Personajes
Jorge Guinzburg de cuerpo entero
Agrandadito
Cuando
todos esperaban que siguiera con La Biblia y el calefón por la
veta de la picardía sexual, él subió la apuesta:
dejó la pantalla caliente del 13, se pasó a América,
amplió su propia productora, resucitó Peor es nada y volvió
a la carga con una de sus mejores armas: el humor político.
Por
CLAUDIO ZEIGER
El de
Jorge Guinzburg fue uno de los pases de canal más llamativos
de este año: de la seguridad de la que fue históricamente
su casa el 13 pasó a la segura condena
de un rating menor en América, pero con la ventaja de poder desembarcar
con más de un proyecto personal y su propia productora. En concreto,
Guinzburg conduce los viernes La Biblia y el calefón
y el martes va con un clásico del humor irreverente que tuvo
unos cinco años de éxito: Peor es nada, y
se supone que en el futuro inmediato puede haber más novedades.
Lo cierto es que mientras Guinzburg no está nada convencido de
que el rating se esté midiendo con justicia milimétrica,
la novedad que trajo su nuevo programa ciertamente va por otro lado.
El retorno de Peor es nada a la televisión marcó
una grata sorpresa en materia de comicidad, algo que hace rato no se
veía entre tanto reality show y propuestas de humor de índole
muy distinta, como Todo X 2 pesos: con Guinzburg y sin Horacio
Fontova, retornó el humor político a secas. Sátira
descarnada (más allá de la burla porque De la Rúa
es aburrido, o inseguro, o lerdo), temas de actualidad tratados en forma
despiadada. Eso es lo que se vio la semana pasada en un sketch dedicado
a Menem y la Bolocco (momento culminante: cuando entra la odalisca que
iba a enseñarle a la Chechu cómo bailar árabe para
no desentonar en la fiesta de casamiento, Menem descubre con horror
que se trata de Zulemita, quien obviamente se abalanza con furia sobre
los tortolitos). Pero el pico máximo se dio en La familia
bonaerense, donde un padre de familia desquiciado y paranoico
por la inseguridad imperante, liquida a un cadete del supermercado y
le dispara a las piernas de su propia hija porque ella no recuerda la
contraseña para volver a entrar al hogar familiar. Fue un extracto
de humor ciertamente pesado, como el de 1990, cuando el Ejército
llevó a juicio a Peor es nada por el célebre
Kuwait, primer pelotón argentino. Cuatro años
después, los hacedores de Peor es nada fueron sobreseídos,
y es muy improbable que se repita algo así en estos tiempos.
Pero el humor de Peor es nada sigue siendo espeso.
Yo sé que cada uno de los sketches molestó a distinta
gente. El de la familia bonaerense que tocó el tema de la seguridad
en la provincia de Buenos Aires molestó a Ruckauf, con quien
tengo una excelente relación en el sentido de que es un avisador
del programa. Pero no porque sea un avisador yo voy a sacar ese sketch.
Igualmente hay que destacar que se lo bancan, porque si uno les da palos
cuando se equivocan, también hay que decir lo bueno. Mi mamá
me dijo que había sido muy violento, y a mí me impresionó
que a la gente le impresione el sketch y no lo que está pasando
realmente. Quise volver al humor político porque creo que en
la televisión estaba faltando, más allá de alguna
caricatura que pueda haber, sobre todo cuando el blanco es De la Rúa.
Quería que este Peor es nada fuera una referencia
al anterior Peor es nada, pero que también recordara
algo de la esencia de La noticia rebelde, la parte contestataria
del programa, y eso en gran parte es por una necesidad mía, casi
por gusto personal. Hoy tengo más ganas de hacer esto que de
poner unas lobas infernales como hice en otros programas. A lo mejor
me equivoco en cuanto a la repercusión popular pero, bueno, es
mi gusto. No sé. Estaré viejo.
Peor es nada finalmente salió al aire sin Fontova
como se había anunciado al principio pero a Guinzburg
se lo nota muy bien acompañado por las presencias femeninas de
Elizabeth Vernaci, Laura Oliva y Ernestina Pais, para quienes el humorista
sólo tiene palabras de elogio. Lo resume en la frase no
estoy con nadie de quien crea que es talentoso pero que tenga un pensamiento
ideológico totalmente distinto al mío. No es porque esté
buscando el síjorgismo, sino por una búsqueda de coherencia.
Sin embargo, la tribuna de La Biblia y el calefón
suele aclamarlo más que a los invitados. ¿No hay un poco
de riesgo en eso de lo que llama síjorgismo?
En Peor es nada no creo que el programa esté
tan recostado sobre mí; creo que es más un programa de
una banda que de una sola persona. Y con respecto a La Biblia
y el calefón, este año la tribuna está más
lejos. Por eso cuando hice el monólogo del comienzo, primero
sentí una ausencia del calor, pero tampoco creo que eso alimente
el síjorgismo sino todo lo contrario. Es parte del juego con
la tribuna. Ahora todo está más lindo pero más
lejos.
