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Jueves 3 de Mayo de 2001

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LO QUE HACEN Y REPRESENTAN PEZ, NATAS, CARCA, MAM, PAPPO...

La repetición de la mentada palabrita, aquí y en tapa, no es casual. Al menos, desde esta perspectiva: una disociada conjunción de bandas y solistas recuperan un sonido propio de guitarras distorsionadas y volumen brutal. Cada uno a su manera. La idea de esta producción es, justamente, dar cuenta de esa otra cara del fenómeno futbolero (también rockero, por cierto). Una música con riesgo y actitud, ajena al calor de las masas e irremediablemente esquiva con cualquier idea de marketing al respecto. Palo y a la bolsa, o sea...

POR PABLO PLOTKIN

Esa pileta parece un rasgo demasiado sofisticado para la escena. En los techos de San Telmo, en la terraza de un caserón que se salvó de languidecer aristocráticamente y renació como el hotel mimado por la modernidad porteña en manos de dos alemanes astutos, el último sol de abril rebota en los lentes oscuros de Ariel Minimal, Sergio Chotsourian y Walter Broide. Ariel quiere decir algo. “Sería bueno que la nota se concentrara en el evento. Es decir: podríamos sacarnos una foto todos juntos, comiendo un choripán o fumando. Eso no es difícil. Lo que no existe es una movida: existe una muy buena fecha donde van a tocar las dos bandas”.
–Está claro: no hay movida.
Ariel: Bien.
El guitarrista y cantante de Pez temía que la cosa se redujera a: “he aquí los dos representantes argentinos del... ¿stoner rock?, ¿rock fumado?, ¿rock setentoso?, ¿psicodelia ruidosa?, ¿punk sinfónico?”. Como casi todo músico respetable, Minimal les tiene fobia a los casilleros, así que suspiró de alivio cuando se cercioró de que el encuentro no tenía nada que ver con la fundación mediática de una nueva escena. En verdad, Natas y Pez comparten algo que no termina de explicarse con parámetros estéticos y musicales. Es cierto que el sonido de ambos parece flotar en algún lugar de los setenta (a bordo de los primeros cohetes de la carrera espacial, sobrevolando algún campamento hippie del sur argentino); que los dos prefirieron históricamente los métodos de grabación valvulares; que, hasta hace poco, en ambos casos se trataba de power tríos distorsionados y de conducta social más bien ermitaña.
Pero, más allá de ese puñado de coincidencias, lo que hace de Pez y Natas dos casos singulares es el ejercicio de espíritu de un rock’n’roll de otro tiempo. Dice Ariel: “Somos diferentes tipos de Hulks yéndose por la ruta con el bolsito al hombro”. La imagen del científico David Banner abandonando otro pueblo horrorizado por su Mr. Hyde verde, calculando cuántas camisas leñadoras y pantalones nuevos tendrá que comprar en el próximo mes, sirve como metáfora de la naturaleza fatalmente hosca de estas dos bandas. Dice Sergio, voz y guitarra de Natas: “Tanto en Pez como en Natas los integrantes son gente realmente jodida, que no quiere entrar a donde no tiene ganas. Le gusta hacer las cosas de otra manera: más de frente, sincera”.
Ariel: Por la sencilla razón de que nunca nadie nos regaló nada. Todo es trabajo a pulmón: hacer shows, pagar salas de ensayo durante años... Y ese camino lo hacés solo, porque con suerte contás con un par de amigos que te ayudan a cargar los equipos. No más que eso. Por eso somos bandas solitarias. Las bandas tienen gente alrededor cuando son exitosas. Natas y Pez no son bandas exitosas, al menos desde lo comercial y mediático. Son bandas exitosas desde otros lados más interesantes.


