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TENDENCIAS

antipeluquerías

Las peluquerías en las que ya no se leen revistas de chismes sino de diseño, en las que se exponen fotografías u obras de arte, donde se puede, mientras se espera, tomar un café pero por qué no un daikiri, y donde no se busca un “look” sino un “estilo”, son la nueva tendencia. No hace falta mover las cabezas.

Por Victoria Lescano

Matizar la espera de la tijera en un salón con sillones de cuero rojo carmín, leer alguna de las vanguardistas revista de moda –Tank, Nest, Wallpaper y también Elle– que despliega una mesa art decó. Consultar catálogos de muestras en el Museo del Prado o zambullirse en un tratado científico sobre el cabello, posar el ojo en un pez que flota en el interior de una chimenea, lavarse en una modernísima batea con fondo de obras de arte, para luego secarse en un burbuja adosada a una silla francesa, tomar café servido en tacitas de anticuario art decó. Todo eso es posible en el primer piso de Peña 2128, sede de la peluquería Barcelona, antítesis de los salones de belleza tradicionales. “No me gustan las peluquerías concebidas como un salón chorizo donde te sentás y te cortan el pelo y nadie se involucra. Prefiero un clima que genera expectativa, éste es un lugar que podría ser mi casa, en verdad yo empecé a cortar hace años en mi casa de Congreso donde, como al principio era difícil romper el hielo, conecté el equipo de música a la tele e invitaba a las clientas a que se hicieran café en la cocina. Después estuve en Barcelona y conocí una peluquería instalada con esa idea”, cuenta Diego Lacassagne, 32 años, fundador de la peluquería junto al español Miguel Caparrós Avellan, estudiante de teatro y peinador muy solicitado en producciones para revistas de moda locales y también el último Baf Week.
Vale mencionar que Roho, peluquería con sede en Caballito –Pasaje República de Indonesia 66–, en un petit hotel con muebles muy fifties, instauró hace algunas temporadas los conciertos de músicos que en verdad son sus clientes –Melero, Cerati, Flavio Etchetto– y hasta editó el cd temático Música para peluquería. También hay que nombrar los cortes que Alejandro Coronel hace en su casa de Congreso y la reaparición de Flipside, peluquero arty de fines de los ochenta en jornadas de peluquería en la boutique Salamanca.
Lacassagne se refiere a sus comienzos y deja claro que su trabajo con las cabezas no se limita a fatigar rizados: “Empecé de curioso, estaba entre estudiar arquitectura y psicología, y creo que mi trabajo actual tiene mucho de esos mundos. Entre el ‘93 y el ‘95 fui técnico en L’Oreal, donde aprendí los procesos químicos de la coloración, la permanente y cómo usar los productos para el styling. Y en el ‘96 abrí la primera peluquería: “Las mujeres se maltratan y subestiman mucho su pelo, cuando tienen rulos quieren lacio y viceversa, les digo que se hagan amigas de su cabeza, que no miren tanto la carencia y en cambio desarrollen la personalidad con lo que tienen”.

Estilo argentino
“La Argentina es sinónimo de pelo largo, y en el resto del mundo ya pasó este proceso de no-tengo-tiempo-para-mi-pelo, y resumo porque descubrieron que en el pelo corto hay sensualidad, juego, variedad, te deja jugar en la forma, el color, el corte, texturizándolo, engelándolo, en cambio el pelo largo no ofrece muchas posibilidades de cambiar. Mis favoritas son las mujeres de 30 años porque es la generación que se ocupa menos por ver qué le queda bien y más de lo que quiere llevar y también las señoras de sesenta a ochenta que también pasan de los mandatos, ya no se baten el pelo ni se ponen ruleros y a veces piden un desmechado.
Sobre los cortes, Lacassagne dice que la tendencia actual “es algo que llamo arañado, es arañar el pelo, se trata de un desmechado que refleja que el pelo sufrió y fue tironeado y creo que es un espejo del clima mundial y refleja el momento en que vivimos. Yo no elijo qué hacerles en las cabezas, lo más interesante es cuando proponés algo y la mujer que parece que no sabe qué quiere de repente te empieza a guiar, de esas situaciones salen looks muy interesantes, menos estandarizados”.
El público masculino, afirma, es más fiel y está cautivado por las novedades de poder hacerse color, cortarse desmechado y hasta hacerse rodetes. “Claro, de una manera viril, porque no me interesa la cosa andrógina que desdibuja a la persona, prefiero que siga siendo hombre con su lado femenino”.
–¿Cuáles son los recursos e instrumentos de los que se vale hoy un peluquero?
–Aunque los elementos de trabajo están mejorando cada vez más, la mano se impone a los instrumentos. La innovación pasa por productos que sirven de acabado, siliconas, cera, grasa, pastas que desaparecen en el pelo generando volumen.
–¿Cómo explica la tendencia del falso casual, esas grandes puestas en escena para lucir naturales?
–Creo que acompaña a los temas generales de la moda, estar muy producida aunque parezca que no, ese engaño de “así me levanté” se extiende también al maquillaje y el peinado, pero detrás hay una superproducción.

