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HALLAZGOS La Copa Amazonas,
el torneo amateur que empalidece al Mundial de la FIFA

El potrero más
grande del mundo

En el corazón de la selva brasileña, la Copa Amazonas convoca año tras año a hordas de aficionados locales. Son más de 500 clubes y 20 mil jugadores dispuestos a sacarse los ojos en 45 canchas de tierra en las que no existe el offside y proliferan los dientes rotos, las piernas quebradas y hasta algún balazo. Las celebraciones son báquicas. Y cada equipo lleva un as en la manga: una reina que, si gana el concurso de belleza, los clasifica para la ronda final. Desde hace veinte años, éste es el secreto mejor guardado del fútbol brasileño.

POR ALEX BELLOS

En la ciudad de Manaos, 1600 kilómetros río arriba remontando el Amazonas, se organiza un torneo de fútbol que compite con la selva brasileña en tamaño, ferocidad y misticismo. Con más de 500 clubes y 20 mil jugadores, la Copa Amazonas probablemente sea la mayor competencia futbolística del mundo. El día de su apertura, unos años atrás, un jugador apareció muerto a balazos en una parada de colectivos, un fan sufrió un infarto y otros cuatro jugadores terminaron con la pierna fracturada. Parece mundano mencionar que el clima ecuatorial pasa con extraordinaria naturalidad de la lluvia torrencial al sol rajante de 40 grados, todo entre el comienzo del partido y el final del primer tiempo.
Sin embargo, la excentricidad más gargantuesca de la Copa no está confinada a la belleza del juego. El evento es, también, una celebración de la belleza a secas. Todos los clubes deben presentar una reina. Luego, las candidatas femeninas desfilan sobre una pasarela altamente competitiva, vestidas apenas con una bikini y la camiseta del club. “Históricamente el fútbol es un deporte masculino. El sexo débil luce mucho mejor bajo los reflectores de la pasarela que en una cancha”, argumentan los organizadores.
Si esto no resulta lo suficientemente atractivo, alcanza con darle un vistazo a los equipos participantes. Entre los más destacados se encuentra el Manchester. “Elegimos ese nombre porque nos gustó”, dice el presidente del club. “Y porque no teníamos un peso para contratar jugadores”, agrega. Arsenal, Aston Villa, Ajax, Barcelona, Real Madrid: los equipos, por supuesto, son todos aficionados y de Manaos. Además, se pueden mencionar otros como Los Amigos de Maradona, Himen y el equipo en el que se enrolaría el Coronel Kurtz si estuviese en esta selva: Apocalipsis FC.

LA PASARELA MAS LARGA DEL UNDO Es el día de la ceremonia inaugural y el presidente del Nueva Villa, Audemir Moreira Cruz, de 38 años, debe asegurarse que la reina del club esté lista. Esta noche ella va a estar representando al equipo en el desfile de gala junto a otras 521 chicas. Audemir, un hombre silencioso y expeditivo, ya ha comprado la bikini y los shorts. Durante el día de hoy la va a acompañar a la peluquería, donde la atenderán una manicura, una depiladora y una peinadora, ya alertadas de tan magna visita. “Gastamos más dinero en la reina que en los jugadores”, murmura Audemir a la salida.
El Nueva Villa comenzó como un equipo familiar. Audemir, mozo del Bar Delirio, lo fundó en 1988 junto a sus seis hermanastros. El primer año, la reina del club fue su sobrina. El año pasado, su hermana. Pero ninguna de las dos clasificaron para la segunda ronda. A medida que el equipo fue ganando adeptos en el barrio, Audemir pudo seleccionar entre candidatas un poco más glamorosas. Este año, la reina es una campeona de danza folklórica de 16 años, Leilane Albuquerque.
Cuando Leilane está lista, Audemir la traslada en su Ford 75 al Sambódromo de Manaos. Maneja despacio porque recién está aprendiendo y todavía no tiene registro. Pasan junto a los barrios bajos erigidos a la orilla de pequeños ríos, casas prefabricadas, monoblocks y shoppings. En el Sambódromo, miles de fans de los diferentes equipos se agolpan con bombos y cánticos para hinchar por sus reinas. Las chicas se encuentran en el backstage. Como si fueran jugadores calentando al costado de la cancha, se retocan el maquillaje y se sacan brillo frotándose aceite en las nalgas y en los muslos. A último momento se anuncia que 521 reinas subirán al escenario. La reina del equipo evangelista fue excusada por motivos religiosos.
El show comienza con una grandilocuencia digna de un Mundial. Una escolta militar ingresa con la bandera brasileña y una soprano entona el himno nacional. A continuación, las chicas avanzan en fila por la pasarela. Llevan las camisetas atadas a la altura del pecho, dejando al descubierto el estómago y las caderas. Hay tantas que la fila alcanza los doscientos metros. Caminando a un ritmo sostenido, pasan diez minutos antes de que todas se hayan ubicado en la pasarela.

