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KIOSCO12

Jueves 26 de Abril de 2001

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MANUAL ILUSTRADO DE SUPERVIVENCIA ECONOMICA CALLEJERA


La ruta del rata

 

Cuando nos enteramos –no sin cierta mezcla de orgullo inexplicable y desazón tercermundista– de que Buenos Aires es tan caro como París, Nueva York o Tokio, inevitablemente caemos en una idea angustiante: va a ser duro llegar al próximo sueldo. Los gastos en transporte, los almuerzos callejeros, más alguno que otro esporádico gusto (¿bar, cine, recital, cancha?) nos llevan como por un tobogán de la insolvencia a exceder nuestro siempre modesto presupuesto. Y eso que esta enumeración no cuenta detalles como gastos en salud y servicios... Sin embargo, el florecimiento y la universalidad de la pobreza muestran un efecto interesante: empiezan a aparecer algunas oportunidades de supervivencia más baratas que las habituales. Así, con un poco de ingenio y con muy poca exigencia, podemos dar con algunos precios especiales y promociones que permiten aliviar –algo– la hemorragia de nuestros bolsillos.

COMBO ESQUINA
Uno de los menús callejeros más difundidos es el que parte del C.B.S.B. (Combo Básico Sandwich + Bebida). Las variantes son ilimitadas, y los mejores precios van de un peso a 2,50. Por supuesto, no se trata de restaurantes sino de ofertas para ser comidas en esquinas, plazas, o, en el mejor de los casos, barras con bancos. Y de controles bromatológicos ni hablemos, claro. La cosa es que en kioscos y sandwicherías del centro y de tantos otros barrios se consiguen diversos CBSBs, entre los que se destacan: pancho y vaso de cerveza $1 (Jujuy y Rivadavia); choripán y gaseosa $2 (estaciones Retiro y Constitución); gaseosa y pancho con salsas a elección –incluyen dudosos verdeos y dudosísimos quesos parmesanos– $2 (kiosco estación Devoto); superpancho y latita $1,50 (Malabia y Corrientes; Villa Crespo); hamburguesa completa y gaseosa $1,50 (Mármol y Lezica, Caballito); lomopán (sic) y gaseosa $2,50 (Niceto Vega y Godoy Cruz; Palermo Viejo). Otra opción, más peligrosa aún desde el punto de vista sanitario, es la de los carritos callejeros como los de Leandro N. Alem y Lavalle, con ofertas tipo sandwich de milanesa $1; con opción a queso, tomate y lechuga por $0,50 adicionales.

MUNDO LIGHT
El deseo estético de limar la panza y eliminar repulgues de grasas, o bien la convicción ideológica de llevar una alimentación sana tienen su precio: en la calle suele ser más caro optar por una dieta baja en calorías que entregarse a los placeres de la mayonesa o la fritanga. Kioscos, 24 horas y demás pocilgas céntricas ofrecen una serie –limitada pero no desdeñable– de productos light, aunque no son tan baratos.
El yogur es el elemento light por excelencia. Tanto los enteros como los descremados nos dejan la idea de que somos sanísimos herederos de la causa hippie. Pero hay variedad de opciones y precios. Los pequeños tetras traen medio litro, y cuestan $1,25; aunque los que vienen con frutas trozadas pueden superar el $1,75. También están los que salen con cereales o jalea frutal. Esos valen alrededor de $1,10, pero las últimas partidas vienen con cartelito de nuevo precio, que suele redondearse en $1.

EL POSTRE
Entre los helados, el cono de McD, por $0,50, es una posibilidad ya conocida, tan dulce y refrescante como sintética. De todos modos, el pequeño kiosco cuenta con otras sugerencias como los alfajores del pequeño gran Jorge (los de dos capas valen $0,30, son los más baratos de la plaza y saben de maravillas), o como los paquetes chicos de galletitas dulces(las Duquesa y las milenarias Opera están en $0,50). Por supuesto, en los casos de galletas, siempre es más barato si las comprás sueltas en un almacén de los viejos. Pero en el centro, por ejemplo, ya casi no quedan.
Los seguidores del mundo light también tienen derecho al postre. Los vasitos plásticos con ensalada de frutas son una buena opción, aunque no bajan, con suerte, de $1,50. Sin embargo, las ensaladas de frutas tienen otras tres cuestiones a atender: fecha de vencimiento (muchas ni siquiera acusan), tamaño del vaso (algunos traen casi el 50 por ciento más que otros) y variedad de contenido (están las que incluyen kiwi, uva, frutilla y cereza; y las que son pura manzana y naranja). Finalmente, no hace mucho apareció la barrita de cereales versión light, con nutrasweet y pedacitos de manzana. Cuesta $0,50 (como todas las barritas) y es tan rica como las no light, pero tiene una contra: no te llenan ni una muela.
Para terminar con el tema kioscos, la golosina que goza de una mejor relación entre precio bajo y alta capacidad de llenar el estómago son los ya legendarios turrones de maní Namur: Se venden las seis unidades por $1, y tienen una asombrosa –y empalagosa– capacidad de saciar el apetito. Todavía no nació la persona que, después de entrarle a tres turrones consecutivos, siga teniendo hambre.

