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entrevista
Desvíos corporales
Poeta,
narrador, crítico, cineasta, el uruguayo Roberto Echavarren parece
dispuesto a perseguir el estilo en cualquiera de sus manifestaciones,
pero sobre todo a partir de la irrupción de la estética
del rock. Performance. Género y transgénero antologizó
las diferentes facetas de su obra, entrevistas y artículos críticos.
por
Guadalupe Salomón
Si se
siguen los pasos del uruguayo Roberto Echavarren, la distancia entre Montevideo
y Londres puede tornarse inconmensurable. Esta sensación de fuga
se advierte en sus poemas, su novela, película y ensayos, pero
no se debe tanto a la variedad de formas como a las múltiples puertas
que conectan ese mundo desquiciado por la experiencia del rock. Un mundo
en el que los géneros se rinden al estilo en lo que tiene de cortante.
Lo que cuenta son las costuras, dice Echavarren en uno de
sus poemas. Su camino empezó por la poesía, de allí
pasó a la Universidad y el cine. La novela, Ave roc, llegó
mucho después.
¿Qué
hay en la poesía de inicial y qué en la novela de tardío?
De niño me dedicaba a escuchar música clásica
y zarzuela con mi padre. El rock era para mí un mundo misterioso,
me daba gran curiosidad, pero no tenía posibilidades materiales
de conocerlo. Recién cuando viajé a Inglaterra y participé
del Gay Liberation Front, me metí mucho en un ambiente que, entre
comillas, podría llamar hippie o preglam. Durante mi adolescencia,
la poesía era el vehículo perfecto para mi timidez y me
permitió explorar ciertas experiencias sensoriales olores,
plantas, sonidos, lugares y estados de ánimo. Para mí
la poesía es esa relación entre palabras e intensidades
del cuerpo. Por lo tanto, era algo que yo podía hacer sin tener
ciertas experiencias, o a partir de experiencias mínimas. En cambio,
siempre pensé que para escribir una novela necesitaba acumular
experiencias intersubjetivas. De alguna manera, averiguar y saber bien
cómo funcionaban las cosas.
¿La llegada a la novela se vincula, entonces, con el pasaje
a través del ambiente académico?
Puede ser. Pero, sobre todo, me parece que tiene una relación
vital con la experiencia. Me costaba encontrar el argumento de la novela.
Quería hallar una densidad de experiencia que me permitiera salirme
de mí mismo. En cierto sentido, la otra cara de la moneda de la
poesía. Y, entonces, en un momento en que estaba bastante agotado
de la academia, me di cuenta de que esta huella de mis experiencias adolescentes
era parte de una expectativa de algo que había sido profetizado
o anunciado al final de los sesentas o los primeros setentas: la liberación
sexual y la experiencia de las drogas por llamarlo de una manera
un poco grotesca. Y a mí me parecía que todavía
no se había hecho nada o casi nada sobre eso.
En todos sus trabajos, la música (el rock y el glam) una
de las pocas áreas en las que no se ubica como un productor,
aparece como una especie de catalizador temporal, algo así como
la posibilidad de la historia.
La preocupación en mi trabajo es ese punto en que las
cosas se vuelven ambiguas, en que los iconos se destruyen. Para mí
eso es liberador, gozoso, intenso y, además, creo que proteico.
Por otra parte y éste es mi interés vital en la música,
aparte del placer que te pueda provocar el sonido en sí mismo,
creo que la música es el ariete que sostiene ese movimiento estilístico,
que sin ese soporte no podría acontecer; el estilo se disgregaría,
terminaría siendo colonizado completamente por el mundo laboral.
La música es lo que, siendo una tarea, siendo incluso una profesión,
desmantela el diseño de moda, los requerimientos del mundo laboral.
¿No hay posibilidad de la constitución de un estilo
fuera de la música?
Desgraciadamente, no. En el mundo de los pintores, por ejemplo,
o en el de la literatura, no se crean estilos.
¿A qué se debe?
El músico de rock es alguien que, en un concierto, pone
por delante su cuerpo. No es música lo que van a buscar los chicos
cuando van a un concierto, sino una cierta intensidad dionisíaca,
la intensidad musical y el cuerpo rock, que se vuelve completamente
ambiguo, que se transformaen fetiche y pierde su asignación de
género. En este sentido, mirada a través del estilo, esa
expresividad corporal pertenece al arte.
La contraposición en la que usted ha insistido entre moda y
estilo es una distinción política que parece jugarse en
las superficies de los cuerpos, en la imagen, en la distinción
o no entre individuo y grupo. ¿En qué reside
la diferencia?
Moda y estilo suceden en atención a la superficie. Pero
sus dispositivos de funcionamiento, los móviles y las economías
psíquicas que están implicadas en cada caso son inversas.
El que quiere seguir la moda tiene una actitud mimética acerca
de valores constituidos de prestigio social y posiciones de jerarquía,
mientras que la atención a la superficie de los practicantes del
estilo tiene que ver con otro poder, que es el de corroer, ir a contrapelo,
cuestionar y criticar.
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