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Jueves 15 de Noviembre de 2001

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PALO PANDOLFO VUELVE CON NUEVAS CANCIONES Y EL ESPIRITANGO INTACTO

Es rock, después de todo

En estos días aparece su primer disco solista, por un sello pequeño y sin grandes aspavientos de promoción. No tiene por qué utilizarlos: su obra con Don Cornelio y Los Visitantes basta y sobra para ubicarlo bien arriba. El hombre que hoy vive su existencia en el Oeste del Gran Buenos Aires, parece más allá de eso: vuelve con canciones y cosas, muchas cosas para decir.

POR PABLO PLOTKIN

A un par de metros del fin del asfalto, cerca del Acceso Oeste y lejos de todo, Palo Pandolfo sale al sol y celebra el brote de las primeras flores de un jacarandá. Ahí está uno de los mejores compositores del rock argentino de los últimos veinte años, en shorts y zapatos negros, diciendo que probablemente sea tiempo de sacarle el moho a esa pileta. Es una zona de ranchos, caballos desmelenados y pibes descalzos, una barriada de Paso del Rey donde se levanta la casa de la pareja Pandolfo-Coen y el pelotero artesanal de su única hija, Anahí, que hoy tiene dos años. El rockero atormentado que en los ‘80 prometía tomar el Infierno por asalto, el poeta de los basurales y las plazas mal iluminadas, vive hoy sus días de gloria espiritual y exclusión de mercado. “Me siento más un pibe de la calle que una estrella de rock”, asegura, entrándole a una soberbia tarta de frutillas que cocinó su suegra. “Me estoy haciendo más de abajo que nunca. Y es buenísimo, porque la poesía nunca es plata. ¿Van Gogh hubiera pintado así de haber tenido un buen empleo en el banco? El sacrificio, la lucha, la entrega, potencian el hecho creativo. Es duro lo que digo, pero es así.”
El asunto es que luego de poner en punto muerto a Los Visitantes, decidido a lanzarse de una vez por todas como solista, Palo se dio cuenta de que no sería tan fácil como lo había planeado. “Creía que me lloverían contratos, que iba a firmar con los ojos cerrados”, admite. “Y nada: de golpe me encontré con que los capitales extranjeros se habían retirado. Iba a tener que empezar de nuevo. La nena nació en septiembre del ‘99 y dos meses después debuté como solista. Fue la lucha de un padre novato con su oficio de veinte años. Yo tenía un poquitito de plata ahorrada que se me fue acabando. Me quedé sin nada, viviendo al día, con el disco a cuestas, peleándolo. Debo decir que todo lo viví con mucha alegría. La nena es una inspiración total, no te da lugar al bajón. Chocás con ella y directamente te ilumina. Hacemos sacrificios: no nos vamos de vacaciones, tomo colectivos, ando con lo justo, cargo los equipos, pero de alguna manera de todo eso saco fuerza, mucha energía.”
A través de los sueños, entonces, el debut solista de Palo Pandolfo, es una producción independiente a cargo de un sello mínimo, ABD Records, que distribuye el material a bordo de una Fiorino. El autor se enorgullece del espíritu proletario de la obra, a la vez que reconoce que el disco tiene un carácter mucho más rockero del que había imaginado al comienzo de la historia. “Yo venía perfilándome mucho para el lado de la música rioplatense, y en un momento pintó la idea de hacer un disco de tango”, cuenta. “Pero un amigo mío, Rick Anna, me abrió los ojos al decirme: ‘Vos no tenés que hacer un disco de tango, tenés que hacer un disco de Palo’. Tenía razón. No quería forzar ese resultado. No todavía. Son muchos años de carrera en el rock and roll. Dejar a Los Visitantes en stand by fue una actitud anti-rockera, así que no quería hacer un disco elitista, ponerme en el lugar del artista que ya está de vuelta. Quería que fuera el principio de una carrera solista y a la vez una especie de homenaje a mi pasado y a la gente que me apoyó siempre. No quería hacer un cambio estilístico abrupto, retirarme del rock. Porque yo no estoy de vuelta de nada: estoy yendo y descubriendo lo que pasa. Quería que este disco fuera como el cierre de una etapa. Soy rock, después de todo.”
