Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
 




Vale decir


Volver

Música
Los Catupecu Machu antes de tocar con los Chili Peppers 

Pereui pachú soufá

Empezaron como la banda de Villa Luro. Inventan palabras que su público utiliza como estandartes. Convocan por igual a stones, alternativos, heavies, darks, chetos y hippies. Con sólo dos discos se convirtieron en un fenómeno inusitado dentro del rock alternativo. Y como prueba de la plasticidad de su música, primero tocaron con Metallica y el miércoles que viene serán teloneros de los Chili Peppers en Vélez.

 

Por Natalia Fernández Matienzo

Surgidos hace poco más de cinco años de un rincón de Villa Luro, Fernando Ruiz Díaz (voz, guitarras y 32 años), Gabriel Ruiz Díaz (bajo, productor oficial de la banda y 25 años) y Miguel Sosa (batería y 19) parecen haber dejado en el estante la leyenda –inventada por Fernando en el colegio secundario– del bicho centroamericano que se llama Catupecu y es macho. Porque si bien es cierto que la banda nunca alcanzó a ser reconocida con el nombre de este fabuloso integrante de las solitarias faunas monogenéricas, Catupecu Machu tampoco pierde los instintos animales ni la oportunidad de reproducirse. Y para eso, como es sabido, hacen falta por lo menos dos, o un género neutro: machu. Producto de la era de los genes, y de la avidez del público que lo rebautizó hermafrodita, Catupecu sabe agitar bien los suyos y da por resultado unos “Perfectos cromosomas”, identidad incuestionable del nuevo disco Cuentos decapitados y nombre de uno de sus hits.
En la filosofía de cambio de Catupecu entra desde el nombre de Miguel, que ahora firma (sólo en la ficha técnica porque le es imposible en el registro de autoría) como Abril, una contracción artística de los diecinueve abriles que ha vivido y que sus compañeros le recuerdan tal vez por ser el más joven de este grupo de tres generaciones, hasta el formato general de la banda, que inauguró en su estudio hi-fi una instrumentación con teclado y samplers que en algo se aleja de la formación tradicional de guitarra, bajo y batería que mantuvieron hasta Cuentos...
Respondiendo al gastado aforismo “no cambien nunca”, con el que sus fans creen agasajarlos, ellos responden: “Si no cambiamos nos morimos y seremos, además de conformistas, olvidados. No pensamos cambiar la esencia de la banda, pero sí seguir con una renovación sana en el sentido de buscar otras cosas, porque sin cambios no hay crecimiento”.
Acostumbrados como están a entrar pateando la puerta principal –por una cuestión de actitud personal y no por un exceso celebridad, como es evidente–, dicen no haberse sorprendido cuando los Red Hot Chili Peppers los convocaron como teloneros del espectáculo que ofrecerán el próximo 24 de enero en Vélez. “Consideramos que es un buen momento para que esto pase, porque tanto ellos como nosotros estamos en un momento de apertura, con discos que intentan muchos cambios”, dice Fernando, aludiendo al renovado carácter musical del último disco, que también intenta un menor frenetismo en las letras, si no en el mensaje, que sigue fiel a la tradición.
Sin embargo, son pocos los que no se asombran de que este grupo de eternos neonatos, reciente adepto del llamado nü metal, haya alcanzado en tan poco tiempo una oportunidad que tantos ansían. Catupecu empezó con un rock muy sui generis –en el sentido literal de la expresión–, de cadencias extrañas, algunos estribillos frenéticos y tres o cuatro temas híper energizantes que el público acogió como bandera, aunque fuera temporaria. Es que el animalito salvaje, cuando no se comunica con un lenguaje propio, compuesto de aullidos y palabras intraducibles (pereui pachú soufá, en “La Polca”, constituirá un claro ejemplo), lo hace con frases repetidas y en principio carentes de significado alguno (“Ya, ya / elevador / Ya, ya”), pero que los seguidores comprenden como un estandarte de batalla. “Hay personas que nacen para recibir, y otros que tienen que emitir el mensaje. Y nosotros somos buenos emisores”, dice Fernando. “No hace falta decir las cosas con palabras corrientes. De hecho, buena parte del público seguidor de grupos internacionales no comprende el lenguaje extranjero y, sin embargo, sí les llega el mensaje a través de la melodía o de lo que asocian a partir de ella. No hace falta ser explícitos o abundar en palabras para hacerte comprender.”
La filosofía de Catupecu Machu es simple: llevar todo al extremo y hacer cuanto esté al alcance para aprovechar la vida, que es corta. “Y yo te vi que estabas quieto, tocando el arpa hoy. ¡Levantate, no estás muerto! No esperes, ¡dale! Porque ya es tarde y no lo sabés, y no lo hacés, ¡dale!”, reza uno de los hits de Dale!, el primero de sus dos discos. Pero tampoco quieren formar una tribu aislada. Por eso les gusta decir que su público es totalmente heterogéneo; y lo es, en el sentido de que tanto stones, alternativos, heavies, darks, chetos y hippies, tan difíciles de reunir en situaciones homólogas, se hermanan y hacen mosh hasta el desfallecimiento en los shows, bajo la divisa de “¡Catupecu Machu a morir!”. “Nosotros planteamos que hay que hacer las cosas ya, con energía y para pasar un buen rato. Nuestro público, sin embargo, es tranquilo porque no proponemos como positivo estar todo el día hecho mierda, o que si no tomás un tetra o te fumás diez porros antes de entrar no vas a disfrutar el espectáculo. En ese sentido no somos nada demagógicos. Porque es muy fácil seducir a un público de adolescentes con una letra que hable del faso. No es que seamos evangelistas ni predicadores, pero me parece que la idea es otra: aprovechar que tenés la oportunidad de que la gente compra tus discos y va a tus shows para hacer algo que valga la pena, sin repetirte y sin apelar a lo que sabés que está standarizado”, dice Fernando.
Y porque el bicho tropical no se queda quieto un instante, además del próximo show con los Chili Peppers, Catupecu se prepara para otro evento en el recientemente ideado Cosquín Rock, donde tocará junto a Las Pelotas y Los Piojos a principios de febrero. Para que quede bien claro, y mal que le pese al dominio del under que abandonaron vertiginosamente: “Sé que con la misma soga puedo ahorcarme o saltar para otro lado”, canta y repite Fernando, a modo de oda a la constante inconstancia del grupo y tal vez como ejemplo de la sencilla idea de que uno puede triunfar si se lo propone, o morir solito como un catupecu macho.

arriba