DIEGO
ARMANDO MARADO, LA MAS GRANDE ESTRELLA DE ROCK ARGENTINA
Ahora
que llega el momento del “partido homenaje” y que todos vuelven
la mirada sobre el petiso más grande de la historia del fútbol,
es bueno repasar sus diez grandes exitos, frases, modos y conductas
propias del hombre que nos hizo felices, el dueño de todos los excesos,
el talento que fluye, el dueño de la mano de Dios. Diego... suficiente.
PRODUCCION
Y TEXTOS JAVIER AGUIRRE,
PABLO PLOTKIN, ROQUE CASCIERO
Y ESTEBAN PINTOS
La
amenaza a Toresani
El Huevo y el Gallito
100Partido caliente en la Bombonera: es el cuarto regreso
de Diego al fútbol, y juega el dream team xeneize de Bilardo
(Caniggia, Kily González, Navarro Montoya, Fabbri, Márcico,
Mac Allister y el Diez con mechón rubio) frente al aguerrido
Colón, con el arbitraje siempre libre de Pancho Lamolina.
Es octubre del 95. Cani mete una terrible patada, todos protestan,
hay amontonamientos, forcejeos entre el Huevo Toresani y el Diego
y llega la Justicia divina: todos amonestados, pero como Toresani
ya tenía amarilla, lo echan. El Huevo, caliente, declara
en los vestuarios que a él lo echó Maradona. Cuando
el Diez se entera de la acusación, estalla. Es un desafío
público del tipo le tomó la leche al gato,
que formaliza frente a las cámaras de Fútbol
de Primera, con Charly García a su lado: En este
país somos todos guapos. Le digo a Toresani que vivo en Segurola
4310, séptimo piso. No creo que me dure 30 segundos. Toresani
no existe. Le faltó decir que iría a dormir
con los peces. Esa imagen televisada, la versión tyc-mainstream
del que me venga a buscar, rankea alto en la épica
maradoniana.
Los
tiros a la prensa (literalmente)
Polvorita
9El paso
de Diego por Newells duró lo que un caño bien
tirado, y poco después de haberse desvinculado del club rosarino,
en febrero del 94, el Diez estaba bastante caliente. Tan caliente
que casi se quema mal. Celoso de la intimidad, se encerró
en su quinta en Moreno, que enseguida fue rodeada por fotógrafos,
cronistas y fans que buscaban la primera imagen del Diego afterlepra.
Alteradísimo por descubrir a unos camarógrafos subidos
al techo de una camioneta, sobre la que intentaban elevarse para
espiar, el Diez encaró la lucha armada: atrincherado detrás
de un coche, ahuyentó a los hombres de prensa disparándoles
con un rifle de aire comprimido. La decisión gangsteril,
que hirió a cinco periodistas, le costó juicios por
lesiones leves y daños y una merecida reprobación
universal. Pero a esa foto del Diego de trinchera, quién
te la quita, ¿eh?
Años después, Attaque 77 publicó El Francotirador,
una alegoría sobre aquel momento (el mataperiodistas
carga el rifle una vez más).
La
grabación con Calamaro
En bolas y a los gritos
8El alucinado
tiempo de grabación del doble Honestidad brutal meses
y meses sin dormir entre los estudios El Pie y La Diosa Salvaje,
en Villa Urquiza trajo consigo, en medio de la locura, la
presencia del mismísimo Diez. Existe Maradona
(ver recuadro canciones), pero la voz divina en los coros se deja
oír verdaderamente en Hacer el tonto, una ranchera
ala-mexicana compuesta y registrada durante el denominado Fin
de semana perdido (imaginen de qué se trató).
Diego llegó, participó a pleno del happening de excesos
organizado en el estudio y cantó. Cuenta Calamaro que él
grabó aquella canción desnudo, lo mismo que el resto
de sus amigos y asistentes. Días después llegó
Maradona, cartón lleno. Los relatos de aquella larga noche
difieren según el ánimo calamaresco: un día
cuenta que el Diez también dejó su ropa en el suelo,
al otro dice que no. Aunque brinda una explicación contundente:
La verdad es que no me atrevería a desnudarme delante
de Diego. Clarito...