Acuerdo histórico: el padre campechano asimila su naturaleza eléctrica, distorsionada, aun desde su bucólica posición geográfica, justo frente a la residencia de Peteco Carabajal, otro lobo estepario. ¿Cómo era esa frase de Fatboy Slim? Ah, algo así: podés sacar al chico de la calle, pero no podés sacar la calle del chico. “Yo siempre hablo de lo mismo”, revela Pandolfo. “En Patria o Muerte (segundo y tortuoso disco de Don Cornelio y La Zona) hablaba de lo mismo que hablo ahora. En Patria o Muerte la respuesta es muerte. Siempre estoy hablando de lo espiritual. Lo que pasaque cuando me puse a escribir estas canciones, me propuse no dejarme llevar por la catarsis y la confesión. No quería hacer un disco de confesiones de la madrugada, un disco terapéutico. La cosa era bajar en palabras mis ideas, y hasta mi ideología. Me lo propuse muy conscientemente. De hecho me llevó dos semanas escribir la letra de ‘Te quiero llevar’. Esa es una de las cosas que me gustan de este disco, que no fue un vómito. Fue como decir: ‘Ya está, ya hiciste catarsis, estás mejor, te curaste de un par de cosas. Seguís enfermo, pero de lo contrario estarías muerto...’. Así que quería decir lo que siempre pensé y sentí, que básicamente tiene que ver con traer lo invisible a la Tierra, la idea de que no termina todo en esta vida. Hay otras cosas afuera. No me interesa hablar de Dios o no–Dios: estoy hablando de la energía. Nada muere, todo se transforma. Es una ley física.”
A Palo le gusta exponer su ideología, incluso en las canciones, un rasgo no del todo habitual en la comunidad artística de este tiempo, que en muchos casos tiende a relativizar su postura política. “El menemismo fue muy fuerte en ese sentido, ese descreimiento dejó huella en la sociedad. Esa cosa de decir: ‘Y bueno, ¿para qué vamos a seguir luchando si ya está todo vendido, todos los políticos son corruptos...?’. Mi respuesta sería: ahora más que nunca hay que luchar. Si estamos hasta las pelotas, ¿qué vamos a hacer? ¿Hasta dónde vamos a seguir en la decadencia, tomando merca y alcoholizándonos con tetra brick? Después volvés a tu casa, no tenés laburo, tu viejo tampoco, ni nadie. ¿Cómo es la mano? ¿Vamos a seguir cantándole al sexo, a la droga, al rock and roll? Ya está, el sueño terminó. Ahora tenemos que empezar de nuevo, como si estuviéramos en el ‘73. Hay que buscar la solidaridad, el mano a mano, la militancia barrial, la organización y la combatividad. Yo insisto en que soy un pacifista; creo que se puede luchar sin necesariamente empuñar las armas. La Argentina está derrotada, entonces mejor luchemos. Pero seguimos siendo una sociedad racista, desunida. Buenos Aires acapara el poder, el interior sufre, se inunda el campo, las ciudades se pelean entre sí. Hay mucho por hacer, y creo que un cantante popular está para abrir los ojos en esas cuestiones. No por nada estás trabajando en el arte, buscando la luz.”
Palo se sirve un poco de vino tinto y menciona a la cumbia villera. “Es un fenómeno que me agrada. Sobre todo ese tema de Damas Gratis que dice: ‘Este lado del pabellón es nuestro, estamos cansados de represión, esta vez la cárcel es nuestra...’”, cita. “Para mí, decir las cosas siempre es mejor que no decirlas. Hay gente que dice que es apología del crimen, de los pibes chorros. Para mí están hablando de su historia, de sus vecinos, de lo que les pasa. Decirlo siempre es liberador, y tal vez sea la manera de empezar a cambiarlo. Es un exorcismo, una catarsis, no una invitación a la delincuencia.” La conversación discurre hacia el rock barrial. Palo parece haber prefigurado ciertos modos del subgénero, cuando en los ‘80 expresó la frustración de la clase media argentina en formato “rock suicida”. “Debo decir que cuando escucho eso de (pone voz de Chizzo) ‘harto de pensar, que se disputan el poder y la gloria...’ en vivo, de La Renga, me sacude, me pega bien. Cuando pasan los discos por la radio, digo: ‘Bueno, qué sé yo, Spinetta hace mejor rock’n’roll’. Pescado Rabioso es mejor que todo. Creo que el rock barrial de alguna manera expresa la rabia, la frustración y la decadencia. De ellos y de la cumbia villera, que creo que son dos movimientos en un punto análogos, ahora se puede esperar que propongan una alternativa de vida. Ya me dijiste lo hecho mierda que estamos. De hecho, yo ya te lo estaba diciendo en el ‘88: ‘¿Dónde puedo tirarme a la basura?’