Este sábado a medianoche, en Morocco, Pez y Natas compartirán cartel por segunda vez (la primera fue a fines del año pasado en el Salón Pueyrredón). Así que ahora las rutas de los dos Hulks vuelven a unificarse en los últimos días de la disco de la calle Yrigoyen. Con la incorporación de un teclado Rhodes operado por Juan Salese y el saxofonista/flautista Pablo Puntoriero, Pez dejó de ser un crudo anfibio tricéfalo y empezó su nueva vida como quinteto. La transformación ya está registrada en un disco de aparición inminente. Convivencia Sagrada (“un guiño para mayores de 30”, explica Minimal, el nombre de un subsello de EMI que en los ‘70 editaba álbumes de rock sinfónico) es una apertura a la psicodelia y a las instrumentaciones robustas, músicos maduros tocando sobre la hierba a años luz del stress que parecía padecer el power trío en sus trabajos anteriores (Cabeza, Quemado, Pez y Fragilinvencible). Como síntesis perfecta del espíritu beatnik del disco, ahí está la tormenta hippie”Caballo Loco”, un homenaje al viejo Neil Young compuesto después de la noche de los Crazy Horse en el hipódromo de Buenos Aires. “Estábamos atrapados en el power trío: queríamos ir más allá de eso y no podíamos porque chocábamos con el formato. Ahora el sonido de la banda cambió en un 85 por ciento”, asegura Minimal. “Compositivamente es... cualquier cosa. No es sinfónico. Ni nada”.
Natas, en tanto, también tiene los temas para un disco nuevo. “Queremos que tenga la calidad de interpretación y de música de Ciudad de Brahman”, comenta Sergio, experto en botánica, acerca del disco que propulsó al trío porteño a una cierta élite del stoner rock planetario. Walter, el baterista, detalla: “Este disco está más duro, tiene más furia que Ciudad... Por momentos suena a epopeya y por momentos suena a nada. Eso me seduce”. Sergio se entusiasma con la idea de que el próximo disco de Natas sea la banda de sonido para los sobrevivientes de la guerra que acabará con el mundo. “Ahí vamos a estar nosotros tocando esos temas”.
Ariel: El de Pez también se parece a una banda de sonido. Pasa por muchos momentos. Y las letras son más bien existencialistas: el personaje que canta las letras de Pez superó el costumbrismo barrial y mira por sobre el techo. Ya no cuenta lo que ve, sino que cuenta lo que piensa.
Walter: Suena bien.
Ariel: Es el primer disco de Pez que no está grabado en vivo. Es el primer disco de Pez que no implica cintas: está grabado digitalmente. Derrocamos ciertos parámetros estéticos que antes seguíamos como un dogma. Desde el arte incluso, tiene cosas que nos recuerdan al primer disco de Pez. Completamos un círculo y ahora renacemos desde otro lado. La música es menos agresiva. No es menos intensa: es menos agresiva, sin tanta rispidez. Mucho más dulce, cristalina. No distorsioné, buscamos los espacios... Surgió otra banda: ya no hay tanto riff. Aflojamos.
La conversación vuelve a la definición de Pez y Natas como los lobos esteparios del rock nacional. Grupos socialmente ineptos y naturalmente fuera de todo diagnóstico de actualidad para saber qué es lo que hay que grabar este año. “También hay un deseo grande de crecer”, objeta Minimal. “Yo no soy un administrador de nada, y de repente tener que fabricar un disco se vuelve una tarea ingrata. Esas cosas te queman el bocho: en realidad yo sólo quiero hacer música. Y no es que nos hayamos acostumbrado a esta vida. Por definición somos artistas así, no vamos a hacer un estribillo porque venga un gil y te lo pida. Somos las bandas que no hacen eso, por definición”.
Sergio: Sí, y en cuanto a lo operativo es una lucha interminable entre lo que te gustaría y hasta dónde querés transar. Hay veces en que te sentís muy colgado y creés que es momento de ponerte un poco las pilas con algo; otras veces creés que lo mejor es seguir haciendo las cosas a tu manera y no firmar ningún contrato multinacional que permita que te metan el dedo en el culo. No es que queramos ser underground toda la vida. Sencillamente hacemos las cosas de la mejor manera posible para que la banda crezca sin que nos rompan el orto.


