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No gente no lloren

Lo contrataron para convertirlo en una estrella negra como Jimi Hendrix. Pero se les fue de las manos y se convirtió en la primera estrella de rock del Tercer Mundo. Puso el reggae, Jamaica y la marihuana en el centro del mapa. Se erigió como El Padrino que protegía a los negros jamaiquinos del gobierno de la isla. Tuvo hijos por todo el mundo. Era considerado por la CIA un factor desestabilizante en todo el Caribe y quisieron liquidarlo más de una vez. A veinte años de su muerte, Radar rinde homenaje a Bob Marley.

Por NIGEL WILLIAMSON, de Uncut.

1975, una noche pegajosa de julio en Londres. El Lyceum, un teatro de vodevil, está atestado. El olor de la marihuana flota en el aire y la ansiedad prácticamente se puede palpar en la penumbra. En el backstage, Bob Marley está inusualmente nervioso. Pasó los últimos dos días encerrado en Island Records ensayando con los Wailers. Intenta llevar la banda a un nuevo límite y esa tarde estuvo particularmente exigente con el tecladista Tyrone Downie y el guitarrista Al Anderson. Marley sabe que la apuesta es alta. Y que también son altas las expectativas. Ya leyó la nota de tapa del New Musical Express: todos consideran que éste es el show más importante de su carrera. “Muchos vendrán a escucharlo, pero no tantos como los que vendrán a verle la cara.”
El circuito de recitales londinense es todavía bastante segregacionista. Si uno va a ver a los Rolling Stones, David Bowie o Roxie Music a lugares como Earl’s Court o Wembley, difícilmente encuentre una cara negra. Y si va a ver a George Clinton, Barry White o Gloria Gaynor en el Hammersmith Palais, van a ser muy pocos los blancos. Pero, según New Musical Express, “Marley está derrumbando esas barreras”. En el Lyceum, los rastafaris ofrecen a los hippies de clase media poderosos cigarrillos de marihuana con una mano, mientras con la otra les vacían los bolsillos. Al final de la noche, el suelo aparecerá tapizado de billeteras y carteras vacías. Pero a nadie le importa. Bob Marley And The Wailers ya están en el escenario. “Una cosa buena de la música es cuando no te hace sentir dolor”, canta Marley, y el lugar explota. Es un chamán conduciendo una ceremonia que mezcla el mitín político y el ritual religioso. Suenan “Kinky Reggae”, “Natty Dread”, “Stir It Up” y “Lively Up Yourself”. Por ahí cuela “No Woman No Cry”, que menos de tres meses después será lanzado como un single histórico. Para los bises, vuelve eufórico para cantar “I Shot The Sheriff” y “Get Up Stand Up”.
“No sé cuánta gente había en el Lyceum. Pero seguro que no la cantidad que juró, durante los veinticinco años siguientes, haber estado ahí”, dice Chris Blackwell, presidente de Island Records y testigo de esos dos conciertos de los Wailers en Londres. “Es cierto que Bob ya contaba con una legión de seguidores blancos, porque Catch a Fire no era estrictamente un disco de reggae. De hecho, lo habíamos armado de tal manera que atrayera a la audiencia de rock blanco. Pero esa noche en el Lyceum todos se emocionaron tanto que comenzaron a predicar su música con una devoción de misioneros.” Aunque el Lyceum se convirtió con los años en el momento de consagración de Marley, la verdadera epifanía sucedió un par de semanas antes, en el Roxy de Los Angeles. Entre el público se encontraban Mick Jagger y Keith Richards (aunque Marley acababa de rechazar la invitación de telonear a los Stones durante su disipada gira del ‘75, ver Radar del 12/11/00), George Harrison y Ringo Starr, Robbie Robertson y The Band, algunos de los Grateful Dead, Joni Mitchell, Billy Preston, Herbie Hancock y Cat Stevens. “Cuando cantó `No Woman No Cry’, todos se pusieron a cantar con él. Entonces supimos que había que grabar esa canción en vivo, y el Lyceum parecía el lugar ideal”, recuerda Blackwell. Para él, la consagración de Marley fue una revancha: tres años antes, había contratado a los Wailers contra la opinión de todo el mercado discográfico.


