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Valeria Bertuccelli, Mirta Busnelli y Paola Krum protagonizan, junto a Inés Estévez (de largo viaje por Europa), “Cuatro amigas”, un programa de Ideas del Sur en el que el foco está puesto sobre la amistad femenina. Las tres actrices relatan, en esta entrevista, las experiencias que viven con sus propias amigas, y confiesan que entre ellas hubo también flechazo a primera vista.

Por Moira Soto

Amigas son las de ahora? Tal lo que podría deducirse de las declaraciones de Mirta Busnelli, Paola Krum y Valeria Bertuccelli, protagonistas –junto a Inés Estévez, de largo viaje por Europa– de “Cuatro amigas”, la telecomedia semanal producida por Ideas del Sur que ya va por el cuarto de los doce capítulos que la integran. Como en tanta producción televisiva vista localmente (“Cybill”, “Bette”, “Los secretos de Verónica”, “Sex and the City”, etc.) y también cinematográfica (de Ricas y famosas a Amigas para siempre), el eje argumental de esta realización de Fernando Bassi sobre guión de Gustavo Belatti y Mario Segade, es la amistad entre mujeres. Obviamente, las cuatro del título: Rita, Sofía, Verónica y Elena. La circunstancia de que se trate de un cuarteto cuyas preocupaciones y andanzas giran casi exclusivamente alrededor de los hombres con los que mantienen (o querrían mantener) amores o amoríos ha llevado a los críticos a comparar reiteradamente este unitario con “Sex and the City”. Y como en la primera entrega Elena visualizaba diversas fantasías, la alusión a “Ally McBeal” resultó inevitable.
Empero, como quedó dicho, no sólo en la tele las mujeres se hacen amigas y desarrollan este vínculo con diversos matices: en el cine, entre los films conocidos en la Argentina, se pueden citar sobre todo relaciones de a dos que arrancan en los ‘70 con “Julia”, actuada por Vanessa Redgrave y Jane Fonda en los personajes de dos amigas entrañables de infancia y adolescencia que se reencuentran adultas en una situación dramática, y Susan y Ana (Girlfriends), de Claudia Weill, agridulce historia de dos chicas separadas momentáneamente por el casamiento de una de ellas. En los ‘80, merece una mención especial Entre nosotras, sobre la estrecha relación de dos mujeres casadas, Miou-Miou e Isabelle Huppert, “algo más que una amistad, algo menos que una pasión”, según la directora Diane Kurys. En cambio, Buscando a Susan narra el nacimiento de una amistad solidaria entre dos chicas tan opuestas como las que interpretan Madonna y Rossana Arquette. En los ‘90, entre clubes de primeras esposas y de divorciadas, se impone otra amistad que se afianza en el vertiginoso descubrimiento de la libertad, Thelma y Louise; en Amigas para siempre se re-amigaban otras cuatro camaradas de altri tempi que habían vivido juntas el despertar adolescente. Y como antológico broche de este somero repaso tenemos Simplemente amigas, de Mike Leigh, con dos mujeres jóvenes que reanudan y renuevan un vínculo de antaño.
En las gacetillas de presentación de “Cuatro amigas”, sus guionistas se ven en la necesidad de señalar que, aunque se trata de “cuatro amigas dispuestas a vivir con dignidad y entereza las peripecias de una vida casi tragicómica (...), el programa, sin embargo, no es feminista; no es mujeres contra hombres”. Qué fatiga, ¿otra vez habrá que aclarar que en todo caso el feminismo está contra la mentalidad machofascista, contra la desigualdad y contra todas las violaciones de los derechos humanos de lasmujeres? Para superar esta alergia a la palabra feminismo, este desconocimiento de su significado, valdría recordar algunas producciones televisivas escritas, realizadas o producidas por mujeres feministas, como “Plomera de mi barrio”, “Rosa de lejos”, “La señora Ordóñez”, “Nueve lunas”...
De todos modos, pese a curarse en salud del peligro de ser tildados de defensores de los derechos de las mujeres, Belatti y Segade se mandaron un capítulo –el más exitoso en cuanto a rating, por otro lado– sobre los pesares de la mayor del grupo, Vero (impagable composición de Busnelli), aterrada ante la idea de volver a tener sexo con un tipo porque se siente, se ve gorda, arrugada, celulítica. Por cierto, Elena le levanta la moral con duras críticas a las presiones que se ejercen sobre las mujeres para que sean eternamente flacas y jóvenes, críticas que son casi un manifiesto de inspiración... feminista.