Ariel: Sí, y en todo caso nuestra música es menos enana que la de otros. Lo más difícil es que crezca lo de alrededor, la estructura. Eso cuesta, porque no es un proyecto rentable en primera instancia.
–¿Por qué creen que no?
Sergio: Creo que se debe a lo que le pasa a la gente por dentro. Lo que la gente siente se refleja más en las bandas que hoy tienen éxito. Lo que a nosotros nos pasa por dentro se refleja con algo que pasó en determinado momento de la humanidad, con algo que todavía no pasó o con algo que nos gustaría que pasara. No estamos atados a lo que nos tendría que pasar este año, a la banda de moda o a la que está buenísima. Estamos aparte de eso.
Ariel: Son grupos que manejan tiempos internos. Cada banda está en frecuencia con un tiempo que difiere del tiempo real. Ese tiempo interno parece anclar a menudo en las décadas del ‘60 y ‘70. Los Pez y los Natas parecen un poco hartos de los análisis ligeros en que se los empaqueta como los herederos de la tradición de Pappo’s Blues, Color Humano y Pescado Rabioso. “A mí me gustaba Pedro y Pablo”, sonríe Walter hundido en una nube de humo. Ariel recuerda que cuando era chico cantaba “La Marcha de la bronca” subido a las mesas. “A mí me gusta mucho Spinetta, David Lebón, Cacho Castaña”, dice el guitarrista de Los Fabulosos Cadillacs. “Más allá de compositores específicos, nos gusta la historia del rock nacional, que haya existido eso, tener esa tradición, ese pasado donde mirar. Sentirte parte. Nosotros compartimos sala de ensayo con Moris, y a mí me copa estar en ese lugar hablando con él. Muchas veces compartimos seis, siete horas del día con el quía. Estoy más tiempo con él que con mucha gente. Creo que nos parecemos en muchas cosas. Y me siento identificado con lo que representa. No me interesa ser algo disociado de la historia del rock nacional. Para nada”.
Sergio: Nosotros nunca fuimos de escuchar mucha música rock. Somos bastante incultos en cuanto a bandas y discos. A Walter le gustaba cierta música de meditación, el tecno rabioso o el jazz. Yo tenía como referencia la música de mis hermanos más grandes, pero nunca nos propusimos dedicarnos al sonido de tal año. De repente caímos en la cuenta de que el sonido que buscábamos lo encontrábamos con equipos viejos, valvulares, y haciendo temas instrumentales. Pero nunca quisimos imitar cierta corriente. Después nos dábamos cuenta cuando nos llegaban a las manos discos de Pappo’s Blues, por ejemplo, pero ya teníamos cinco años de banda. Coincidió que lo que nos gustaba a nosotros era lo mismo que, en los ‘60 o ‘70, le llamaba la atención a esa gente.
–¿La palabra rock’n’roll significa
algo todavía?
Ariel: ¿Querés un titular bombástico? Nosotros vamos a mantener viva la llama del rock. Vamos a quemar a todos esos pop putos que están dando vueltas...
Minimal sonríe y se frota los ojos. Ahora se pone serio, pero no solemne: “Usamos Gibson distorsionadas. Eso es rock”.
Sergio: En el caso de Natas, nunca pensamos qué clase de música estábamos haciendo. Simplemente representamos lo que nos pasa adentro a través del sonido. Si suena todo podrido y reventado, significa que por dentro estamos así. A su vez, vas a encontrar cosas voladas y etéreas, que es nuestra parte interior que quiere confiar y encontrar un mundo mejor, esperanzador.
Ariel: ¡Pero eso es rock piscodélico! Sigue siendo rock. Creo que la diferencia entre el pop y el rock es la actitud. Que se te vuele la cabeza al carajo. Estar sobre un escenario y no hacer así (toca una hipotética batería sin despeinarse, a lo Ringo Starr): hacer así (les pega a los parches invisibles como lo haría Dave Grohl).
Sergio: ¡Sí, romper todo! Desde adentro se vive como una batalla, y creo que el rock es algo así. n
Pez y Natas se presentan este sábado a medianoche en Morocco, Hipólito Yrigoyen 851. Entradas: seis pesos.

Pappo-Patriarca

Cavernícola ¿ y qué ?

Mirar atrás en el rock argentino y no ver a Pappo es, posiblemente, síntoma de ceguera. Padre del rock y el blues local de los 70, Norberto Napolitano ha permanecido inalterable y ajeno a toda influencia –como un meteorito, o cualquier otro bloque mineral– durante los exitosos modelos de “pop exportador de los 80” y de “rocanrol futbolero de los 90”. Esa condición de referente atemporal y perpetuo lo ha situado en un lugar de clásico, pero no recién ahora. El año pasado recibió una suerte de homenaje unánime del rock argentino en forma de disco doble y de concierto en Obras, con tantos avales y de tantas generaciones distintas, que será difícil repetirlo: Divididos, La Renga, Andrés Calamaro, Moris, Andrés Ciro, Juanse, Viejas Locas, Almafuerte, Memphis, La Mississippi, A.N.I.M.A.L., Birabent y los cadillacs Vicentico y Flavio, entre otros, compartieron estudios con el Carpo y se ganaron un lugar en la foto.
Si bien los últimos años lo llevaron a lugares que podrían haber puesto en duda su condición de duro -.como sus coqueteos con el menemismo, su recordada participación actoral en “Carola Casini” junto a Araceli González, o su aparición, la semana pasada en Estados Unidos, junto a la conejita rockera de Playboy– la figura de Pappo se apoya en un recorrido rocker pétreo: Los Gatos, Los Abuelos de la Nada primera versión, Pappo’s Blues y Riff, por no hablar de su status de emblema del rock tuerca y de su estirpe de ganador nato con las mujeres. En realidad, Pappo no sólo es indiscutible sino que además –seguramente– cualquier discusión le debe importar un carajo.