LAS CHICAS CALMAN A LAS FIERAS La Copa Amazonas fue idea del periodista local Messias Sampaio, quien se dio cuenta de que los más jóvenes de Manaos no tenían absolutamente nada que hacer durante su tiempo libre. Para muchos, el fútbol era la actividad ociosa preferida, así que la Copa no tardó demasiado en encarnar el espíritu de la ciudad.
Para la segunda edición, Sampaio introdujo la cláusula que exigía a cada equipo una reina. A nadie le pareció demasiado demencial, ya que son varias las ciudades amazónicas que celebran festivales en los que se elige una reina de la belleza. “Cuando comenzamos con la Copa, el fútbol femenino no existía”, dice Sampaio. “Pero había muchas hinchas mujeres. De hecho, había muchas hinchas mujeres preciosas. Así que pensamos cómo hacer para involucrarlas en la Copa.”
Sampaio ha sacado su rédito de la idea. Gracias al prestigio que le ganó el evento, ya ha incursionado en la política y en la actualidad se desempeña como presidente del Concejo Deliberante de Manaos. Está claro que su astucia no fue haber creado un concurso de belleza paralelo al torneo de fútbol sino conseguir que ambas actividades estuvieran relacionadas. Las 16 reinas finalistas automáticamente clasifican a sus equipos para la ronda final del torneo, incluso cuando la matemática de los resultados indica que deberían quedar afuera. “Esto se me ocurrió para que los clubes invirtieran más en sus reinas”, agrega Sampaio. Y funcionó. Hoy, encontrar una chica linda forma parte vital de los preparativos del club para el torneo. Los equipos saben que la reina puede ser desequilibrante a la hora de la clasificación. En 1998, el Arsenal había sido eliminado cuando la selección de su reina lo volvió a poner en carrera. Y ese año salió campeón.
Además, hay otro motivo para incorporar el factor femenino. “Supongamos que un equipo es muy bueno, pero queda afuera por un error del árbitro”, dice Sampaio. “Cuando un equipo se siente robado, la tendencia natural es ir y trompear al árbitro. El fútbol es pasional, después de todo. Entonces, la posibilidad de ser reincorporados a la competencia mediante la reina funciona como un tranquilizante.”

EL ARBITRO MAS PEQUEÑO DEL MUNDO El Amazonas es un lugar de fábulas y leyendas, en gran medida debido a la cultura oral indígena, y la Copa ha desarrollado una mitología propia. Como esa vez que un jugador llegó tarde al partido, anotó un antológico gol de cabeza y siguió corriendo hasta perderse entre los arbustos. Minutos después, la policía irrumpió en la cancha. El goleador era un prófugo al que le venían pisando los talones. O la vez que un Volkswagen escarabajo entró por accidente al campo de juego y atropelló a un jugador. Pero si hay un hombre capaz de simbolizar la fantástica naturaleza del evento, ése es Paulinho Jorge, apodado “Jabón de Hotel” por ser pequeño, pero de formas perfectas. Sus amigos recomiendan reducir en un 30 por ciento todo lo que dice. Y él dice medir 1,50. Sin duda se trata de un cálculo optimista.
Paulinho vive con su gato en una cabaña en los suburbios más pobres de Manaos. Adentro, posters con los equipos de Río de Janeiro pueblan las paredes. Él es la única persona que ha formado parte del comité organizador todos los años desde 1973. Su tamaño lo inhibió para jugar, pero no para involucrarse en la organización. Aunque en veinte años no ha podido conseguir botines para un pie tan chico como el suyo, no tuvo mayores problemas con el uniforme de árbitro. “Desde chico quise ser árbitro. Mi madre se oponía por miedo a que terminara demasiado golpeado, pero con el tiempo se fue acostumbrando”, dice a los 52 años. Paulinho asegura ser un purista de la disciplina. Se enorgullece de haber expulsado a 5982 jugadores, de haber sido perseguido por una mujer munida de una escoba y haber recibido ocho puntos cuando un jugador le partió la cabeza. “La policía se encargó de él: lo buscó, lo encontró, me lo trajo y me pidió que lo golpeara hasta saciarme”, dice. “Ahora es uno de mis mejores amigos.”
Ser el árbitro de la Copa le ha valido un respeto y un prestigio que de otro modo serían inimaginables. “Cuando se es árbitro, el tamaño no es lo importante. Lo importante es entender las reglas del juego”, dice con sorna. La Copa, se nota, ha moldeado su vida. “Me gustaría ser enterrado con mi ropa de árbitro, con la tarjeta amarilla en un bolsillo y la roja en el otro.”

