PALO
PANDOLFO VUELVE CON NUEVAS CANCIONES Y EL ESPIRITANGO INTACTO
En estos días aparece
su primer disco solista, por un sello pequeño y sin grandes aspavientos
de promoción. No tiene por qué utilizarlos: su obra con Don Cornelio
y Los Visitantes basta y sobra para ubicarlo bien arriba. El hombre
que hoy vive su existencia en el Oeste del Gran Buenos Aires, parece
más allá de eso: vuelve con canciones y cosas, muchas cosas para
decir.
POR
PABLO PLOTKIN
A un par de metros del
fin del asfalto, cerca del Acceso Oeste y lejos de todo, Palo Pandolfo
sale al sol y celebra el brote de las primeras flores de un jacarandá.
Ahí está uno de los mejores compositores del rock
argentino de los últimos veinte años, en shorts y
zapatos negros, diciendo que probablemente sea tiempo de sacarle
el moho a esa pileta. Es una zona de ranchos, caballos desmelenados
y pibes descalzos, una barriada de Paso del Rey donde se levanta
la casa de la pareja Pandolfo-Coen y el pelotero artesanal de su
única hija, Anahí, que hoy tiene dos años.
El rockero atormentado que en los 80 prometía tomar
el Infierno por asalto, el poeta de los basurales y las plazas mal
iluminadas, vive hoy sus días de gloria espiritual y exclusión
de mercado. Me siento más un pibe de la calle que una
estrella de rock, asegura, entrándole a una soberbia
tarta de frutillas que cocinó su suegra. Me estoy haciendo
más de abajo que nunca. Y es buenísimo, porque la
poesía nunca es plata. ¿Van Gogh hubiera pintado así
de haber tenido un buen empleo en el banco? El sacrificio, la lucha,
la entrega, potencian el hecho creativo. Es duro lo que digo, pero
es así.
El asunto es que luego de poner en punto muerto a Los Visitantes,
decidido a lanzarse de una vez por todas como solista, Palo se dio
cuenta de que no sería tan fácil como lo había
planeado. Creía que me lloverían contratos,
que iba a firmar con los ojos cerrados, admite. Y nada:
de golpe me encontré con que los capitales extranjeros se
habían retirado. Iba a tener que empezar de nuevo. La nena
nació en septiembre del 99 y dos meses después
debuté como solista. Fue la lucha de un padre novato con
su oficio de veinte años. Yo tenía un poquitito de
plata ahorrada que se me fue acabando. Me quedé sin nada,
viviendo al día, con el disco a cuestas, peleándolo.
Debo decir que todo lo viví con mucha alegría. La
nena es una inspiración total, no te da lugar al bajón.
Chocás con ella y directamente te ilumina. Hacemos sacrificios:
no nos vamos de vacaciones, tomo colectivos, ando con lo justo,
cargo los equipos, pero de alguna manera de todo eso saco fuerza,
mucha energía.
A través de los sueños, entonces, el debut solista
de Palo Pandolfo, es una producción independiente a cargo
de un sello mínimo, ABD Records, que distribuye el material
a bordo de una Fiorino. El autor se enorgullece del espíritu
proletario de la obra, a la vez que reconoce que el disco tiene
un carácter mucho más rockero del que había
imaginado al comienzo de la historia. Yo venía perfilándome
mucho para el lado de la música rioplatense, y en un momento
pintó la idea de hacer un disco de tango, cuenta. Pero
un amigo mío, Rick Anna, me abrió los ojos al decirme:
Vos no tenés que hacer un disco de tango, tenés
que hacer un disco de Palo. Tenía razón. No
quería forzar ese resultado. No todavía. Son muchos
años de carrera en el rock and roll. Dejar a Los Visitantes
en stand by fue una actitud anti-rockera, así que no quería
hacer un disco elitista, ponerme en el lugar del artista que ya
está de vuelta. Quería que fuera el principio de una
carrera solista y a la vez una especie de homenaje a mi pasado y
a la gente que me apoyó siempre. No quería hacer un
cambio estilístico abrupto, retirarme del rock. Porque yo
no estoy de vuelta de nada: estoy yendo y descubriendo lo que pasa.
Quería que este disco fuera como el cierre de una etapa.
Soy rock, después de todo.