Marley recibiendo una de las habituales visitas policiales a la casa de Hope Road, “el único lugar donde los chicos del ghetto están a salvo de la policía”.

Aunque usted no lo crea, los Wailers con su look original: Bunny, Bob y Tosh. Otra que los trajecitos beatles.

 


El gran Peter Tosh cuando todavía era un Wailer.

 

 

ESTRELLA DISTANTE
Bob Marley ya había estado en Europa cinco años antes, en 1970, acompañando a Johnny Nash. Un año más tarde volvió para presentar I Can See Clearly Now, el disco de Nash que incluía cuatro temas compuestos por Marley y que trepó a la cima de los charts británicos. Danny Sims, el manager de Nash, había fichado a Marley para la CBS. Pero el simple “Reggae on Broadway” vendió menos de tres mil copias y a principios de 1972 Nash y Sims se volvieron a Nueva York dejando varados a Marley y los Wailers –sus amigos de infancia Bunny Livingston y Peter Tosh, además de la sección rítmica de los hermanos Barrett–, sin dinero ni trabajo ni pasaje de vuelta a Jamaica. Dice la leyenda que tampoco tenían encima sus pasaportes, que la policía había interceptado el porro que los amigos les habían mandado por correo desde Jamaica y que acudieron desesperados a Blackwell. La versión de éste es más moderada: “Yo había distribuido algunos discos de los Wailers y, cuando me enteré de que estaban en Londres, los rastreé para contratarlos”.
Por ese entonces, el catálogo de Island consistía básicamente en bandas de rock progresivo como King Crimson, Emerson, Lake & Palmer y Jethro Tull. El músico de reggae en el sello era Jimmy Cliff. Aunque blanco, Blackwell era jamaiquino, y reconoció al instante el talento de los Wailers pero temía la reputación “problemática” de la banda, y la actitud patotera de Marley (cuyo sobrenombre era Tuff Gong, “Peleador callejero”). Cliff venía de protagonizar The Harder They Come, la película de Perry Henzel, y había roto su contrato con Island. Blackwell, que había financiado la película y conseguido el papel para Cliff, estaba decidido a liderar la avanzada del reggae entre los blancos. Pero su modelo no era Cliff sino su personaje en la película, Rhygin, basado en un gangster real que mató a tres policías antes de morir cocido a balazos en Kingston en 1948. Blackwell estaba convencido de que, si encontraba a alguien que pudiera jugar el papel de rebelde, marginal y poeta de la calle, con una pequeña pero sofisticada campaña de prensa podría inventar una estrella de rock “tan grande como Jimi Hendrix”. Mientras Cliff salía por una puerta de Island Records, Marley entraba por otra. Pidió apenas cuatro mil dólares para grabar Catch a Fire. A cambio de esa modesta inversión, Blackwell tuvo a la primera estrella de rock del Tercer Mundo.

