Fue
la primera vez que una banda anglosajona de rock tocó en Cuba,
la primera vez que los Manic Street Preachers
pisaron Latinoamérica, la primera vez en su historia que
hicieron un bis y la primera vez que Fidel estuvo en un concierto de
rock. Radar
estuvo, antes, durante y después de un show que los cubanos consideran
que abrirá las puertas de la isla a las grandes bandas del mundo.
Por
Mariana Enríquez, desde La Habana
Cuando
la policía empezó a cortar las calles en los alrededores
del Teatro Karl Marx, la mayoría pensó que se trataba
de una de esas medidas habituales en los recitales en el resto del mundo.
Nadie o muy pocos: los que sabían de su presencia
entendió que las calles alrededor del teatro estaban cortadas
para que Fidel Castro asistiera por primera vez a un concierto de rock.
No era la única primera vez de ese 17 de febrero: fue la primera
vez que una banda anglosajona de rock tocó en Cuba, la primera
vez que los Manic Street Preachers tocaron en Latinoamérica,
y la primera vez en la historia de la banda en que hicieron un bis.
A los músicos se les había avisado que Castro podría
estar allí, pero nadie les dijo que los visitaría en el
camarín antes del concierto. Así que, cuando el Comandante
hizo una de esas entradas sorpresivas que tanto le gustan, los galeses
James Dean Bradfield, Sean Moore y Nicky Wire quedaron atónitos.
Al rato (fueron sólo unos minutos de encuentro) Nicky Wire se
atrevió a señalarle: Comandante, va a haber un poco
de ruido esta noche. Fidel, sonriente, le retrucó: ¿Más
ruido que en la guerra?
James Dean Bradfield
en el Hotel Nacional, La Habana, 18 de febrero.
El cantante con pasamontañas, en vivo, 1995. Un momento del show.
Banderas
en tu corazón
A las
cinco mil personas que estuvieron en el recital de los Manics se le
regalaron pequeñas banderas rojas, que sólo decían
el nombre de la banda, y el lugar y fecha del evento. Las banderas flamearon
toda la noche, pero sobre todo cuando Fidel se sentó en el palco.
Los espectadores extranjeros creyeron que el frenesí banderil
tenía que ver con la entrada de la banda al teatro, hasta que
descubrieron que se estaba saludando al Comandante de la Revolución.
Y era extrañamente adecuado que se lo saludara así: en
las ferias artesanales cercanas a la catedral habanera se venden cuadros
de artistas que imitan la sopa Campbell de Warhol, sólo que en
vez de sopa dicen revolución condensada.
Los cubanos se pasean con remeras que rezan somos marxistas como
Groucho. El merchandising de la revolución está
por todas partes, pero en los últimos tiempos ha adquirido tratamiento
de pop art antes que de realismo socialista. La Habana, en estos momentos,
es probablemente uno de los lugares más extraños del mundo.
Fidel estuvo sentado con el ceño fruncido y expresión
de sumo interés durante la hora y media de show. Sólo
se puso de pie y aplaudió cuando llegó la canción
Baby Elián, que la banda escribió sobre el
niño balsero que su familia en Miami quiso retener. Fue el estreno
mundial, a pesar de que el Granma en su edición de ese
mismo día sostenía que el tema impactó
a la opinión pública el año pasado, cosa
imposible porque el disco que la contiene, Know Your Enemy, se editará
recién en abril. Según James Bradfield: La canción
apunta a que ese hecho fue un símbolo de la arrogancia norteamericana.
Ellos creen que todos los cubanos quieren vivir en Florida, y piensan
que Elián será más feliz allá, aunque su
familia y su cultura estén en Cuba. Sé que muchos quieren
irse a Miami, eso está claro, pero hay doce millones de cubanos
en la isla, y evidentemente no todos quieren emigrar... y probablemente
no todos los que quieran emigrar sueñen con hacerlo a Estados
Unidos. No todo el mundo está embobado por la cultura norteamericana.