. Yo pasé por el rock barrial, hice rock barrial antes que el rock barrial existiera. Perdón, pero es así. Igual antes estaba Sumo, mejor todavía. Inspirados en ellos y en Joy Division, en Patria o Muerte nosotros hacíamos ese rock suicida, donde está todo mal, no nos importa nada y vamos a emborracharnos hasta morir.Pero la idea es que eso te sirva como catarsis para salir a una respuesta. Eso es lo que espero de la cumbia villera y del rock barrial. Yo soy un pibe de la clase trabajadora: mi viejo trabajaba en una fábrica de San Martín, y mi mamá era maestra de adultos en una escuela de Lugano. En el ‘81 me compraron mi primera guitarra con un esfuerzo terrible, una Ibañez que todavía conservo. Me crié en la calle: jugaba al fútbol en Flores de esquina a esquina. Entre Don Cornelio y Los Visitantes me puse a laburar: he laburado de cadete, como operario en una fábrica en Pompeya; vendí sánguches en la calle durante un año. Entonces sé lo que es la calle. Y amo la calle, amo esa cultura. Por eso me doy el lujo de decirlo: ahora quiero que el rock barrial y la cumbia villera me den una alternativa. Se los pido como pibe de la calle. Nunca me subí al caballito de la estrella de rock. Ni siquiera cuando Universal me puso un montón de guita en la mesa. Fui y me compré una botella de champagne...”
El hecho de que Pandolfo esté por estos días lejos del centro y de la MTV, como el perfecto cazador oculto del rock nacional, no es sólo un designio de la suerte. “Soy un pibe combativo. Estoy en contra del poder. El poder acá es para cagarlo a trompadas. Lo que quiero es reivindicar mi trabajo y mi oficio. Hace unos 22 años que laburo en esto, y hay algo que pienso desde que tengo doce años, algo que piensa mucha gente: no puedo ser feliz en una sociedad de infelices. Yo no tengo auto ni nada, pero ponele que tuviera un Honda Civic, o lo que carajo sea. Paso por abajo de la General Paz y vienen tres pibes hechos mierda a limpiarme el parabrisas. A mí eso me baja la onda. Yo no puedo ser feliz en medio del hambre, de la marginalidad, de la gente que vive del vicio, de sindicalistas totalmente corruptos, de políticos enfermos. La felicidad no es eso. Somos animales de sociedad. Una vez me lo dijo Arnedo: ‘Uno se refleja en el otro’. Claro: el otro sos vos. Si el otro está hecho concha, te hace concha a vos. Eso es lo que no pueden entender las malditas alimañas del poder: si yo tengo mi country y me encierro ahí, con la seguridad en la puerta, entonces estoy tranquilo... ¿Eso es la felicidad? ¿Ese futuro le vas a dar a tu hijo? Eso me da vergüenza. Yo quiero la calle, quiero la libertad.”
Nieto de un italiano anarquista, Palo sueña con una descendencia mestiza. “Quiero tener nietos café con leche. Quiero que mi nena algún día se case con un negro. Soy la antítesis de la maldita oligarquía: quiero negros en mi familia. Ellos tienen cinco mil, diez mil años en estas tierras, y son los que saben del espíritu de las cosas. Chaco, un vecino mío que tiene 18 años, se crió en Corrientes y fabrica bombos legüeros. Te puede decir: ‘Este árbol es músico; este árbol no es músico. Si cae este árbol, hacemos leña, o un mueble; con este otro hacemos un bombo. Sabe cosas que nosotros ignoramos. Yo le pregunto cuál es la hierba que le va a curar la oreja al perro. Eso es América. Todos los humanos somos una especie muy intuitiva, pero a través de la Inquisición y de siglos de flagelo hemos negado nuestra potencia espiritual. No hay revolución posible si no cambiás vos adentro. Eso lo dijo Leonel Rugama Rugama, uno de los mártires del Sandinismo. Lo mataron en el ‘70, más o menos. Tenía 19 años. Lo reventaron entre 500. Eran tres adolescentes contra un ejército de tanquetas y aviones. ‘Que se rinda tu madre’, les dijo Rugama. Es una frase famosa, que se pinta en todas las paredes, y de sólo pronunciarla se me paran los pelos. Rugama se había desprendido de todas las cosas materiales; iba sólo con un periódico en el que escondía la nueve milímetros. Y hablaba de la revolución interior.”
Pero Palo, como dijo, no cree en la lucha armada. “La violencia es de mal gusto”, pronuncia. “Lo digo así porque creo que la estética y la ética están íntimamente relacionadas. Yo no soy tan heavy en filosofía, pero, ¿qué es primero, la estética o la ética? Es una gran pregunta, y yo me la hago. No concibo una ética de la fealdad. Sí, a mí también me gustacolgarme alfileres de gancho de la ropa, pero ahora estoy en un período de praxis pura. Ya no se puede perder tiempo ni energía. Hay que ir al grano. Eso es lo que me propuse en este disco: decí lo que tengas que decir, porque te vas a morir y vas a seguir preguntándote: ‘¿Dónde puedo tirarme a la basura?’, o diciendo: ‘Que se abra Buenos Aires’. Me gusta ese tema, pero lo puteo de onda. Si algo tengo es autocrítica. Por eso sufro mucho evaluando las grabaciones. Por ahí lo escucho con un íntimo amigo que trabaja en Pachá, que está todo el tiempo con el trance, que me encanta, y me digo: ‘Qué disco flojo, es horrible, es retrógrado’. Después lo escucho con un folklorista y me produce una sensación completamente distinta, me parece demasiado zarpado.”