EL NEGRO ES NEGRO
Marley había nacido el 6 de febrero de 1945 en Jamaica de padre blanco y madre negra, algo que lo marcaría por el resto de su vida (le gustaba repetir que la relación entre sus padres repetía “la historia de la esclavitud”, en la que “el hombre blanco consigue a la hembra negra y la preña”). Su madre Cedella confesaría que, durante la adolescencia, Bob solía hundirse en profundas depresiones debido a su ascendencia mixta. La familia de ella en Trench Town forzó la ruptura de la relación entre Cedella y el señor Marley porque “no querían sangre blanca en la familia”. A los diez años, se mudó con su madre a un monoblock en Kingston. El nuevo concubino de Cedella era Taddy Livingston, quien tenía un hijo de la misma edad que Bob. “Bunny” y él crecieron juntos y se volvieron hermanos. Cuando no estaba trompeándose en las calles de Trench Town, Marley cantaba y jugaba al fútbol, y no tardó en caer bajo la protección de Joe Higgs, un cantante con varios discos en su haber que promovía los talentos ocultos de Kingston. A fines de los cincuenta, Marley y Bunny conocieron a Hubert Winston McIntosh, quien pronto se rebautizó Peter Tosh. Así nacieron los Wailing Wailers, y casi de inmediato cobraron celebridad barrial por sus arreglos vocales, con la voz de tenor de Marley navegando entre el registro de barítono de Tosh y el falsete de Bunny. La cuarta voz estaba a cargo de Junior Braithwaite.
Cuando su madre lo abandonó para emigrar a Estados Unidos en 1964, Marley se dedicó a dormir poco y vivir fumado en el patio de Vincent Ford, una época de oro que recreó en “No Woman No Cry” (de hecho, hasta le dio crédito por la letra a Ford, que nunca escribió una línea). Pero si la vida en el ghetto era dura, Marley descubrió que sobrevivir en la industria discográfica era todavía más complicado: cuando el productor Leslie King se negó a pagarle sus primeras sesiones en 1961, Marley se enfureció y le dijo que algún día volverían a trabajar juntos y ganarían pilas de dinero, pero él no sobreviviría para disfrutarlo. Años más tarde, Kong editó Best of The Wailers para montarse al éxito de la banda. Una semana después, moría de un ataque cardíaco a los 38 años.
Clement Dodd fichó a los Wailing Wailers para Studio One, el sello donde prácticamente se inventó el ska. Dodd decidió agregar al trío la guitarra de Ernest Ranglin y unos sesionistas llamados The Skatalites. En 1963 sacaron “Simmer Down”, el primer número uno de los Wailers. Le siguieron“Rule Dem Rudie” y “Steppin’ Razor”, pero la relación con Dodd se desgastaba. El tipo les daba sólo tres libras por semana, a cambio de sus servicios vocales para cualquier cosa que se grabara en Studio One. Por contrato, Dodd estaba exento de pagarles regalías. En 1965, los Wailers tenían cinco discos en el Top Ten jamaiquino, pero Marley seguía viviendo en una pocilga. Cuando en la Navidad de ese año, los tres pasaron por el estudio con la esperanza de llevarse unos billetes, Dodd les dio apenas sesenta libras. Para los tres.
Camino a Studio One, Marley pasaba siempre por la casa de Rita Anderson, la líder de The Soulettes. Se casaron en febrero de 1966, pero al día siguiente de la boda, Marley partió durante seis meses a visitar a su madre. Con los pocos dólares que juntó durante ese viaje, fundó junto a Rita el sello Wail’N’Soul, para garantizarse cobrar sus propias regalías. Durante su ausencia, el emperador etíope Haile Selassie –reverenciado como el Mesías negro por los rastafaris– había hecho una visita de Estado a Jamaica, multiplicando el fervor por el culto rastafari en el país. Los Wailers se convirtieron en el primer grupo vocal jamaiquino en sumarse al movimiento, pero eso no impidió que Wail’N’Soul se fundiera ni que, en incidentes separados, sus tres miembros cayeran presos por posesión de marihuana. Durante el año que Bunny pasó en la cárcel de Richmond, Bob y Rita, compenetrados en la filosofía rasta, se mudaron a St. Ann para cultivar la tierra y componer. Cuando en 1970 volvieron a Kingston, ya tenía compuestos clásicos como “Trench Town Rock” y “Stir It Up”. Ahí se sumaron Lee Perry –amigote del Studio One que con los años sería considerado el inventor del dub– y los hermanos Aston y Carlton Barrett. Convertidos en un quinteto, los Wailers grabaron muchas de sus mejores canciones (“Lively Up Yourself”, “Duppy Conqueror”, “Kaya” y “Small Axe”, entre otras). Pero seguían sin ganar dinero. Perry había conseguido licenciar algunos de los discos con el sello inglés Trojan, pero en el contrato se atribuyó la autoría de todas las canciones. Cuando Marley vio los discos, fue derecho a la casa de Perry, amenazando con “matar al hijo de puta, frente a su mujer y sus hijos”. Finalmente sólo lo molió a patadas y se fue con un puñado de billetes. Con el honor salvado, la amistad siguió su curso como si nada hubiera pasado.
Durante toda una década, los Wailers grabaron más hits que ninguna otra banda jamaiquina, trabajaron con tres productores diferentes y sólo consiguieron ser sistemáticamente esquilmados. Cuando en 1971 lanzaron el sello Tuff Gong, intentaban enviar un mensaje. Y nadie mejor que Alan Cole –estrella de fútbol, íntimo de Marley y montaña de músculos de probada eficacia– para distribuir el mensaje. Cole reclutó a un puñado de gangsters adolescentes para intimidar a los responsables de las radios a que se negaran a pasar los discos de los Wailers. Irónicamente, hizo falta que hiciera su aparición el presidente de una compañía blanca –Chris Blackwell– para que los Wailers vieran algo del dinero que generaban.