El show de los Manic Street Preachers abre con Found that Soul,
una canción inédita, pero para los cubanos es lo mismo,
porque de todos modos no conocen ninguna. En la radio, un solo programa
(A Propósito) pasó canciones de la banda,
pero de This is My Truth Tell Me Yours, el único disco que tienen
de ellos. Por eso, cuando llegaron las canciones punk de la primera
época del grupo, el teatro levantó temperatura. O por
lo menos una parte del teatro: en las primeras filas languidecía
un anciano, probablemente funcionario, casi dormido, sin soltar en ningún
momento la banderita, y muchas chicas vestidas con el uniforme de secundaria
(pollera amarillenta, camisa blanca) se aburrían soberanamente.
La mayoría bailaba,sobre todo las canciones disco (como Miss
Europa Disco Dancer) o el himno You Stole The Sun From My
Heart. La banda jamás se refirió a la presencia
de Fidel, ni habló en castellano. Cosa que sorprendió
al público, que esperaba alguna gentileza. Cada vez que Nicky
Wire saltaba, el público contenía la respiración:
nunca habían visto algo así. Bueno, los rockeros lo habían
visto, pero no eran mayoría. La mayoría eran estudiantes
secundarios. Y funcionarios. En la puerta nadie fue palpado de armas.
Muchos pirateaban alegremente el concierto, con grabadores y alguna
filmadora. Era obvio que la seguridad de civil debía estar por
todas partes, teniendo en cuenta la presencia del Comandante, pero no
se sentía. Es cierto que, cuando Fidel abandonó el teatro,
antes de los bises (otra Primera Vez en la Historia), el clima cambió.
El baile se hizo más libre; los pasillos se llenaron de gente,
como si los adolescentes agradecieran la retirada del líder.
Un chico a la salida decía: Una lástima, estuvo
nuestro comandante, no nos pudimos soltar como queríamos.
Los bises (una canción propia, Australia, y un cover
de RocknRoll Music de Chuck Berry) fueron el
corazón de la fiesta, mucho más que la acústica
y vitoreada Baby Elián. El periodista cubano Eduardo
Montes de Oca escribía al día siguiente, en su crítica
del concierto: Arte e ideales de redención social se estrecharon
las manos en el Teatro Karl Marx, donde hizo acto de presencia el artífice
de la cruzada honda y estratégica para lograr un pueblo cada
vez más culto; por tanto, más libre. Y esa presencia,
largamente ovacionada, se nos antoja otro símbolo.
|
Nicky Wire trasvestido
para un show, como es habitual (izquierda). El bajista en la vereda
del Karl Marx, antes de la prueba de sonido (arriba). |
Poster
boys
En la mayoría de los medios
europeos se sigue publicando que las entradas para el concierto se vendieron
en su totalidad y que las cinco mil personas entraron al Teatro Marx
pagando 25 centavos. Es que así fue difundido el mecanismo, tanto
por el management de la banda como por los medios. Pero ya desde el
viernes 16, antes de la conferencia de prensa en el Centro de Prensa
Internacional de Cuba, un periodista local lanzaba el rumor: conseguir
entradas no sería tan sencillo; se trataría casi exclusivamente
de invitaciones. A los cubanos les parece razonable: es lógico
que las repartan, dicen, la juventud del Partido va a coparlo todo.
En el teatro no hay nadie, y nadie responde a los golpes en las ventanillas.
Alguien sostiene que las entradas se consiguen en el Instituto de la
Música, pero nadie está seguro. Charlotte, una de las
chicas encargadas de prensa, niega todo. La idea es que vaya la
gente y vamos a asegurarnos de que todos los que quieran entrar puedan
hacerlo. Pero, una vez que las entradas se pongan a la venta, quedan
en manos de ellos, y no tenemos más control.
La incertidumbre reinaba en el campo de los Manics el día antes
del show. Bradfield, cantante y guitarrista, fumaba un Marlboro light
tras otro en una sala del Hotel Nacional, sin ocultar su ansiedad. Debo
admitir que, hoy, este show no me parece una buena idea. Bradfield
se reía, pero lo decía en serio: Nadie sabe las
canciones, no sabemos cuánta gente va a haber, y nosotros no
tocamos en vivo desde el show del Milenio en Cardiff el año pasado.
La verdad es que tengo miedo. Para agregar, enseguida: Está
bien tener miedo. Ésa es una de las razones por las que hacemos
este show: para salir del confort y despertarnos un poco. Sin embargo,
la verdad es que me tomaría un avión de vuelta a Londres
ya.