Estar juntas
Uno que ha escrito sobre la amistad –tema sobre el que se ha dicho muchísimo menos en tratados y manuales que sobre el amor– es el itálico Francesco Alberoni, especialista en afectología. El hombre, generoso y desprejuiciado, nos concede derecho a la amistad con nuestras congéneres e incluso nos reconoce la posibilidad de tener sentido del honor (desde que nos emancipamos, puntualiza). “Si mi mujer tiene amigas, quiere decir que es libre”, anota, “que se siente segura de sí”. Por su lado, el español Vicente Verdú escribía hace un par de años en su columna del diario El País que en las reuniones de matrimonios, “las mujeres terminan formando un coro en un extremo de la mesa, y los hombres en el otro. Nosotros hablamos de política y de fútbol. Ellas en cambio no necesitan mucho tiempo para enfrascarse en un barullo de asuntos que va de lo más trivial a lo más íntimo, de los más grave a lo más cómico. A menudo se las ve estallar en risas, mientras que nosotros seguimos con (el juez) Garzón”. Con franca simpatía, observa Verdú: “El mundo de las confidencias no parece el terreno más cómodo para los hombres. Ellos se juntan en general para hacer algo; las mujeres, por el gusto de estar juntas, sin competencia, sin prejuicios, en la confortabilidad de un sexo que pasa de ser adulto a ser pueril, de hablar del niño de la infanta Elena a confiarse los secretos mayores” .
La humorista francesa Claire Brétécher es contundente respecto del tema que ocupa estas páginas: “No sé cómo algunas se la pueden pasar sin amigas, yo me habría muerto hace rato sin ellas. Nosotras funcionamos distinto: los hombres tienen muchos compañeros, pero raramente amigos íntimos; cuando están de a dos, se aburren”. Pero Brétécher no idealiza la armonía de las amistades entre mujeres: “Puede haber verdaderas relaciones pasionales, tormentosas, incluso rupturas violentas por un tiempo o –lo que es más raro– para siempre”. Como quiera que sea, es evidente que las mujeres hoy buscan, aprecian, incentivan, privilegian este vínculo que tiende a ser fiel, duradero, de mutuo respaldo en la mayoría de los casos. Un refugio seguro, un placer hecho de risas y complicidades. De todo esto hablan a calzón quitado, con emoción y humor, con cara de muchas amigas, las protas del unitario de los lunes a las 23, por Telefé.
–Si de algo están excluidos los hombres, pese a que todavía mantienen el control sobre tantas cosas, es del secreto de las amistades entre mujeres. ¿Han pensado por qué la energía que circula cuando están dos, cuatro, seis amigas juntas –llámese espíritu de juego, sinceramiento, distensión– se convierte en otra cosa cuando ingresa un tipo?
Mirta Busnelli: –Entre hombres se debe producir algún tipo de complicidad y juego. Pero nosotras tenemos esa cosa más introspectiva por momentos, más detallista, de hablar de lo que te pasó, de la décima de segundo en que alguien te miró y cambió de expresión y vos creíste que el mundo se te abría, pero después resultó que llegó y te abrazó y no pasó absolutamente nada... Te estoy diciendo cualquier cosa como ejemplo de lo que pasa por la interpretación, los sentimientos, las dudas y los deseos que las mujeres tendemos a expresar y analizar. Igual te quiero decir que cuando salgo por la noche y veo en las confiterías ramilletes de mujeres, no sé si me gusta mucho, o no. Me da una sensación de vitalidad, seguro, aunque me pregunto: ¿y dónde están los hombres? Noto como un mapa nuevo: hace veinte años, cuando ibas por Corrientes no veías mesas y mesas y mesas habitadas por mujeres.
Valeria Bertuccelli: –No sé qué pasa con los tipos, por lo menos yo no conozco ninguno que tenga un tiempo destinado a encontrarse con sus amigos. Pero tampoco creo que ellos hablen sólo de fútbol o política: he visto a algunos que charlan sobre su vida personal. Me parece, eso sí, que cuando esto ocurre no se da en grupo sino más bien entre dos hombres.