CON LAS CHICAS NO ALCANZA En el cuartel general de la Copa ubicado en el centro de la ciudad, Aldemar Amazonas Afonso, coordinador del evento, admite que el mayor problema es la violencia contra los árbitros. “Hay mucha agresión: ojos morados, dientes rotos y huesos quebrados. Si en un partido se juntan dos equipos malos y un mal árbitro, es inevitable que haya heridos. Además, no les podemos prohibir que se tomen sus cervecitas.”
El año pasado, Manoel Oliveira, conocido en Manaos como Maradona, decidió contratar a un psicólogo para su equipo Los Amigos de Maradona. Y salió campeón. “El jugador de la Copa Amazonas es diferente de un jugador profesional. Para empezar, a todos les gusta tomar. Entonces indefectiblemente llega el momento en que se emborrachan y se ponen violentos”, dice.
Como estrategia para disminuir la violencia, cada jugador tiene que entregar a los organizadores una fotocopia de su documento. Si en el informe de cada partido el árbitro los involucra en un incidente demasiado violento, los jugadores corren el riesgo de ingresar en la lista negra de la Copa, algo que les prohíbe jugar de por vida. Este año, antes de que comenzara el primer partido la lista ya incluía 93 nombres.
Los organizadores publican todos los años un código de conducta de 20 páginas y 204 artículos. Pero el tribunal de disciplina, conformado por abogados locales, se encuentra habitualmente tan rebalsado que en los últimos dos años las finales debieron postergarse un mes mientras se resolvían los casos.
El catalizador principal de la violencia son las apuestas. Los veinte mejores equipos son semiprofesionales. Sus clubes tienen gente recorriendo de manera permanente los barrios y por lo general contratan a los mejores jugadores meses antes de que empiece la Copa. Muchos de estos futbolistas locales deciden no convertirse en profesionales por la sencilla razón de que no hay en la zona una oportunidad que ofrezca más dinero y prestigio que la Copa. Por ejemplo, por firmar para el Park Club, Ney Rezende, un mediocampista de 22 años que jugaba profesionalmente en el sur de Brasil, recibió ochocientos dólares, un celular, veinte bolsas de cemento y dos mil ladrillos para construirse una casa.
Gloria Unida, el equipo más popular, cuenta con el auspicio de la compañía harinera más importante del Amazonas, Trigolar. La empresa corre con los gastos de las camisetas, los botines, la paga de los jugadores después de cada partido y los barriles de cerveza para el tercer tiempo. Gloria Unida cuenta además con un masajista, cuya función principal consiste en tener siempre lista una bolsa con hielo para los jugadores golpeados. Fernando Salles recibe un sueldo por guardar bajo llave tres pelotas, veintidós pares de medias, shorts, botines y camisetas en la casa donde vive con los otros trece miembros de su familia.
A pesar de esta lenta profesionalización, la Copa mantiene su espíritu de evento amateur y social. Los clubes no sólo representan a los barriossino a los más diversos grupos de amigos. Hay equipos formados exclusivamente por guardias de seguridad, inmigrantes del mismo poblado selvático y hasta un grupo de bailadores folklóricos. El equipo de una banda de heavy metal presentó una reina punk, y un grupo de amigos que frecuenta un burdel del centro de Manaos eligió a una de las strippers del establecimiento.