Poco después llega la conferencia de prensa, y se hace evidente
que la presencia de los Manics es un evento oficial. Cosa que no sorprende
a nadie. El Centro Internacional de Prensa cubano (a tan sólo
una cuadra del bellísimo Hotel Nacional, y a metros del malecón)
es un edificio eminentemente burocrático, poco transitado, gris.
La conferencia de prensa es en el subsuelo, en un salón pequeño,
para aproximadamente cincuenta personas. Los Manic Street Preachers
se acomodan junto a una traductora yun moderador, probablemente un funcionario,
presencia permanente en el hotel y acompañante de la banda durante
casi toda su estancia en Cuba. Parecen por primera vez, siendo
una banda tan desafiante, indefensos y tímidos. Nicky Wire,
el bajista y letrista, lleva puesta una guayabera, cosa que deleita
a los periodistas cubanos y que será remarcada por la televisión
en el único noticiero que hay, Emisión Estelar,
por Cubavisión a las 20. Éstas son algunas de las preguntas
que contestan:
¿Qué saben de los medios de comunicación
en Cuba?
Nada, hace dos días que llegamos (Nicky).
Ustedes son la primera superbanda británica que visita
Cuba. ¿Qué esperan, del viaje y del concierto?
Es muy difícil contestar a esa pregunta. No sabemos (James).
¿Por qué utilizaron la bandera cubana en la tapa
del simple The Masses Against the Classes?
Porque estéticamente es bellísima. Y fue un gesto
de solidaridad (Nicky).
Cuando comenzaron su carrera y eran un cuarteto se los consideraba
chicos malos...
¿Chicos malos? No, somos gente agradable, muy amistosa.
Pueden confiar en nosotros. No estamos aquí por cuestiones económicas
(Nicky).
¿Qué le dicen a la gente que los critica sosteniendo
que están explotando la imagen de Cuba, que es un truco publicitario?
Que son estúpidos (Nicky).
La letra de Baby Elián está claro que
esto no es una moda. Alguien que habla de la Operación Peter
Pan y la Independence Act con tanta soltura y conocimiento es alguien
informado. Creo que ustedes vienen con conciencia de lo que quieren
decir y por qué. (El que habla es un funcionario del Ministerio
de Cultura).
Gracias (Nicky).
¿Les gustaría que Fidel asistiera al concierto?
Sería un gran honor (Nicky).
¿Creen que tendrán problemas en Estados Unidos por
tocar en Cuba?
Espero que sí (Nicky, ovacionado).
Poco más tarde se produce el primer encuentro con la burocracia
cubana. Los periodistas extranjeros, la mayoría sin acreditación
oficial, tienen que conseguir sus credenciales (60 u$s). La gente de
prensa de los Manics está estresada e inmersa en papeles. Para
colmo, todos han bebido una buena cantidad de ron. Pero el tema de las
entradas está resuelto: serán sólo por invitación,
y totalmente gratis. Quienes estuvieron en la reunión dicen que
eso ya se había decidido diez días antes de la llegada
de los Manics a Cuba, más allá de que la banda (y la compañía
discográfica, y el management) hayan sido alertadas o no. Cuatrocientas
veinte entradas fueron repartidas por la Asociación Hermanos
Sais (una suerte de centro cultural), y quedaron en manos de gente relacionado
al rock cubano, que es mucha más de la que puede intuirse a simple
vista. Otras mil seiscientas fueron a parar a la multitudinaria Escuela
Lenin y el resto quedó para la prensa y estudiantes de escuelas
varias de arte y letras. El concierto nunca fue promocionado como un
evento para el público.
¿Manic
qué?
Como
los Redonditos de Ricota en Argentina o Die Toten Hosen en Alemania,
los Manic Street Preachers son un fenómeno en su país.
En toda Gran Bretaña no sólo en su Gales natal
llenan estadios. En 1996, el año de su estallido, tuvieron cuatro
singles en el Top Ten y llegaron al triple platino (un millón
y medio de copias vendidas) con Everything Must Go, su cuarto álbum.
This is My Truth Tell Me Yours, el disco de 1998, entró directamente
en el número uno y arrasó en los Brit Awards, la versión
británica de los Grammys. Su último lanzamiento, el single
TheMasses Against The Classes, el de la bandera de Cuba
en la tapa, también entró instantáneamente en el
primer puesto. Y se supone que lo mismo sucederá cuando lancen
Know Your Enemy en dos meses. Además de exitosos, los Manics
son iconos. Pero fuera de Europa, son vagamente conocidos, una rareza
para iniciados.