X SALIR
No se sabe si es una buena noticia o no, pero uno de los efectos de la crisis es que muchos espectáculos hayan tenido la gentileza de adecuar precios. Los seguidores de Ratones Paranoicos, por ejemplo, habrán visto que el último show de la banda tuvo tickets a $6, promocionados como “precio reactivación”, en lo que bien podría ser un gesto de la banda de Juanse al plan Cavallo. Sin embargo, el rock en vivo tiene precios aún mejores, en los casos de artistas de trayectoria más breve. Cemento, Loca Bohemia y otros escenarios rockers porteños suelen presentar “maratones” de varias bandas con tickets que a veces andan por los $2.
Los cines también ampliaron, desde hace tiempo, sus bandas negativas con funciones a precios promocionales. Además del clásico miércoles-mitadde-precio, muchas salas del Centro y de los barrios añadieron martes-ylunes-mitad-de-precio. Algunos cines también tienen tarifa reducida de lunes a sábado en todas las funciones anteriores a las 16. Y está siempre la chance del Complejo Tita Merello, que tiene precios especiales para estudiantes. Sólo que, claro, suelen ofrecer películas argentinas.
El fútbol también sorprende, de vez en cuando, con algunas entradas baratas. No pretendas ver River-Boca por dos mangos, pero algunos partidos de copas Libertadores y Mercosur a veces tienen oportunidades interesantes. También, si la cancha no está llena, se puede entrar gratis a la media hora del segundo tiempo, para ver los 15 minutos definitorios. Y si no, queda la chance heroica de, por no mucho más de $2 o $3 (pagá nada más que el bono contribución, que en general alcanza para acceder al tablón local), pegar un buen partido de los torneos de ascenso. Puede convertirse en una gran anécdota, eso sí.

PEGAME UN TUBAZO
Los precios crueles de las tarifas telefónicas hacen de la búsqueda de ahorro en los llamados una causa nacional. El mejor remedio parece ser volver a sistemas tecnológicos más primitivos, como las señales de humo o las palomas mensajeras, pero existen también algunas triquiñuelas para reducir –algo– el dinero que las compañías telefónicas reciben de nuestros bolsillos. Atención con este dato: tanto en teléfonos públicos como en cabinas de locutorios, el pulso telefónico cuesta $0,23. Pero resulta que en los públicos, si metés 0,20 centavos exactos, el llamado puede hacerse. Y, paralelamente, en los locutorios siempre “redondean” los 23 centavos en 25 (hasta hace algún tiempo, el pulso costaba 0,22 $... losmuy pillos piensan en todo). En otras palabras, un llamado de dos pulsos de duración se paga, en la práctica, $0,50 en locutorios, mientras que en los teléfonos públicos que funcionan con monedas, esa misma llamada te cuesta sólo $0,40. De nada.

SI ES GRATIS ES MIO
Desde hace algún tiempo, la compra de ciertos productos como mostaza, mayonesa, azúcar, edulcorante, sal, servilletas, pañuelos de papel, vasos o cucharas resulta innecesario, o definitivamente tonto. Basta con ir a hamburgueserías o a cualquier autoservicio abierto las 24 horas y proveerse de esos elementos, que están expuestos en mostradores, para que los consumidores se sirvan. Lo mismo puede hacerse en los supermercados con las bolsas de nylon, que ya desplazaron a las históricas bolsas de residuos negras en todos los tachos de basura de los hogares argentinos. Otra opción, no tan tenida en cuenta, son las bolsas transparentes de las que se puede disponer en la sección verdulería de los supermercados. Aprovechando que la casa invita... La versión extrema de esta política es no rechazar, ni arrojar, los volantes que te ofrecen por la calle cada dos pasos. Son ideales para dejar al lado del teléfono y usar para las anotaciones del caso.
La idea de explotar al máximo las gentilezas de comerciantes y empresarios es también aplicable al transporte público, más precisamente a los subtes: los últimos viajes, los inmediatamente previos a la hora del cierre del servicio, son gratuitos. O sea que si te vas a tomar el subte a las 21.30, te conviene hacer tiempo media horita. Vas a viajar de garrón.