 

Omar Mollo y MAM, de los 70 al siglo XXI

Sobreviviente

El lugar de Omar Mollo como miembro de la banda MAM es, al mismo tiempo, pasado y presente. En los 70, junto a su ahora célebre hermano Ricardo, Omar integró el proyecto Mente, Alma y Materia –el significado de la sigla–, y esos principios entre existenciales y humanistas son los que el guitarrista señala como ejes del sonido y la esencia de este rock. “Es fundamental reunir condiciones musicales pero también humanas para encender esa luz”, reflexiona Omar. “El sonido de los 70 era grosso; salía de la mano, de la púa, de la actitud; era una cuestión mística”. A pesar de no haber llegado al disco durante su primera vida, en los 70, MAM –que también tuvo a Diego Arnedo en sus filas– supo ganar status de banda de culto, como para motivar que Luis Alberto Spinetta, al enterarse de que el grupo volvía, a mediados de los 90, dijera: “nos vamos a quedar todos sin laburo”.
La identidad 2.0 de MAM –que en su resurrección volvió como trío, con los veinteañeros Sebastián Villegas en bajo y Catriel Ciavarella en batería, y con Ricardo como productor y en plan “apoyo externo”– intenta recuperar ese sentimiento místico que Omar había perdido durante los doce años que pasó sin ni siquiera acercarse a una guitarra: “Me puse en contacto con violas y equipos, y traté de volver a las fuentes, a lo que en aquella época respetábamos. El sonido limpio del amplificador, sin meterle montones de pedales, por ejemplo. Cuanto más limpio, más pega, es más potente. Si ensuciás mucho el sonido, se vuelve embrollado, sintetizado. Es un error estar más preocupado por la marca del equipo que por aprender más acordes, más tonos. Podría lucir como una visión conservadora, pero el mayor de los Mollo prefiere destacar que el problema está en la dificultad de acceder a ese componente místico-humano. “Tenemos la suerte de que Sebastián y Catriel –a los que veo como un arnedito y un pequeño Federico Gil Solá– aportan sangre moderna, pero con el aplomo de los músicos del 70. Son chicos que creen estar aprendiendo de mí, cuando en realidad yo aprendo de ellos.”

 

Carca ¿heredero?

Defiende y ataca

Paralelamente a su carrera solista, que consta de cuatro discos y más de ocho años, Carca lleva consigo una cierta leyenda de experto en historia del rock argentino. El, si bien recomienda “no creer que todo tiempo pasado fue mejor”, reconoce que “para ser músico hay que saber música, y en los 90 ha proliferado una decadencia moral, una ausencia de educación musical y una falta de respeto absoluta por la música. Han aparecido muchas figuritas de rock que son pura estética, como Turf y Leo García, pero muy pocos verdaderos músicos de rock. Todo bien con la estética y con ponerte plumas en el culo, pero que todo eso sea sólo un lado más de tu show, como hacía Queen. No podés tener una casa con cortinas re-lindas en el living, pero haberte olvidado de construir el baño”.
Carca ha sostenido desde hace años una defensa apasionada y particular de las fuentes del rock argentino. “Hay quienes creen que Charly García inventó el rock nacional, pero él era el Alejandro Sanz de esa época. Quiero decir, antes de ‘Canción para mi muerte’ ya había pasado todo: Pappo, Almendra, Manal, Color Humano... El rock es como una religión antigua, y si querés aprender sobre ella tenés que esquivar un montón de mierda y buscar más atrás que García o Cerati”. ¿Y hoy? “Hay algunas bandas que entienden el rock y defienden su espíritu rebelde, como de atentado”. A saber: “La Renga tiene una actitud muy importante, aunque no me guste como suene. Y Natas me despierta esperanza, son pibes con buena onda, los veo como lo que en su momento era El Otro Yo. En cambio Pez, por ejemplo, se olvida que el rock es también para el público. Son egoístas, tocan en jogging y no ofrecen nada de show. Eso no es virtuosismo, sino dejar que se te escapen algunas aristas del concepto”.

 


Fiestas Vintage

FuentesLas escuelas pesadas del rock argentino de fines de los 60 y primera mitad de los 70 tiene también nuevo eco en seis bandas agrupadas bajo un proyecto bautizado Fiestas Vintage. Ahí están Dragonauta, Sin Ilusiones, CODA, Taura, Stonerwich y el solista Culebra, que anunciando a estas fiestas como “promesas del stoner rock”, invitan a experimentar “sonidos sumamente densos, a veces oscuros, celestiales, hipnóticos y energéticos”. Las bandas, tal vez coincidiendo con las prédicas de Omar Mollo y Carca (ver aparte), anuncian el regreso a “los valores básicos del rock”, y la “vuelta a las fuentes desde lo musical hasta lo humano”.

La primera Fiesta Vintage será el sábado 12 de mayo en Tabaco, Estados Unidos al 200.