Nicky Wire, James Dean Bradfield, Sean Moore y Richey Edwards, el cuarteto
original, nacieron y se criaron en Blackwood, Gales. Son amigos desde
la infancia. Blackwood es un pueblo pequeño de los valles galeses
donde, en 1984, cuando Margaret Thatcher comenzó a cerrar minas,
se inició la famosa huelga de mineros. El sur de Gales posee
una orgullosa tradición de socialismo militante (la comunidad
de Maerdy es conocida como la Pequeña Moscú,
porque su biblioteca pública posee una de las mejores colecciones
de literatura marxista del país). La huelga de mineros radicalizó
a todo aquel que creciera en esos años en la región, y
los Manic Street Preachers todos con algún integrante de
la familia trabajando en las minas no fueron excepción.
Lenin y Marx eran tan importantes para mí como las estrellas
de rock, diría Nicky Wire.
Cuando los mineros huelguistas fueron eventualmente derrotados, junto
con la tradición marxista de los valles galeses, los cuatro amigos
se encerraron en una habitación y armaron una banda. Leían
a Marx, Sartre, Camus, Guy Debord, Orwell, Rimbaud, Salinger, Sylvia
Plath, Valerie Solanas (la feminista que le disparó a Warhol),
y escuchaban a The Clash, Sex Pistols, The Who, Public Enemy. Más
tarde, Nicky Wire y Richey Edwards partieron a la Universidad de Swansea,
a estudiar Historia Política. Cuando obtuvieron sus títulos,
volvieron a la banda.
En el principio, se pintaban remeras con aerosol como lo hacía
Paul Simonon de The Clash, usando graffittis situacionistas y otros
de creación propia (Nicky y Richey, dos criaturas andróginas,
se maquillaban y desplegaban seducción homoerótica, además).
En su primer disco, Generation Terrorists, cantaban las angustias de
la clase trabajadora, la alienación del consumismo, la frustración
de ser jóvenes, bellos y pobres. Para Simon Price, casi biógrafo
oficial de la banda y autor de Everything, el mejor libro sobre los
Manics, los sobres internos de sus CDs hicieron más por
la educación de la juventud británica que la escuela.
Y los describe así: Desde el primer día fueron un
anacronismo, una banda anfetamínica para la generación
del éxtasis; una banda que pensaba como Chomsky y rockeaba como
los Pistols. Es por eso que los Manics pueden no ser la banda más
grande de Inglaterra, pero son la más importante. Los siguientes
álbumes, Gold Against the Soul y The Holy Bible, anteriores al
gran éxito, citaban a Octave Mirbaeau, hablaban de insomnio,
anorexia, lanzaban críticas a una generación despolitizada
y dormida (en la que se incluían con feroz autocrítica)
y cosecharon una legión de fans. Pero, en 1995, la historia de
MSP llegó a su punto de mayor dramatismo. Ése fue el año
en que desapareció el ideológo del grupo, Richey James
Edwards.
Missing
Los rockeros de La Habana tienen un centro de reunión cerca de
la Plaza de la Revolución: El Patio de María, un centro
cultural, especie de Obras, por la importancia de tocar allí
(Una banda no es una banda si no pasa por El Patio, dice
Pavel Havlic, ex manager de Zeus, banda de heavy metal cubano que editó
un disco en España y lleva doce años de carrera). Allí
pueden encontrarse rockeros, metralleros (fans del metal) y peluses
en general (nombre que dan los cubanos medios a los chicos de pelo largo
con remeras de bandas de rock, que en general les regalan los turistas).
En El Patio, como en toda Cuba, nadie vio nunca una foto de Richey Edwards.
Cuando Jorge Luis Hoyos García, probablemente el rockero más
informado de La Habana y colaborador del fanzine Ilusión (sí,
hay fanzines en Cuba), escucha la historia de Richey, parece sinceramente
desolado y se entusiasma teorizando acerca de cómo los artistas
sensibles siempre terminan mal.
