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TALK SHOW POR MOIRA SOTO

Ella es la profesora que nos habría encantado tener en el secundario, la vecina que una querría encontrarse siempre en el ascensor para que te haga reír con sus comentarios ingeniosos, picantes o benévolos según las circunstancias, pero jamás de mala leche cortada. Y seguramente a cualquiera de nosotras le gustaría hacerse amiga de la Joan Cusack que podemos ver actualmente en su programa semanal por la señal de cable Sony (“What About Joan”, jueves a las 20.30). Celebremos, entonces, que a la novia de Kevin Kline en In & Out le haya llegado la hora de su propia sitcom, que bien se la merecía desde hace rato. Pero quiso el destino –o más bien la miopía de productores y directores, y el propio perfil tranqui de la comediante– que el que se llevara los protagónicos en el cine fuese su hermanito John, un tesoro de actor seductor dicho sea al pasar, que últimamente anda resbalando hacia comedias indignas de su calidad y antecedentes. De todos modos, recordemos que John siempre ha tratado de colocar a Joan en sus proyectos personales, en algunos casos (Grosse Pointe Blank) con particular centelleo de esta cómica (hasta que se pone seria y hace saltar lágrimas al instante) que no se muere por encabezar repartos. Los que la conocen dicen que es sincera cuando dice que para ella no hay papeles pequeños y que le atrae sacarles lustre a roles secundarios, encontrarles vetas que los realcen.
En “What About Joan”, esta perfecta mezcla de Lucille Ball y Judi Dench –según la feliz definición del actor Jeremy Piven–, es una profesora de literatura que pasa buena parte de sus horas con sus amigas Ruby y Betsy, a las que se suele sumar Alice, hablando de las cosas de la vida; también le regala una porción de su tiempo a su novio Jake, que le ha alterado la relativa rutina proponiéndole matrimonio antes de que se mencionara la palabra “amor” (“hay un orden para estas cosas: alcohol, sexo, amor, matrimonio, separación, divorcio, alcohol...”, le recrimina ella que ya está muy encariñada, y hay que decir que el actor Kyle Chandler bien se merece esta devoción). Naturalmente, en sus espacios laborales, la docente Joan se entrega de corazón a dictar clase y a relacionarse con sus alumnos en forma muy personal.
Para que tengan una idea más aproximada de este imperdible show en el cual, aunque lleva su nombre, Joan sabe convertirse por momentos en una más del elenco, repasemos algunas instancias de la semana pasada. En ese sustancioso capítulo se desarrollaron con suma eficacia varias líneas narrativas en algún punto convergentes: Ruby, la amiga del alma, psi, acaba de sacar un libro y Joan la acompaña y colabora en la promoción; Betsy, la otra amiga, ha decidido casarse con el renuente Mark pese a que las chicas se lo desaconsejan con claros motivos, y Jake le da una clase de negociación entre empresas para fusionarse (una quiere, la otra no) que la enamorada lleva exitosamente a la práctica.
Pero la zona más genial del show es la relativa al colegio: muy bien pensada y escrita, con un brillante cierre y dándole a Joan la oportunidad de ir como si nada, con total maestría, de la comedia al drama, de la ironía a la furia, de la alegría al dolor profundo. Joan ha tomado una prueba y felicita a uno de los chicos, pero casualmente descubre que toda la clase se ha copiado después de robar las respuestas. Joan se amarga un montón, un profesor desaprensivo le dice que los suspenda y se tome el finde semana largo. Pero nuestra Joan es de otra madera y encuentra la manera de activar la responsabilidad moral de sus alumnos, acercarles a Shakespeare y, ya que estamos, hacerlos llorar a coro. Empieza escribiendo ¡TRAICION! en el pizarrón, prosigue hablando con pasión de las diversas deslealtades que sufrió Hamlet y el desgarramiento que le provocaron. A continuación reconoce que a ella también le duele terriblemente haber sido traicionada, pero que no tiene valor para aplicar el castigo correspondiente, por lo que se cuestiona si está en condiciones de cumplir con su trabajo. La clase ya ha empezado a gimotear cuando Joan remata: “El punto es: ustedes no me quieren como yo a ustedes”. La clase llora a grito pelado habiendo aprendido varias lecciones a la vez. La verdad, con docentes así, dan ganas de ser estudiante y repetir el curso indefinidamente. Pero, claro, buscando la forma de no hacer sufrir nunca a tan amorosa, inteligente, graciosa profesora.