La primera impresión al ver sus reportajes en Peor es
nada es que usted está más bueno que antes.
Es que hasta ahora se dio que vinieron dos personas que para
mí son amigos entrañables. Ya dije mil veces que Adolfo
Castelo es mi hermano mayor. Yo tengo de sangre una hermana mayor, pero
me hubiera encantado también tener un hermano mayor, y creo que
Adolfo es un hermano mayor aunque tengamos escasa diferencia de edad,
apenas meses. Y con el otro entrevistado, Carlos Bianchi, compartimos
el objetivo de una fundación para ayudar a hogares para chicos,
y si bien no hablamos de eso porque me parecía que no correspondía,
es un tipo con el que tenemos algo importante en común. No es
porque yo esté más bueno.
A Carlos Bianchi, igualmente, no dejó de reprocharle su exceso
de ecuanimidad y moderación con los rivales.
Y sin embargo, aunque esa ecuanimidad parezca parte del personaje
de Bianchi, es real. Hay que aceptarlo. Me acuerdo lo enojado que estaba
yo con Passarella por el poco tiempo que probó a Mauricio Pellegrino
(nota: entonces jugador de Vélez, club del que Guinzburg es conocido
hincha ferviente) para la selección. Se lo comento a Bianchi
indignado y él me dice: Lo que pasa es que tiene demasiados
zurdos en la defensa, por eso no lo pone. Y bueno, hay que aceptar
que él piensa las cosas de otra manera, no desde el fanatismo
pasional de uno.
A partir de 1985, La noticia rebelde fue uno de los grandes
booms de la televisión de la apertura democrática, uno
de esos programas nacidos para descabezar mitos, burlarse de todos y
dejar huella en la televisión y en el público. Fue un
poco azarosamente la conjunción de dos proyectos que habían
sido presentados por separado en ATC: uno de Guinzburg y Carlos Abrevaya
y otro de Raúl Becerra y Adolfo Castelo. Como eran similares,
en el canal les recomendaron unirse y así fue, dando origen al
tremebundo equipo al que luego se sumó otro peso pesado de la
televisión entonces futura: Nicolás Repetto.
Eran irrespetuosos (hoy se diría políticamente incorrectos)
y en gran medida lograron cambiar el estilo aséptico de las entrevistas
irradiando su influencia incluso sobre programas periodísticos.
Para mí La noticia rebelde fue en la televisión
lo que fue la revista Satiricón en la gráfica. Cuando
llegué a Satiricón era un periodista con pocos años
de experiencia, y cuando llegué a La noticia rebelde
era un hombre de televisión con poco tiempo de experiencia. Ambos
fueron fenómenos, aunque en Satiricón mi protagonismo
era menor porque yo era el pibe en una redacción donde estaban
Carlos Ulanovsky, Mario Mactas, Trillo y Dolina, Andrés Cascioli,
entre otros, y se formó un grupo con mucha mística: el
que estaba adentro sentía orgullo de estar, y el que no estaba,
quería entrar. Era el comienzo de los 70 y había otro
clima, a punto tal que ibas a un bar y en una mesa estaban comentando
tu nota. Creo que en este sentido pasó algo parecido con La
noticia rebelde. Éramos cinco sin ninguna forma de verticalismo,
y en cierta forma pasó algo saludable: mucha gente que normalmente
no veía televisión, veía La noticia rebelde.
Sabato, por ejemplo. Me contó una amiga que Sabato le decía:
Te dije que a las ocho no me llames porque estoy viendo, La noticia
rebelde. Eso es maravilloso. Aunque de todas maneras jamás
me dio un reportaje. Había un espíritu rebelde y contestatario
que también tenía Satiricón, aunque en el programa
no estaba esa insistencia sexual sobre las mujeres como sí había
en la revista. De hecho, en el programa no había mujeres. La
noticia rebelde tenía mucho olor a huevo.
¿Cómo ve a la distancia su derrotero en comparación
con los otros integrantes de esa banda que fue La noticia rebelde?
Tal vez los que tuvimos más exposición de pantalla
fuimos Nico y yo. Creo que no éramos más importantes que
los otros, y por ejemplo no entiendo por qué Castelo no tiene
más presencia, porque es un tipo sumamente eficaz, siempre. No
sé por qué no tiene más oportunidades de programación.
Carlitos Abrevaya siempre va a ser un tipo recordado y respetado en
los medios. Y Raúl Becerra es un tipo que es más importante
por lo que hace afuera de la pantalla que adentro. Fue el tipo que me
enseñó lo primero que aprendí sobre cómo
se produce un programa. Además es el tipo que puede llevar adelante
un proyecto, porque es muy común en TV que se te ocurran cosas
maravillosas pero que después salen muy distintas y mucho peores.