Palo empezó a tomarle el gusto al tecno. Fue a bailar a Niceto (con DJ Javier Bússola, con el que tal vez funde una pequeña asociación) y al Divino. Cuenta que entre la poca música nueva que consume figura el disco de Hernán Cattáneo y la FM 95.1: Metrodance. “Bueno, desde Don Cornelio me interesan las máquinas, aunque con Los Visitantes lo exploté más. Todo ‘Carne nueva’ es programación, y ‘Pájaro vuela’, de Espiritango, también. Ya me voy a comprar una computadora y voy a sacar mi disco de marcha, pero con otro nombre. Me gusta mucho bailar.”
“En Don Cornelio fue un poco malo ese quiebre estilístico”, dice Palo, dispuesto a señalar los malos pasos de sus dos grupos. “Por más que Patria o Muerte sea un disco brillante, franco, creo que fue muy abortista. El arte es así, se nos escapó de las manos. Queríamos hacer un disco de choque, de reviente, de la puta que los parió a todos. Realmente el éxito nos dio asco en ese momento, nos parecía que todo el rock era careta, pero se nos fue de las manos. Creo que fue demasiado. Y de Los Visitantes... Me hubiera gustado que terminara de otra manera. Yo creía que este impasse iba a ser sanador, curativo, estimulante. Que íbamos a recuperar la amistad que a través de los años se había desgastado por tanta lucha, tantas discusiones, tantos enojos porque yo me emborrachaba. Pensé que al dejar de laburar juntos íbamos a recuperar la amistad. Y no. Eso para mí fue muy duro, y lo sigue siendo. Ellos salieron a decir cosas, cuando yo concebía francamente otra salida: paremos esta máquina, comamos asados, seamos amigos... Yo los quiero mucho. Me hubiera gustado hacer una gran despedida en Cemento, a fin del ‘99, llorando y abrazándonos, emborrachándonos. Y no: no nos hablamos más. Melingo una vez me dijo algo muy fuerte: ‘He perdido tantos amigos en este trabajo’. Es terrible, porque me pasó. No me lo esperaba, pero me pasó. Ellos se sintieron abandonados, no me creyeron que yo quería volver. Mi idea era genial: paramos dos años, no tocamos, no hacemos nada, cada uno se abre a nuevas experiencias, y nos reencontramos como Los Visitantes directamente en un estudio de grabación, y ahí componemos un disco de zapadas furiosas, sin ensayos. Artísticamente era una idea genial.”
Palo asegura que Los Visitantes no era el grupo de un solo hombre. “Está bien, yo era el compositor, pero el bajista era el bajista y además era mi socio y el guía espiritual. El baterista era el amoroso, el que tenía el corazón gigante. Karina era el duende que bailaba. Horacio es el psicólogo. Alejandro, que entró después... Cada uno tenía un rol. El sonido y el espíritu eran el de un grupo. Por más que yo sea el que daba la cara, el que daba las notas, aunque yo siempre intentaba que estuviéramos todos en las notas. Es más: yo creí que con el parate también les estaba sacando la presión de tener un maldito líder. Las bandas que se sustentan tienen un eje basado en dos personas: Jagger-Richards, The Edge-Bono, Mollo-Arnedo, Beilinson-Solari. Uno pone el arte poético, el otro trabaja más en la música. Es cierto: en Los Visitantes yo me hice un poco cargo de letra y música. Por eso ahora me resulta mucho más sano presentarme como solista, aunque en realidad estoy formando un grupo.” Dana, una ovejero alemán que parece harta de todo, mete el hocico en la casa y sale antes de que Palo llegue a ordenárselo. Trota a reunirse con sus compañeros, moviendo lánguidamente la cola. Bondiola es una especie de pastor inglés graciosamente esquilado por Karina. Es uno de esos perros grises y blancos, muy peludos, que suelen aparecer en las comedias de Hollywood, pero su corte amateur le da un aire de linyera muy particular. La jauría la completan Pepe y Susi, dos perrazos negros que son todo ladridos y excitación. Está cayendo la tarde y la casa empieza a quedar en sombras. “Estoy buscando sacar un tango que sea moderno, contemporáneo, ése es el desafío que me planteo”, confiesa Palo. “El próximo disco me gustaría que fuera de raíz rioplatense. No estoy muy lejos de eso. Ya casi lo tengo. Ultimamente me doy cuenta de que si lo que compongo no tiene ritmo de tango o de milonga, me aburre. El otro día compuse una música que tenía un ritmo tipo country rock. Lo odié, lo odié instantáneamente.”
–Lo descartaste.
–No, le cambié el ritmo. Lo convertí en milonga y empecé a amarlo.