RASTAMAN AL ATAQUE
Para los fans de rock en 1970, el reggae era música de descerebrados. Cuando se lanzó Catch a Fire en diciembre de 1971 no fue sólo el primer disco de reggae en gozar de la simpatía de los rockeros, sino que fue, lisa y llanamente, el primer disco de reggae (la idea de un disco de diez canciones de un mismo intérprete era por completo extraña hasta en Jamaica). Blackwell además propuso a los Wailers que abandonaran la idea de ser un trío vocal y armaran una banda poderosa para tocar en vivo. Mientras tanto, encerrado en Island con el material crudo, remixaba las cintas, aceleraba el ritmo de algunas canciones, agregaba guitarras y teclados de rockeros que nunca antes habían oído un reggae (de hecho, a Marley le impresionó tanto la guitarra de Wayne Perkins, un chico que hasta entonces nunca había salido de Alabama, que el disco abre con un solo de 32 segundos antes de que suene el primer acorde reggae). Aunque muchos jamaiquinos consideraron que los Wailers se habían entregado, no caben dudas que el disco cambió el curso del reggae. Y Marley era quien más entusiasmado se mostraba con esta “incorporación de elementos de la música pop, como el rock, el blues, el soul y el funk”. Bunny y Tosh no parecían tan convencidos. De hecho, los nuevos Wailers eran una producción de Blackwell y Marley, y ésa fue una de las razones por las que comenzaron a abrirse grietas dentro del grupo.
Tosh era el más volátil, pero fue Bunny el primero en renunciar. Todos pensaban que no facturarían demasiado sin salir de gira, pero después de haber quedado varado aquella vez en Londres, a Bunny no le entusiasmaba volver a dejar Jamaica. Con Earl Lindo en teclados y Bunny de un humor de perros, el sexteto partió al Reino Unido para recorrer los pubs de Birmingham a Belfast. Las fotos de la época muestran a Marley empezando a dejarse los dreadlocks que nunca más se cortaría (hasta que en los últimos tiempos los perdiera debido a la quimioterapia). De vuelta en Jamaica, Bunny renunció, ante el creciente poder de Marley dentro del grupo y el rumbo que le estaba imprimiendo. “Me alejé por motivos espirituales”, dijo entonces. “Había planes y decisiones que no concordaban con lo que yo espero de un rastaman.” El antiguo mentor Joe Higgs se sumó al grupo como tercera voz para tocar como teloneros de Bruce Springsteen en Nueva York. “El 95 por ciento del público era blanco”, diría después Pete Tosh, quien tampoco aguantaba demasiado el liderazgo de facto de Marley.

¿Y A VOSH QUÉ TE PASA?
Blackwell había fichado a los Wailers por diez discos. En octubre de 1973 salió Burnin’, con aquella foto de Marley fumando un porro de dimensiones considerables. En medio de la gira de promoción del disco, las relaciones entre Marley y Tosh colapsaron definitivamente. En Northampton Tosh afirmó a gritos que la nieve –algo que nunca había visto– era un maleficio y se abalanzó sobre Marley, acusándolo de brujería. La tensión racial entre Tosh y Blackwell (al que llamaba “Whitewell”) hizo la reconciliación aún más imposible. Cuando Blackwell se negó a editar su disco solista porque “perjudicaría a los Wailers”, Tosh lo interpretó como que “perjudicaría a Marley”. Y más de una vez afirmaría: “Bob Marley era mi alumno”. Cuenta la leyenda que cuando Tosh descubrió una foto de Marley colgada en la pared del estudio Music Mountain donde estaba grabando, le arrancó los ojos con un cuchillo y la puso de cara a la pared para que Marley no lo viese trabajar. Aunque luego compartieron escenarios, nunca –hasta el asesinato de Tosh en 1987– se reconciliaron. Todavía hoy Bunny sospecha que desde un principio Blackwell había considerado prescindibles a todos los demás Wailers (así como Noel Redding y Mitch Mitchell habían resultado prescindibles en el lanzamiento de Jimi Hendrix). A partir de Natty Dread –su obra más politizada– los discos estarían firmados por Bob Marley And The Wailers.

