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URBANISMO

Espacio público

 

 

& mujeres

Un grupo de arquitectas e ingenieras trabajará para integrar al Planeamiento Urbano la perspectiva de género. Ejemplos: ¿por qué los jubilados usan las plazas y las jubiladas no? O: ¿por qué los transportes públicos no contemplan los horarios de salida de los colegios?

Por Soledad Vallejos

AMAI, define una de sus integrantes, es “una asociación de mujeres arquitectas e ingenieras, preocupadas por la problemática de la ciudad, el hábitat y el medio ambiente, pero fundamentalmente desde la perspectiva de género”. Bichos raros, en medio de la fiebre homogeneizante del design y lo interior, estas mujeres se declaran fervientemente interesadas por lo urbano y lo público. La ciudad como espacio, la ciudad y sus habitantes, las mujeres y las dinámicas que los espacios citadinos les imponen y viceversa. Hace poco más de un año, la necesidad de moverse en la estructura de poder de una asociación profesional que les permitiera jugar como iguales, y el factor común de la mirada de género las nucleó como ONG, a instancias de su actual presidenta, Martha Alonso Vidal.
–Por un lado –dice Cristina Cataldo, secretaria de la asociación–, la Dirección General de la Mujer porteña venía trabajando programas con las demás Secretarías para transversalizar todos los temas con la mirada de género, pero no tenía ninguno con la de Planeamiento Urbano. Y nosotras veníamos pensando que, así como lo ambiental atraviesa todas las cuestiones urbanas, la mirada de género también tenía que hacerlo. Nos contactamos con la Dirección, le gustó nuestra propuesta y la presentó a Planeamiento, que también se entusiasmó. No hay ninguna otra ciudad del mundo que haya tenido en cuenta para su planeamiento la mirada de género.
–¿De qué se trata el género en arquitectura?
–En generar indicadores urbanos de género sobre lo que plantea territorialmente el Plan Urbano Ambiental, que está pendiente de aprobación por la Legislatura. Y esto quiere decir medir, para el diagnóstico y las propuestas, ciertas cuestiones de la ciudad que para las mujeres no funcionan –sigue Cataldo.
–¿Como qué?
–Las mujeres amas de casa no tienen espacio de integración social, la ciudad no se las brinda. Pensá en la entrada del colegio: las madres van media hora antes, pero, ¿por qué? Porque ese espacio funciona como integrador.
–Lo mismo pasa en los parques, en las plazas. Se supone que hay un sector para jugar al fútbol, y es un espacio exclusivamente masculino. No está estimulado, socializado ni legitimado que esas canchas las usen las mujeres. Entonces, están los caniles para los perros, las canchas de fútbol, y para las mujeres no hay nada–, añade otra de las arquitectas.
CC: –Es que tampoco estaba legitimado el hecho de que la mujer tenga un espacio público propio. Por eso se reúnen tímidamente en esos otros lugares, como escapándose tímidamente de lo privado, pero sin llegar del todo a lo público.
–Por otro lado –acota Dione Sabatini, otra integrante de AMAI– hay una necesidad de la mujer de sostener un intercambio de funciones todo el tiempo, entrelaza, como en un tejido, todas sus funciones. Lleva a los chicos al colegio, va al trabajo, hace las compras antes de volver a la casa. Sin embargo, la nueva organización tiende a diversificar las funciones, y resulta un espacio perfectamente encuadrado en la mentalidad masculina, que precisamente divide sus funciones: hace esto, o lo otro y punto. Y los nuevos espacios tienden a zonificar las funciones cada vez más: separan la residencia del lugar de trabajo, del lugar de compras, del lugar de producción. Esto no le es funcional a la mujer.
–Recién hablaban de indicadores urbanos de género, ¿de qué se trata?
C.C.: –En realidad, en este momento, tenemos hipótesis de indicadores, o grandes preguntas. La incorporación de la mujer al mercado de trabajo, por ejemplo, presupone la doble jornada y desplazamientos complejos en función del traslado al lugar de trabajo y la atención de las necesidades familiares con viajes concatenados: hogar, escuela, trabajo, mercado y otra vez escuela. Frente a esta situación, que implica mayor cantidad de desplazamientos y distinto uso del tiempo y el espacio, ¿existen políticas de transporte que las contemplen? ¿o todavía nos referimos al trayecto lineal origen-destino, casa-trabajo, característico del trayecto del hombre? ¿Por qué teniendo doble jornada y, en general, menor remuneración, nos vemos obligadas a destinar mayor presupuesto al transporte? Otra, ¿qué modelo de ciudad segura quieren las mujeres? ¿Por qué los niños, los ancianos y nosotras mismas no tenemos un área verde cercana y segura, donde las necesidades de ocio y deportes al aire libre se puedan practicar cómodamente con el equipamiento adecuado a las necesidades específicas?
–Este tipo de preguntas van a convertirse en una encuesta –agrega Noemí Aumedes, titular de la Dirección General de la Mujer–. Y de esa encuesta, saldrán los indicadores. También es posible que, a partir de los cruces de las respuestas, surjan otros indicadores que ahora ni contemplamos. Como no hay antecedentes de ciudades que hayan contemplado la perspectiva de género en su plan urbano ambiental, tenemos que hacer este trabajo previo. De hecho, hay algunas ciudades que están esperando nuestros resultados para poder implementarlos, y Cancillería incluyó el proyecto en la próxima Reunión Especializada de la Mujer, que se va a hacer en Montevideo. La idea, como dijeron ellas, es plantear interrogantes: ¿por qué son los jubilados los que usan los espacios verdes para jugar a las bochas, a las cartas, y las jubiladas nunca se apropian de esos espacios? ¿Qué quieren hacer las mujeres en las plazas? Una vez que estén estos resultados, queremos llevar a la práctica esto que, desde la teoría, consideramos tan interesante.
D.S.: –Generalmente, cuando se habla de evaluación del espacio, se piensa en algo privado, de interioridad doméstica, pero esto es totalmente público, aunque pueda incluir zonas privadas. Por ejemplo, el patio de comidas de los shoppings, seguramente es un espacio más usado por la mujer que la plaza o algún otro espacio abierto. Es un lugar privado de uso público, que surge como respuesta a la ineficiencia de la seguridad en los espacios públicos.