. Porque aunque
hasta ahora las relaciones homosexuales se limitan a las que mantienen
las mujeres entre sí, cada vez hay más incursiones de
los miembros masculinos del clan ja. ¿Esto les asegura
fidelidad en los términos que ellos lo plantean? Cada uno
tiene sus códigos explica Daniel, hay quien cree
que la infidelidad es que su mujer acabe con otro, o que él no
la mire a los ojos mientras está dentro de otra mujer. Nosotros
nos relajamos, la infidelidad sería lo mismo que para cualquier
otra pareja, hacer algo a escondidas. Pero la verdad, no nos dan ganas.
Los swingers suelen tachar fantasías como días sobre el
calendario, una a una, intentan concretarlas. Sin embargo las escenas
suelen ser similares y nada asegura que en una de esas maratónicas
sesiones el amor no imponga su sorpresa. El riesgo 0 no existe ni en
éste ni en ningún caso, pero si fuera por eso ni siquiera
podríamos salir a la calle. Son bichos raros dice
Huguet, es divertido en personajes de cine o literarios, la vida
real camina por otros andariveles. Meler es más dura todavía:
El swinging es una parafilia, no es la expresión de la
movilidad del deseo. Y también puede ser una fuente de dolor.
Porque hay distintas corrientes psíquicas en la misma persona,
una mira y goza mientras la otra sangra.
Pacto V,
La sinceridad (o el sincericidio)
Sería un extremo del reconocimiento, lo que el refranero
popular llamaría echar todo el salero. Aquí lo importante
no es lo que se haga sino que pueda ser contado hasta en sus más
íntimos detalles. Una opción sólo para audaces
o perversos si se elige el vulgo por sobre la corrección
política y sadomasoquistas. A mí al principio
me parecía que era tocar el cielo con las manos, hasta que lo
conocí había tenido sólo relaciones absorbentes,
perseguidoras. El, de pronto, me abría la puerta. Yo podía
hacer lo que quisiera, ir a tomar algo con amigos después de
la oficina, histeriquear hasta al portero, ponerme escotes hasta el
ombligo, todo. Pero, claro, después tenía que rendir cuentas.
Tenía que darle detalle de la mirada de los otros, de los piropos,
de los lances y por supuesto de las aventuras sexuales. Insoportable,
me sentía más inspeccionada que por mi ex marido celoso.
Además sentía la obligación de tener algo que decir,
sino lo desilusionaría. Pobre Silvia, ella sólo
quería estar con su novio y él quería que ella
estuviera con todos. Las cosas cambiaron cuando finalmente ella cometió
un desliz, fue un perfecto suicidio, no dejó de obsesionarse
con los detalles, quería saber más, me pedía que
los comparase, un desastre. Si hubiera consultado, Silvia podría
haberse atajado a tiempo, contarse todo es cruel y perverso,
dice Meler. Y un manantial de dolor, seguramente, ahí están
padeciendo los jugadores del programa Confianza Ciega que sin haber
hecho ningún pacto tienen que asistir a las imágenes que
les procuran los productores. Una cosa es saber que la infidelidad puede
suceder y otra muy distinta es tener los detalles que pueden volver
una y otra vez como dardos, directo al corazón. Plantear
necesitaría que me lo dijeras para certificar nuestro compromiso
a lo único que lleva es a certificar un dolor difícil
de levantar. En mi consultorio dice Huguet veo disfunciones
incluso por haber confesado goces con parejas anteriores que ya no existen.
Algo íntimo, de dos, puede transformarse en una asamblea de goces
que sobre todo en los hombres, produce una herida narcisista.
Otro caso típico de sincericidio una forma de inmolarse
a través de la sinceridad es la que ocasiona la culpa que
obliga a la confesión, aunque aquí no se trata de un acuerdo
preexistente.
Pacto VI,
la vista gorda
Este fue y parece ser el sistema imperante en parejas de larga
data con formato tradicional y en el que suelen entrar en el juego otro
tipo de intereses más allá del amor y el deseo. Hay casos
emblemáticos como el de Claudia Villafañe de Maradona,
quien en un conocido programa de chismes, hace algunos años,
dijo no saber cómo reaccionaría en el caso que Diego le
fuera infiel, me tendría que suceder, lanzó
frente a la mirada atónita de los conductores que ya habían
tenido en su estudio a Tamaras, Samanthas y otras yerbas, además
de un hijo que la Justicia italiana obligó a reconocer al mítico
ex jugador de fútbol. El pasado deja más huellas
de las que podemos notar opina Meler; no es fácil
superar una tradición milenaria en la que las mujeres deben estar
dedicadas al hombre que eligieron pase lo que pase. Aun cuando las jóvenes
se animen a alguna infidelidad y hablen deportivamente de sus aventuras,
detrás de estas aparentes curtidas amazonas siempre hay una novia
blanca y radiante. La misma que podría intentar salvar
las apariencias de su pareja pase lo que pase. Hay realidades
que son difícilmente soportables continúa Meler,
lo que ocurre es que los hombres consiguen autorizarse a la movilidad
de su deseo erótico y cuentan con la exclusividad de sus compañeras,
en muchos casos basada en la dependencia económica o el destino
de los hijos. De pactos como éste se han jactado personajes
de distintos ámbitos, en un arco tan amplio que va desde Alejandro
Romay que no duda en hablar de la sensatez de su mujer al permitirle
escapadas a lugares exóticos en compañía non sancta
hasta el abogado mediático Mariano Cúneo Libarona o el
mismísimo ex presidente Bill Clinton.
Posibilidades
de pactos, por supuesto, hay muchas más. Hay quien soporta el
sexo fuera del matrimonio sólo si es pago lo que asegura
fugacidad y reemplazo, hay quien permite escapadas con personas
del mismo sexo un recurso muy usado por las mujeres de la alta
sociedad argentina en la primera mitad del siglo pasado, o quien
da permisos sólo en estrictas condiciones de distancia y oportunidad.
Cada pareja es un mundo y tal vez el amor sea el único acontecimiento
que se fuga siempre por el lugar más inesperado. Por esa vía
de escape se puede pasar o reprimirse, como todo, estas posibilidades
también tienen sus pros y sus contras. Hasta ahora no hay ningún
secreto que pueda ponernos a salvo del riesgo de enamorarse, la más
dulce y la más dolorosa de las aventuras.