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RESEÑA
1
Diccionaira
Diccionario
de autores latinoamericanos
César Aira
Emecé/ Ada Korn Editora
Buenos Aires, 2001
640 págs. $ 25
por
Daniel Link
Por fin
llega a las librerías el Diccionario de autores latinoamericanos,
un libro largamente anunciado desde hace más de quince años
y que la típica malicia argentina hacía suponer un invento
de César Aira para adornar las contratapas de sus libros. Por supuesto,
el libro siempre existió y aquí están estas espléndidas
640 páginas para demostrarlo. Tal como anuncia Aira en la brevísima
advertencia preliminar, aunque puede ser de utilidad para el estudioso,
está dirigido más bien al lector, y dentro de esta especie
apunta a los buscadores de tesoros ocultos. Es por eso que el Diccionario
se extiende sobre todo en obras de desconocidos y olvidados, en autores
del pasado e incorpora, de manera sistemática, los grandes monumentos
de la ignorada literatura brasileña. No es mérito menor
en un libro que, como resultado de un esfuerzo titánico, ofrece
todo lo que promete y más: cada una de las entradas del diccionario
constituye una pequeña monografía donde la erudición
apenas si cede terreno a la perspicacia para situar con una sola frase
a los autores considerados o para caracterizar con dos o tres palabras
una obra entera. Particularmente lúcidos son los artículos
consagrados, por ejemplo, a Clarice Lispector, Marosa Di Giorgio, Julio
Cortázar o Ernesto Sabato, en quien Aira destaca la inadecuación
entre su personalidad y sus intenciones estéticas. Sobre su robusto
sentido común, sobre sus ideas convencionales y políticamente
correctas (que lo hicieron en su vejez un favorito de los medios) era
imposible ajustar pretensiones de escritor maldito o endemoniado, o tan
siquiera angustiado; no tuvo más remedio que crear un personaje
que se dice malo, atormentado y sombrío, con una insistencia francamente
infantil.
La utilidad de un diccionario de literatura podría relativizarse,
sobre todo teniendo en cuenta las pobres materializaciones de ese género
(plagadas de erratas y arbitrariedades sin cuento) aparecidas en los últimos
años, pero son tantos los méritos del Diccionario de Aira
el punto de vista único, que vuelve sólida hasta la
evaluación que parece más caprichosa, los apéndices
que ordenan los nombres de los autores según país y fecha
de nacimiento, el destrato de la producción más contemporánea
(lo que evita toda suspicacia), que sus poquísimas debilidades
la falta de un listado de las fuentes utilizadas, el misterioso
olvido de algunos nombres (Copi, Osvaldo Lamborghini, Reynaldo Arenas),
algunas atribuciones equivocadas pasan por completo inadvertidas.
Narrador extraordinario, Aira había demostrado con un par de libros
ya clásicos (Copi, Alejandra Pizarnik) que era también (o
sobre todo) un lector de una agudeza casi mágica. No hacía
falta este Diccionario para notar que es, también, un lector de
una voracidad sin desmayo. Ojalá los usuarios de este libro de
Aira encuentren en él no sólo los datos necesarios para
aumentar su sabiduría sino, sobre todo, la felicidad de la literatura
que este diccionario promueve.
RESEÑA
2
La
derecha contraataca
El
lenguaje de la pasión
Mario Vargas Llosa
Aguilar
Buenos Aires, 2001
338 págs. $ 19
POR
MARCELO BIRMAJER
Esta nueva
recopilación de ensayos de Mario Vargas Llosa, publicados entre
1992 y 2000 en su sección Piedra de Toque del diario
madrileño El País, vuelve a ofrecernos el placer de una
prosa prístina y un pensamiento singular. La prosa depurada y clara
tiene dos virtudes hoy especialmente necesarias: 1) utiliza las palabras
según su sentido, sin concesiones al argot o la arbitrariedad;
2) utiliza las palabras para construir conceptos inteligibles y no, como
ocurre en las últimas décadas, para organizar mejunjes donde
el sentido de cada palabra es una adivinanza y los conceptos no existen.
