ARTE
Mujer mirando
a la izquierda
Magdalena
Jitrik expone en estos días su obra “Socialista”, compuesta de retratos
de hombres, mujeres y niños de diversas épocas y latitudes, en la galería
Dabbah-Torrejón. Ni el título ni la mirada de la artista sobre la realidad
son inocentes.
POR
MOIRA SOTO
La palabra Socialista,
que da insólito título a su última muestra, quedó
escrita hace varios años en una libreta, pero su sentido ha permanecido
inscripto en el corazón y la cabeza de Magdalena Jitrik desde
siempre, y de diversos modos fue signando el devenir de su obra. Antes
de pintar estos afectuosos retratos de gente de diversas épocas
y latitudes que la artista liga a la idea más humanista de socialismo,
Jitrik ya había presentado su serie Manifiesto (Centro Cultural
Recoleta, 1997), Revueltas (Centro Cultural Borges, 1997), Desobediencia
(Galería del Rojas, 1999), Hijas indignas
del arte concreto (Francia, 2000). Y, sobre todo, en este camino que
culmina de momento con Socialista, el muy amistoso, allegado
Ensayo de un Museo Libertario (Federación Libertaria Argentina,
2000). Una mezcla de lo ficticio con lo real, porque de hecho
el museo no existe, lo armé para esa ocasión. Hacía
tiempo que visitaba la Federación por puro gusto y pensaba en
la posibilidad de utilizar esas cosas tan lindas que tienen, como escudos,
viejas máquinas de escribir, papeles membretados, sellos de campañas
de los presos de Bragado, fotos... Lo hice mezclando cuadros míos
abstractos, los de los mártires de Chicago y de la
casa, por primera vez puse piedras cerca de objetos o de mis obras,
dice Jitrik de camiseta blanca, comiéndose un triple tostado
y sin ocultar su contento por la actual muestra Socialista que se puede
en un ámbito perfecto: la Galería Dabbah-Torrejón,
Sánchez de Bustamante 1187, de martes a viernes de 15 a 20, y
los sábados de 11 a 15, hasta el 15 de diciembre.
Vale absolutamente acercarse a esta suerte de familia entrañable
creada por Magdalena Jitrik, a partir de fotos que venía juntando
y que empezó a pintar de a poco, casi como para mí.
¿Cuál fue la imagen de arranque de esta serie de
título tan a contrapelo, por no decir excéntrico?
La imagen original de la muestra es la de Víctor Polay:
cuando fue lo de la embajada de Japón en Lima, empezaron a salir
imágenes. Me gustaba mucho esa foto que apareció en Página/12,
me la guardé en el 97 y por entonces pensé
que estaría bueno juntar guerrilleros latinoamericanos. Pero
era caer en el Che o en Marcos, que ya son casi productos de consumo.
Fui dejando esta idea, pero me quedé con la cara de Polay.
¿En vez de militantes guerrilleros optaste por otras formas
del socialismo?
Bueno, sí. De los anarquistas me gustan muchas cosas: su
idealismo, ir a esa casa, el rojo y el negro... Pero todavía
no me sentía capaz de pintar estos retratos. Después de
Hijas indignas pasó algo que me hizo cambiar. Había una
pelea sorda entre la directora-curadora y el presidente del espacio,
un suizo mala onda que no sabía nada de América latina.
Yo me sentía saturada y cuando terminó esa exposición
no veían ningún cuadro en mi futuro. Entonces, empecé
a pintar estos retratos para entretenerme. Elprimero fue el de los obreros
de Renault. En un momento dado, no tenía fondo, y me dije: ma
sí, ya que estamos que sea rojo...
Esta actitud tuya explica que al mirar los cuadros de Socialista
se tenga la sensación de que hay algo personal entre vos y cada
retratado.
Seguro. En el caso de Víctor Polay me fue muy doloroso
el desenlace, tremendo. Así que he mirado largamente
su cara, lo mismo que las de todos los demás. Y sí, se
produjo una relación entrañable.
A pesar del implícito contenido político, ninguno
de ellos aparece investido de poder, ambición, tampoco se los
ha idealizado. Se diría que los estimás en su cercanía
sin estereotipos.
Esa es mi aproximación, realmente. Sin duda, el rostro
refleja bastante cómo es la persona, y fue eso lo que me llevó
a elegirlos, porque me caían bien. Por supuesto, no hay nada
de la cosa heroica del realismo socialista, aunque el tema del socialismo
esté desde luego presente. Tengo que reconocer que fue la invitación
de la galería lo que me llevó a armar el programa de pintura.
Me embaló, me pareció que valía la pena. Me impuse
una especie de regla: que fueran sobrevivientes. Porque mirar una foto
durante horas te transporta a otro lugar. Y si esa persona murió
trágicamente, se puede volver insoportable. Por eso, exceptuando
a Allende y al muchacho del puño, los demás son gente
a que sobrevivió, a cosas tremendas quizás.
¿Creés que últimamente empieza a aflorar
una recuperación de ciertos ideales del socialismo, frente a
los efectos devastadores del capitalismo salvaje?
