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Personajes Juan Carlos Copes recorre su vida

El baile

Aburrido de esperar un homenaje, Juan Carlos Copes decidió festejar por las suyas sus 50 años de carrera y 70 de vida. El resultado es Copes Tango Copes, un espectáculo en el que baila con su hija; homenajea a Gene Kelly, Fred Astaire y Ginger Rogers; revisita las milongas de Palermo, la noche de la calle Lavalle y los años con María Nieves, Troilo, Pugliese y Piazzolla. Lo que él llama toda una vida dedicada a una experiencia en extinción: bailar pegados.

Por Silvina Szperling

Copes Tango Copes. Dos palabras que son, a esta altura, sinónimos. Y que conforman una cadencia tanguera suficientemente significativa como para darle título al espectáculo de autocelebración que el maestro Juan Carlos Copes reestrena el jueves que viene en el porteñísimo Avenida y en algunos teatros de la costa argentina. La persona que completa el rubro, la pareja, la partenaire, la que sale a escena con un vestido de impresionante tajo y aires de diva es Johana Copes. “La que baila es la menor, la que tiene 21, casi 22, la que se me casa mañana”, dice Copes después de un ensayo.
¿Y, qué le pasa a usted con eso?
–Y, nada, se casa... Después de todo, no se casa con otro bailarín. Yo a mi hija la considero una gran profesional. Nos cuesta bailar tangos sentidos, pero hemos desarrollado un método para que la gente nos comprenda. Yo con ella no voy a hacer lo que podría hacer con vos bailando un tango, es decir, dar un sentido real a la sensualidad. Aunque yo creo que los chicos se equivocan: en el tango la sensualidad nunca se demuestra. Una vez que está formada la pareja, ya está: un cheek-to-cheek puede ser, pero demostraciones efusivas nunca existieron en el tango. Yo tengo un slogan desde que bailaba con María Nieves y que últimamente le estuve repitiendo a mi hija: “Acordate que más que el aplauso o que hacer reír o llorar, lo importante es lograr el silencio de la gente. Vos el silencio lo vas a sentir en la piel. Si lograste eso, es que cada uno se olvidó de sus cosas para estar bailando con vos. Es el summum”.
Desde su separación de María Nieves, su compañera original, la que lo acompañó como pareja total primero y luego sólo como pareja artística, Copes no tiene una compañera estable en el escenario, más allá de Johana, con quien se cuida mucho de que los tantos queden claros. “Con María Nieves un segundo antes y uno después de bailar peleábamos como perro y gato, pero en el medio, sabíamos que teníamos que ir a la conquista de ese silencio. Yo estoy convencido de que el tango es un intercambio de energía entre dos de una pareja, pero con mi hija tuvimos durante mucho tiempo como un vidrio entre los dos, una plancha de acero; estábamos juntos, pero separados.
¿Por qué, tenían miedo?
–No, miedo no. Yo no le tengo miedo a mi hija ni ella me lo tiene a mí. Pero con ella tengo que tener mucho cuidado porque, si me llego a equivocar, es doble falta: como maestro y como padre. Y como compañero... como todo, bah. Me es más fácil bailar con ella una milonga, un vals criollo; cuando son tangos sentidos, no nos podemos juntar más, aunque lo sintamos. Nunca una caricia o algo así. No lo admito en los demás, menos lo voy a hacer yo. Pero lo que a mí me preocupa es que una persona pueda pensar en un incesto.
Después de todo es una representación, ¿no?
–Claro, yo con vos no tengo problemas porque vos sos mujer, yo soy hombre y punto. Como en el cuadro que hacemos en el teatro y que es de la película Tango. Son dos parejas que se abren para que bailen los dos hombres juntos y las dos mujeres juntas. Son swingers. Es algo muy común. En el ‘96 había ido a dar clases por Alemania, Suiza, Suecia, Holanda, y me asombré de cómo habían aprendido a bailarlo. Lo están haciendo muy bien. Incluso bailan entre hombres y entre mujeres. Eso para mi generación era inadmisible. Pero yo lo entendí: en el tango se necesitan dos, y en el medio un sentimiento. Si son dos mujeres o dos hombres, ¿qué importa? Lo mismo lo de los swingers: en Estados Unidos y en Alemania hay clases para lesbianas, para gays, para los que les gusta cambiar de pareja, y lo anuncian en todas partes. Para mí está perfecto porque están respetando las reglas fundamentales del tango.
¿Cuáles son esas reglas?
–La esencia de cualquier baile folclórico es acariciar el piso, la tierra, un respeto al lugar donde naciste, no el andar a los saltos, la cosa acrobática. El tango es una cosa muy fundida, cuanto más fundida, mejor: el tango es un cuerpo con cuatro piernas. Por eso las piruetas que uno introduce desde otras disciplinas, del contemporáneo, del clásico, incluso del folclore, se notan enseguida. Todos los bailes folclóricos bailan pegados a la tierra. Salvo los rusos, los caucásicos, que dan esos saltos increíbles y bailan como si estuvieran compitiendo entre ellos.