–En las mujeres, incluidas ustedes, ¿hay ahora una suerte de culto de la amistad, de estos encuentros frecuentes?
M.B.: –Para mí, este tipo de amistad es sagrada. No concibo una semana sin una buena charla con una amiga: es como si me faltara algo, oxígeno. De hecho, te diría que hablo todos los días con alguna, y me junto una vez por semana. Por ahí, no con todas juntas.
–¿Preferís no mezclar la hacienda?
M.B.: –Exacto, tengo relaciones paralelas. Como te decía, es algo que he logrado con el tiempo, porque cuando vos y yo éramos chicas, las cosas venían distintas: veo a mi hija de 14, que tiene una relación muy fraternal con sus compañeras y compañeros del colegio, muy de salir todos juntos, chicas y varones. Yo iba a la escuela, volvía, estaba con mis hermanas, pero no venía una amiga a dormir ni yo iba a su casa.
–Durante mucho tiempo existió el prejuicio de que las mujeres no podían ser amigas porque era rivales en potencia.
Paola Krum: –Sí, la famosa competencia, que me parece que ha afectado mucho a generaciones anteriores. Me da pena que hayan perdido la posibilidad de tener amigas, que desconfíen de sus congéneres.
V.B.: –Volviendo a lo que pasa en los encuentros de amigas, creo que hay una diferencia entre lo que realmente hablan las mujeres, y lo que los hombres creen que hablamos. Nosotras, en los principios de “Cuatro amigas”, decíamos: tiene que haber una guionista mujer (se puso una colaboradora). También, en el transcurso del trabajo, pudimos ir señalando algunos puntos, mostrando otras opciones, otros modos de expresión. Creo que una de las diferencias de las mujeres cuando se juntan a hablar es como un ánimo de investigación, a través de la otra conocer o corroborar algo. Yo tampoco soy de reunirme con tres o cuatro, voy de a una, porque son diversas entre sí. Y en el programa, a medida que avance, vas a notar que son distintas las charlas en las que estamos las cuatro, las de a dos... En las primeras aparece el tono festivo, en las otras, el clima es más intimista. Creo que entre amigas no importa tanto cuál es el tema sino este ánimo de investigación, llegar a alguna verdad. Y no necesariamente tenés que coincidir con lo que piensa tu amiga.
–Pero mejor que piense como una, que es lo más correcto...
V.B.: –(Risas) Sí, claro, si no, la quiero igual...
M.B.: –De verdad, es muy bueno cuando estás con un problema contar con la mirada de tu amiga que te conoce, ha sido testigo de un montón de cosas y realmente te quiere ayudar. Ella te puede hacer una crítica, marcarte un error, sin que te pongas loca. Todo lo contrario.
V.B.: –A veces es bueno que tu amiga simplemente te escuche. Porque lo que necesitás es: no digas nada, dejame que te hable durante una hora. Esto es algo que no sé si pueden hacer los hombres, escucharte y no emitir opinión.
M.B.: –Porque para reprocharte en más de una oportunidad, te basta con vos misma. Pero hablando con una amiga podés cambiar el punto de vista, mirar de otra manera algo que hiciste. Es entonces cuando la otra te ayuda a investigar en lugar de sancionarte.
P.K.: –Por otra parte, a mí me parece muy enriquecedor esto de las mujeres de desplegar su subjetividad, me resulta interesante ver qué recorte hace cada una de cada cosa que le pasa. Realizar ese intercambio, juntar las piezas te amplía la visión, la comprensión de las cosas.
–Esta actitud hacia las amigas está indicando un alto grado de confianza: aunque se discuta y disienta, subyace la seguridad de contar con la otra que está a favor, con generosidad.
M.B.: –Sí, se confía y no hay vergüenza entre las mujeres. Por suerte, “Cuatro amigas” no es convencional en el sentido de que no están los clásicos estereotipos. Lo que no excluye que ocurran malentendidos.
V.B.: –Fijate que nos fuimos dando cuenta sobre la marcha de ciertos convencionalismos que se esperan cuando nos preguntan: ¿hay pelea, hay competencia entre las amigas? Ahí caímos en que hay temas que forman parte de cierta mitología que, por suerte, fueron soslayados.