La
puteada a los italianos
Yo contra todos
7Argentina
había dejado fuera del Mundial a Italia, el país organizador,
y los tanos no se la bancaron. Ya habían chiflado el Himno
antes salvo en Nápoles, la segunda patria de Diego
y volvieron a hacerlo ante Alemania, el día de la final.
El 10 les devolvió la atención. Cuando lo enfocó
la cámara, dijo bien clarito: Hijos de puta,
imagen y sonido mudodifundido a todo el planeta vía televisión
y en el estadio Olímpico de Roma por las pantallas de video.
Después, el referí Codesal y aquella historia del
penal a favor de Alemania. El rey lloró. Pero aquel gesto,
el primero, quedó para siempre. Lo hice a propósito,
para que todos se dieran cuenta, dijo en el libro Yo soy el
Diego. No podía creer, no podía aceptar que
hubiera gente que se alegrara con mis derrotas. Pero lo que más
me jodía era que mezclaran a mi país y a mis compañeros.
Por eso dije lo que dije, antes de la final, durante los himnos.
Escribió el periodista Guillermo Quintana en la edición
de Clarín del día siguiente: A veces no da el
ejemplo como debería darlo (y nos duele adivinarle un insulto
por el movimiento de los labios, como ayer durante el Himno).
Perdón?
El
grito de gol contra Grecia
¡Tomá!
69El martes
21 de junio de 1994, Diego volvía a pisar la cancha en un
Mundial. Estaba de nuevo sobre el verde césped
y su sola presencia generaba la ilusión de los hinchas argentinos.
El partido contra Grecia fue fácil desde el comienzo: a los
2 minutos la embocó Bati, que volvió a meterla a los
44. El gran momento, sin embargo, ocurrió a los 14 del segundo
tiempo. Una pared a gran velocidad con Redondo y Caniggia culminó
con un zurdazo de Diego al ángulo derecho del arquero griego,
que voló sólo para salir en la foto. El 10 se fue
para un costado del campo, a gritarle su golazo a una cámara
de televisión, en un gesto único en la historia de
los mundiales. Había tanto de alegría como de revancha
en su rostro. Yo sabía que del otro lado estaban los
ojos de la Tota y sólo pensé en eso. Este gol es para
ellos, dijo después. Tras el partido con Nigeria llegó
el positivo en el control antidoping y a Diego le cortaron
las piernas. Entonces, Bernardo Neustadt (ver Atájense
ésta) armó un compilado de festejos de otros
jugadores y lo comparó con el de Maradona. Una forma de acusarlo
de jugar drogado. Se lo grité a la cámara, sí,
pero no por estar zarpado como dijeron algunos giles, contraatacó
el héroe en Yo soy el Diego. Se lo grité a la cámara
para que todos se enteraran de que había vuelto, de que estaba
ahí. Estaba ahí.
El
casamiento
El hombre llega al Luna
57 de noviembre de 1989:
1100 invitados, 84 mesas, 144 metros cuadrados de pista de baile,
80 chicas en minifalda como comité de bienvenida, 120 mozos,
muchos, pero muchos langostinos, una torta de 150 kilos y el Diego
y la Claudia saliendo a las luces del Luna Park, ahí donde
pelearon Bonavena, Monzón y Gatica, y donde más tarde
brillarían Rodrigo, Morrissey y los Chili Peppers. Eran los
tiempos en que la curva de la vida de Maradona se inclinaba hacia
abajo, cuando ya había pasado lo mejor y todo empezaba a
desmoronarse bajo el peso del desgaste físico, la histeria
y la cocaína. A bordo de un Dodge Brother 37 beige,
descapotable, el matrimonio generó un raid de periodistas,
fanáticos y curiosos durante todo ese martes de primavera
en Buenos Aires. Del registro civil al Sheraton, del Sheraton a
la fiesta (pasando por Güerrin ¡para comer una porción
de muzzarella!), todos querían tocar al novio, al capitán
del Napoli y de la Selección. En las fotos de la juerga se
puede ver al Diego sacudiendo los zapatos, de madrugada, o trepado
hasta la cima de un pastel de más de dos metros y medio de
alto. Asistieron, entre otros, Susana Giménez, Alejandro
Romay, Yuyito González, Carlín Calvo. La bacanal costó
unos 2 millones de dólares. Entre otros regalos, Maradona
recibió un Mercedes Cabriolet y un reloj de diamantes. Así
se hace, maestro.