Si yo hubiese puesto Socialista hace un par de años habría
resultado chocante, pero hoy a muchos les cae simpático. Cuando
hice Manifiesto, en el 95, no estaba bien visto. Mi idea es el
socialismo como una forma de humanismo. Sin duda se han cometido cosas
gravísimas, pero creo que hay que sacarle al socialismo ese lastre
del socialismo real, esto de hablar sólo del stalinismo cuando
aparte de Cuba ha habido y hay experiencias positivas. La
gente se va dando cuenta de que se van perdiendo conquistas muy importantes
del siglo XX.
Los elegidos
de Jitrik
Salvador Allende: Llegó sobre el final: el 11 de septiembre,
en el aniversario, salió esa foto en el diario. La vi y dije:
venga. Entraba en la galería de nobleza con esa mirada. Era alguien
querido y creíble.
Obreros de Renault: Una foto fuerte. Yo viví en Francia
de chica, en Becanson, zona de fábricas de autos. Cuando vuelvo,
me repiquetean cosas de la infancia, como eso tan sistemático
que tienen los franceses de hacer huelgas todo el tiempo, de respetar
las conquistas de los obreros.
Santiago Ferreyra: Un amigo mío protagonista de los 70,
al que conocí en el exilio, en México. Hace poco lo volví
a ver y decidí: a éste le hago un retrato. Es el único
al que elegí antes de verlo en foto.
Pablo Miranda: Es un viejo amigo mío, socialista de la
misma manera que yo: no es militante. De familia boliviana, también
exiliado en México, filósofo marxista destacado, me entiendo
bien con él. Y tiene una cara extraordinaria.
Rebeca Jitrik: Es la hermana mayor de Noé, la foto es del
29, está mi viejo cuando era un bebé. Y nada, ella
aparece ahí, hermosa. La conocí poco, no creo que fuese
socialista, pero sí una mujer adorable.
Luis DElía: Porque me encanta, lo veo en las marchas,
me gusta su cara, cómo habla, su mirada. Alderete también
me cae bien, pero no conseguí una buena foto, sale siempre con
el micrófono pegado a la boca.
Lilia Ferreira: Estaba muy joven en esa imagen al lado de Rodolfo
Walsh. La conocí cuando huía de acá, acababan de
matar a Rodolfo, tengo muy clavada la imagen de ella y su tristeza,
su porte, su actitud.
Jean-Pierre Léaud y François Truffaut: Porque soy
fanática de Truffaut y no me explico por qué después
de sus películas no mejora la humanidad. Es muy hermosa la historia
del encuentro con Léaud. Ellos están tan felices ahí,
al presentar Los 400 golpes en Cannes.
Eduardo
Anguita: En una charla sobre el ERP recordó que, cuando
estaba en Trelew, fugazmente pudo ver el paisaje a través de
una mirilla y sintió un gran vértigo. Tiene una cara bárbara
y me gustó esa idea del horizonte, tan argentina, y también
muy vinculada con el socialismo.
Stasiek: Con él, entramos a los niños polacos, pero
con final feliz. Los encontré en los Estados Unidos, en un libro
que se llama The Cigarette Sellers. Tienen la misma historia que Roman
Polanski: ellos salían de los guetos a buscar comida y luego
volvían. A éstos les pasó que al regresar ya no
encontraron a su familia por causa de una gran deportación. Y
se quedaron vagabundeando en Varsovia hasta que se fueron juntando y
protegiendo entre sí. Además de Stasiek, elegí
a Zenek y Pavel que figuran dos veces, juntos y por separado,
a Tooty y Conky y también a Bull, que es un poco más grande
y los salva a todos. Este libro es apasionante y se merecería
ser reeditado. Algunas tomas eran para documentos falsos, se las hizo
el autor, un judío clandestino.
Bund: Es el muchacho espléndido que está con el
puño. En realidad, Bund se llamaba uno de los grupos juveniles
judíos, de inspiración socialista, que se levantan en
armas en 1944. Le he atribuido a este chico esa pertenencia....
Änita, Renate, Marianne Lasker: Pertenecían a una
familia judía vienesa, burguesa. Más bien intelectual.
Chicas de avanzada, atípicas. Las fotos son de antes de la llegada
de los nazis, que los padres prevén y tratan de irse, pero no
pueden, los engañan. Apenas logran mandar a Inglaterra a Marianne.
Aparecen los nazis y mandan a las dos chicas a trabajos forzados a una
oficina desde donde, sin ser militantes, colaboran con cierta resistencia
comunista. Caen como presas políticas, llegan a Auschwitz, Anita
se incorpora a la orquesta de mujeres. Gracias al chelo se salvan las
dos.
La familia: Una foto extraordinaria que tomé de Página/12
debería haberle dado el crédito a la colega
sobre el asunto de Villa Regina y la ligadura de trompas. A pesar de
la pobreza, se ve que es una familia linda, los chicos vitales, con
aire travieso. Me gustó el gesto de esa mujer de juntarse con
otras. Eso es socialismo: reunirse ante una dificultad y salir adelante.
Es también el caso de los niños polacos, de los piqueteros....