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Buenos Aires
de novela
Por
Liliana Lukin
Los fragmentos
del apretado período representado en esta nueva antología
sobre Buenos Aires, 1963-1983 (salvo algunas licencias) ponen de manifiesto
propósitos estéticos y políticos definidos. Así
como el primer tomo (1838-1963) tenía su fin en Rayuela, en éste
es su comienzo explícito: toma cuerpo una tensión alrededor
de Cortázar reflejada en continuismo, parodia o impugnación.
Aquella Buenos Aires pop sugerida en la anterior antología
se pone en marcha aquí no sólo por la insistencia en ciertos
itinerarios o temas sino también por las formas de representación
de la ciudad y la activación de procedimientos literarios: fragmentación,
superación de límites clásicos entre los géneros,
reelaboración de los discursos de los medios de comunicación
de masas, etc. En el corazón de la escena: la intervención
política y la relación entre los sexos. La imbricación
tenaz de política y sexualidad impregna la mayor parte de los textos
haciendo por momentos difícil su separación en secciones
temáticas. Nos estamos refiriendo básicamente a los años
sesenta y principios de los setenta. Luego, para decirlo con palabras
que se dice dijo Germán García, se pudrió todo:
el golpe de Estado de 1976 desbarata cualquier continuidad. Aquel límite
de la censura del escándalo (la ley moral) de los 60
y principios de los 70 (La narración de la historia, Nanina, El
frasquito) se ha transformado en terror (la no ley). La elipsis, lo autobiográfico,
la reescritura de la historia, el género de el dictador latinoamericano
permitirán a algunos autores seguir construyendo su obra. La censura
moral fue la punta del ovillo de una metodología de represión
política y formó parte, desde el golpe de Estado del 66,
de un plan que terminó de cumplirse con el golpe del 76,
esto dicho muy rápidamente.
Uno de los peligros de las antologías es la disolución de
las diferencias. Se agrega, en este caso por la época que nos ocupa,
el que su lectura se oriente hacia el revival. Otro es perder, en aras
del contenido, el derrame, torrente, o como quiera llamársele,
de la escritura. Un riesgo evidente, e ingrato, en autores como Lamborghini,
Pizarnik o Copi.
Muchos de estos textos pertenecen a una novísima generación.
En su prólogo a la edición de 1987 de Las hamacas voladoras,
Miguel Briante describe brevemente el caldo en que se cocinaba una nueva
figura de escritor: Todos menos los que en ese tiempo publicaban
en los tranquilos suplementos dominicales de la tradición y la
propiedad escribíamos libros más o menos urgentes,
en los que lo autobiográfico se entreveraba con todo aquello que
aprendíamos. Si antes de los 60 el conflicto entre origen
social y apropiación cultural aparecía raramente -a excepción
de Roberto Arlt, desde este momento se hace visible la pugna entre
procedencia y elevación: el joven de Nanina lee desaforadamente
a Cocteau, Gide, Sartre y Camus, se cultiva para conquistar
la ciudad; Maruja se avergüenza de su padrino porque no conoce a
Fellini y Antonioni; la joven que toma sol en el río, en la novela
de Marta Traba, promete vengar su origen yéndose a París.
En la presentación de su libro Roberto Arlt, yo mismo (1965), Oscar
Masotta dice: Yo había leído entonces todo lo que
Merleau-Ponty había escrito y me fascinaba ese estilo elegante,
esa prosa consciente de su cadencia y de su ritmo, esa infraconciencia
del desenvolvimiento temporal de las palabras, ese gusto por el tono
o por la voz, esas insistencias de un fraseo a veces monotemático
que entiende investigar las ideas acariciando las palabras. Amaba entonces
esa prosa. [...] Imagínense: emplear una prosa de tonos
para hablar sobre Roberto Arlt.
Bajo el título Vivir su vida y Vivir su vida 2 hemos incluido fragmentos
que exploran la trama de los destinos personales (exigencia sumamente
abarcadora). Sin aliento reúne los fragmentos eminentemente políticos
y, bajo el parco VI: un corto pero contundente desfile de militares argentinos;
masculino/femenino no necesita de explicaciones aunque, a pesar de la
tan mentada revolución sexual, no afloja mucho el tufillofalocrático.
La Menesunda, título del happening realizado por Marta Minujin
y Rubén Santantonín en el Instituto Di Tella en 1965, alberga
básicamente textos inactuales, distanciados de la representación
realista. En Chinatown, el policial toma la posta y, por último,
bajo VIII [final] el mapa de la ciudad se urde con la noche, lo siniestro
y el sueño.
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