ATERCIOPELADOS
Y JUANES: EL ROCK COLOMBIANO NO SE RINDE
Hay
café café
Detrás
de los sicarios y los futbolistas que brillan en la Argentina, Colombia
sigue produciendo buenos discos y consolidando una identidad rockera
singular. Aquí, una de las bandas insignia del pop electrónico latinoamericano
y el nuevo candidato a estrella de Medellín desmienten la mitología
violenta de su patria y relatan sus excursiones en tierra gringa.
POR
ROQUE CASCIERO
Bichos
raros
Aquí
lo único seguro es la muerte, dice el protagonista
de La virgen de los sicarios, la novela del colombiano Fernando
Vallejo llevada al cine por Barbet Schroeder. Tanto en el libro
como en el largometraje, Medellín aparece como una ciudad
infernal, que se desarma bajo la guerra entre carteles, la miseria
y los sueños existenciales de la mayoría de los adolescentes:
armas automáticas y motocicletas.
La realidad colombiana no es así, responde el
bajista y productor Héctor Buitrago (la mitad de Aterciopelados),
con algo de orgullo patriótico herido. Esa película
es como una caricatura de lo que sucedió en un momento en
Colombia; claro que estuvieron los sicarios y todo eso, pero fue
hace tiempo. Sigue habiendo violencia, pero también hay muchas
cosas buenas que tal vez no se conocen tanto. La guerrilla continúa,
pero está fuera de las ciudades, entonces no percibimos tanto
su accionar. Por otra parte, uno se acostumbra a vivir así.
La cantante Andrea Echeverry apoya la visión de su compañero:
Las noticias que llegan desde la Argentina dicen que hay mucha
violencia, pero seguro que tú estás bien cómodo
viviendo ahí, ¿no? Así nos pasa a nosotros.
Hay muchos ambientes diferentes y donde nos movemos no se nota la
violencia. Existe, pero impacta más lo que se ve en la televisión
que lo que a uno le pasa.
La situación política y económica de su país
no será la mejor, pero los Aterciopelados eligieron Bogotá
para darle forma a su último álbum, Gozo poderoso.
El disco se basa en la idea de que la música puede curar,
un concepto que la dupla tomó del chamanismo. Echeverry:
Hicimos dos canciones que hablan sobre el poder de los chamanes,
que provocan distintos estados de ánimo a través de
la música. Pueden llegar a sanar enfermedades a través
de la música. Eso nos pareció importante, sobre todo
para transmitir un mensaje positivo en un momento en el que todo
parece estar mal. Sentimos que debíamos recordarle a la gente
que tiene poderes dentro suyo para cambiar la situación en
la que vive.
Si el disco anterior del dúo, Caribe atómico, mostraba
cierto deslumbramiento por la música electrónica,
Gozo poderoso logra un balance entre esos sonidos, el rock y la
tradición colombiana. Hace tres años, un alcalde
bogotano dictó una ley para que los locales nocturnos cerraran
a la una de la mañana, entonces todo lo que tenía
que ver con shows de rock cayó mucho, recuerda Echeverry.
Lo que sí está muy fuerte es la movida electrónica,
porque apenas apareció esa prohibición, aparecieron
las fiestas ilegales y se multiplicaron los DJs. Gracias a
eso, la cantante y el bajista comenzaron a prestarle más
atención a los Chemical Brothers, Air y Orbital, pero sin
dejar de lado su gusto por Radiohead y la música de su país.
Precisamente la mezcla
de ritmos resultó atractiva para públicos como el
estadounidense: el nuevo álbum ya facturó allí
más de 40 mil copias, ellos están en plena gira (de
hecho, la conversación telefónica con el No fue desde
Miami) y hasta se dieron el gusto de ser los primeros rockeros latinos
en presentarse en Tonight Show, el famoso programa conducido
por Jay Leno. ¿Cómo llegaron a semejante presente?
En principio, por un camino extraño: la filial colombiana
del sello BMG cerró sus puertas, pero la central tenía
a Aterciopelados en la mira y les ofreció un nuevo contrato.
Eso hizo que la prensa norteamericana les prestara más atención.
Las buenas críticas y el boca a boca provocaron el resto.
Al principio, lo del Tonight Show me resultaba
un poco raro, sobre todo por esta cosa gringa de tener que viajar
diez horas para tocar tres minutos, reconoce Echeverry. Era
mucha presión, pero cuando llegamos a Los Angeles todo estuvo
bien. Los gringos son muy profesionales, entonces hicimos pruebas
de sonido hasta que todo estuvo bien, tres pruebas de cámaras...
