MANUAL
ILUSTRADO DE SUPERVIVENCIA ECONOMICA CALLEJERA
La
ruta del rata
Cuando
nos enteramos –no sin cierta mezcla de orgullo inexplicable y desazón
tercermundista– de que Buenos Aires es tan caro como París, Nueva
York o Tokio, inevitablemente caemos en una idea angustiante: va
a ser duro llegar al próximo sueldo. Los gastos en transporte, los
almuerzos callejeros, más alguno que otro esporádico gusto (¿bar,
cine, recital, cancha?) nos llevan como por un tobogán de la insolvencia
a exceder nuestro siempre modesto presupuesto. Y eso que esta enumeración
no cuenta detalles como gastos en salud y servicios... Sin embargo,
el florecimiento y la universalidad de la pobreza muestran un efecto
interesante: empiezan a aparecer algunas oportunidades de supervivencia
más baratas que las habituales. Así, con un poco de ingenio y con
muy poca exigencia, podemos dar con algunos precios especiales y
promociones que permiten aliviar –algo– la hemorragia de nuestros
bolsillos.
COMBO
ESQUINA
Uno de los menús callejeros más difundidos es
el que parte del C.B.S.B. (Combo Básico Sandwich + Bebida).
Las variantes son ilimitadas, y los mejores precios van de un peso
a 2,50. Por supuesto, no se trata de restaurantes sino de ofertas
para ser comidas en esquinas, plazas, o, en el mejor de los casos,
barras con bancos. Y de controles bromatológicos ni hablemos,
claro. La cosa es que en kioscos y sandwicherías del centro
y de tantos otros barrios se consiguen diversos CBSBs, entre los
que se destacan: pancho y vaso de cerveza $1 (Jujuy y Rivadavia);
choripán y gaseosa $2 (estaciones Retiro y Constitución);
gaseosa y pancho con salsas a elección incluyen dudosos
verdeos y dudosísimos quesos parmesanos $2 (kiosco
estación Devoto); superpancho y latita $1,50 (Malabia y Corrientes;
Villa Crespo); hamburguesa completa y gaseosa $1,50 (Mármol
y Lezica, Caballito); lomopán (sic) y gaseosa $2,50 (Niceto
Vega y Godoy Cruz; Palermo Viejo). Otra opción, más
peligrosa aún desde el punto de vista sanitario, es la de
los carritos callejeros como los de Leandro N. Alem y Lavalle, con
ofertas tipo sandwich de milanesa $1; con opción a queso,
tomate y lechuga por $0,50 adicionales.
MUNDO LIGHT
El deseo estético de limar la panza y eliminar repulgues
de grasas, o bien la convicción ideológica de llevar
una alimentación sana tienen su precio: en la calle suele
ser más caro optar por una dieta baja en calorías
que entregarse a los placeres de la mayonesa o la fritanga. Kioscos,
24 horas y demás pocilgas céntricas ofrecen una serie
limitada pero no desdeñable de productos light,
aunque no son tan baratos.
El yogur es el elemento light por excelencia. Tanto los enteros
como los descremados nos dejan la idea de que somos sanísimos
herederos de la causa hippie. Pero hay variedad de opciones y precios.
Los pequeños tetras traen medio litro, y cuestan $1,25; aunque
los que vienen con frutas trozadas pueden superar el $1,75. También
están los que salen con cereales o jalea frutal. Esos valen
alrededor de $1,10, pero las últimas partidas vienen con
cartelito de nuevo precio, que suele redondearse en $1.
EL POSTRE
Entre los helados, el cono de McD, por $0,50, es una posibilidad
ya conocida, tan dulce y refrescante como sintética. De todos
modos, el pequeño kiosco cuenta con otras sugerencias como
los alfajores del pequeño gran Jorge (los de dos capas valen
$0,30, son los más baratos de la plaza y saben de maravillas),
o como los paquetes chicos de galletitas dulces(las Duquesa y las
milenarias Opera están en $0,50). Por supuesto, en los casos
de galletas, siempre es más barato si las comprás
sueltas en un almacén de los viejos. Pero en el centro, por
ejemplo, ya casi no quedan.
Los seguidores del mundo light también tienen derecho al
postre. Los vasitos plásticos con ensalada de frutas son
una buena opción, aunque no bajan, con suerte, de $1,50.
Sin embargo, las ensaladas de frutas tienen otras tres cuestiones
a atender: fecha de vencimiento (muchas ni siquiera acusan), tamaño
del vaso (algunos traen casi el 50 por ciento más que otros)
y variedad de contenido (están las que incluyen kiwi, uva,
frutilla y cereza; y las que son pura manzana y naranja). Finalmente,
no hace mucho apareció la barrita de cereales versión
light, con nutrasweet y pedacitos de manzana. Cuesta $0,50 (como
todas las barritas) y es tan rica como las no light, pero tiene
una contra: no te llenan ni una muela.