Richey Edwards, el guitarrista desaparecido hace siete años,
era quien diseñaba la imagen y estética general de los
MSP, además de escribir las letras. Pero su depresión,
alcoholismo, anorexia y automutilación no podían ser controladas
por el Prozac ni las internaciones. El evento que lanzó a la
fama a Richey fue durante una entrevista antes de la edición
del primer disco de los Manics. Richey no podía convencer al
peridista de que sus angustias y marxismos eran sinceros, que no se
trataba de un marketing de la alienación. Entonces sacó
una gillette y se escribió, con enormes cortes en su brazo, 4Real
(de verdad). Richey fue llevado al hospital y el New Musical
Express publicó la foto a todo color junto con la entrevista.
Cuatro años después, el 1º de febrero de 1995, Richey
dejó el hotel Embassy de Londres en su auto, rumbo a su departamento
en Cardiff (donde dejó el pasaporte, tarjeta de crédito
y el Prozac). El 16 de febrero, el auto apareció vacío
junto al río Severn. Richey Edwards pudo suicidarse: el río
Severn tiene salida al mar, y los cuerpos a veces se pierden. O pudo
sencillamente irse. Algunos fans ingleses creían que estaba en
Cuba, y que el show sería su vuelta triunfal. Pero no fue así.
La investigación sobre el caso está cerrada y se lo dará
oficialmente por muerto en el 2003.
Ningún medio de prensa cubano logró deletrear correctamente
el nombre de Richey James Edwards (lo llamaron Ricky James, o Richie
Edward). La banda, que siempre lo presenta sobre el escenario como el
cuarto integrante y guitarrista, aunque hace siete años que está
ausente, ni siquiera lo nombró en el show. El día anterior,
bajando la voz y con sincera tristeza, James Dean Bradfield decía:
Llega un momento en que tenés que convencerte de dejar
de pensar en él. Pero este show es un momento particularmente
agridulce. No podemos evitar desear que él estuviera aquí,
con nosotros.
Conociendo
al enemigo
Sábado
17, once de la noche. En la fiesta después del show, en el Hotel
Nacional, corren el ron y la cerveza Cristal. Están Félix
Savón y Alberto Juantorena, campeones olímpicos de box
y atletismo (según los cubanos, fueron enviados allí por
Fidel, luego de que los Manics le dedicaran una canción a Savon
en el concierto). Nicky Wire está extasiado por esas presencias,
pero igual se retira a las doce. Nicky Wire no vive la vida de una estrella
de rock. Nadie parece haberlo visto en la noche de La Habana ni en la
de ninguna otra parte. Nicky es el único que habló fluidamente
con Fidel. Nicky es el responsable de títulos como La Libertad
de Expresión No Alimentará a mis Hijos, el hombre
que alguna vez le deseó a Michael Stipe que se muriera de sida
(después dijo estar arrepentido) y en la primera gira norteamericana
de la banda solía gritar: Lo único bueno que hicieron
fue matar a Lennon. También sufre un desorden obsesivo
compulsivo que lo lleva a limpiar su casa con pasión, al punto
que alguna vez lució una remera con la inscripción: Yo
Amo Pasar La Aspiradora.
Sean Moore, el silencioso baterista, habla mucho en la fiesta, y todo
el tiempo de Fidel Castro. De lo impresionado que está. Del evento
histórico que acaban de producir. James Dean Bradfield, mientras
tanto, habla de una canción del grupo (llamada If You Tolerate
This Your Children Will Be Next): La Guerra Civil española
es un mito en Gales, porque de mi país salieron muchos de los
que integraron las brigadas internacionales. Pero nuestra canción
no se trata sólo de nostalgia o de prédica, sino de enfrentarnos
a nuestra apatía, y estoy hablando de nosotros tres, los de la
banda. Cuando la escribimos nos preguntamos: ¿tendríamos
hoy el coraje y la convicción de ir a pelear por algo que no
nos beneficia directamente, pero que es mucho más grande que
nosotros? Y la respuesta es no. Creo que diríamos que esas cosas
no tienen nada que ver con nosotros. Yo leo lasección deportes
en el diario antes que cualquier cosa. Pero en cierto momento tuvimos
que ponernos frente al espejo y enfrentar nuestro conformismo. Así
es nuestra generación. Por eso el disco nuevo se llama Know Your
Enemy. Conocemos bien al enemigo, y está en nosotros: es nuestra
complacencia y nuestra apatía. Queremos sacárnosla de
encima, pero es difícil. Haber tocado en Cuba es un primer paso.