Además, Leno es muy cálido y la gente lo quiere mucho,
así que fue una experiencia positiva. Aunque los pasos
de Aterciopelados en el norte sean cada vez más firmes, todavía
el idioma es una barrera difícil de traspasar para llegar
al gran público. La cantante lo sabe, pero también
está convencida de que su banda debe llegar a quienes están
abiertos a escuchar electrónica, música alternativa,
world music.... Hay gente que, aunque no entiende de
qué hablan las letras, nos dice que el disco les transmite
una sensación de calidez y que lo ponen cuando necesitan
calmarse o relajarse. Entonces, me parece que el mensaje les llega,
porque ésa era nuestra intención. Pero, ¿no
cree Echeverry que a los gringos les llama la atención
su grupo por el exotismo de venir de un lugar como Colombia? Algo
de eso debe haber, debemos ser unos bichos raros para ellos. Pero
el disco ha de gustarles, porque si no, no seguirían poniéndolo.
Pop Metrallo
Cuando se habla
de Juanes, lo primero que hay que saber es que detrás de
ese nombre no hay una banda sino un solista. Juan Esteban
Aristizábal, nativo de Medellín, es como se
presenta, vía telefónica, este cantante y compositor
cuyas ¡siete! nominaciones a los Grammy latino causaron sorpresa
en el ambiente del rock latino (él dice ser el primer sorprendido).
Pero, aunque Juanes sólo haya publicado un disco, el hombre
tiene una historia en la música: en su país lideró
Ekhymosis, un grupo que llegó a editar cinco álbumes
antes de separarse. Después de la diáspora, Aristizábal
se fue a Los Angeles a buscar oportunidades. Ahí
conoció al productorRey Midas Gustavo Santaolalla,
quien lo cobijó en su sello Surco y produjo el álbum
debut del colombiano.
Fíjate bien tiene influencias rockeras, pero también
del vallenato, la música andina y hasta del pop latino. En
ciertos momentos, Juanes suena como una mezcla entre Enrique Bunbury
y Alejandro Sanz, pero 100% colombian, claro. Mi influencia
viene de la música popular, porque aprendí a tocar
la guitarra con boleros, tangos, rancheras y mucha nueva trova cubana:
Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Vicente Feliú...,
explica el cantante. Más adelante me metí con
la onda de Led Zeppelin, Black Sabbath y Metallica. También
me ha influido mucho el rock en español: Soda Stereo, Fito
Páez, Charly García, un poco de Caifanes... No sé,
creo que mi disco tiene elementos del pop, pero no es un disco de
pop.
En la comunicación se mezcla el ruido de camiones que pasan:
es que Juanes habla desde un celular mientras camina por las calles
de Nueva York, donde la noche anterior tocó como parte del
Watcha Tour (en el que también están los argentinos
Bersuit, El Otro Yo y Los Enanitos Verdes, y los mexicanos Molotov).
Viajar de un lado a otro se convirtió en una rutina para
el cantante, aunque todavía mantiene su residencia en Colombia.
Haber crecido como músico en Medellín ha sido
importante para mí, porque me ha aportado muchas cosas buenas
y también otras muy fuertes. La vida se trata de eso, de
vivir lo bueno y lo malo para poder sentir la diferencia. La ciudad
ha sido mi casa y me ha servido de alimento; es una ciudad de mucho
arrabal, de mucha música popular latinoamericana y, al mismo
tiempo, de mucho rocanrol. Entonces, eso se me ha convertido en
una mezcla rara, alimentada directamente por la calle. Y no es una
calle tan violenta como algunos creen. Hubo una época mala,
con el cartel y todo eso. Pero Colombia es un país tremendo,
con muchas cosas buenas, y la gente vive normal.
Bolívar
tenía razón
En 1995, un grupo de jóvenes colombianos acercó una
petición al Instituto Distrital de Cultura y Turismo: querían
que se realizara en Bogotá un festival gratuito de rock latino.
Siete temporadas después, Rock Al Parque es un evento único
en América latina, que ha llegado a convocar a 200 mil asistentes
durante un fin de semana, siempre con la idea de mezclar algunos
artistas de renombre con otros en ascenso. El año pasado,
la actuación de Manu Chao fue el momento más alto
del festival, que contó con varias presencias argentinas:
Divididos, Pericos y Timmy OTool, enérgico grupo under
que allá fue muy bien recibido. En años anteriores
habían visitado ese escenario los Illya Kuryaki, A.N.I.M.A.L.
y los mexicanos Molotov, Café Tacuba y Control Machete, entre
otros. Hasta aquí, los shows se hicieron en el Parque Simón
Bolívar, donde entran 100 mil personas y en un anfiteatro
en una colina llamado La Media Torta, con capacidad para 15 mil.
Pero este año la Alcaldía Mayor de Bogotá,
organizadora del evento, está intentando ampliar el número
de escenario, de actividades y de días. Entre el 3 y el 12
de noviembre, habrá conciertos, seminarios y paneles en varios
parques públicos de la ciudad.
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