Cortes, cocktails y rock & roll
“Compartimos una mirada sobre lo social y cultural y estamos en contra de las corporaciones de peluquerías que enfatizan mucho en lo económico, esas fábricas de pelo donde se impone el método de avance en la pileta para vender una artillería de productos a las clientas”, sostienen Pablo Via Vargas y Max Lemcke, fundadores de Club Creativo, una peluquería situada en Montevideo 1161, con piso flotante blanco, un sillón Le Corbusier tapizado en cuerina naranja, una barra que en los atardeceres ofrece daiquiris a las clientas y cada quince días inaugura muestras de fotografía.
Allí Max, 28 años con corte y actitud de Johnny Deep en El Joven Manos de tijera –la película de Tim Burton que sin dudas anticipó el actual furor de desmechados salvajes–, y Pablo, 30 y fan a ultranza de los pelos al viento de Bon Jovi, concibieron una colección de peinados inspirados en la música. Un jueves por la tarde, mientras el paisaje de mujeres que ocupan sillones de corte y peinado tiene una ambientación sonora de turbinas de secadores trabajando sin pausa y música entre Paul Oakenfold y Frank Sinatra, ellos describen su oferta inspirada en lo musical. “Los dos diseñamos haciendo bocetos y tenemos un amplio menú en cortes de pelo: clásicos, modernos, alternativos y de vanguardia. Entre los primeros se impone el carré, en la categoría vanguardia destacamos el glam rock (un desmechado con flequillo abierto en los laterales y volumen en la parte de arriba que hoy perdió el sello andrógino que le dio David Bowie o T Rex y recomiendan llevarla con zapatos refinados, camisa con jabot o el ambient(corte que muestra sensibilidad en los rasgos y lo representa la cantante Dido). En verdad al comienzo pensamos en bautizarlo según distintos metales, del acero al platino, pero finalmente el concepto musical se impuso”.
La formación del dúo incluye el debut en Staff Cerini, ateliers en Londres en la prestigiosa Vidal Sasoon (el peluquero inglés que en los sesenta esculpió peinados que acompañaron a las devotas de las minifaldas de Mary Quant y del que ellos destacan la arquitectura para hacer un corte) y en Tony & Guy, los estilistas europeos más prestigiosos de este tiempo.
Los peluqueros de Club Creativo trabajan con una hipersofisticada línea de productos que enfatizan los cortes: una grasa llamada water wax, también con un producto que es lo más parecido a una fórmula de efectos especiales para simular textura de telaraña. Otro de los sellos personales fueron los tintes rosados y naranjas casi al óleo ideados por Max. “En verdad yo a los 13 ya exponía cuadros surrealistas y los vendía en Pepita la Pistolera, una tienda que mi madre tuvo en la Bond Street. Después empecé barriendo el piso en Cerini y a los pocos meses ya me sentía peinador. De esos cuadros rescaté el lila, el rosa uva muy sutil, hoy no haría azules porque en el mundo de las peluquerías está por un lado lo refinado y del otro el mamarracho, y la línea divisoria es muy delgada”.

La avanzada
Que en 2000 se consumieron 86.000 millones de pesos en colorantes, 120.000 en shampoo, 90.000 en acondicionadores, 14.000 en concepto de muses y geles y 12.000 en sprays son algunos datos que la firma Sedal aportó en un desayuno con debate para la prensa hace algunas semanas en la mansión del Hyatt.
Los datos fueron aportados por Unilever Argentina. De la presentación matizada con encuestas sobre problemas capilares, resultó la afirmación de un avanzada del consumo de peluquerías en relación con los gimnasios. Según la Dirección General de Verificaciones y Habilitaciones del Gobierno de la Ciudad, en 2001 se habilitaron 8651 peluquerías (3045 simples, 4526 con 1 gabinete de belleza, 199 con dos y 881 con más de dos). La cifra de gimnasios habilitados, que en 2000 alcanzó 473, en el último año descendió a 467.
Consultados sobre la incidencia de la crisis en sus peluquerías, Diego Lacassagne afirma: “La desocupación y la falta de trabajo se sintieron entre mis clientas, muchas mujeres de clase media y media alta que ahora hablan de maridos desocupados, hijos que cambian de colegios y vacaciones pasadas de otra manera. Las que venían todas las semanas bajaron a un vez por mes. Los precios de Barcelona arrancan en 15 pesos los cortes. Para Max Lemcke, en cambio, “con la crisis y la depresión las clientas siguen gastando 25 pesos –el precio más alto de sus cortes– y dicen que le da más satisfacción que ir a comprarse ropa”.