Para terminar con el tema kioscos, la golosina que goza de una mejor
relación entre precio bajo y alta capacidad de llenar el
estómago son los ya legendarios turrones de maní Namur:
Se venden las seis unidades por $1, y tienen una asombrosa y
empalagosa capacidad de saciar el apetito. Todavía
no nació la persona que, después de entrarle a tres
turrones consecutivos, siga teniendo hambre.
X SALIR
No se sabe si es una buena noticia o no, pero uno de los efectos
de la crisis es que muchos espectáculos hayan tenido la gentileza
de adecuar precios. Los seguidores de Ratones Paranoicos, por ejemplo,
habrán visto que el último show de la banda tuvo tickets
a $6, promocionados como precio reactivación,
en lo que bien podría ser un gesto de la banda de Juanse
al plan Cavallo. Sin embargo, el rock en vivo tiene precios aún
mejores, en los casos de artistas de trayectoria más breve.
Cemento, Loca Bohemia y otros escenarios rockers porteños
suelen presentar maratones de varias bandas con tickets
que a veces andan por los $2.
Los cines también ampliaron, desde hace tiempo, sus bandas
negativas con funciones a precios promocionales. Además del
clásico miércoles-mitadde-precio, muchas salas del
Centro y de los barrios añadieron martes-ylunes-mitad-de-precio.
Algunos cines también tienen tarifa reducida de lunes a sábado
en todas las funciones anteriores a las 16. Y está siempre
la chance del Complejo Tita Merello, que tiene precios especiales
para estudiantes. Sólo que, claro, suelen ofrecer películas
argentinas.
El fútbol también sorprende, de vez en cuando, con
algunas entradas baratas. No pretendas ver River-Boca por dos mangos,
pero algunos partidos de copas Libertadores y Mercosur a veces tienen
oportunidades interesantes. También, si la cancha no está
llena, se puede entrar gratis a la media hora del segundo tiempo,
para ver los 15 minutos definitorios. Y si no, queda la chance heroica
de, por no mucho más de $2 o $3 (pagá nada más
que el bono contribución, que en general alcanza para acceder
al tablón local), pegar un buen partido de los torneos de
ascenso. Puede convertirse en una gran anécdota, eso sí.
PEGAME UN
TUBAZO
Los precios crueles de las tarifas telefónicas hacen
de la búsqueda de ahorro en los llamados una causa nacional.
El mejor remedio parece ser volver a sistemas tecnológicos
más primitivos, como las señales de humo o las palomas
mensajeras, pero existen también algunas triquiñuelas
para reducir algo el dinero que las compañías
telefónicas reciben de nuestros bolsillos. Atención
con este dato: tanto en teléfonos públicos como en
cabinas de locutorios, el pulso telefónico cuesta $0,23.
Pero resulta que en los públicos, si metés 0,20 centavos
exactos, el llamado puede hacerse. Y, paralelamente, en los locutorios
siempre redondean los 23 centavos en 25 (hasta hace
algún tiempo, el pulso costaba 0,22 $... losmuy pillos piensan
en todo). En otras palabras, un llamado de dos pulsos de duración
se paga, en la práctica, $0,50 en locutorios, mientras que
en los teléfonos públicos que funcionan con monedas,
esa misma llamada te cuesta sólo $0,40. De nada.
SI ES GRATIS
ES MIO
Desde hace algún tiempo, la compra de ciertos productos
como mostaza, mayonesa, azúcar, edulcorante, sal, servilletas,
pañuelos de papel, vasos o cucharas resulta innecesario,
o definitivamente tonto. Basta con ir a hamburgueserías o
a cualquier autoservicio abierto las 24 horas y proveerse de esos
elementos, que están expuestos en mostradores, para que los
consumidores se sirvan. Lo mismo puede hacerse en los supermercados
con las bolsas de nylon, que ya desplazaron a las históricas
bolsas de residuos negras en todos los tachos de basura de los hogares
argentinos. Otra opción, no tan tenida en cuenta, son las
bolsas transparentes de las que se puede disponer en la sección
verdulería de los supermercados. Aprovechando que la casa
invita... La versión extrema de esta política es no
rechazar, ni arrojar, los volantes que te ofrecen por la calle cada
dos pasos. Son ideales para dejar al lado del teléfono y
usar para las anotaciones del caso.
La idea de explotar al máximo las gentilezas de comerciantes
y empresarios es también aplicable al transporte público,
más precisamente a los subtes: los últimos viajes,
los inmediatamente previos a la hora del cierre del servicio, son
gratuitos. O sea que si te vas a tomar el subte a las 21.30, te
conviene hacer tiempo media horita. Vas a viajar de garrón.
