La
verdadera historia de la hermandad de los nómadas, de viaje
por los países andinos
EL
CLUB DE LA CARRETERA
No
es necesario completar una ficha de afiliación ni pagar cuota
de nada. Sólo es un estado mental, las ganas de ir donde
el viento te amontone y quedarte, o mover enseguida, o desandar
un camino andado por otros tantos, parte de una invisible legión
con un código tácito de confraternidad. Todo es posible
si vos querés...
TEXTOS
Y FOTOS NACHO ORDOÑEZ
ASOCIACIÓN CULTURAL PLANETA FREAK
Hace
tiempo me di cuenta de que los Países Andinos no son más
que un estado mental, un estado de dejarse llevar, de compartir
con la Pachamama, de acercarse a la cosmovisión, de caminar
entre las comunidades en el tiempo, de entender lo cruel que puede
llegar a ser la historia.
Hay que vivir aquí para intentar entenderlo. Ecuador, Perú
y Bolivia son un laberinto lleno de respuestas en el entorno. Donde
el ayer y el hoy conviven, pero todavía no se comprenden.
Donde todas las imágenes son posibles. Sobre todo las surrealistas.
Un niño vendiendo patas de cerdo en las calurosas calles
de Guayaquil. Una señora indígena vendiendo fetos
de llamas en un mercado de La Paz. Una anciana aymara saliendo de
un templo evangelista en Santa Cruz de la Sierra. Cada mirada es
un universo de significados y cada día un infinito de experiencias.
Tierra de contrastes y extremos, un hueco espaciotemporal
que combina restos de culturas ancestrales con la cruz, el mestizaje,
la idiosincrasia o la hoja de coca. Una tierra muy generosa para
los viajeros quienes desde antaño hasta hoy la eligieron
como vía hacia el aprendizaje, la diversidad y la convivencia.
Todas estas cualidades tan especiales junto con un habla común,
aunque ni mucho menos exclusiva, son lo que ha hecho que este estado
mental atraiga continuamente a los nómadas del tercer milenio.
En la ruta de este paraíso existe una gran hermandad de viajeros
que hacen de su vida un auténtico viaje hacia la eternidad.
Esta es la historia de los que decidieron, muy audazmente, vivir
en todos los rincones del camino andino. Siempre hacia adelante.
¡Camine parcero!
Los
Nómadas del Tercer Milenio y su Hermandad
En los Países Andinos hay tantas rutas como destinos, viajeros
o culturas. Aquí siempre hay movimiento pero, ¿quién
se mueve? ¿Quiénes son los nómadas del tercer
milenio?
Normalmente, el viajero constante empieza a moverse como viajero
temporal, hasta que un día decide no hacer caso de la llamada
del tengo que volver. Es ahí cuando surge su
caminar y si persiste un tiempo, se transforma en nómada.
En ese momento aparece la primera enseñanza. Desprenderse
de las cosas, de la gente conocida y del lugar que te vio nacer.
Cuando encaramos la ruta por los Países Andinos a bordo de
Copacabana (la combi amarilla ecuatoriana en la cual viajamos por
Sudamérica) nunca pensamos que íbamos a encontrar
una hermandad de nómadas tan diversa en el camino. Latinos,
europeos, australianos, norteamericanos, africanos y asiáticos.
Una gran mezcla de rostros y personalidades con un objetivo en común:
el viaje. Escapar de la presión de tener que vivir para toda
la vida en un lugar. Porque, como dicen, piedra que rueda no junta
musgo, pero sí aprendizaje.
Fue en esos tiempos en Montañita cuando el peruano Chakira
nos dijo una clave que nunca olvidaremos: Las manos y la mente
son las armas del nómada. La ruta no es fácil
y constantemente aparecen barreras. Javier y otros viajeros colombianos
siempre dicen: Ponte pilas. Si piensas, pierdes.
Recuerdo que en el Festival de Cultura de Sucre, Bolivia, nos juntamos
un gran número de viajeros. La mayoría vendía
artesanías en la plaza y la mayoría sobrevivió
durante esos días. Sin embargo, un amigo limeño hizo
bastante dinero para seguir viaje porque ofreció conchas
de mar en un país sin océano. En un lugar no se puede
vivir de una cosa y en otro sí. Hay que saber de todo un
poco para poder resolver cualquier situación.
Una vez que tenés armas, explorás cada rincón.
Cuando llegás a un lugar desconocido y caminás con
un paño de artesanías, unos malabares, unos muñecos
de títeres, o unas melodías musicales, instantáneamente
te colocás detrás y no delante. Esto significa que
vas a los lugares a expresar y aofrecer tu trabajo, a poner tu granito
de cultura y de diversión en la gente. Una de las veces que
entramos a la selva ecuatoriana convivimos con una comunidad Quichua
quienes se quedaron asombrados con el didgeridoo, un instrumento
aborigen de Australia. Cortamos cañas, las ahuecamos e hicimos
instrumentos para todos los niños. Aprendieron en horas.
