RITUALES
Un intercambio cultural permitió a los habitantes de Beijing conocer algunos ritos porteños, y a los porteños internarse en los filigranados pormenores de la ceremonia del té. El ritual consta de tres capítulos: la técnica, la liturgia y la filosofía. Por Sandra chaher Te cuento
sobre el té en Beijing: no hay reunión que no empiece
con una taza de té; el café no lo ves ni por casualidad,
a menos que vayas a un Starbuck o lo pidas especialmente. Hay muchos
lugares para tomar té en la ciudad y en las casas se almuerza
y cena con té. Mayki Gorosito integra el área de
Relaciones Institucionales de la Subsecretaría de Comunicación
Social del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que organizó
La semana de Beijing en Buenos Aires, después de haber hecho
La semana de Buenos Aires en Beijing. De ese encuentro llegó
Mayki unas semanas atrás. Y el comentario surge por una de las
actividades que se hicieron en Buenos Aires como parte del intercambio
cultural entre las dos ciudades: la ceremonia del té. Hubo tres
lugares de encuentro: uno muy in y porteño: la sede de T&Co,
una empresa que vende tés de variados orígenes y sabores
en locales de diseño, bares modernos y a través de su
página web; el restaurante Los Alamos, en Belgrano, regenteado
por una familia china; y la Fundación de Intercambio y Cultura
China, también en Belgrano, donde según los rumores sería
el encuentro más tradicional. El hábito
no hace al monje Técnica: Hay seis géneros de té: rojo, verde, azul oscuro, blanco, amarillo, negro, y aparte está el té con flores, que es el té verde o rojo mezclado con flores. En un CD-Rom que muestra el señor Xu se ve cómo los campesinos lo recogen. Lo hacen con las manos, con máquinas no es lo mismo, se rompen las hojas. Con sombreros planos, hombres y mujeres mueven sus manos ágiles entre arbustos de la altura de sus cinturas. En China casi no se toma el té rojo el que nosotros habitualmente llamamos té común o negro y el 80 por ciento de la producción asiática se exporta, es el que más gusta a ustedes dice el señor Xu con su castellano huérfano de artículos y pronombres y prolífico en diminutivos porque se puede mezclar con azúcar, miel o leche; los otros no son ricos si se mezclan. Ellos prefieren el de flores, el verde y el U-rong azul oscuro en las zonas de calor porque reduce las calorías, el colesterol y las grasas. En la Argentina, en el barrio chino de Belgrano, se consiguen el rojo, verde, azul oscuro y el que tiene flores. Las diferencias entre cada uno tienen que ver con el tiempo de fermentación de las hojas (al verde no se lo deja fermentar para nada, es como té en estado puro), y el blanco se obtiene de una parte especial de la planta y se cosecha muy poco, es el más suave. El té no debería ser guardado más de medio año, dice el señor Xu, porque se pone húmedo, pierde el perfume y sus efectos medicinales. El agua para prepararlo debería ser mineral, de pozo o de montaña. Y si es de caño, sugiere el señor Xu, hay que dejarla toda la noche en reposo (está claro que éste es el ABC del proceso, pero difícilmente un ejemplar urbano occidental pueda invertir, o gastar, tanto tiempo). Tiene que ser sacada al primer hervor, cuando el agua está como ojos de pescado, ¿entiende?, dice el señor Xu con una de esas grandes y amables sonrisas orientales. Las hojas no deben quedar en el agua más de cinco minutos; se dejan a un lado y cuando se quiere tomar más, se les vuelve a echar agua. No debe tomarse fuerte, no hace bien, y además si está mucho tiempo en el agua pierde su poder. Es mejor tomar mucho y suave que poco y concentrado. La tetera es fundamental. Cada persona tiene que buscar su juego adecuado. A los chinos nos gusta tener diferentes juegos. Yo tengo un amigo que tiene uno para cada tipo de té. Y hay dos clases de teteras: para jugar y para tomar. Yo tengo una de piedra, o las de hierro, ésas son para jugar. Para tomar nos gustan de vidrio, porcelana, tierra o plata, aunque plata se usa muy poco porque se calienta mucho. La tetera se pone linda por el amor que uno le da. Nos gusta tocarlas, acariciarlas. Eso calienta las manos y les saca brillo, por eso a más tiempo de uso, más valor. Liturgia: El señor Xu invita por supuesto con un té. Sirve los pequeños cuencos haciendo girar la tetera, el líquido describe círculos mientras cae, y al final sube y baja la tetera tres veces, como cuando servimos cerveza buscando que quede espuma en el chop. Es redondito, es porque así el calor se reparte de manera uniforme y los tres saltitos son saludos. Cuando alguien sirve té, el que es servido mira, no habla. Entonces levanta el pocillo con la mano derecha, tomándolo por detrás, y la manoizquierda la pone debajo, sosteniéndolo, y se lo lleva a la boca. La mano rodeando la taza guarda la energía y no permite que el otro me vea la boca mientras tomo. Y siempre el té se toma en tres sorbos: uno hacia adelante, otro hacia la derecha, y último a la izquierda. Es algo filosófico, para ir hacia adelante en la vida están sólo esas tres posiciones. Lo mismo cuando quedan apenas unas gotas en la tetera, yo no las dejo ahí. Elijo a quién servírselas, y es como una gracia que le entrego, porque en esas gotas está concentrada la fuerza del té. Pero antes de tomarlo, el té debe ser olido. Al principio deja un gusto amargo en la boca, pero a los tres minutos ya es dulce. Y los jóvenes deben aprender, porque así es la vida, si no conocemos lo amargo no vamos a reconocer lo dulce. Filosofía: Si a mí me gusta el té, yo no sólo quiero tomarlo sino saber cómo se hace, de dónde viene. Me formo. Pero además, el té es cultura, es arte. Está siempre asociado a alguna forma de expresión artística: caligrafía, pintura, música, literatura. En las casas públicas de té hay siempre algo de esto, y la gente culta es la que más importancia le da a la ceremonia del té. El señor Xu sirve las últimas gotitas en el cuenco y dice con la sonrisa amable y cortés: Yo tengo un deseo. Quiero que este salón sea una casa de té como en China. Quiero fundar la Asociación ArteTerapia de té chino acá. Ese es mi sueño. |