En
Obras con Los Piojos
La noche soñada
4Dicen
que escapó de un sueño, en casi su mejor gambeta...
Cuando Andrés Ciro escribió la letra de Maradó,
seguramente ni siquiera imaginaba que un día el mismísimo
Diego Armando subiría al escenario de Los Piojos y le agradecería
por la canción ante una multitud. Pero sucedió. Dos
veces. El 8 y el 9 de mayo de 1999, el 10 provocó el delirio
de los piojosos que llenaban Obras. El cantante de la banda, además,
recibió como obsequio el último par de botines que
usó Maradona en su carrera profesional. Otra historia: el
domingo jugaban Boca-River en la Bombonera (ganó Boca 2-1)
y Andrés vio el partido desde el palco de Maradona. Desde
allí se fueron hacia Obras, esta vez con un regalo para la
gente: pelotas de fútbol con las que Diego jugó un
buen rato durante su canción. La admiración
de la gente va más allá del Mundial de México,
de todo. Lo quieren, lo queremos porque Diego es el chico que se
niega a pertenecer al mundo careta de los adultos. Es un tipo que
se puede equivocar de tan espontáneo que es. Y que no se
banca la careteada, la formalidad, el poder, porque los conoce bien
de adentro. Cuando conocés todo eso de adentro, es mucho
más difícil pelear, le dijo entonces Andrés
Ciro al No. Tenía (tiene) razón.
El Che, Fidel, Cuba
Comandante Diego
3La
primera reunión entre Diego y Fidel ocurrió el martes
28 de julio de 1987, casi a medianoche, mucho antes que los Manic
Street Preachers pisaran La Habana. En el despacho de Castro, frente
a la Plaza de la Revolución, el capitán y el Comandante
hablaron de cómo patear penales, las posibilidades del fútbol
cubano, la vida en Nápoles. Fidel le regaló una gorra
verde oliva autografiada, y comieron algunas ostras. Yo me
bajé cinco copas y él se puso a hablar de cocina con
la Tota, recuerda Maradona en Yo soy el Diego. Volvieron a
encontrarse en la Navidad del 94. Ya entré al
Consejo del Estado como a mi casa, me estaba esperando, contaría
orgulloso. Entonces recibió otra gorra y él le regaló
una camiseta firmada, que terminó en el museo del deporte
cubano. Maradona, que suele referirse a Dios como el Barba,
encontró una especie de mesías a imagen y semejanza
en este otro Barba, tal vez el único ser humano del mundo
al que le rinde pleitesía, frente al que se siente inferior.
En el último tiempo, Diego se tatuó al Che Guevara
en el brazo, lo proclamó el gran prócer argentino
y se refugió en Cuba para desintoxicarse cuando su corazón
estuvo a punto de estallar. Fumando habanos, alejado del asedio
mediático, haciendo la que quiere, mirando de reojo a los
muñecos de enfrente (Estados Unidos), y agregó
a su lista de tatuajes el rostro de Fidel. En la zurda, por supuesto.