Lo curioso es que durante las siguientes noches, cada uno tocaba
desde su choza ante la inmensidad amazónica. Este hecho hizo
que entráramos en contacto con los nativos como amigos y
no como turistas, y favoreció en el desvelamiento de secretos.
En estas ocasiones es cuando uno se da cuenta de que las armas son
admitidas como trueque de alimentos, bebidas o lo que uno ingenie.
Los nómadas no tiene prisa por llegar a ningún sitio,
disfrutan y profundizan en cada lugar que se les antoja, así
consiguen entender la problemática de cada pueblo, las costumbres
de sus gentes, explorar los rincones históricos más
insólitos o deslumbrar con la flora y la fauna de la naturaleza.
Libertad total de movimiento. Eso es lo que hace separarse y juntarse
cada ciertas temporadas. La comunicación se realiza a través
de Internet o de la propia ruta. Siempre hay algún hermano
que viene bajando, se cruzó con la gente y trae noticias
de los amigos. Como decía Mercedes la española: La
ruta es el Internet del maluco (loco). Casi siempre hay comunicación.
Es difícil perder el rastro, por lo menos mientras se continúa
en la ruta.
En muchas ocasiones, cuando varios viajeros se juntan, surgen fuerzas
y energías para llevar a cabo proyectos muy interesantes,
como el formado por Carlos, Mariú, Karina y otros titiriteros
y malabaristas bautizado Fundación Arte en todas partes,
cuyos integrantes de la Argentina, Brasil, Colombia y otros lugares
viajaron por los países andinos.
Eso es la hermandad. Una familia llena de nombres, artistas, locos
y pensadores que recorren de norte a sur y de este a oeste en busca
de su leyenda personal. La hermandad está formada por malabaristas
como Pancho el Guatemalteco o Mr. Miguelo de España, artesanos
como Lorena La turca de Argentina o Mel de Inglaterra,
revendedores, titiriteros como Carlos de Perú, músicos,
talladores como Héctor de Perú, ceramistas, joyeros
como Hernán de Catamarca, peluqueros como el Chino, cocineros,
reflexólogos como Giorgia de Uruguay y una lista interminable
de artistas que pellizcan un poco de cada arte. Gente sencilla,
tranquila, espontánea y comunitaria. Detrás de cada
espectáculo callejero o detrás de cada paño
artesanal, hay un consejero de la familia. Sólo es cuestión
de comunicarse. Esta hermandad tiene dimensiones descomunales, cada
vez hay más miembros, más humanos que se han dado
cuenta de que en los tiempos de hoy es más saludable disfrutar
la vida como un viaje.
Las enseñanzas y los viajeros de la ruta
andina
La ruta es sabia y además
de enseñar, acompaña al nómada en el aprendizaje.
Los países andinos son muy agradecidos para el viajero e
ideales para aquellos que recién se están adaptando
a la ruta. Allí es fácil cambiar de región
rápidamente y existen muchas formas de moverse. Algunos viajeros,
como Rocío de Medellín, prefieren viajar a dedo o
a través de la red de camioneros. Otros como Jorge El
Pucheta de Monte Grande, eligen el colectivo. Y algunos, como
Patricia de Ecuador, lo hacen en furgoneta. También existen
autobuses con proyectos de circo o como la caravana del calendario
Maya que en estos momentos está en Chile y en la Argentina
preparando su viaje por los países andinos. Todos las formas
tienen sus ventajas y sus inconvenientes. Pablo de Bogotá
una vez tuvo que esperar un día entero entre Uyuni y Potosí
porque el bondi en el que viajaba pinchó tres ruedas y sólo
tenían una de repuesto. O Patricia y sus amigos, que se cayeron
al pantano con la furgoneta, en la frontera de Brasil con Bolivia,
tuvieron que realizar setecientos kilómetros con elmotor
dentro de la combi y fueron ayudados por la FELC (la DEA boliviana).
O los largos días que se han pasado los argentinos Rómulo
y Nico esperando al borde de una carretera a que alguien los llevara.
Pero caminemos por partes, vayamos al origen, a la primera enseñanza.
El nómada viaja por muchas razones, pero la principal es
conocer. Descubrir el ayer y el hoy de cada región. Todo
viajero tiene un recorrido obligatorio por los lugares que habitaron
las antiguas civilizaciones, como una forma de descifrar el presente
a través de la historia, mirarse a uno mismo en lugares como
Machu Picchu y el valle sagrado, el lago Titicaca y Tiahuanako,
Chan-Chan, la ciudad de barro más grande del mundo, pueblos
perdidos en la selva, completan muchos enigmas y resuelven muchas
cuestiones existenciales, además de hacerte más fuerte.