Acuerdo histórico: el padre campechano asimila su naturaleza
eléctrica, distorsionada, aun desde su bucólica posición
geográfica, justo frente a la residencia de Peteco Carabajal,
otro lobo estepario. ¿Cómo era esa frase de Fatboy
Slim? Ah, algo así: podés sacar al chico de la calle,
pero no podés sacar la calle del chico. Yo siempre
hablo de lo mismo, revela Pandolfo. En Patria o Muerte
(segundo y tortuoso disco de Don Cornelio y La Zona) hablaba de
lo mismo que hablo ahora. En Patria o Muerte la respuesta es muerte.
Siempre estoy hablando de lo espiritual. Lo que pasaque cuando me
puse a escribir estas canciones, me propuse no dejarme llevar por
la catarsis y la confesión. No quería hacer un disco
de confesiones de la madrugada, un disco terapéutico. La
cosa era bajar en palabras mis ideas, y hasta mi ideología.
Me lo propuse muy conscientemente. De hecho me llevó dos
semanas escribir la letra de Te quiero llevar. Esa es
una de las cosas que me gustan de este disco, que no fue un vómito.
Fue como decir: Ya está, ya hiciste catarsis, estás
mejor, te curaste de un par de cosas. Seguís enfermo, pero
de lo contrario estarías muerto.... Así que
quería decir lo que siempre pensé y sentí,
que básicamente tiene que ver con traer lo invisible a la
Tierra, la idea de que no termina todo en esta vida. Hay otras cosas
afuera. No me interesa hablar de Dios o noDios: estoy hablando
de la energía. Nada muere, todo se transforma. Es una ley
física.
A Palo le gusta exponer su ideología, incluso en las canciones,
un rasgo no del todo habitual en la comunidad artística de
este tiempo, que en muchos casos tiende a relativizar su postura
política. El menemismo fue muy fuerte en ese sentido,
ese descreimiento dejó huella en la sociedad. Esa cosa de
decir: Y bueno, ¿para qué vamos a seguir luchando
si ya está todo vendido, todos los políticos son corruptos...?.
Mi respuesta sería: ahora más que nunca hay que luchar.
Si estamos hasta las pelotas, ¿qué vamos a hacer?
¿Hasta dónde vamos a seguir en la decadencia, tomando
merca y alcoholizándonos con tetra brick? Después
volvés a tu casa, no tenés laburo, tu viejo tampoco,
ni nadie. ¿Cómo es la mano? ¿Vamos a seguir
cantándole al sexo, a la droga, al rock and roll? Ya está,
el sueño terminó. Ahora tenemos que empezar de nuevo,
como si estuviéramos en el 73. Hay que buscar la solidaridad,
el mano a mano, la militancia barrial, la organización y
la combatividad. Yo insisto en que soy un pacifista; creo que se
puede luchar sin necesariamente empuñar las armas. La Argentina
está derrotada, entonces mejor luchemos. Pero seguimos siendo
una sociedad racista, desunida. Buenos Aires acapara el poder, el
interior sufre, se inunda el campo, las ciudades se pelean entre
sí. Hay mucho por hacer, y creo que un cantante popular está
para abrir los ojos en esas cuestiones. No por nada estás
trabajando en el arte, buscando la luz.
Palo se sirve un poco de vino tinto y menciona a la cumbia villera.
Es un fenómeno que me agrada. Sobre todo ese tema de
Damas Gratis que dice: Este lado del pabellón es nuestro,
estamos cansados de represión, esta vez la cárcel
es nuestra..., cita. Para mí, decir las
cosas siempre es mejor que no decirlas. Hay gente que dice que es
apología del crimen, de los pibes chorros. Para mí
están hablando de su historia, de sus vecinos, de lo que
les pasa. Decirlo siempre es liberador, y tal vez sea la manera
de empezar a cambiarlo. Es un exorcismo, una catarsis, no una invitación
a la delincuencia. La conversación discurre hacia el
rock barrial. Palo parece haber prefigurado ciertos modos del subgénero,
cuando en los 80 expresó la frustración de la
clase media argentina en formato rock suicida. Debo
decir que cuando escucho eso de (pone voz de Chizzo) harto
de pensar, que se disputan el poder y la gloria... en vivo,
de La Renga, me sacude, me pega bien. Cuando pasan los discos por
la radio, digo: Bueno, qué sé yo, Spinetta hace
mejor rocknroll. Pescado Rabioso es mejor que
todo. Creo que el rock barrial de alguna manera expresa la rabia,
la frustración y la decadencia. De ellos y de la cumbia villera,
que creo que son dos movimientos en un punto análogos, ahora
se puede esperar que propongan una alternativa de vida. Ya me dijiste
lo hecho mierda que estamos. De hecho, yo ya te lo estaba diciendo
en el 88: ¿Dónde puedo tirarme a la basura?.