LEER ES MUY BARATO
La compra de material de lectura, tanto para estudiantes como para quienes leen por placer, cuenta con algunos trucos imprescindibles para el lector austero. En el caso de los textos de estudio, las milenarias reventas de libros o apuntes usados por parte de alumnos permanece con cierta vigencia en los colegios secundarios, y en los puestitos callejeros de Plaza Italia y Parque Centenario, por ejemplo. Entre los estudiantes universitarios, la práctica más difundida –para desgracia de libreros, editores y autores– es el consumo de tacos de fotocopias. Esto ocurre por una cuestión meramente economicista: cuando la cátedra de determinada materia recomienda la lectura del capítulo 9 del libro X del autor Fulano, al alumno le resulta más barato comprar las fotocopias de esas páginas que el libro entero. Esta modalidad también ha revolucionado el negocio de los fotocopiadores, cuyos precios experimentaron notorias bajas año a año ante la voraz competencia. Actualmente, para el fotocopiado de más de diez hojas, algunos locales cobran $0,05 por cada una, ¡e impresas en doble faz!
Paralelamente, para los que leen por placer, las librerías de Corrientes (y últimamente las de toda la ciudad) tienen mesas en las que los precios de los libros van de $1 a $4. Y no se trata solamente de porquerías o de obras bizarras como hasta hace poco, sino que hay en plaza ejemplares –de ediciones modestas, sí– de obras de Hemingway, Carroll, Cervantes, Bécquer, Defoe, Nietzsche, Twain y muchos otros, según un fugaz relevamiento realizado por este suplemento.

A LA HORA SEÑALADA
Ciertos momentos del día son más caros que otros, y quien esté decidido a ahorrar debe valorar las oportunidades que ofrece el reloj. Hay horarios que conviene evitar: en muchos bares, cualquier consumición tiene un precio más alto a partir de, por ejemplo, las 18. Sin embargo, esta costumbre tiene su contrapartida en el menos concurrido turno mañana: muchas hamburgueserías y bares ofrecen algunas promociones en los horariosmatinales, como el legendario café con sandwich de huevo en Mc (hasta las 11), o el interesante café con medialuna que, por $1,00, se consigue entre las 8 y las 12 en muchos locales del Centro.
También existe la anglófila opción del happy hour, que consiste en la venta de productos en plan dos al precio de uno, en un horario específico que suele ser entre las 17 y las 20. Pero dicha modalidad está sólo difundida en restaurantes y cervecerías de las zonas más caras de la ciudad, por lo que conviene tenerla en cuenta únicamente para ocasiones especiales.

TODO POR 2 PESOS
Probablemente se trate de los grandes emblemas del consumo aberretado. Los locales de Todo x 2$, además de haber dado nombre al programa más visto del nuevo Canal 7, aglutinan una vastísima cantidad de productos (fundamentalmente baratijas, porquerías y pavadas de toda índole) que sólo tienen en común su precio de venta. Cualquier enumeración sería extensa e incompleta: imanes para heladera, macetas, cacerolas, llaveros, juguetes, estuches para anteojos, cubiertos, paquetes de alfajores, aros; en fin. El ideal que estos comercios explotan es la esperanza de conseguir algo útil o lindo, o de quedar bien en ocasión de hacer un regalo, sabiendo que no se va a gastar más de dos mangos. En general, las cosas son feas, inútiles y no te hacen quedar bien, pero conviene darle lugar a la utopía.
La variante marginal de estos negocios es la segunda profesión más antigua del mundo: la venta callejera. Esta práctica –en sus versiones de vendedor ambulante y de vendedor semisedentario sentado en la vereda– ofrece productos de dudosa calidad, sí; pero a precios indudablemente bajos. Desde las clásicas tijeritas plegables, a las que se sospecha chinas, hasta los juegos de regla-escuadra-transportador, los combos de peines y cepillos, los CDs, los enchufes, las pilas, la ropa interior, las camisetas de fútbol, los sets de marcadores y libritos para pintar o los decodificadores para TV por cable, en la calle se consigue de todo.
Mención especial para las damas que se especializan en la venta callejera de frutas y verduras de estación. Algunas ofrecen algunas exquisiteces habitualmente no presentes en góndolas de supermercados ni en estantes de fruterías, como por ejemplo, el aromático cilantro. ¿Quién dijo que no se puede ser exquisito y comprar verdura por la calle al mismo tiempo?