El viajero es curioso y no hay nada como las experiencias enteógenas
como los Hongos, el cactus de Sampedro o la liana Ayahuasca para
aprender más de uno mismo. Las plantas también son
maestras. Lo ideal para estas experiencias es llevarlas a cabo en
lugares naturales como lo hicieron con una poción de Sampedro,
Bastián el francés, Pancho el guatemalteco y otros
viajeros en el Machu Picchu. Subieron desde Aguas Calientes a la
ciudad sagrada. No pregunte cómo, pero consiguieron entrar
en las ruinas antes de la salida del sol. Cuando se hizo de día,
ellos estaban sintiendo algo indescriptible desde el reloj solar
Intihuatana. Un asiento reservado para el espíritu.
El nómada, al haber superado la barrera de la rutina, muchas
veces se muestra inquieto si permanece en lugares en los que no
se siente a gusto. Así, una vez detrás de otra en
busca de pueblecitos tranquilos, medio perdidos y alejados de las
masas como Montañita, Vilcabamba o Misahuallí en Ecuador;
Mancora, Aguas Calientes o Ollantaytambo en Perú; Buenavista,
Coroico, Copacabana o Samaipata en Bolivia. Auténticos huecos
que te pueden atrapar por largas temporadas. Nómadas que
reposan para recuperar energías y curtir los lugares a fondo
y sin prisa. La famosa etapa sedentaria que a veces puede ser muy
peligrosa.
Muchos viajeros se quedaron tan cómodos y encantados en un
rincón que nunca más inician el vuelo. Eso le pasó
al peruano Héctor en Aguas Calientes (Perú), a la
boliviana Charo en Yotala (Bolivia) o a la argentina La Chiflada
en Montañita. Esa es otra de las enseñanzas. La ruta
suele terminar en el paraíso. Y no lo decimos por el católico
sino porque el nómada conoce tantos lugares que si decide
instalarse, lo hace en el lugar donde se ha sentido mejor.
Todo es válido para aprender. Lugares históricos,
sitios para relajarse o las propias ciudades. Las urbes andinas
también tienen sus encantos, aunque la mayoría son
centros de un surrealismo caótico. Gigantes hormigueros humanos
que guardan bastante movimiento cultural y que siempre tienen un
barrio especial. Como Guápulo en Quito o Barranco en Lima.
Ideales para asimilar la mezcla entre lo indígena, lo colonial
y lo occidental, además de aprender en la diversidad como
camino hacia el entendimiento y tolerancia racial. Una vez, estábamos
haciendo malabares en un semáforo de Barranco y aparecieron
unos señores para ofrecernos ir a dar un espectáculo
en ese momento a su discoteca. Aceptamos encantados y cuando estábamos
cambiándonos para actuar apareció una señora
oriental con dos guardaespaldas. Sentía curiosidad por nosotros,
charlamos con ella y cuando se fue, al ver que en ningún
momento la tratamos como a su alteza, nos dijo: Soy la hija
del presidente Fujimori. Esa noche cenamos como auténticos
reyes.
Aunque muchos afirman que los países andinos son prácticamente
una región, lo cierto es que entre ellos se abren las fronteras.
Oslu, colombiano, una vez llegó a última hora de la
tarde a Kasani, frontera Perú-Bolivia y como no le podían
sellar tuvo que pasar la noche allí, a 4 mil metros de altura.
Se le acercó un militar y le dijo que se tenía queresguardar
del frío porque sino se iba a congelar. Metió la mano
en el bolsillo y le dio dinero para que pasase la noche en un hostal.
Es aconsejable visitar los mercados indígenas y observar
detenidamente qué es lo que tiene este lugar que no tiene
el otro. La ruta siempre enseña al nómada a aprovechar
su viaje. Es bueno comprar artesanías en los países
andinos si se viaja al sur del continente o se cruza el charco.
Es una forma de intercambio cultural, al mismo tiempo que fuente
de financiación para seguir viaje. La tagua (marfil vegetal)
o el jade de Ecuador, la cerámica de Cochabamba, Bolivia,
o el Mercado de Santo Domingo en Lima, donde se pueden adquirir
todo tipo de artesanías al por mayor. Y en general, todas
las artesanías de la zona andina y amazónica, así
como piedras semipreciosas. Marcelo el Cordobés,
lleva más de veinte años viajando por el mundo y su
subsistencia se basa en llevar productos que son atractivos a diferentes
países.
Y es que la ruta es la ruta. Tanto en los países andinos,
como en Sudamérica o en el propio planeta y quien sabe si
en toda la galaxia, los nómadas guerreros que conforman la
hermandad siempre están en movimiento. La hermandad es infinita.
En todos los rincones del planeta hay un hermano que abre su puerta
o calienta el puchero. En la ruta nunca falta el calor humano. Así
que, ya sabés. Cuando suena el despertador, no es necesario
levantarse. Cuando salís de vacaciones, no es necesario regresar.
Aunque parezca una utopía, se puede vivir sin depender de
un despertador y sin aguantar a un jefe. Y todos podemos. ¿Qué
te gusta hacer? ¿Dónde querés vivir?
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