LEER ES MUY
BARATO
La compra de material de lectura, tanto para estudiantes como
para quienes leen por placer, cuenta con algunos trucos imprescindibles
para el lector austero. En el caso de los textos de estudio, las
milenarias reventas de libros o apuntes usados por parte de alumnos
permanece con cierta vigencia en los colegios secundarios, y en
los puestitos callejeros de Plaza Italia y Parque Centenario, por
ejemplo. Entre los estudiantes universitarios, la práctica
más difundida para desgracia de libreros, editores
y autores es el consumo de tacos de fotocopias. Esto ocurre
por una cuestión meramente economicista: cuando la cátedra
de determinada materia recomienda la lectura del capítulo
9 del libro X del autor Fulano, al alumno le resulta más
barato comprar las fotocopias de esas páginas que el libro
entero. Esta modalidad también ha revolucionado el negocio
de los fotocopiadores, cuyos precios experimentaron notorias bajas
año a año ante la voraz competencia. Actualmente,
para el fotocopiado de más de diez hojas, algunos locales
cobran $0,05 por cada una, ¡e impresas en doble faz!
Paralelamente, para los que leen por placer, las librerías
de Corrientes (y últimamente las de toda la ciudad) tienen
mesas en las que los precios de los libros van de $1 a $4. Y no
se trata solamente de porquerías o de obras bizarras como
hasta hace poco, sino que hay en plaza ejemplares de ediciones
modestas, sí de obras de Hemingway, Carroll, Cervantes,
Bécquer, Defoe, Nietzsche, Twain y muchos otros, según
un fugaz relevamiento realizado por este suplemento.
A LA HORA
SEÑALADA
Ciertos momentos del día son más caros que otros,
y quien esté decidido a ahorrar debe valorar las oportunidades
que ofrece el reloj. Hay horarios que conviene evitar: en muchos
bares, cualquier consumición tiene un precio más alto
a partir de, por ejemplo, las 18. Sin embargo, esta costumbre tiene
su contrapartida en el menos concurrido turno mañana: muchas
hamburgueserías y bares ofrecen algunas promociones en los
horariosmatinales, como el legendario café con sandwich de
huevo en Mc (hasta las 11), o el interesante café con medialuna
que, por $1,00, se consigue entre las 8 y las 12 en muchos locales
del Centro.
También existe la anglófila opción del happy
hour, que consiste en la venta de productos en plan dos al precio
de uno, en un horario específico que suele ser entre las
17 y las 20. Pero dicha modalidad está sólo difundida
en restaurantes y cervecerías de las zonas más caras
de la ciudad, por lo que conviene tenerla en cuenta únicamente
para ocasiones especiales.
TODO POR 2
PESOS
Probablemente se trate de los grandes emblemas del consumo
aberretado. Los locales de Todo x 2$, además de haber dado
nombre al programa más visto del nuevo Canal 7, aglutinan
una vastísima cantidad de productos (fundamentalmente baratijas,
porquerías y pavadas de toda índole) que sólo
tienen en común su precio de venta. Cualquier enumeración
sería extensa e incompleta: imanes para heladera, macetas,
cacerolas, llaveros, juguetes, estuches para anteojos, cubiertos,
paquetes de alfajores, aros; en fin. El ideal que estos comercios
explotan es la esperanza de conseguir algo útil o lindo,
o de quedar bien en ocasión de hacer un regalo, sabiendo
que no se va a gastar más de dos mangos. En general, las
cosas son feas, inútiles y no te hacen quedar bien, pero
conviene darle lugar a la utopía.
La variante marginal de estos negocios es la segunda profesión
más antigua del mundo: la venta callejera. Esta práctica
en sus versiones de vendedor ambulante y de vendedor semisedentario
sentado en la vereda ofrece productos de dudosa calidad, sí;
pero a precios indudablemente bajos. Desde las clásicas tijeritas
plegables, a las que se sospecha chinas, hasta los juegos de regla-escuadra-transportador,
los combos de peines y cepillos, los CDs, los enchufes, las pilas,
la ropa interior, las camisetas de fútbol, los sets de marcadores
y libritos para pintar o los decodificadores para TV por cable,
en la calle se consigue de todo.
Mención especial para las damas que se especializan en la
venta callejera de frutas y verduras de estación. Algunas
ofrecen algunas exquisiteces habitualmente no presentes en góndolas
de supermercados ni en estantes de fruterías, como por ejemplo,
el aromático cilantro. ¿Quién dijo que no se
puede ser exquisito y comprar verdura por la calle al mismo tiempo?
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