EL MUNDO SIN OFFSIDE Después de la ceremonia inaugural, de las 521 chicas sólo 120 pasan a la segunda ronda. La selección está a cargo de Arnaldo Santos, coordinador del evento y locutor de fútbol que a los 62 años tiene el privilegio de observar los videos de todas las reinas. Como condición para participar, cada una debe entregar un video de 30 segundos con primeros planos de su cara y –”esto es Brasil: la mitad de abajo es la preferencia nacional”– de su culo.
Antes de comenzar tan abrumadora tarea, Santos parece un hombre apesadumbrado por su misión en esta tierra. “Si fuese por las piernas, todas pasarían”, dice. “Es característico de las mujeres amazónicas tener buenas piernas, pero la cosa empieza a complicarse de la cintura para arriba”. Tres días después, Santos tiene unas ojeras bíblicas. Sobre su escritorio se apilan las carpetas de absolutamente todas las reinas. “No puedo más”, dice. “Ya elegí a 105 y no pienso elegir ni una más. Ya no puedo notar las diferencias entre una y otra.”
Durante los tres meses que dura la Copa, la televisión local emite un programa especial dedicado a las reinas todos los sábados a la mañana. Es el concurso de belleza más popular de la región. “El de Miss Amazonas no se puede ni comparar con éste”, dice Santos.
Los primeros partidos se juegan el fin de semana siguiente al desfile de las chicas. Son 254 partidos distribuidos en 45 canchas. Sólo dos tienen césped. El resto son de tierra apisonada, con arcos sin red y áreas sin marcar. Cada tanto, un jugador se corta con una piedra o un pedazo de vidrio en el suelo. Manaos puede encontrarse en el medio de la selva más exuberante del planeta, pero las canchas parecen jirones de desierto.
La Copa Amazonas se distingue claramente de otras formas más profesionales y formales de jugar al fútbol. Las reglas son las mismas con que los brasileños juegan en la calle: no hay offside y los laterales se pueden hacer con el pie.
En Sao Francisco, los preparativos para el primer encuentro del Nueva Villa son desastrosos. Las camisetas nuevas acaban de llegar de la imprenta de un amigo con el nombre del nuevo sponsor, el Bar Delirio, convertido en un borrón a la altura del pecho. Mientras Audemir decide utilizar las del año pasado, las noticias que llegan son todavía peores: la reina del club no pasó a la segunda ronda. Audemir está a punto de desmoronarse: “Me opongo a esta obligación de presentar una reina. Implica un gasto extra. Los equipos con fondos pueden contratar a una chica linda, nosotros no. Nosotros sólo contamos con nuestra destreza durante el partido”.
Una hora antes del primer encuentro, el equipo se reúne bajo un olivo y camina un kilómetro hasta la cancha. A medida que avanza por las calles del barrio, los amigos se van sumando a la procesión. Como muchos de los clubes, el Nueva Villa tiene una relevancia local que excede la Copa. “Sao Francisco estaba dividido en ghettos”, dice Mauricio Lima, vicepresidente del club. “La gente no se mezclaba. Pero cuando el equipo empezó a jugar bien, la comunidad se unió para apoyarlo. Cuando empezamos, éramos 100 socios, casi todos familiares; ahora tenemos más de 300.”
En su camino hacia la cancha, el equipo atraviesa un barrio bajo dominado por los jerarcas locales de la droga. Nadie les impide el paso. A la cabeza de la procesión, los miembros del Fans Club Gay del Nueva Villa –el único en Manaos– cantan y sacuden pompones verdes y blancos. Antes del partido, el equipo forma una ronda y reza el Padrenuestro. Diez minutos antes de empezar, aparece el jugador que faltaba. Salió tarde del trabajo, se disculpa. Es buen mozo y los fans gays enloquecen. No usa botines, pero Audemir explica que es la única manera de que juegue. Y mientras Audemir habla, el mozo anota el primer gol de la Copa, el gol con que el equipo gana su primer partido.
Cuando Paulinho pita el final del encuentro, el Nueva Villa vuelve al olivo para el tercer tiempo. El dueño del Bar Delirio se encargó de los barriles de cerveza. Los hinchas gays se ofrecen como mozos. Durante toda la noche, húmeda y calurosa, el barrio va a celebrar el triunfo de su equipo.

 

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