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CINE La directora de Danzón estrena su nueva película

Como Thelma y Louise, manito

Dos mujeres se unen para huir por las rutas, escapando de los malos y buscando su destino. ¿Suena conocida la trama? Su misma directora, María Novaro, lo reconoce. Pero Sin dejar huella, esta versión mexicana del Easy Rider femenino, viene cosechando premios y excelentes críticas en San Sebastián y el Sundance, y se exhibirá en el Festival de Mar del Plata antes de su estreno comercial en la Argentina.

POR FERNANDO BRENNER

Una canción mexicana dice: “No busco pa’ encontrar sino pa’ seguir buscando”. A grandes rasgos, ésa es la filosofía de María Novaro. Nacida en el DF mexicano en 1951, esta siempre sonriente directora, a pesar del drama que suelen pintar sus películas, ha dirigido diez cortos, un episodio en el Homenaje a los 100 años del cine y cuatro largometrajes: Lola (1989), Danzón (1991, único de sus filmes estrenado en la Argentina, y muy bien recibido, además de obtener varios premios, a la película y a su protagonista, la excelente María Rojo), El jardín del Edén (1994) y Sin dejar huella (2000). Esta última película narra un viaje de dos mujeres muy diferentes entre sí a lo largo de un México alucinante, de Ciudad Juárez a Cancún. Aurelia (una sensual y brillante Tiaré Scanda) es mexicana y huye de su marido con un niño en brazos. Ana (la siempre seductora Aitana Sánchez-Gijón) es una marchand española de arte prehispánico, y escapa de un policía corrupto y una banda de narcos. Las dos pues deberán sortear peligros, inundaciones, tormentas y otras vicisitudes, incluidas sus propias personalidades. Y, en el camino, se harán amigas, por si alguien lo dudaba. El último Festival de San Sebastián fue el marco en que la Novaro presentó su film en competencia, antes de alcanzar el premio al mejor film latino en el reciente Festival de Sundance. Antes de estrenarlo en nuestro país, Novaro vendrá a Mar del Plata para exhibirlo dentro del ciclo La Mujer y el Cine del Festival.
En Danzón, la protagonista hace un viaje para encontrar a su pareja de baile. En Sin dejar huella, las dos mujeres viajan huyendo de los hombres. ¿Ha pegado la vuelta de una a otra película?
–No, es simplemente una ida. Yo siempre estoy de ida. Con sinceridad, no creo que vaya a hacer cosas muy distintas. Y tampoco me asusta. Casi todo autor es monotemático, lo disimule mejor o peor. Las historias se visten diferentes, pero cada quien tiene sus obsesiones. Y a mí me gusta construir las películas como viajes, evidentemente. Si se busca al hombre y no se lo encuentra, o si se lo encuentra pero no era el que se necesitaba y hay que huir, estoy construyendo sobre lo mismo. Como quien dice cosas muy diferentes y al mismo tiempo muy similares.
¿De ahí la adscripción al género road-movie?
–Es que, para mí, filmar es un viaje a las fronteras. Desde que empiezo a escribir me lo planteo así, muy simplonamente, lo filmo así y lo presento así. No es casualidad que mis personajes siempre partan del DF (o Ciudad México, como dicen fuera) y vayan hacia las fronteras o las costas.
¿Y qué pasa al llegar a los límites?
–Me gusta esa idea mexicana de pasarte sin papeles al otro lado. Haciendo el paralelismo, me gusta ser un poco ilegal, en términos de transponer las fronteras, ir y venir y ver qué pasa. Lo que yo no puedo evitar es dar una referencia de mi propio país en lo que hago. Y, en ese sentido, la idea de frontera es muy fuerte para mis reflexiones: basta pensar cuán brutal es ser frontera de Estados Unidos.
Es inevitable la pregunta sobre la película de Ridley Scott. ¿Cuán importante fue Thelma y Louise en Sin dejar huella?
–La tuve que ver mil veces, porque desde que esbocé mi historia no recibía otro comentario que “¡Pero es un Thelma y Louise a la mexicana!”. No había productor a quien le presentara el proyecto que no dijera eso. Yo he trabajado mucho en Los Angeles, y los gringos tienen siempre la manía de catalogar una película en función de otra yanqui. En mi medio laboral uno está hasta la coronilla de eso. Es como una cruz a cargar.
¿Cómo intentó evitarlo en este caso?