P.K.: –Para mí, en la vida, el tema de la confianza pasa muchas veces por el hecho de que sé que me voy a sentir comprendida por una amiga. Sobre todo cuando algún hombre me dice que las mujeres son raras, que no las puede descifrar. Esa confianza en que ella va entender mis códigos, aun sin demasiadas explicaciones, me conforta mucho.
–Claire Brétécher, la conocida humorista gráfica francesa, dice que ella no puede vivir sin amigas, que los novios pasan y ellas quedan. Que son las relaciones más fuertes, de amor pero sin sexo.
P.K.: –Claro, tantas veces me ha pasado de estar con una amiga, en medio de desencuentros incesantes con hombres, y decirle a ella: “Ay, mi amor, ojalá todo fuese como con vos...”.
–¿Existe para ustedes el flechazo que da origen a una amistad entre chicas, que permite reconocer la sintonía fina?
V.B.: –Sí, amor a primera vista.
M.B.: –Tal cual.
P.K.: –Te podría decir que con Valeria y con Mirta me pasó algo de eso, no fue tan a primera vista porque a mí me interesaba conocerlas, me parecían personas atractivas, interesantes. No es común que esto me suceda. Por un equilibrio que logramos entre las tres, y porque el trabajo a veces te facilita el intercambio, la amistad se desarrolló rápidamente.
–¿Será por eso que algunos tipos se sienten excluidos, les da un poquitín de celos cuando las mujeres dedican un tiempo especial a sus amigas?
M.B.: –Sí, puede ocurrir. Pero también es cierto que a veces, eso que se vive con las amigas, esa franqueza sin vueltas, ese intercambio profundo, también te gustaría tenerlo con tu pareja.
–Otro aspecto interesante de “Cuatro amigas” es que se plantee la amistad entre mujeres de diversas edades, cosa que se da en la realidad cuando hay afinidad.
V.B.: –De hecho, cuando salió el primer capítulo, hubo cuestionamientos del tipo: ¿por qué una amiga más grande? Una actitud prejuiciosa, claro. Yo respondía: “Ah, perdón, ¿hay que justificar que te llevás bien con alguien? Yo tengo amigas más chicas, más grandes. Amigas y punto.
–El programa se concentra sobre todo en la relación con los hombres. ¿Lo ven como una limitación?
M.B.: –Bueno, aparecen referencias al trabajo, la belleza, la familia, pero casi siempre en relación con ellos.
P.K.: –Creo que es un programa de TV que elige centrarse en esa temática, sin intentar abarcar con más amplitud la realidad de las mujeres. Lo mío es todo con los tipos porque a mi personaje le va muy bien con el trabajo. Hay como un clip en que las otras están mal por problemas con hombres, y yo estoy sola pintando, dibujando, y paso una noche buenísima y lo celebro, satisfecha.
–¿Cómo es esto de ser amigas en la ficción y empezar a serlo en la vida sin que se mezclen los planos, considerando además que a veces hay ficción de amistad en cualquier trabajo con convivencia?
M.B.: –Para mí era muy grato llegar y encontrarlas. Siempre las sentí más que colegas, por ahí menos que una amiga íntima.
P.K.: –A mí también me resultaba muy placentero encontrarlas cada vez. Y ahora comparto amistad con ellas, como te dije, con flechazo y todo. Un encuentro de mujeres muy potente, que sigo más allá del laburo.
V.B.: –Con Mirta teníamos en común el haber hecho Silvia Prieto y “Gasoleros”, pero a partir de este trabajo nos relacionamos más. Somos actrices que sentimos una responsabilidad respecto de nuestro trabajo.
M.B.: –A mí me pasaba que a veces Valeria detectaba situaciones de incomodidad, les ponía nombre y a mí me alertaba. O que Paola aportaba cierta calma cuando nosotras llegábamos alteradas por algo. Y ella quizás se estaba incendiando por dentro, pero decía: “Bueno, a ver, chicas”, y a mí su tono más cool me calmaba. Por otro lado, yo hice paralelamente los Monólogos de la vagina con Paola.
P.K.: –Fue muy importante la confianza recíproca que nos teníamos la una a la otra para vernos, sabíamos que nos mirábamos con bondad, con cariño. Para mí, Mirta fue una contención y una guía muy importante.
V.B.: –(Poniendo trompita) Se hicieron re-amigas ellas...