La
proxima vez
A Raúl
no pueden importarte menos los MSP. Tiene 32 años, escucha la
música de la radio, va a las discotecas que venden entradas en
pesos cubanos y, con unas cuantas cervezas encima, reconoce con pesar
que Fidel está un poco chocho. Lo que atormenta a
Raúl, tomando como ejemplo el show de MSP, es que Fidel
se ha vuelto rockero, imagínate. Todo comenzó, dice,
con la estatua de John Lennon, inaugurada con gran pompa en una plaza
del Vedado, un evento de tribuna abierta. Imaginate que Fidel
dijo que Lennon era un revolucionario. Por Dios. Che era un revolucionario,
Camilo lo era, y Fidel. Pero ¿un rockero? Por Dios. No
obstante, lo indigna que al John Lennon de bronce le hayan robado los
anteojos dos veces durante las últimas semanas. La segunda vez
le pegaron con cemento de contacto un nuevo par, que hurtaron igual.
A Raúl le parece un sabotaje y cuenta que, ahora, Lennon tiene
permanentemente guardia policial.
Es cierto que el gobierno revolucionario se está volviendo rockero.
Dentro de un mes, el Ministerio de Cultura otorgará equipos de
sonido a las cinco principales ciudades cubanas, que se mantendrán
en las casas de cultura para que las bandas puedan tocar (es una tarea
titánica conseguir equipos en la isla, es casi imposible comprarlos,
y ninguna banda cubana tiene un Marshall, por ejemplo). En agosto se
editará la primera revista oficial de rock, Jarrock de Café,
donde colaborarán todos aquellos que alguna vez participaron
de los fanzines.
A los rockeros cubanos les gustó mucho el show de MSP pero también
les pareció frío. Y corto. Lo que pasa, concede Palev,
es que ellos prefieren el rock más fuerte, más norteamericano.
Y que de rock inglés no les llega casi nada. De lo que nadie
duda, lo que tiene asombrados a todos, es la generosidad de la banda.
Fue realmente solidario. En ese sentido me saco el sombrero, qué
gente recta, dice Jorgito. La aventura cubana de MSP (que incluyó
diez toneladas de equipos, entre otras cosas) costó medio millón
de dólares, que pagaron ellos en su totalidad. Las negociaciones
comenzaron en noviembre, y casi se caen cuando, durante un show en el
Karl Marx de una banda de pop/son cubana llamada Moneda Dura, se rompieron
64 butacas (ni una más ni una menos). Antes habían fracasado
negociaciones con Rage Against The Machine (los asesores cubanos dudan
de la sinceridad del grupo) y Beck. Esperan que después de esto,
aunque sea por contagio, lleguen más bandas. Según James
Dean Bradfield, la decisión de tocar en Cuba no fue un plan maquiavélicamente
elaborado. Sé que nadie viene acá, ni siquiera las
bandas supuestamente de izquierda. Es que es cierto, es un gasto. La
decisión fue espontánea: un amigo nos dijo: Tienen muchas
referencias a Cuba en al álbum, por qué no presentarlo
allá. Y tenía razón. Además es una buena
manera de probar que es posible hacer shows en Cuba. Me temo que no
hay mucho más detrás.
En un primer momento los rockeros cubanos creían que los Manics
visitarían El Patio de María. Habían tenido reuniones
con la producción, y arreglado un encuentro. Pero, en la mañana
del domingo, la banda recibió una invitación que no podían
declinar: Fidel los invitó a almorzar en la inauguración
de la Escuela de Instructores de Arte Manuel Domenech, en Santa Clara.
Allí, dice el diario Granma, estuvo el Comandante Fidel
Castro con personalidades de la esfera intelectual, de los estados venezolanos
de Portuguesa y Lara y la banda británica Manic Street Preachers,
con la que departió un buen rato. Departieron acerca de
músicasobre todo, dice James Dean Bradfield al otro día,
agotado, sin ganas de conocer a nadie más (ni siquiera a Diego
Maradona aunque me gustaría, es un genio). Estuvo
nervioso ante Fidel y dejé que Nicky hablara. Nicky
Wire, por su parte, declamaba eufórico: Es un honor. Fue
increíble. Otras bandas conocen a Tony Blair, Nosotros comemos
con Fidel Castro.