Se generó un extraño modo de acceder al prestigio: opinar
es una vulgaridad, la elipsis sin sentido es de buen tono. Afortunadamente,
Vargas Llosa no se acomoda a esta etiqueta.
En una buena porción de intelectuales y escritores de las últimas
décadas se encuentra a menudo que o bien no tienen qué decir,
o bien no saben cómo decirlo. Vargas Llosa tiene qué decir
y sabe cómo. Por eso apunta sin miedo que el emperador está
desnudo: Baudrillard es un charlatán, dice en su ensayo inconfundible
La hora de los charlatanes, y George Steiner, a quien de todos
modos admira, utiliza sus tesis apocalípticas más para escandalizar
que para encontrar la verdad o describir una verdad que se encuentra.
El de Vargas Llosa, decíamos, es un pensamiento singular porque,
discípulo confeso de Karl Popper e Isaiah Berlin, ha quedado casi
solo en un mundo intelectual ocupado mayormente por celebridades que abominan
de la globalización, impugnan la idea de democracia burguesa
y repudian el sistema económico liberal como si fuera el mal en
sí mismo. De ahí que sólo en los escritos de Vargas
Llosas podamos encontrar un divertido desenmascaramiento del Subcomandante
Marcos y de la carnavalesca troupe europea que lo secunda, traduciendo
como solidaridad sus ansias de divertirse y de figurar, desde el inefable
Régis Debray llamándolo el mejor escritor latinoamericano
hasta Alain Touraine, santo patrono de Latinoamérica, coronándolo
como demócrata armado. Sólo Vargas Llosas, hoy
por hoy, puede entregarnos su cándida crónica de una ópera
de Brecht montada en Salzburgo, a la que acuden adinerados ciudadanos
de Europa, y cuyo programa-revista se compone exclusivamente de textos
anticapitalistas y antinorteamericanos firmados por Eduardo Galeano, Noam
Chomsky y otros; y cerrarla resumiendo: Me aplaudirían también
a mí, probablemente, si, trepado en el escenario y con música
de fondo de Luigi Nono, les cantara el Manifiesto Comunista en clave de
Sol.
Su denuncia de los happenings, desde las pinturas con materiales repugnantes
hasta las exposiciones de carne podrida, además de
graciosas resultan refrescantes y conceden a Vargas Llosas la actitud
que se espera de un crítico: que no busque el escándalo
sino la verdad, pero que no se detenga cuando la verdad resulta escandalosa.
Este libro no nos sorprenderá como Contra viento y marea otra
colección de sus ensayos, donde Vargas Llosa exponía
con candidez su traspaso del apoyo al castrismo a la apología de
la democracia occidental, ni nos revelará el comienzo de un sistema
de pensamiento, como ocurría en Desafíos a la libertad,
pero nos permitirá ahondar en el recorrido de un escritor e intelectual
honesto que deja por el camino acusaciones tales como la de ser
un asalariado de la secta Moon y utiliza cada tema que toca, desde
la vida de un pintor hasta la odisea de Nelson Mandela, como un punto
de encuentro para invitarnos a reflexionar.
No le faltan dogmas y límites a Vargas Llosa. Su obsesión
por convertir en siameses al liberalismo económico y la libertad
a secas desconoce todas las experiencias de socialismo con libertad que
no han redundado en sangre ni en miseria. Y a su vez se niega a tomar
en cuenta las ocasiones en que el liberalismo ha resultado en aparatoso
fracaso. Pero lo que prima en el libro no son las obsesiones ni los límites
sino la valentía con que puede sacudirse el yugo del multiculturalismo
y condenar sin pena siniestras costumbres africanas o defender como transculturales
la libertad, la tolerancia y la paz.
Es curioso, pero precisamente por lo discreto de sus pretensiones un
mundo mediocre con menos violencia y más libertad resulta
este libro llamativo y necesario.
