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PERSONAJES

La señora
Pilates

Tamara Di Tella se considera una pionera de la industria de la salud en Argentina, porque fue la primera en traer el spa y a Pilates, una máquina que combina técnicas de gimnasia, ballet, yoga y kinesiología. Al parecer los músculos siempre en forma de Madonna se han torneado en este artilugio recién importado.

POR S. C.

Se llama Tamara Chichillisky y es doctora en Ciencias Políticas, formada en las universidades de Harvard, Oxford y Stanford. ¿Alguien la conoce? Reformulemos entonces la oración: se llama Tamara Di Tella, es dueña de un spa que lleva su nombre y de tres centros donde se hace Pilates, lo último en ejercicio físico que se vio por estos pagos. ¿Ahora la tienen? Es la esposa del prestigioso sociólogo Torcuato Di Tella, de quien tomó el apellido además de robarle el corazón. La cursilería semántica no desentona. Tamara es una encantadora anfitriona que no descuida nunca el marketing. Como ella dice: “Una empresaria en florecimiento”.
“Bueno, mirá, éstos son los Pilates. Parecen una cámara de tortura medieval, pero no lo son. Mucha gente dice que es el yoga del nuevo milenio y te voy a contar la historia que te va a encantar.” Está sentada con el torso recto y las piernas castamente unidas sobre un sillón muy blanco. Frente a ella: cuatro máquinas Pilates donde un grupo de mujeres toma su clase; detrás y a los costados, los vidrios que dan a Juncal y a Rodríguez Peña, esquina trajinada si las hay, donde funciona uno de los tres centros Tamara Di Tella en el que hay exclusivamente... Pilates. Habla bajo porque “el trabajo es sumamente concentrado”. “Esto empezó en 1914, durante la guerra. Joseph Pilates era un fisiatra alemán que fue tomado prisionero por los ingleses y llevado a los campos de labor británicos. Porque ellos le decían ‘de labor’, no de ‘concentración’ como los alemanes. Cuando llegó le dijeron que ya que era fisiatra tenía que rehabilitar a los soldados heridos, sin elementos, sólo con su imaginación. Y él entonces agarró las cuchetas de los prisioneros, ¿ves que son bajos los Pilates?, les sacó los tirantes de madera, les puso cuerdas; las mancuernas se dice que las sacó de un piano viejo y los resortes, que funcionan como pesas, eran los de los colchones. Con eso armó una camilla de rehabilitación tan exitosa que cuando terminó la guerra emigró a Estados Unidos y abrió un estudio en Manhattan.” La historia, o la leyenda, dice que no era fisiatra sino actor circense, que en Estados Unidos desarrolló el resto de las máquinas Pilates (aunque la clásica es la corporalmente más completa) y que durante mucho tiempo sus clientes-pacientes fueron bailarines y deportistas. Como no registró la marca, después que murió pasaron muchos años hasta que públicamente se pudieran volver a usar los Pilates (cuando uno de sus discípulos sí los patentó). Mientras tanto, se dice que famosos como Madonna, Bruce Willis, Nicole Kidman y su ex Cruise, y la francesa Juliette Binoche tornearon sus músculos en estos aparatos que combinan técnicas de gimnasia, ballet, yoga y kinesiología. La idea es que uno se acuesta en ellos y con movimientos relajados y pausados ejercita todo el cuerpo con especial énfasis en la apertura pectoral, el fortalecimiento de la espalda y la flexibilidad. “Yo lo descubrí en el ‘99 en Estados Unidos cuando Torcuato se cayó de la bicicleta en el campus de Stanford y terminamos haciendo Pilates en San Francisco. Inmediatamente pensé en traerlo.” Se distrae mirando a una chica montada en el Trapecio Cadillac, el más acrobático de los Pilates: “No sabés lo que es Nacha en eso. De los 500 movimientos que podés hacer,la mayoría no pasa de 8, y Nacha llega a doce, es una diosa. ¿Y Cris Morena?”. Se supone que es otra diosa, como Agustina Cherri o Natalia Graziano, algunas de las famosas vernáculas que frecuentan sus centros.
Tamara Chichillisky conoció a Torcuato Di Tella hace más de veinte años en la Universidad de Oxford, en Gran Bretaña. Era la hija menor de un matrimonio ruso-judío, emigrado a la Argentina durante la guerra, que cuando vino la Noche de los Bastones Largos mandó a sus tres hijos a estudiar afuera. Ella eligió Ciencias Políticas, “aunque siempre supe que la salud era lo que más me gustaba, tenía que haber estudiado medicina y ahora sería la mejor nutricionista del mundo, fui una tarada, pero no importa”. Varios años después se reencontraron en Stanford, donde él fue director de la tesis de doctorado de ella. Se enamoraron, ella volvió al país, nunca usó sus diplomas, tuvieron dos hijos, y en el ‘92 abrió el spa que la conectó con su “verdadera vocación”. “La idea la tomé de Europa, allá había spa por todos lados y acá, con el tema del stress...”
Hay cierto aniñamiento en su forma de hablar y comportarse, una ingenuidad no del todo natural que hace que diga cosas que otros callarían. “Tengo 54 años, ¿en serio parezco menos? Sí, pero estoy pensando en hacerme un lifting. Torcuato tiene 71, pero está bárbaro, mejor que yo. Mirá, yo vengo de una familia de intelectuales judíos de izquierda, todos universitarios, me casé con un Di Tella y terminé siendo la dueña de un spa y escribiendo en Para Ti. Mucha gente piensa que es una vergüenza, pero yo la paso bárbaro, mirá qué frívola.” No es irónica, más bien quiere convencer de que le importa un pito el “qué dirán”. Pero... “Me molesta cuando me tratan como a una cosmetóloga porque tengo un spa. Lo que a mí me gusta ante todo es la empresa, y soy especialista en nutrición y fitness, tengo escritos libros de divulgación y es mi pasión. Si tengo que definirme, mirá mi ego (se ríe): soy una pionera de la industria de la salud en Argentina, porque fui la primera en traer el spa y a Pilates. La salud ahora es un negocio, porque todos quieren morir jóvenes y lindos, ¿viste que es así? Y yo veo lejos, me equivoco mucho en el now, el here, pero te puedo decir qué va a pasar en siete años: el spa va a morir, porque el marketing se desarrolló de tal manera que es algo que se regala a cambio de productos. En Lancôme o Marta Harff, si comprás algo te hacen un maquillaje o una limpieza gratis.”
Hace dos años Tamara presentó la solicitud para fabricar máquinas Pilates en el país bajo licencia extranjera –algo que concretará próximamente– y seis meses después empezó con una máquina importada y un instructor. “Hoy tenemos 18 equipos con 23 instructores, dos centros en funcionamiento en Capital y el mes que viene abrimos uno en Martínez. Y todo en plena crisis, ¿qué te parece? –es, claro, una pregunta retórica, no espera confirmación para su orgullo–. Pero no creas que gano mucho, invierto un montón en que los instructores se formen con los mejores especialistas internacionales. Y además, mi problema es que me copian. A los tres años de abrir el spa, ya había otro en Buenos Aires, y ahora hay un par de personas que tienen Pilates, pero no les está yendo muy bien. Y me da mucha bronca cuando me copian, porque además me copian mal.”