“Los Chicos
del Pueblo”, en marcha desde La La Quiaca
Ahí
vienen los pibes
Esta es la
singular experiencia de un movimiento que reúne más de 300 agrupaciones
que trabajan por los niños que no tienen quién los cuide y proteja.
El 7 de mayo, como una forma de mostrarse tal cual son, una bien nutrida
representación arrancará desde el Norte y llegará a Buenos Aires dos
semanas después. Detrás del gesto público se esconde una historia que
merece ser contada.
POR CRISTIAN
VITALE
De La Quiaca
a Buenos Aires. Una larga marcha que el Movimiento Nacional de
los Chicos del Pueblo concretará del 7 al 22 de mayo. Desde
el emblemático pueblo de la provincia de Jujuy partirán
unos 300 hijos de la zona de entre 7 y 15 años en una movida
cuyo mayor objetivo es simbolizar la necesidad y el abandono en el que
muchos niños están sumidos en la Argentina. Marchamos
porque ser niño ya no es un barco de papel, ni una aventura de
pan y chocolate. Porque ser niño pobre tiene su destino: prostitución,
droga, cárcel o ser asesinado en cualquier esquina de la pobreza...
Marchamos porque, en este país, mueren 100 niños por día...,
reza la convocatoria a la que adhieren, entre otros, Adolfo Pérez
Esquivel, Víctor De Gennaro, Daniel Goldman, Luis Farinello,
Daniel Viglietti, Osvaldo Bayer, Teresa Parodi y Joan Manuel Serrat.
Munidos de sus armas de lucha títeres, globos, juguetes,
los Chicos del Pueblo pasarán bailando, cantando y aprendiendo
por Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Frías,
Córdoba, Río Cuarto, Rosario, Villa Constitución,
Tigre y llegarán a Buenos Aires el martes 22 de mayo.
¿Acaso sólo los adultos son protagonistas de la
historia?: No, los niños también están en una etapa
plena de la vida. ¿Acaso las maestras de las escuelas y sus niños
no construyen todos los días una nueva utopía, con su
guardapolvo blanco, su conocimiento, su ternura? La cuestión
es visibilizarnos, vernos, ganar la calle, el matecito de la tarde y
no encerrarnos en un hipermercado. La cosa es volver a ganar un país
para todos, introduce Alberto Morlachetti, algo así como
el papá de esta singular apuesta que nació en 1987.
Morlachetti se había introducido en el oscuro mundo de la infancia
sin techo, cuando, allá por 1974, fundó el hogar Pelota
de Trapo en un rincón perdido de Avellaneda. Y su ilusión,
durante ese camino de 13 años que media entre Pelota de Trapo
y el Movimiento de los Chicos del Pueblo, había sido unificar
todas las experiencias afines en un solo corazón. Ese momento
fantaseado tardó pero llegó: Nos reunimos una noche
de mucho frío, todos arropados en una capilla de Florencio Varela.
Eramos poquitos, dos o tres curitas y yo, tomando unos mates, y proyectando
un futuro mejor para muchos de esos pibes descalzos y desprotegidos.
Así creamos el movimiento. No te exagero, en las primeras marchas
eran más los que cruzaban el semáforo que nosotros. A
veces éramos ocho. Por suerte, después fuimos miles.
Con el tiempo, como explica Alberto, se fueron sumando obras, jardines
maternales y hogares de todo el país, con sus respectivos educadores,
hasta llegar a ser 300 las organizaciones que hoy integran el Movimiento,
entre ellas Che Pibe de Villa Fiorito; Siquem
de Río Cuarto; El Encuentro de Bariloche, la obra
de Carlos Cajade, de La Plata y Fedem, de Mendoza. En total, se asiste
a más o menos 9000 chicos en todo el país. No tenemos
el número exacto de pibes, porque hemos tratado de ser algo inorgánico.
No queremos que nos institucionalicen, porque es una manera de morir,
afirma. El objetivo de esta marcha multicolor es estrechar lazos en
una sociedad en vías de fractura definitiva. El fin de
la marcha es meter en el imaginario de la gente de qué infancia
es destino. Esta es una sociedad que no protege a los niños,
sino que se protege de ellos. Es increíble que, en un país
que es el quinto exportador de cereales del mundo, se mueran 100 chicos
por día por causas relacionadas con la pobreza. Esto es un genocidio,
afirma Morlachetti.