Yo pasé por el rock barrial, hice rock barrial antes que
el rock barrial existiera. Perdón, pero es así. Igual
antes estaba Sumo, mejor todavía. Inspirados en ellos y en
Joy Division, en Patria o Muerte nosotros hacíamos ese rock
suicida, donde está todo mal, no nos importa nada y vamos
a emborracharnos hasta morir.Pero la idea es que eso te sirva como
catarsis para salir a una respuesta. Eso es lo que espero de la
cumbia villera y del rock barrial. Yo soy un pibe de la clase trabajadora:
mi viejo trabajaba en una fábrica de San Martín, y
mi mamá era maestra de adultos en una escuela de Lugano.
En el 81 me compraron mi primera guitarra con un esfuerzo
terrible, una Ibañez que todavía conservo. Me crié
en la calle: jugaba al fútbol en Flores de esquina a esquina.
Entre Don Cornelio y Los Visitantes me puse a laburar: he laburado
de cadete, como operario en una fábrica en Pompeya; vendí
sánguches en la calle durante un año. Entonces sé
lo que es la calle. Y amo la calle, amo esa cultura. Por eso me
doy el lujo de decirlo: ahora quiero que el rock barrial y la cumbia
villera me den una alternativa. Se los pido como pibe de la calle.
Nunca me subí al caballito de la estrella de rock. Ni siquiera
cuando Universal me puso un montón de guita en la mesa. Fui
y me compré una botella de champagne...
El hecho de que Pandolfo esté por estos días lejos
del centro y de la MTV, como el perfecto cazador oculto del rock
nacional, no es sólo un designio de la suerte. Soy
un pibe combativo. Estoy en contra del poder. El poder acá
es para cagarlo a trompadas. Lo que quiero es reivindicar mi trabajo
y mi oficio. Hace unos 22 años que laburo en esto, y hay
algo que pienso desde que tengo doce años, algo que piensa
mucha gente: no puedo ser feliz en una sociedad de infelices. Yo
no tengo auto ni nada, pero ponele que tuviera un Honda Civic, o
lo que carajo sea. Paso por abajo de la General Paz y vienen tres
pibes hechos mierda a limpiarme el parabrisas. A mí eso me
baja la onda. Yo no puedo ser feliz en medio del hambre, de la marginalidad,
de la gente que vive del vicio, de sindicalistas totalmente corruptos,
de políticos enfermos. La felicidad no es eso. Somos animales
de sociedad. Una vez me lo dijo Arnedo: Uno se refleja en
el otro. Claro: el otro sos vos. Si el otro está hecho
concha, te hace concha a vos. Eso es lo que no pueden entender las
malditas alimañas del poder: si yo tengo mi country y me
encierro ahí, con la seguridad en la puerta, entonces estoy
tranquilo... ¿Eso es la felicidad? ¿Ese futuro le
vas a dar a tu hijo? Eso me da vergüenza. Yo quiero la calle,
quiero la libertad.
Nieto de un italiano anarquista, Palo sueña con una descendencia
mestiza. Quiero tener nietos café con leche. Quiero
que mi nena algún día se case con un negro. Soy la
antítesis de la maldita oligarquía: quiero negros
en mi familia. Ellos tienen cinco mil, diez mil años en estas
tierras, y son los que saben del espíritu de las cosas. Chaco,
un vecino mío que tiene 18 años, se crió en
Corrientes y fabrica bombos legüeros. Te puede decir: Este
árbol es músico; este árbol no es músico.
Si cae este árbol, hacemos leña, o un mueble; con
este otro hacemos un bombo. Sabe cosas que nosotros ignoramos. Yo
le pregunto cuál es la hierba que le va a curar la oreja
al perro. Eso es América. Todos los humanos somos una especie
muy intuitiva, pero a través de la Inquisición y de
siglos de flagelo hemos negado nuestra potencia espiritual. No hay
revolución posible si no cambiás vos adentro. Eso
lo dijo Leonel Rugama Rugama, uno de los mártires del Sandinismo.