LOS NEGROS ESTÁN CABREROS
En Trench Town, el código establecía que no existían ni la privacidad ni la propiedad privada ni las puertas con llave. Nadie tenía demasiado, y lo poco que tenían lo compartían, fuera música, cacerolas, marihuana o un techo para pasar la noche. Pero apenas los Wailers firmaron con Island, Marley se mudó a una mansión colonial en Hope Road, a metros de la residencia del primer ministro. Blackwell había comprado la casa para convertirla en el cuartel general de sus operaciones en Jamaica, pero cedió la propiedad a Marley, quien, para consternación de los vecinos, trasladó su estilo de vida comunitario al barrio más exclusivo de la isla. Marley se reservó una habitación del primer piso, munida de una cama, un retrato de Haile Selassie y su guitarra; el resto de la casa quedaba a disposición de los músicos (entre ellos Gilly Gilbert, el cocinero especialista en platos rastafaris) y un plantel rotativo de mujeres, secretarios y gangsters.
El día empezaba con un porro poco después del amanecer y una hora de trote por el barrio. De ahí, al mercado a elegir los vegetales orgánicos para el menú del día, un poco de fútbol (a veces, contra el equipo de la policía), luego a ensayar hasta que llegaba la hora de discutir la marcha de los negocios, que no se reducían a grabar discos y salir de gira: en 1974, cuando la radio JBC se negó a poner en el aire el single “Road Block”, Cole y Marley hicieron una visita a las instalaciones acompañados de dos de los adolescentes a los que Marley decía estar “reformando”. Uno bamboleaba un bate de béisbol y el otro un machete, mientras Marley hablaba “sensatamente” con los responsables de la radio. Según quienes lo conocieron, Marley no avalaba indiscriminadamente la violencia pero, cuando lo hacía, los resultados eran escalofriantes. En 1975, un viejo amigo del ghetto fue metido en el baúl de un auto y llevado a las afueras de Kingston: nadie volvió a verlo. En 1980, Marley se enteró de que su manager Don Taylor lo estaba estafando y lo mató a golpes delante de todos los Wailers, no sin antes patearle la cabeza y las pelotas hasta que éste confesó entre sollozos, mientras Neville Garrick grababa todo desde la consola del estudio.

MACHO MAN
Mientras tanto, Rita veía cómo se agrandaba la familia Marley sin que ella tuviera nada que ver. En 1970, Bob tuvo un hijo llamado Robbie con Lucille Williams, una de sus novias en Trench Town. Otra de sus chicas, Janet Hunt, parió a Rohan Marley (futuro marido de Lauryn Hill). De su estadía en Londres nació Karen Marley, hija de una inglesa llamada Janet Bowen. Una jamaiquina nacida en Barbados, Lucy Pounder, trajo al mundo a Julian Marley. Otra de sus novias, la campeona caribeña de ping pong Anita Bellnavis, se convirtió en la madre de Kymani Marley. Para 1975, Cindy Breakspeare, que estaba a punto de convertirse en Miss Mundo, tenía su propio piso en la mansión de Hope Road y estaba embarazada de Damian Marley. Otra de las novias era la actriz Esther Anderson, quien ya había tenido romances con Marlon Brando y Chris Blackwell. La respuesta de Rita a estas infidelidades era siempre la misma: “Creo que Bob recibió tan poco amor durante su infancia que intenta probarse todo el tiempo cuánto lo aman. En un momento decidí que debía aprender a vivir con eso”. Pero si bien Rita hasta llegó a criar a algunos de los hijos de Marley con otras mujeres, cuando él se enteró de su romance con otro hombre le dio una paliza. Años después, ya enfermo de cáncer, hizo lo mismo con su hermana por engañar a su marido.