Daniel tiene 28 años y es resultado de la obra. Llegó
al hogar en 1988, cuando tenía 15 y hoy vive en pareja con una
de las chicas que se hizo como él. Tiene rulitos, pinta de pibe
bueno y es uno de los que más acompaña a su papá
en todas las tareas cotidianas. Soy un integrante más de
este hermoso mundo, que me enseñó a entender el porqué
de los derechoshumanos, reconoce. Y alude sobre la sana costumbre
de marchar llevando la buena nueva a cada rincón del país:
Marchamos estando en las marchas, o quedándonos a trabajar
acá. Siempre decimos que los compañeros marchan haciendo
el pan. Sabemos que el país que soñamos se construye a
fuerza de marchas y a fuerza de lo que hacemos todos los días.
La llegada a cada una de las 11 ciudades que planean visitar la imaginan
como una celebración, liderada por un trencito de la alegría
custodiado por murgas, títeres, zancudos, un ómnibus escuela
habrá maestras dictando clase en cada pueblo y un
ómnibus hospital, que representa el derecho a la salud de todos
los niños. A nadie le importa un pito si se mueren más
o menos chicos, si los hospitales tienen más o menos remedios,
si hay más o menos jardines, es la queja general.
Además de trabajo y educación, el Movimiento tiene rock
and roll. Barones del sur, la banda hardcore del Juan Salvador
Gaviota otro de los hogares, es eso. Fueron grupo
soporte de Los Caballeros de la Quema, en La Rockería de Banfield.
Y tocaron una hora para Joan Manuel Serrat. Chau...
dije, este tipo va a pensar que estamos todos re-locos, pero al final
le gustó, ríe Alberto. Más serio, apuesta
al rock como otra de las armas necesarias de los jóvenes: ¿Cómo
puede ser que los ídolos del mundo sean los Bill Gates y los
Soros?, excrecencias humanas que crecen sobre el hambre de los otros.
No se puede pensar un mundo que produce para ganar y no para vivir.
Por eso me parece bien que la juventud los tape con su música
y con sus rituales, que aleje sus virus así. Es lo más
sano contra el horror, ¿qué proponen los Soros y los Gates?:
Guerra y hambre.
Revolución
productiva
Los
chicos y chicas de Pelota de Trapo y Juan Salvador
Gaviota no reciben limosnas. Viven de lo que producen. La
organización cuenta con una panadería y una imprenta
en Avellaneda, y dos granjas en Florencio Varela. Es lo más
parecido a una cooperativa. En la imprenta trabajan 12 personas,
de 8 a 18 horas. Imprimen la revista Tercer Sector, los panfletos
de la CTA y toda la folletería de Avon. Cuentan con un
equipamiento apropiado para considerarse una imprenta respetable,
hay una máquina Heideburg cuatro colores, que imprime 8000
pliegos por hora. Y también tienen reveladora, insoladora
y cromalinera. Dos veces por semana, los operarios se convierten
en profesores y dictan clases de Artes Gráficas para 75
alumnos de la barriada en una sala de estudios ubicada
arriba del taller. En la granja Azul ubicada en Colonia
La Capilla, a 15 kilómetros de la Estación de Florencio
Varela, trabajan unos 30 chicos. El lugar abarca 10 hectáreas
y posee 20 invernaderos. Se siembran hortalizas, zapallitos, tomates,
espinaca y frutillas. Todo lo que es cultivo intensivo. También
producen dulces artesanales. Cuentan con envasadora, caldera y
un tractor. La temática es crecer y soñar
juntos un país distinto y construirlo. Crecer trabajando,
porque el trabajo provee identidad y humanidad. Queremos ser laburantes
del campo, apunta Diego Chichizola, especie de alma mater
de la obra. En la granja también hay cabañas, que
se pueden alquilar como lugar de encuentros, fiestas y convenciones,
con capacidad para dormir 50 personas. También funciona
una escuela primaria que brinda asistencia a los vecinos.
Panipan, la panadería, es otro de las unidades productivas
de los chicos del pueblo. Y es un símbolo, porque está
justo enfrente del Wal Mart de Avellaneda. Cuando vinieron
estos tipos hace 5 años recuerda Diego, intentamos
ver si lográbamos un local, algo, pero la idea de ellos
era exterminar al resto de los negocios chicos que había
alrededor. Salieron con el kilo de pan re-barato para hacernos
desaparecer, provocando una auténtica competencia desleal.
Nos quedaba irnos, o quedarnos y resistir. Preferimos la última
opción y así comenzamos con los servicios de lunch.
La panadería funciona hace 10 años. Hacen pan, factura,
galletitas y glicines. Los mayores son los que entran más
temprano, y a las 5 de la tarde llegan los chicos en edad de escuela
primaria, para hacer sus primera experiencias. Dice Diego: La
cosa es demostrar que los pibes que sólo servían
para meter bala pueden generar cosas muy dignas.
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