Carlitos llegó a Semanario insólito porque
nadie lo quería hacer, y no sé si él hubiera elegido
estar en cámara.
¿Repetto no perdió el humor?
No, no coincido. Creo que es capaz de generar humor, más
allá de lo que sea uno en la vida, porque podés ser un
gran humorista y ser un malhumorado. Nico es un tipo al que le fastidian
las entrevistas y esa clase de exposición, y quizá su
actitud sea más sana. Tiene etapas en las que prefiere borrarse
y descansar que enloquecerse con el laburo. Y hay etapas en las que
sale a generar y ganar. Vos podés pensar que la diferencia es
que hay gente que tiene necesidad de demostrar un compromiso social
a través de lo que hace, y otros menos. Podés hacer un
gran producto que sea frívolo pero que dé gusto verlo.
Algunos de nosotros teníamos una necesidad de crítica
social y otros menos, pero eso no tiene necesariamente que ver con la
calidad de televisión que hagas.
Usted suele llevar las entrevistas invariablemente hacia el tema
sexual. ¿Es un reflejo de humorista u obedece a alguna otra causa
más personal?
No me aqueja ningún problema sexual ni pasa por la
fanfarronería, sí por la diversión. Ojo que en
La Biblia y el calefón estoy cambiando los temas.
Incluso a gente que le gustaba el programa del año pasado me
criticó bastante porque muchas preguntas tenían que ver
con el sexo, pero este año se habla de otras cosas de actualidad,
como por ejemplo los reality shows. Pero seamos sinceros: hablar de
sexo me divierte mucho y noto que la gente también se engancha.
Y los invitados, de Araceli a Pinti, también. Yo me divierto,
y la realidad es que me resultaría muy difícil laburar
sin divertirme. No puedo ponerme en la postura de generar humor más
allá de mi propia diversión. Todos coincidieron en que
el segundo programa de Peor es nada fue mejor que el primero,
y yo salí con la sensación de que no era así. Sucedió
que el piso tuvo menos espacio que los sketches, y a mí me divierte
mucho lo que pasa en el piso, y entonces más allá de cómo
salió el programa, yo me divertí menos.
¿El humor no puede terminar por disolver la posibilidad de
hacer una crítica más profunda?
Hace muchos años yo escribí en Satiricón
una nota que se llamaba La superioridad de la raza agria,
donde planteaba que la gente seria parece ser más confiable.
¿A quién le das a cuidar a la nena adolescente? ¿A
un tipo de gesto adusto o a uno que se caga de risa todo el tiempo?
Pareciera que es más confiable el que tiene cara de ojete. Yo
no creo en eso. Aunque creo igualmente que cierta televisión
privilegió la forma por sobre el contenido y a veces sería
importante ver lo que hay detrás de una entrevista de la que
solo se ve un pedacito muy editado. Creo que hay que recuperar los contenidos.
¿Por qué se pasó del 13 a América?
Yo en el 13 estaba muy bien y de hecho es mi casa, donde
si voy a hacer una nota me puedo pasar cuatro horas saludando gente.
Además es el canal donde pasé más años,
incluso cinco con Peor es nada. Pero sentí que quería
hacer crecer mi productora más allá de lo que pueda hacer
yo como artista, y por una cuestión de cabida de programas me
pareció que América es un lugar apropiado.
Pero tiene mucho menos rating.
Yo no creo ni en brujas ni en manos negras, pero el rating
del último programa de Peor es nada bajó considerablemente
en los últimos dos bloques, cuando estuvo Bianchi, que no le
da entrevistas a nadie. La verdad, no lo creo. No hablo de mano negra
pero hay errores graves. Obviamente hay aspiraciones distintas en América
con respecto al rating. Yo creo que si llego a hacer dos dígitos
Carlos Avila me dice: No vayas hasta el baño, meá
acá en mi escritorio si querés.
Así como usted termina sus entrevistas preguntando al reporteado
cómo fue su primera vez, yo últimamente estoy obsesionado
por terminar el reportaje preguntando: ¿qué opina de los
reality shows?
No me gustan, y me parece que son degradantes sobre todo
teniendo en cuenta los que pueden llegar a venir. Temptation Island,
en el que una docena de hombres y mujeres casados dejan a sus esposas
y maridos en casa y se la pasan un mes de jarana en una isla, me parece
degradante. Hay otro que se llama, traducido ligeramente, En bolas,
en el que hay diez personas en una casa que se pasean desnudos. Hay
otro de un grupo de gente que es entrenada por los marines y los recontracagan
al límite de la tortura. Y hay otro en el que los tipos están
directamente encadenados. Me parece llamativo que la gente se enganche
con eso. Y no es una degradación que pasa solamente en Argentina,
porque esto está sucediendo en todo el mundo. Pero si hay un
programa que se llama Ruleta rusa y todas las semanas muere
uno, como televisión es terrible. Pero si además tiene
veinte puntos de rating, ¿qué nos pasa a los argentinos?
arriba