La
mano de Dios
El vivo
2Nunca un
episodio debió apelar tantas veces al dudoso mérito
de la picardía criolla para justificarse. Argentina e Inglaterra
están cero a cero en el Mundial 86, Diego elude a tres
rivales, tira una pared con Valdano (me devolvió un
adoquín, recordaría después), la pelota
vuela hacia el centro del área y allí el Diez salta
a dividir con el arquero inglés y... Para los hinchas de
fútbol más venenosos, éste es el Gran Gol de
Maradona, porque representa el summum de la mojada de oreja al rival
histórico. Responde a esa máxima de tribuna que asegura
que la mejor manera de ganar un clásico es medio a
cero, con un gol hecho con la mano en el último minuto.
Aquel cortito de zurda, que se amparó en la coartada perfecta
del brazo derecho elevándose más tarde un verdadero
cazabobos, o mejor, un caza-árbitros es la encarnación
de esa forma ratona de triunfo. Pero, quizás, la explicación
de la jugada post-partido en boca de Diego (fue la mano de
Dios) quizás sea todavía más grande que
el gol, una mezcla perfecta de su megalomanía y su chamuyo
de potrero. Los ingleses todavía se quejan. Allá ellos.
El segundo gol a los ingleses
Dios gambetee a la Reina
1¿Saben
qué quería hacer yo con ese gol? Quería poner
toda la secuencia de fotos bien grandes encima de la cabecera de
la cama... Le agregaba una foto de Dalmita (en aquel tiempo todavía
no había nacido Giannina) y le metía una inscripción
abajo: Lo mejor de mi vida. Nada más. Lo habrás
visto un par de cientos de veces, al menos, pero, ¿serías
capaz de desviar la vista de un televisor que está reproduciendo
ese gol, esa jugada? Imposible. Sería como taparte los oídos
al escuchar Help, Rapsodia bohemia o Regtest.
Siempre está bien una vez más, siempre te detenés
en detalles que no habías percibido, la reacción de
un plateísta o la manera en que Diego mira de reojo a Valdano
mientras desparrama camisetas blancas y acelera como suspendido
a veinte centímetros del pasto. Todo empieza con un pase
corto de Héctor Enrique en mitad de cancha (con el
pase que le di, si no lo hacía, era para matarlo, bromearía
después el Negro), una pirueta alucinante de Maradona para
deshacerse de Beardsley y Reid, y después lo que todos sabemos.
Si lo cuenta algún pariente mío, siempre aparece
un inglés más; si lo cuenta Coppola, Bilardo me había
dado la noche libre el día anterior y yo volví para
el partido, al mediodía, cuenta el autor. Como sea,
puede decirse que la tarde del 22 de junio de 1986, con los dioses
aztecas gravitando a la par del smog del Distrito Federal, Diego
Armando Maradona se ganó definitivamente un lugar entre los
inmortales.
PARA
ENTENDER A DIEGO
Expresiones
y usos
Cabeza de termo.
Expresión ofensiva, imprecisa, aplicable a cualquiera
de los que figuran en la lista de enemigos incluida en esta
producción. Más respetuosa que la censurable
cabeza de poronga.
Le tomó la leche al gato. Exquisita y gangsteril. Una
traducción posible sería: se metió con
la persona equivocada (el intocable suele ser él mismo).
Se le escapó la tortuga. Cometer una estupidez, dormir,
una versión fortificada del espontáneo mandó
o hizo cualquiera.
Me cortaron las piernas. Declaración histórica
formulada por El 10 luego de que el doping diera positivo
en el Mundial de Estados Unidos 94 y la FIFA resolviera
dejarlo afuera. Una adaptación específica del
giro poético cortar las alas.
Más solo que KungFu. Modo en que Diego supo definir
su situación en ciertos momentos de adversidad. Revela
su instintivo apego a la cultura pop de los 70.
¡Encima es arquero! Dato que esgrime para descalificar
a ciertos adversarios, como por ejemplo el papa Juan Pablo
II. Habida cuenta de su oscura posición en el terreno
de juego, queda fuera de toda discusión.
Meábamos por el culo. Metáfora hardcore con
que Diego describió la situación intestinal
de los jugadores de la Selección Argentina antes de
México 86, cuando Passarella en confuso
episodio quedó afuera por una presunta diarrea.
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