LOS MUCHACHOS DE ANTES
Encontrarse con Juan Carlos Copes implica internarse en un imaginario que fluctúa permanentemente. Este hombre de mirada franca, sonrisa abierta y manos expresivas, que decidió darse a sí mismo, al cumplir 50 años de carrera y 70 de vida, el homenaje que deberían hacerle otros, se entusiasma tanto con el futuro como con el pasado. “Cuando yo estaba terminando la secundaria Perón creó la carrera de Técnico Superior. Yo no quería ser sólo un obrero calificado, así que me inscribí en esa segunda etapa. Hice cuatro años de día y cuatro de noche. Allí, a los 17 años, fue cuando me hice una barra de amigos con la que iba todos los días de Villa Pueyrredón al centro, que era como ir de acá a París. Entonces me empecé a desarraigar, a dejar el barrio. Los otros muchachos que estudiaban en el industrial venían de muchos barrios. Ya no era el barrio. Ellos me hicieron conocer la noche.
¿Iban a bailar?
–Sí, incluso antes de tener la libreta de enrolamiento (¡cómo soñábamos con la libreta, con cumplir los 18; cuando me la dieron saltaba que parecía Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia!), a los 17, íbamos a un club menos cinco estrellas. Quedaba en Las Heras y Parque Norte. Creo que ahora es República de la India. Ibamos a levantar domésticas (siervas, les decíamos, qué vergüenza). Cuando vi lo que vi, ¡pum! Me pegó en el pecho. Vestían distinto de lo usual y la forma en que bailaban me dejó knockout... Los días que no enganchábamos nada, vivíamos aventuras insólitas: viajar en subte, llegar a la calle Lavalle, los cines llenos de cinéfilos...
¿Le gustaba el cine?
–Lo que me gustaba era la aventura; si me preguntás, me gustaba más Palermo, el Rosedal. Yo siempre digo que viví una época sin rejas; el que tenía rejas tenía plata o lo aparentaba. Hoy vivimos todos enrejados, hasta los parques. Tengo muy lindos recuerdos de esa época, era todo muy romántico, o tal vez lo era yo, no sé... Hace unos años, antes de que arreglaran las plazas, vino una alemana amiga de visita. Yo le dije: “Te voy a llevar a un lugar que no lo vas a poder creer”, y cuando llegamos, era un desastre: los bancos destrozados, el lago que era lodo, el parque parecía un escenario para filmar una película de terror. Y la alemana mira y me dice: “¿Las ruinas de qué?”. Entonces me di cuenta de cómo había pasado el tiempo. Cosas que pertenecieron a una generación ya no existen más.