RESEÑA
3
La
indiada radioactiva
LA
TRIBU, COMUNICACION ALTERNATIVA
Colectivo la Tribu
Ediciones la
Tribu
Buenos Aires, 2000
278 págs. $ 30
POR
JORGE DORIO
¿Qué
puentes unen las efímeras voces de la radio con las palabras cristalizadas
de los libros? A despecho de eventuales contradicciones o ironías,
el volumen La Tribu, comunicación alternativa ofrece al menos dos
canales a manera de respuesta. El primero de ellos está en el espacio
reclamado por la Historia, émula del tiempo, que es la materia
en la cual transcurren los días y las noches de la radio en su
trama singular de sonido y de sentido.
El otro salto del éter al papel está dado por la necesidad
de registro de un fenómeno (o un proyecto) donde la radio es apenas
una herramienta; una palanca fundante para poner en movimiento una sucesión
de actos que aspiran crecer desde una solitaria palabra hasta convertirse
en una cadena solidaria. Para ir a los datos básicos: el eje argumental
de este cuidado volumen, plagado de guiños y desvíos genéricos,
multifacético en su concepción y unánime en su vocación,
es la historia del colectivo de La Tribu iniciada hacia 1988. Centrada
en el movimiento estudiantil universitario y con la voluntad de romper
el silencio de radio histórico de los claustros porteños,
La Tribu inicia su protagonismo social en 1989 con el modesto perfil de
una FM. La iniciativa misma era, ya entonces, una voz que clamaba en el
desierto.
El clima de época era menos escaso en utopías que pródigo
en decepciones. La Argentina despertaba brutalmente del sueño alfonsinista
de la democracia omnipotente para zambullirse en el paraíso pesadillesco
de Menem como ser supremo y Cavallo como único profeta. Una legión
de flamantes pragmáticos se revolcaba golosa en el bien promocionado
happy ending de la Historia. Vale la pena regresar fugazmente a ese escenario
y percibir el carácter de apuesta a contramano encarnado en el
origen de La Tribu.
En más de un texto de este libro aparece el rescate de aquella
modestia y la frontera cercana del patetismo enarboladas como un estandarte,
que más de una década después cambia de signo y cobra
otro sentido.
En el marco descripto hay más de una hoja de ruta posible para
recorrer las páginas del libro. Por un lado las viñetas
y anécdotas, las efemérides y los relatos con ribetes de
aguafuerte que hilvana el día a día de los protagonistas.
Está también el prolijo registro de un esforzado crecimiento
técnico. Las fotografías grafican desde los rituales festivos
hasta las visitas ilustres y la reproducción de tarjetas y volantes
dan cuenta de la profusa agenda social expresada en fiestas, foros, conferencias,
conciertos, asambleas. También pueden seguirse el hilo conductor
de diversidad creciente y la paralela construcción de una mitología
desmentida explícitamente por sus propios celebrantes, conscientes
tal vez de los riesgos que acechan en el plácido conformismo de
algunas leyendas urbanas.
Un núcleo de reflexión todavía vigente emerge del
sinuoso camino seguido por La Tribu para definir su identidad en la taxonomía
capciosa de los medios electrónicos. Las fronteras que separan
a las radios comunitarias de las comerciales y los respectivos alineamientos
en estructuras mayores renuevan un debate pendiente en la Argentina que
involucra, a su vez, la necesidad de definir el rol de las emisoras públicas
y la distribución del éter, en un paisaje mediático
para el que ya no sirven los criterios y categorías establecidos.
Enriquecido por una variopinta sucesión de citas y de autores,
el libro La Tribu, comunicación alternativa resulta, más
allá de su consistencia textual, un testimonio apreciable sobre
la necesidad de ciertas apuestas. Desafíos que, al igual que una
radio precaria, hablan desde un balcón porteño y recuerdan
aquella consigna: ...que son gritos en el cielo y en la tierra son
actos....
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