Lo mataron en el 70, más o menos. Tenía 19 años.
Lo reventaron entre 500. Eran tres adolescentes contra un ejército
de tanquetas y aviones. Que se rinda tu madre, les dijo
Rugama. Es una frase famosa, que se pinta en todas las paredes,
y de sólo pronunciarla se me paran los pelos. Rugama se había
desprendido de todas las cosas materiales; iba sólo con un
periódico en el que escondía la nueve milímetros.
Y hablaba de la revolución interior.
Pero Palo, como dijo, no cree en la lucha armada. La violencia
es de mal gusto, pronuncia. Lo digo así porque
creo que la estética y la ética están íntimamente
relacionadas. Yo no soy tan heavy en filosofía, pero, ¿qué
es primero, la estética o la ética? Es una gran pregunta,
y yo me la hago. No concibo una ética de la fealdad. Sí,
a mí también me gustacolgarme alfileres de gancho
de la ropa, pero ahora estoy en un período de praxis pura.
Ya no se puede perder tiempo ni energía. Hay que ir al grano.
Eso es lo que me propuse en este disco: decí lo que tengas
que decir, porque te vas a morir y vas a seguir preguntándote:
¿Dónde puedo tirarme a la basura?, o diciendo:
Que se abra Buenos Aires. Me gusta ese tema, pero lo
puteo de onda. Si algo tengo es autocrítica. Por eso sufro
mucho evaluando las grabaciones. Por ahí lo escucho con un
íntimo amigo que trabaja en Pachá, que está
todo el tiempo con el trance, que me encanta, y me digo: Qué
disco flojo, es horrible, es retrógrado. Después
lo escucho con un folklorista y me produce una sensación
completamente distinta, me parece demasiado zarpado.
Palo empezó a tomarle el gusto al tecno. Fue a bailar a Niceto
(con DJ Javier Bússola, con el que tal vez funde una pequeña
asociación) y al Divino. Cuenta que entre la poca música
nueva que consume figura el disco de Hernán Cattáneo
y la FM 95.1: Metrodance. Bueno, desde Don Cornelio me interesan
las máquinas, aunque con Los Visitantes lo exploté
más. Todo Carne nueva es programación,
y Pájaro vuela, de Espiritango, también.
Ya me voy a comprar una computadora y voy a sacar mi disco de marcha,
pero con otro nombre. Me gusta mucho bailar.
En Don Cornelio fue un poco malo ese quiebre estilístico,
dice Palo, dispuesto a señalar los malos pasos de sus dos
grupos. Por más que Patria o Muerte sea un disco brillante,
franco, creo que fue muy abortista. El arte es así, se nos
escapó de las manos. Queríamos hacer un disco de choque,
de reviente, de la puta que los parió a todos. Realmente
el éxito nos dio asco en ese momento, nos parecía
que todo el rock era careta, pero se nos fue de las manos. Creo
que fue demasiado. Y de Los Visitantes... Me hubiera gustado que
terminara de otra manera. Yo creía que este impasse iba a
ser sanador, curativo, estimulante. Que íbamos a recuperar
la amistad que a través de los años se había
desgastado por tanta lucha, tantas discusiones, tantos enojos porque
yo me emborrachaba. Pensé que al dejar de laburar juntos
íbamos a recuperar la amistad. Y no. Eso para mí fue
muy duro, y lo sigue siendo. Ellos salieron a decir cosas, cuando
yo concebía francamente otra salida: paremos esta máquina,
comamos asados, seamos amigos... Yo los quiero mucho. Me hubiera
gustado hacer una gran despedida en Cemento, a fin del 99,
llorando y abrazándonos, emborrachándonos. Y no: no
nos hablamos más. Melingo una vez me dijo algo muy fuerte:
He perdido tantos amigos en este trabajo. Es terrible,
porque me pasó. No me lo esperaba, pero me pasó. Ellos
se sintieron abandonados, no me creyeron que yo quería volver.
Mi idea era genial: paramos dos años, no tocamos, no hacemos
nada, cada uno se abre a nuevas experiencias, y nos reencontramos
como Los Visitantes directamente en un estudio de grabación,
y ahí componemos un disco de zapadas furiosas, sin ensayos.
