TALK SHOW
Las rubias pueden
ser un peligro, como bien lo sabía Hitchcock que a través
de sus films ofreció un variado
haz de blondas sofisticadas, fantasmales, vulnerables, distantes, incluso
alguna ñoña. Las rubias, debemos reconocerlo, son vistas
a menudo como adversarias potenciales por las morenas y castañas
(que no se han decolorado), desde luego si hay varones presentes o cercanos.
Porque el mito, que Anita Loos reforzó literariamente, dice que
los caballeros las prefieren rubias, en otras palabras, que los reflejos
dorados o platinados los encandilan. Torrentes de agua oxigenada hizo
correr la escritora sobre los pelos de incontables norteamericanas,
aunque algunas se resistieron y protestaron. Entonces Loos dio a luz
...Pero se casan con las morenas. Nadie le creyó demasiado puesto
que Loreley, la falsa ingenua rubia, ya se había casado con un
señor muy rico cuando su amiga morocha, la romántica y
desinteresada Dorothy hizo lo propio. Y el título que quedó
en múltiples adaptaciones fue por supuesto el que alude al favoritismo
de los caballeros por las rubias, que no es imprescindible que lo sean
de verdad, como lo prueba el éxito de las Jean Harlow, Mae West,
Brigitte Bardot, Zully Moreno, Lana Turner, Marilyn Monroe, Madonna
y tantas otras aclaradas. Para colmo, este imán de las rubias
acostumbra a ser subrayado por cierto aniñamiento que las susodichas
cultivan como si fuera la quintaesencia de la feminidad, y que casi
ningún varón tradicionalmente paternal puede resistir.
Empero, no todo es paz y felicidad para las rubias: ocurre que, con
harta frecuencia, sólo se las aprecia por el packaging y se desestima
el contenido (a veces, lo hay). Es decir, se las discrimina por el simple
hecho de tener el pelo claro. Como le pasa a la protagonista de la deliciosa
comedia Legalmente rubia, de reciente estreno: la niña no es
tonta, tonto y retonto es el entorno en que vive. Ella es buena estudiante,
popular en el colegio, ostenta el título de sub Miss Hawai Tropic
y usa mucho rosa en la ropa y la decoración. En ese mundo acotado,
ella aspira naturalmente a casarse, pero el tilingo del novio, auténtico
tonto de capirote, la deja porque Elle demasiado rubia, poco aristocrática
y nada seria sería un obstáculo para su carrera
política.
La rubita verdadera no advierte la mediocre mezquindad del chico y decide
darle batalla en su nuevo territorio: Harvard, Facultad de Derecho.
El gusto por la moda y la vida social no le han atrofiado el cerebro
a Elle, que pasa el filtro de ingreso a abogacía y ya la tenemos
entre los sobrios, neutros estudiantes (más estereotipados en
su estilo que la novia desairada). Ella sigue tan fresca con sus atuendos
coloridos (de firma) y su chihuahua a cuestas, no se disfraza de joven
formal, y de entrada mete la pata de lo lindo. Pero se rehace de humillaciones
e intenta avanzar, ahora estudiando en serio, tomándole el gusto
a las asignaturas y apelando a su intuición y a sus profundos
conocimientos sobre diseño y cosmetología. Que le sirven,
y mucho.
Lo piola de este planteo es que Elle si bien se convierte en una
excelente alumna, gana un juicio defendiendo a una amiga inocente y
se recibe con honores triunfa en su ley: usa sagazmente sus referencias
de chica fashion, pero también su honestidad y su solidaridad,
cualidades básicas en ella. Estamos en una comedia y tenemos
garantizado el final feliz, que en este caso llega dando vuelta prejuicios
y tomándole el peloa ciertos arquetipos monolíticos (rubios,
castaños y morenos), incluida una rígida feminista lesbiana
que se persigue con ridículos fantasmas y rechaza a la gentil
rubita por su aspecto.
El director debutante Robert Luketic captó con mucho acierto
el sentido satírico pero justiciero del guión firmado
por dos valores en alza: Karen McCullah y Kirsten Smith (autoras de
10 cosas que odio de ti, divertida actualización de La fierecilla
domada), quienes a su vez se basaron en una novela de Amanda Brown (abogada
que sufrió en pelo propio lo que es ser juzgada a priori por
ser blonda, con cierta ayuda de su peluquero). Las pilchas de Sophie
de Rakoff y los peinados de Joy Zapata contribuyen a que la brillante
Reese Witherspoon encarne a su Elle con total propiedad, acompañada
de un elenco casi perfecto en este film en contra de toda forma de discriminación
hacia las rubias. Sobre todo si son listas y de gran corazón,
como Elle.
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