TALK
SHOW
POR MOIRA SOTO
La clonación de las lolitas
Creo que
las mujeres en general estamos viviendo un retroceso, decía
hace pocas semanas la escritora española Almudena Grandes en
una entrevista concedida a Ambito Financiero. Si alguien nos
hubiese contado que en el siglo XXI las top models iban a estar en la
tapa de las revistas femeninas, no nos lo habríamos creído.
O que las niñas iban a querer ser top models en lugar de ingenieras
de caminos. ¡A estas alturas de mi vida! Cuando yo era pequeña,
las niñas queríamos ser cosas más razonables y
bastante más progresistas que ésa... Si Grandes
hubiese visto el sábado pasado a la noche, por Canal 13, el Dotto
Model Scouting 2001, se habría caído redonda ante
la sarta de adolescentes de 14 a 18 años que desfilaron dóciles
y disciplinadas ante un jurado compuesto por (la modelo) Pampita, (el
modelo) Iván de Pineda, gente de las firmas anunciadoras, etcétera.
Tomadas en conjunto flaquísimas, pelos largos planchados,
vestidas igual, caminando del mismo modo parecían lolitas
recién clonadas; aspirantes a modelos seriadas, obviamente calladas
hasta el final, toda individualidad o particularidad personal prolijamente
borrada.
Es decir, no toda, porque los indescriptibles conductores Leo
Montero y Dolores Barreiro, a los que sumó en algún momento
De Pineda a medida que las niñas sometían su físico
en bikini, jeans, traje de fiesta a consideración
del jurado, leían algunos datos esenciales de cada una de ellas,
a saber: 1,79, 14 años, 84-61-91, 1,78, 17
años, 87-65-95; en otra pasada, se tiraba más información
de este tenor: Le gusta la energía del rojo; le
encanta el mar; su mayor ilusión es trabajar como
modelo, y así sucesivamente. Después de anunciarse
que el jurado había trabajado arduamente, se dieron
a conocer las elegidas en rubros tales como mejor pasarela (a la que
lo ganó, se le auguró toda una carrera por delante
de la mano de Dotto) y mejor cara (qué cara bonita,
acotó Montero con la originalidad que lo caracteriza). A la reinita,
por así llamarla (14 años), Dotto le entregó un
ramo de flores, seguramente a cuenta del porcentaje (hasta no hace mucho,
el 25 por ciento) de los ingresos de la chica que cobrará este
cafishio de la posmodernidad, como fue llamado certeramente
por Página/12 (23-1-94).
Dignas representantes de la adolescente fashion que compra en negocios
que no venden más allá del
talle 42, las magras concursantes 15, entre las 8 mil que se anotaron
en todo el país demostraron que habían hecho los
deberes. La mujer bella de la reacción está controlada
en todo sentido: su físico ha sido domesticado, su aspecto retocado
y ajustado, dice Susan Faludi en Reacción, la guerra no
declarada contra la mujer moderna (Planeta). Esa domesticación,
como se sabe, implica en muchos casos el riesgo de anorexia y la idea
opresiva de que cada chica, cada mujer, ha de convertirse en su propio
vigilante cada vez que se mira al espejo, cada vez que se compara con
otra más flaca. Parecería que nunca es demasiado temprano
para empezar, compelidas por la representación muy a menudo estereotipada
y desvalorizada (salvo en lo que respecta al envase), cuando no francamente
envilecida, de la mujer en los medios, especialmente en la TV abierta.
Tiene razón Faludi cuando dice que la belleza es un sistema
monetario, el último y eficaz método para mantener la
dominación sobre las mujeres.
En esa persecución sin sosiego en pos de los cánones de
belleza impuestos, la aspiración a ser modelo aparece como natural
corolario de tanto esfuerzo por amoldarse: después de domesticar
el cuerpo con hambre y gimnasia, se aprenderá a contonearse y
posar como corresponde. Como lo hicieron las adolescentes el sábado
último bajo la controladora mirada del futuro amo, tan ufano
de su condición de Pigmalión de pacotilla.
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