DE GRAFA AL WAL-MART
En el espectáculo, Copes traza un arco que va de sus épocas como líder de la barra del Club Atlanta y del primer concurso que ganó en el viejo Luna Park allá por el ‘51, a la diáspora a la que lo obligó la invasión del rock y sus derivados, que separaron la hasta entonces monolítica unión física de la pareja de tango en los bailes de salón, y que lo llevó a recorrer toda Latinoamérica hasta llegar a La Meca: Broadway. Allí se dio cuenta de cuánta razón tenía Discépolo cuando decía aquello de “este país tiene que salir de gira”.
“Yo tuve el gran honor de tener en febrero del ‘60, en el Chateau Madrid de Nueva York –un restaurante español cinco estrellas–, a un equipo de lujo: director musical, Astor Piazzolla, y primeros bailarines folclóricos(los primeros que hicieron boleadoras en Estados Unidos), el dúo de Santiago ‘El Chúcaro’ Ayala y Norma Viola.”
En una pantalla al fondo del escenario, desfilan los compinches que, a lo largo de una vida, fueron jalonando los días del bailarín: Pichuco, Pugliese, Ferrer con el tano Piazzolla en una remake de María de Buenos Aires que interpreta sobre el escenario la compañía completa. Antes, el público es invitado a compartir las fuentes de inspiración que motivaron a Copes a dedicarse a la coreografía, como una reacción al cierre de las milongas en los años 50: fragmentos de musicales de Gene Kelly, Fred Astaire y Ginger Rogers. “Si ellos pueden, ¿por qué no yo?”, pensó el bailarín que se convirtió en coreógrafo y transformó al tango en una manifestación escénica. En otra escena, el escenario es transformado en Academia y el maestro da cátedra de tango-danza desnudando secretos y recibiendo a María Graña, quien desgrana una versión inolvidable del tango que las actuales generaciones escuchan como cortina de la telenovela “Betty la fea”: “Se dice de mí”. La Merello espía desde la pantalla con su raya al medio inconmovible. Luego hace un dúo a la Nathalie Cole. El tema: “Mi Buenos Aires querido”. El invitado: Carlos Gardel.
“Mi barrio tenía la fábrica Grafa, su fuente de trabajo, que ya no la tiene, donde ahora está el Wal-Mart. Yo vivo cerca de Showcenter, en Haedo. Tiene muchos cines, tiene de todo, pero, como todos esos lugares, no tiene alma. No creo que ninguno de los chicos que están ahí algún día se acuerden del shopping como yo me acuerdo del Rosedal o de Lavalle. El otro día había una cola como de 3 mil chicos. Me acerqué y me enteré de que Showcenter tomaba personal. Entonces, te imaginás, si necesitan 500 y vienen 3 mil jóvenes, los toman temporarios y después los renuevan. Yo tengo una hija, la mayor, que trabaja dependiendo de esa maldita computadora en un holding de... y sí, de usureros, un holding de usureros, prestan dinero. En las épocas de las fiestas mi hija trabajó de 9 a 21, porque es la época que más plata se pide. Y me decía: ‘¿Vos sabés cómo me putean cuando les rechazo el crédito? Si supieran de la que los estoy salvando...’ Son palabras del 2000, del 2001, ya.”
¿Había malevaje en el barrio cuando usted era chico?
–No. Se ha hecho toda una mitología: que el milonguero era delincuente, cafiolo, alcohólico, que le gustaba el juego clandestino... De drogas no se hablaba nunca en esa época. Y yo sé la razón: la droga no estaba al alcance de la gente que trabajaba y estudiaba y que, con un sueldo de trescientos pesos, hasta tenía una libreta de ahorro. La droga tenía un precio que era para los de doble apellido, los que tenían campos. Como les decíamos nosotros: los Inodoro Bidet. Nosotros teníamos lo justo. En toda mi época de milonguero yo llegué a tener dos uniformes, uno gris y uno azul, a pagar en plazos. Empezar a volar me costó dos años y dos trajes nuevos, porque si no ibas con un traje adecuado no bailabas; lo mismo que pasará hoy en la disco, dependiendo a quién sigas: los Rolling Stone, Ricky Martin, los punk... Pero al tango le quisieron cortar la lengua tantas veces: nos echaron de las milongas, nos cortaron el cabello, nos llevaron presos, hasta que salió el decreto del 50 por ciento de música nacional, en el año ‘52...
Eso se suponía que los beneficiaría...
–Todos pensamos eso. Pero ahí empezaron a invadirnos argentinos que cantaban música extranjera. Lo que primero abrió la pareja fue el twist. Del 60 al 90, fueron tres décadas en que prácticamente no se bailó en pareja en el mundo. La prueba está en que mi hija, cuando volvía de los bailes de 13 años, me contaba que las chicas estaban por acá y los chicos por allá. “Pero, ¿no bailan juntos ni las piezas lentas?”, le preguntaba. “No”, me contestaba. Todo es ruido ensordecedor; todo pasa por el look. Se miran y después se hablan por teléfono, tienen esas conversaciones kilométricas, se quedan en la casa de los padres hasta no sé qué edad...Aunque ahora es difícil hacer planes. Nosotros los hacíamos. Lo que muestro en el espectáculo es absolutamente cierto: yo brindé en el Tabarís y dije: “Hasta Nueva York no paro”. Y así fue. Lo dije el 30 de diciembre del ‘55 y entré en Nueva York en octubre del ‘59.
Allá trabajó con Piazzolla, ¿no?
–Sí, él se vino a México a hacer los arreglos. Por ejemplo, el candombe “Ropa blanca” y la estampa del 900 que hacemos en este espectáculo está todo orquestado por él. Estábamos tan apurados que él orquestaba por un lado y yo copiaba las partituras por el otro. De aquello hay un disco: Copes Argentina Review en el Chateau Madrid - Live. Como si fuera un rockero, ¿viste?

