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Jueves 6 de Septiembre de 2001

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JANE’S ADDICTION SE REARMA; FARRELL Y NAVARRO DEBUTAN COMO SOLISTAS

 
¿Cómo se dirá
Aguante en japonés?

Tres bandas de pibes nisei (hijos de japoneses) se reunieron para contar su historia y develar el cierto halo de misterio que, a ojos occidentales, aparentan la música, usos y costumbres de los que llegaron del otro lado del mundo.

TEXTOS CRISTIAN VITALE
FOTOS TAMARA PINCO

Okinawa es una de las 3 mil islas que componen Japón. Ubicada al sur, justo en el límite que separa al país de China e Indonesia, resultó la región más sufrida durante la Segunda Guerra Mundial. Efecto del sitio yanqui, miles de okinawenses emigraron y la mayoría de ellos cayeron en la Argentina. “El lugar de donde vienen nuestros viejos siempre fue pobre. Antes, durante y después de la guerra. Es muy pobre comparado con Tokio. Es el Santiago del Estero de Japón”, grafica Fabio, rocker de sangre nipona nacido en Buenos Aires. “Buenos Aires y Japón tienen varias cosas en común: somos tristes y nostálgicos. Tanto el tango como el folklore okinawense son muy tristes”, completa. Fabio integra Niceta Ryu, una de las bandas que el No reunió en una cumbre de rock nipón–criollo que asoma. Del encuentro también formaron parte Diego y Niko Takara –ambos de Tintoreros, más conocidos por cierto– y Daniel, integrante de la Sedai Band.

Sedai Band

Sedai Band (algo así como Banda Generación) nace de la separación de Jinshu, el grupo que inició la fusión entre rock y folklore de la madre patria. Cantan en japonés y el estilo ondula entre el pop y el punk, con un guiño chic típico de cuna. “Al principio hacíamos covers de temas japoneses de diferentes épocas. Arrancábamos desde los ‘30 y no parábamos hasta el 2000. Pero todos versionados en clave Zeppelin o Purple”, explica Daniel, bajista de la banda, que además cuenta con dos chicas cantantes. “Lo particular es que una de ellas estuvo participando desde los 5 años en festivales de canto que se hacen dentro de la colectividad. Sobresale por su voz.” Sedai Band, por el momento, sólo toca en recitales organizados por la colectividad. La única vez que salieron del ghetto, por ahora, fue para un show en el Centro Cultural San Martín. “La idea es salir de la colectividad y poder hacerles escuchar nuestra música a toda la gente”, desea Daniel.

NISETA RYU

Niseta Ryu también es parte de la diáspora de Jinshu. “La banda se formó gracias al señor Navarro Correa y unos cuantos asaditos –se ríe Fabio–. La idea es hacer la música de Okinawa, de donde vienen nuestros viejos, pero mezclada con folklore okinawense. Pero tres cuarta parte de la banda viene de aprender música haciendo rock, por lo tanto sobresale este estilo”, explica. Un dato singular del grupo es que, pese a su esencia rocker, carece de guitarrista. Fabio toca el bajo, Gustavo la batería, Roberto los teclados y Julio, tipo raro si los hay, el Shamisen. “El lugar de la guitarra lo ocupa el Shamisen, que se afina en forma pentatónica y tiene un sonido muy particular que te permite hacer música sin viola”, informa el bajista. A Niseta también le cuesta salir del ghetto. Pero ya hicieron un show “extramuros”, en una fecha que compartieron con Astrolabio y los ahora–recomendados–por–”Telenoche”, Los Parraleños. “Había más músicos que gente, pero estuvo bueno porque sorprendimos a los que estaban. Era extraño para ellos ver una mezcla loca entre música de Okinawa y rock.”

TINTOREROS

Tintoreros es el buque insignia del pequeño movimiento. Se gestó en 1991 y ya van por su tercer disco, titulado Chas Park (1999). Antes editaron Primate (1996), producido por Flavio Cianciarullo, y Traición (1997), que les abrió las puertas para telonear a Pantera en el Parque Sarmiento. “Ahora nos estamos preocupando más por hacer canciones, haciendo base en la parte melódica y vocal. Queremos que los temas tengan más melodías y no sean tan hardcore como antes. Creo que la banda hoy tiene más matices”, explica Niko Takara (también guitarrista de Simbiosis), que no hace mucho se incorporó al bajo. “Creo que nuestra influencia hoy es Foo Fighters, nos encanta el sonido y las canciones, violentos, emotivos y alegres”, dice. Diego Chinen, el guitarrista, completa: “Estamos conscientes de que, además de ser la banda que tira una propuesta musical, también difunde la cultura de Okinawa”.

De todo un poco

Algo básico es que los hijos no tutean a sus padres. El japonés es muy reservado, habla lo justo y necesario. Es seco, poca onda. En la mesa, durante la comida, no se habla. También es muy machista, muy jodido con las minas. Para hablar de las virtudes, diría que tienen un elevado espíritu de sacrificio y una voluntad de superación a prueba de balas. Detestan el fracaso. Otro dato interesante es la cantidad de whisky o vino que beben al terminar cada jornada laboral. La bebida, para ellos, es un ritual obligado, un relax después de un día agotador. La verdad es que casi todos suelen llegar borrachos a su casa.
BLOPA
Integrante de Tintoreros y responsable, junto a su compañero Diego, de una pequeña agencia periodística que informa de las actividades culturales de la comunidad en la Argentina.

 

Ya no vienen

Los japoneses son un porcentaje mínimo entre los orientales –chinos y coreanos, en su gran mayoría– que caminan las calles porteñas y se han repartido por todo el territorio argentino. El último registro existente indica que, hace 10 años, no había más que 30 mil nipones viviendo en el país. Y se especula que hoy, inclusive, son muchos menos. “A nuestros padres los trajo Perón después de la Segunda Guerra Mundial”, informa Blopa, guitarrista de Tintoreros e hijo de un inmigrante llegado desde Okinawa (ver aparte), luego de los bombardeos estadounidenses sobre la isla. La del padre de Blopa fue la última oleada: “Los que vinieron después lo hicieron con el fin de perseguir mujeres argentinas”, arriesga Diego Chinen, el otro Tintorero hijo de japonés. Otro dato: la cantidad de desaparecidos japoneses durante la última dictadura militar es, más o menos, directamente proporcional a la cantidad total. Felizmente, fueron apenas 14.