M.B.: –(Siguiéndole el juego) Se puso celosa Valeria...
V.B.: –(En el mismo tono) Claro, iban de la tele al teatro... Suerte que después yo fui en otro trío. Me andaban engañando las dos.
–Las tres parecen bien diferentes. ¿Cuál es el punto de encuentro, además del humor? ¿Se ríen de ustedes mismas?
P.K.: –Nos reímos un poco de los demás también.
–Seguro que no se salva nadie...
M.B.: –Sí, siempre tenemos ese momento terapéutico que es hablar mal de los demás. Es necesario, muy desintoxicante.
–¿De gente que se lo merece?
V.B.: –Claro. Pero también debemos decir que fue un año de trabajo difícil, por momentos placentero. Era muy raro estar grabando y que no saliera el programa al aire, más bien frustrante. Después, llegó el lanzamiento, el momento de las notas que no siempre tenés ganas de hacer. Ahí aprecié mucho esto de sentirnos amigas, respaldarnos, cambiar ideas. Yo trabajé en cosas donde cada uno se manejaba individualmente, por eso valoro mucho esta solidaridad nuestra.
–¿La lealtad es un valor fundamental? ¿Qué significa ser leal entre amigas?
P.K.: –Que no me traiciones con Juana Molina, que no andes por ahí riéndote de los chistes de otra.
–¿Pase de facturas?
P.K.: –No, un poco de humor, es decir, nuestro código favorito...
V.B.: –Creo que la lealtad tiene que ver con la fidelidad. Yo, por ejemplo, me siento mal si no le puedo decir a una amiga algo que considero importante. Y entonces se lo comento a otra persona. Si a mí me lo hacen, me siento profundamente traicionada, aunque a veces no pueda evitarhacerlo yo. Ahí siento que rompí una lealtad y lo único que me ayuda es poder confesárselo a mi amiga. Soy muy celosa.
P.K.: –Creo que si reconocés que estás celosa, algo se alivia y el pacto sigue. Quizás digo esto porque yo no soy tan celosa, y cuando me pasa lo siento como algo lindo: “¡Ay, estoy celosa!”.
M.B.: –Creo que es por eso que veo a mis amigas individualmente. Si una viene y me cuenta un dolor que tiene con otra, me da un poquito de celos, trato de pensar: es su vida, no es que me abandona a mí por la otra. Pero secretamente pienso que me quiere más a mí...
–Huelga preguntar si se imaginan la vida sin amigas.
Las tres: –Nooo.
P.K.: –No me la puedo imaginar sin esos encuentros, sin esas charlas. Me pasa que estoy en una situación interesante y quiero ir ya a compartirla con amigas, antes de que termine la situación. Necesito ese espacio... y después volver a la situación. De todos modos, es genial, siempre hay tema con las amigas. Para mí, el teléfono tiene el encanto de poder explayarte, abstraerte, más asociación libre, como de diván, no verle la cara al otro.
–¿Cómo se organizan con los diversos estilos e intensidades amistosos?
V.B.: –Hay distintos tipos de amistad. Pensaba justo en Rosario (Bléfari), que es muy, muy amiga y sin embargo nos vemos poco. Entonces, cuando nos encontramos es muy intenso.
P.K.: –A mí me pasa en algunos casos de encuentros muy intensos que quedo como agotada, y necesito recuperar energías. También es divino encontrarse con una amiga a la que no ves hace mucho, y comprobar que es como si te hubieras visto ayer, entiende todo.
M.B.: –Sí, son diferentes registros. Lo bueno es llegar a ese momento de comunión, a ayudar y que te ayuden a pensar, sentir que se abre la cabeza y te das cuenta de un montón de cosas que tenías adentro. Para mí, tener amigas es pensar la vida juntas. Como con Gracielita, a quien dedico esta nota.
V.B.: –Las amigas son una parte integral de mi vida de la que no prescindiría. Casi un momento de reflexión, teñido de afecto, claro.
P.K.: –¿Cómo no van a sentirse celosos los hombres si de verdad nuestras amigas son tan importantes para nosotras? Creo que se asustan un poco de nuestros encuentros. A mí siempre me preguntan: “Pero, ¿y de qué hablan? ¿Qué te dicen ellas? ¿Hablan de nosotros?”.