LA UNIVERSIDAD DE LA CALLE
“Lo que pasa es que nosotros no le damos importancia a lo nuestro. Es como esto del blindaje. ¿Quién lo va a pagar? Porque los usureros, si me prestan diez lápices, me quitan dos, es decir, me dan ocho que después tenemos que pagar por diez. Por ejemplo, el candombe. Hay un señor norteamericano de la Universidad de Yale, se llama Thompson. Él está estudiando la incidencia de la música negra en toda América. Así que voy a figurar en su libro, hablando sobre candombe. “¿Cómo fuiste a la Universidad de Stanford, a la de Chicago, y no viniste a Yale?”, me dijo. Así que en abril me lleva para unas clases y me van a entregar una medalla. En Stanford me dieron un diploma como filósofo del tango-danza. (Se sonroja) No pude ni contestar, me reí. Lo valoro, pero no sé si no es una ironía.
¿En qué sentido?
–Y qué sé yo, me suena a broma. Para mí, el tango no tiene maestros. Puede haber instructores, gente que, como yo, enseña en base a la experiencia. Por eso, lo de acusarme de for-export y otras piedras que me han puesto en el camino, no me causa ningún problema.
Hombre agradecido, Copes homenajea sobre las tablas a sus compañeros y maestros, así como reconoce los apoyos que recibe en el presente. Con voz quebrada, admite: “Este espectáculo es una jugada muy grande para mí; yo se lo debo a Alberto Bolos, el productor. Sin él, yo no me hubiera animado. Fijate que no aparezco sólo un cachito al principio y otro al final. A los 70 años, no es fácil. El vestuario es un poco lo que teníamos. El ingenio es de mi señora, que hace todo a mano. Imaginate las miles de lentejuelas que cose para los vestidos... Yo estoy pensando un espectáculo y ella ya está sentada cosiendo”.

COPES 2001
Copes sueña. Mejor dicho, proyecta. Imagina lo que vendrá. “Te voy a dar una primicia: se me ocurrió qué pasaría si pusiera dos o tres televisores en escena, unas computadoras y a todos los bailarines con teléfonos celulares. Voy a armar un argumento con eso. La música será en base a ruidos actuales: ta-tá, pi-pún. Si Leo, el compaginador del espectáculo, puede darle ritmo de tango-milonga, ya nos ponemos a trabajar. Una mujer con un hombre o dos hombres, o todos intercomunicados pero solos. Como es ahora.
¿Y usted va a bailar, o va a cumplir con su anuncio de retiro?
–Y, es difícil resignar el rol de intérprete. Yo a los bailarines les monto absolutamente todos los movimientos, pero cada uno tiene su personalidad, que puede ser beneficiosa o no. Lo que a ellos les falta de las tres décadas de abrazo que yo tengo, es muy difícil transmitirlo.


Copes Tango Copes se presenta de jueves a domingos durante enero y febrero en el Teatro Avenida (Avenida de Mayo 1222). Los martes se presentará en el partido de la Costa y los miércoles en el Teatro Auditorium de Mar del Plata.

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