Artísticamente era una idea genial.
Palo asegura que Los Visitantes no era el grupo de un solo hombre.
Está bien, yo era el compositor, pero el bajista era
el bajista y además era mi socio y el guía espiritual.
El baterista era el amoroso, el que tenía el corazón
gigante. Karina era el duende que bailaba. Horacio es el psicólogo.
Alejandro, que entró después... Cada uno tenía
un rol. El sonido y el espíritu eran el de un grupo. Por
más que yo sea el que daba la cara, el que daba las notas,
aunque yo siempre intentaba que estuviéramos todos en las
notas. Es más: yo creí que con el parate también
les estaba sacando la presión de tener un maldito líder.
Las bandas que se sustentan tienen un eje basado en dos personas:
Jagger-Richards, The Edge-Bono, Mollo-Arnedo, Beilinson-Solari.
Uno pone el arte poético, el otro trabaja más en la
música. Es cierto: en Los Visitantes yo me hice un poco cargo
de letra y música. Por eso ahora me resulta mucho más
sano presentarme como solista, aunque en realidad estoy formando
un grupo. Dana, una ovejero alemán que parece harta
de todo, mete el hocico en la casa y sale antes de que Palo llegue
a ordenárselo. Trota a reunirse con sus compañeros,
moviendo lánguidamente la cola. Bondiola es una especie de
pastor inglés graciosamente esquilado por Karina. Es uno
de esos perros grises y blancos, muy peludos, que suelen aparecer
en las comedias de Hollywood, pero su corte amateur le da un aire
de linyera muy particular. La jauría la completan Pepe y
Susi, dos perrazos negros que son todo ladridos y excitación.
Está cayendo la tarde y la casa empieza a quedar en sombras.
Estoy buscando sacar un tango que sea moderno, contemporáneo,
ése es el desafío que me planteo, confiesa Palo.
El próximo disco me gustaría que fuera de raíz
rioplatense. No estoy muy lejos de eso. Ya casi lo tengo. Ultimamente
me doy cuenta de que si lo que compongo no tiene ritmo de tango
o de milonga, me aburre. El otro día compuse una música
que tenía un ritmo tipo country rock. Lo odié, lo
odié instantáneamente.
Lo descartaste.
No, le cambié el ritmo. Lo convertí en milonga
y empecé a amarlo.
Palo Pandolfo presenta
A través de los sueños este sábado a la medianoche
en Niceto, Niceto Vega y Humboldt.
COMO
ES A TRAVES DE LOS SUEÑOS
El
exorcista
Palo Pandolfo sigue
en el camino de la canción rock rioplatense. Mucho
más
eléctrico de lo que sugerían sus presentaciones
en vivo post-Visitantes, A través de los sueños
es una vuelta a las fuentes de los primeros años de
los 90, aunque sin connotaciones nostálgicas.
Concebido casi en simultáneo a su primera hija, el
disco tiene algo de incorruptibilidad uterina, de aislamiento
amniótico. Luminoso, idealista y espiritual, Palo canoniza
a los mártires de la generación desaparecida
(Virgen), define su propia identidad religiosa,
busca la dignidad perdida de la clase trabajadora y traduce
al guerrillero mental Lennon de Mind Games. Te
quiero llevar, la primera canción que compuso
para el álbum (ya tengo el disco, dijo
entonces), es una perfecta síntesis pop de su talento
compositor: una base casi tanguera durante la estrofa y la
explosión eléctrica de un estribillo romántico,
eufórico, que si fuera de Los Piojos pronto lo estaría
coreando un estadio entero. También se cuela una especie
de bossa nova criolla (Caminos), una chacarera
(Candelaria) y un candombe titulado Todos
somos el enviado. Por consejo de Gaby Vicentico, que
aportó algunas ideas de producción durante las
primeras sesiones, el candombe finalmente se grabó
sin batería. También hay tiempo para los pensamientos
tormentosos, como el que abre Zen Fatal: La
mañana muere lenta y hermosamente/ Dentro mío,
la noche obstinada muerde. Pero los infalibles exorcistas
de Pandolfo el amor, la naturaleza, la música,
la energía ahora llegan a tiempo para salvarlo.
Esa es la diferencia. Paz.
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