–Hubo alguien que me dijo: “Oye, ¿sabes cómo lo puedes solucionar? Vuelve masculino a uno de tus personajes: que sean un hombre y una mujer y eliminas el problema”. Pero de lo que yo quería hablar era de dos mujeres. Parece que no se puede filmar una película de carretera con dos protagonistas femeninas, porque ya existe Thelma y Louise. ¡El problema esque tienen que morir como ellas o la película parece peor! Y, a mi modo de ver, no es necesario un final trágico para una trama así. Ojalá haya muchas Thelmas y Louises de aventura por las carreteras, y ojalá no terminen todas despeñándose por un abismo.
¿De ahí la idea de incorporar un bebé a la trama?
–Claro. Para que fuera, como dirían los gringos, una cruza de Thelma y Louise con Tres hombres y un biberón, pero a la mexicana, ¡ja!
¿Por qué Aitana Sánchez-Gijón?
–Yo había escrito el guión para una extranjera, pero gringa. Porque quería mostrar un México muy contrastante: el sur y el norte. Y dos mujeres muy diferentes. Además, una de ellas tenía que tener más capacidad para ver a México, precisamente por no ser mexicana. Ése fue mi punto de partida, y una sensación que tengo: no me siento mexicana en la zona de Yucatán, como le pasa a muchos mexicanos, pues estamos en la región maya. Y cuando voy al DF, con mi metro ochenta, parezco una extranjera también. O sea que esa vivencia, la de ser una extranjera en mi patria, convive con mi encanto por estar en mi país. Me encanta Chiapas, me encanta Yucatán, me encanta Oaxaca. Hasta el DF me encanta.
Pero de gringa a española hay mucha diferencia...
–Lo primero que surgió fue el interés de la productora Tornasol (del director Gerardo Herrero) por coproducir la película, con la participación de Aitana. Entonces dije: “La extranjera es española, no hay ningún problema”. Aitana había sido jurado en el Festival de Valladolid en que premiaron a María Rojo por su actuación en Danzón. Y cuando supo del proyecto y leyó el primer guión, quiso intervenir. Incluso terminé de escribir el guión definitivo con Aitana en mente.
¿Es nahuatl el idioma que se habla en la película, además del castellano?
–No, es maya yucateco, la lengua que se habla en la región. El maya lo hablan millones de mexicanos, pero tiene al menos seis vertientes. El que se habla en Chiapas, por ejemplo, es el talz o el circhola. Aitana aprendió unas frases, saludar y despedirse y cosas así. Pero las decía tan bien que, durante el rodaje, cada frase que decía en yucateco hacía que los mayas se soltaran y se pusieran a hablar con ella, creyendo que los entendía. Cuando alguien habla maya, dicen que es “mayero”. Aitana les decía: “Perdonen, pero es que no se más que esto”. Ni caso. La señalaban, decían: “¡Es mayera!”, y seguían hablándole.
¿Con cuál de los dos personajes se identifica más?
–Mira, antes de escribir esto hice yo misma el recorrido de la película: me subí a una camioneta y recorrí 3 mil kilómetros sola, con mi videocámara, mi libreta y mis mapas. Y los dos personajes fueron tomando cuerpo, porque a veces me sentía uno y a veces el otro. Incluso este asunto de tener hijos sale mucho en mis películas, porque fui mamá muy joven. Tuve una niña a los dieciocho. En cuanto a los guiños y chistes sobre los hombres, me lo tomo con humor. No hago de esto un reclamo o una guerra. Algunas amigas feministas me han dicho que tendría que haber hecho personajes más ejemplares o emblemáticos, cosa que para mí son de sobra. Pero hay cosas que son reales; a nosotras siempre nos toca la parte jodida, como la limpiadera: sea del bebé o de la sangre de un asesinato.
Para no hablar de una mujer filmando persecuciones de autos...
–Pues mira, si bien siempre sentí que iba a jugar a la road-movie, no me imaginaba filmando una persecución de autos, con lo que me aburren cuando las veo en cine. Y, sin embargo, ahí estaba planeando todo: que si las llantas, que si el volante, que si el punto de vista, que si los golpes... ¡Y me divertí como una niña! Dije niña, no niño, ¿eh?

Sin dejar huella se exhibirá en el Festival de Mar del Plata el sábado 10 a las 16.30 (en el Ambassador 3), el lunes 12 a las 22.30 (en el Ambassador 1) y el jueves 15 a las 14.15 (en el Ambassador 3).

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