Palo Pandolfo presenta A través de los sueños este sábado a la medianoche en Niceto, Niceto Vega y Humboldt.

COMO ES “A TRAVES DE LOS SUEÑOS”

El exorcista

Palo Pandolfo sigue en el camino de la canción rock rioplatense. Mucho más eléctrico de lo que sugerían sus presentaciones en vivo post-Visitantes, A través de los sueños es una vuelta a las fuentes de los primeros años de los ‘90, aunque sin connotaciones nostálgicas. Concebido casi en simultáneo a su primera hija, el disco tiene algo de incorruptibilidad uterina, de aislamiento amniótico. Luminoso, idealista y espiritual, Palo canoniza a los mártires de la generación desaparecida (“Virgen”), define su propia identidad religiosa, busca la dignidad perdida de la clase trabajadora y traduce al guerrillero mental Lennon de “Mind Games”. “Te quiero llevar”, la primera canción que compuso para el álbum (“ya tengo el disco”, dijo entonces), es una perfecta síntesis pop de su talento compositor: una base casi tanguera durante la estrofa y la explosión eléctrica de un estribillo romántico, eufórico, que si fuera de Los Piojos pronto lo estaría coreando un estadio entero. También se cuela una especie de bossa nova criolla (“Caminos”), una chacarera (“Candelaria”) y un candombe titulado “Todos somos el enviado”. Por consejo de Gaby Vicentico, que aportó algunas ideas de producción durante las primeras sesiones, el candombe finalmente se grabó sin batería. También hay tiempo para los pensamientos tormentosos, como el que abre “Zen Fatal”: “La mañana muere lenta y hermosamente/ Dentro mío, la noche obstinada muerde”. Pero los infalibles exorcistas de Pandolfo –el amor, la naturaleza, la música, la energía– ahora llegan a tiempo para salvarlo. Esa es la diferencia. Paz.