JAMAICA NO PROBLEM
Para 1974, la mansión de Hope Road tenía salas de ensayo de primer nivel y Marley mantenía reuniones religiosas con una secta rastafari conocida como Las Doce Tribus de Israel. Muchos viejos amigos llegaban para pedirle dinero, y pocos se iban con las manos vacías (se dice que llegó a repartir hasta 40 mil dólares en un día, aunque, aparte de un anillo que había sido de Haile Selassie, y con el que lo enterraron en 1981, Marley no tenía un solo bien a su nombre). En la planta baja, Gilly Gilbert administraba un comedor comunitario. Sentado en el porche, Marley resolvía conflictos entre amigos y financiaba planes ilegales si los consideraba rentables. Si un gangster caía preso, mandaba de inmediato a su abogado. Si no conseguía sacarlo, iba a visitarlo a la cárcel. Y declaraba con orgullo que Hope Road era el único lugar de la isla donde los chicos del ghetto estaban a salvo de la policía.
Para entonces, ya era una estrella internacional y contaba con una fortuna impensable para los parámetros jamaiquinos. Había reemplazado las voces de Tosh y Bunny con las I-Threes (Rita Marley, Judy Mowatt y Marcia Griffiths). Natty Dread, su tercer disco para Island, era un éxito. Pero su “actitud de ghetto” y sus himnos militantes (como “Them Belly Full”, “Rebel Music”, “Revolution” y “Talkin’ Blues”, con esa frase sobre volar una iglesia) empezaban a preocupar a más de uno. El éxito de Marley atraía la atención del mundo sobre Jamaica, pero no la clase de atención que el gobierno quería. “Obviamente nos enfrentamos a una contradicción entre la pobreza urbana que difunde el reggae y la idea de placer y relax que intentamos promocionar”, decía un documento de la Comisión de Turismo. La CIA incluyó a Marley en su lista de “los más vigilados” y el embajador norteamericano en Jamaica llegó a confesarle a Blackwell que Estados Unidos temía que Marley pudiera “desestabilizar” la situación política de todo el Caribe. Como respuesta, Marley cantó en “Rat Race” (del disco Rastaman Vibration): “El Rasta no trabaja para ninguna CIA”.
Al borde de las elecciones, Jamaica era un polvorín armado hasta los dientes. Partes de Kingston parecían una ciudad fantasma y el gobierno había decretado el estado de emergencia. Las canciones de Marley sólo incrementaban la tensión y era evidente que su vida corría peligro. Ya había recibido varias amenazas e intimaciones anónimas para dejar Jamaica. El gobierno –del Partido Laborista Jamaiquino, títere de la CIA– había prohibido difundir varias canciones de los Wailers. Como respuesta, Marley los criticó ferozmente por no legalizar la marihuana y entorpecer la repatriación de rastafaris a Etiopía: “El sistema está matando a la gente, así que tenemos que matar al sistema”.
Irritado también con la oposición –el PNP, Partido Nacional del Pueblo-, Marley organizó un concierto gratuito el 5 de diciembre, para hacer oír su voz, con Burning Spear, Bunny Wailer, Third World y hasta Pete Tosh como invitados. Pero el gobierno adelantó la fecha de las elecciones y decidió capitalizar el concierto a su favor. El entorno de Marley le aconsejaba suspender todo. Rita pensaba que, con doscientos muertos políticos durante la campaña, la idea era demasiado peligrosa. Marcia Griffiths temía tanto por su propia vida que no sólo abandonó las I-Threes sino que dejó la isla. Dos días antes del concierto, con una guardia armada permanente del PNP en la puerta de Hope Road, los Wailers ensayaban, cinco de los hijos de Marley deambulaban por ahí, Rita los cuidaba, Chris Blackwell miraba y Up-Sweet, el dealer de cabecera, acababa de llegar con un cargamento. Marley se tomaba un descanso en la cocina cuando sonaron los primeros disparos. El escuadrón de la muerte llegó en dos Datsun blancos. Eran por lo menos siete y Rita fue la primera en caer herida. Recibió un balazo en un costado de la cabeza cuando intentaba socorrer a uno de los chicos. Marley recibió una bala en un brazo y Don Taylor recibió cinco impactos, pero nadie murió. Taylor fue transportado a Miami para extraerle una bala de la columna vertebral. Rita y Marley fueron dados de alta esa misma noche. A medida que se esparcían los rumores, nadie sabía quiénes habían sido ni dónde estaba la custodia en ese momento. Algunos sospechaban del gobierno, pero no se descartaba una jugada del PNP, adjudicándole el crimen al partido enemigo. Otros, pensaban en una vieja cuenta entre gangsters. Esa misma noche, escondido en una de las casas de Blackwell, Marley no sabía si tocar o no. Fue Roberta Flack, que había viajado a Jamaica para ver el concierto, quien lo convenció. Ya había 80 mil personas frente al escenario, aunque ninguna de las bandas, excepto Third World, se había presentado. Cuando Marley subió al escenario, el líder del PNP ya estaba ahí para recibirlo. Incapaz de tocar la guitarra por el brazo herido, Marley irrumpió con una atronadora versión de “War”. Al final del recital, se levantó la remera para mostrar las heridas y estalló en una carcajada.

ADIÓS A BABILONIA
Cuando, dos semanas después, el PNP arrasó en las elecciones, Marley ya había dejado la isla: había volado en secreto a Nassau la manaña siguiente al concierto (aunque, cuando las autoridades migratorias de Bahamas le preguntaron si quería asilo político, él respondió que sólo estaba de vacaciones). Tardaría 16 meses en romper esa reclusión. Esta vez, para un concierto por la paz en Kingston, durante el cual invitó a los líderes de ambos partidos a abrazarse en escena. Pero ya no viviría más en Jamaica.
Con Exodus (1977) se había convertido en un héroe para los punks. Grabó el single “Punky Reggae Party” con Lee Perry y presentó el disco Kaya en una gira registrada en el doble Babylon by Bus. En abril de 1980 fue oficialmente invitado a las celebraciones de la independencia de Zimbabwe. Tres días después, los Wailers aterrizaban en Harare y, decididos a tocar gratis, corrieron con los 250 mil dólares de gastos. Lo que sólo Marley y muy pocos más sabían era que le quedaba poco tiempo. En julio de 1977, dos meses después de lesionarse una uña en un partido de fútbol, le diagnosticaron un cáncer en el dedo gordo del pie. Un especialista londinense sugirió que había esperanza si le amputaban parte del pie. Durante el siguiente año, hizo algunos de sus mejores shows, pero los especialistas de Londres tenían razón: sin amputar, las células cancerígenas seguían avanzando. Durante el tour de Survival en 1979 vivía con dolores, sus facciones comenzaron a ser cada vez más huesudas y su mente cada tanto divagaba. En una entrevista de la Melody Maker, adepta a Marley desde la primera hora, se lo describió como paranoico, ido y con claros síntomas de “monomanía”. Cuando se desmayó mientras corría por el Central Park en septiembre de 1980 un neurólogo le diagnosticó un tumor en el cerebro. Tres días después subió al escenario en Pittsburgh. Sería la última vez.
El propósito de mantener la enfermedad en secreto era para negociar con PolyGram un nuevo contrato por diez millones de dólares. Pero PolyGram interrumpió las negociaciones cuando supo que estaba paralítico de la cintura para abajo. Algunos amigos le recomendaron al especialista alemán Josef Issels, un médico controvertido que había servido como oficial a la SS durante la Segunda Guerra y figuraba en la lista negra de la Sociedad Oncológica Norteamericana, pero mantenía una excelente reputación dentro de los círculos de la medicina alternativa. El 9 de noviembre, Marley se internó en su clínica. Contra todas las expectativas, mostró una mejoría: a los dos meses, jugaba un poco al fútbol y le empezó a crecer el pelo. Pero en marzo había vuelto a empeorar. Mientras su adversario, el primer ministro jamaiquino Edward Seaga (al que Marley llamaba CIAga) le otorgó la Orden del Mérito (que recibió Ziggy, su hijo mayor), Issels se daba por vencido y Blackwell visitaba a Marley para despedirse, nueve años después de conocerlo en Londres, aunque volverían a hablar una vez más por teléfono para discutir un regreso a Jamaica que no se materializaría.
Marley murió en Miami, la ciudad donde vivía su madre, el 11 de mayo de 1980. Su cuerpo volvió a Jamaica el 19 de mayo. Dos días después, se llevó a cabo su funeral. Los Wailers y las I-Threes cantaron “Rastaman Chant” y “Natural Mystic”. Después, el cortejo partió rumbo a St. Ann, donde su cuerpo fue depositado en un mausoleo blanco junto a la casa donde había vivido de niño. Mucho después de que se hubieran ido los políticos y las autoridades, la noche se inundó del tenue resplandor rojo que desprendían los cálices de marihuana de los rastas que vigilaban desde los montes.

 

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