Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
 




Vale decir


Volver

Música Gorillaz al ataque

Dibujos afinados

Aburrido de sus peleas con los Oasis, Damon Albarn decidió separar por un tiempo a Blur. Pero en vez de tomarse vacaciones buscó aliados en el mejor baterista de hip-hop del mundo, en Miho Hatori de Cibo Matto y en el dibujante deJamie Hewlett para formar Gorillaz, la primera banda virtual del rock. Una banda que existe pero no, que en lugar de músicos tiene caricaturas, y que sube a escena pero sólo toca detrás de una pantalla sobre la que se proyectan dibujos animados.

Por RODRIGO FRESÁN Desde Barcelona

Tal vez –en el principio de los principios, en el instante en que la púa caía sobre el single para hacerlo y hacernos sonar– siempre se pensó que el pop era una especie de dibujo animado. De carne y hueso, sí, pero dibujo animado a pesar de todo y de todos. Alcanza con ccontemplar las fotos viejas de los héroes iniciáticos: el belicoso Jerry Lee Lewis, el inflamable Little Richard, el prolijo Buddy Holly, el sexual y primer Elvis, los Beatles donde cada uno cumple su rol con trazo prolijo. Cada uno de ellos poseían rasgos sencillos y expresivos y arquetípicos. Cada uno de ellos era dueño de una personalidad definida y parcial que complementaba a la perfección a la de los otros hasta conseguir el perfecto equilibrio de un todo gestáltico. Como en los dibujos animados. Tal vez ésa era la idea: que la cosa no durara demasiado, que el rock no fuera más que un breve rito de pasaje, un puente de hormonas eléctricas entre los gritos y saltos de la infancia y la responsabilidad ya cansada de la primera madurez. El rock como aquello que se veía y se oía entre los dibujos animados y un episodio de “Peyton Place”. En fin, nadie pensó que la cosa iba a durar tanto, que se iba a llegar a esto –a los dibujos animados más sofisticados pero igualmente icónicos de Kiss, Adam Ant, Sigue Sigue Sputnik, Beck, Björk, Prince, etc.– y que un día lejano el círculo se cerraría para volver a abrirse y que a alguien se le ocurría la idea de Gorillaz.

1 La cosa es así, creo: yo voy caminando por los pasillos de la megatienda FNAC de Barcelona. Miro fijo a compacts como si así pudiera oírlos un poco y, de golpe, por los altoparlantes de todas partes, sale una de esas canciones que uno no escuchó nunca pero que, de inmediato, se te pega a los tímpanos como chicle a la suela del zapato y te da la impresión de sabértela de memoria de una encarnación anterior y todo eso. Uh, sí: es la clásica canción que se prepara a tomar por asalto este verano. Ahí adentro y acá afuera un voz que me parece conocida pero que no alcanzo a ubicar canta, una y otra vez, con languidez rítmica, como si rezara, que “No soy feliz, pero me siento bien/ Tengo luz de sol, en una bolsa/ Soy un inútil, pero no por mucho tiempo/ El futuro está llegando”. Le pregunto a uno de los empleados de FNAC qué es eso. “Gorillaz”, me responde con el desprecio justo de un iniciado hacia un infiel y me muestra un compact en cuya tapa aparece un dibujito quieto pero inequívocamente animable. Cuatro tipitos montados a un boggie en cuya chapa se lee Geep. Lo miro y lo doy vuelta y le pregunto qué es. “Gorillaz. La primera banda de rock virtual. Son esos cuatro que están en la tapa”, me dice el tipo. “De acuerdo, pero quiénes son los que tocan”, insisto. “Los que tocan son Murdoc, Russel, Noodle y 2D. Esos que están ahí dibujados. Existen. Son ésos. Gorillaz”, recita (luego alguien me contará que la discográfica y los músicos insisten en las gacetillas que hay que creer en el producto, hay que vender Gorillaz como si existiera porque Gorillaz existe) y yo comienzo a alejarme hacia las cajas registradoras con Gorillaz en la mano –descubro que la canción que sigue insistiendo con que “No soy feliz, pero me siento bien” se titula “Clint Eastwood”– y lo compro casi sin darme cuenta y entonces, afuera pero adentro, me pregunto qué voy a hacer con eso que acabo de comprar o, ahora que lo pienso, me acaba de comprar a mí.

2 La música y los dibujos animados practican, desde el vamos, relaciones carnales. Desde las Silly Simphonies, desde las Loony Tunes, desde la múisica de Carl Stalling, desde el ambicioso descalabro de Fantasia que más tarde los hippies revalorizaron entre nubes de fumo y química de LSD, desde todas esas canciones horribles by Walt Disney que suelen ganar Oscars. Gorillaz no es más que la exageración del síntoma y busco el clip de “Clint Eastwood” en MTV y VH1. Recuerdo haberlo visto días atrás derefilón y zapping pero ahora no lo encuentro por ninguna parte. Encuentro, sí, a Madonna en dibujos animados, a Daft Punk en dibujos animados, a Robbie Williams en dibujos animados, a U2 en dibujos animados, a todos ellos y muchos más separados por el porno-soft de Britney Spears y Kilie Minogue y –muy de tanto en tanto– la felicidad de ver a Christopher Walken bailando lo último de Fat Boy Slim y a Bob Dylan mordiendo la invernal hamburguesa de su desconcierto en “Things Have Changed”. Sí, las cosas han cambiado. La cuestión es saber si han cambiado para bien, para mejor. En este sentido, lo de Gorillaz presenta perfiles ambiguos que oscilan entre una atendible aventura musical (las canciones de Gorillaz tienen lo suyo y todo el compact se escucha sin dificultades como música de fondo para cualquier fiesta de una o varias personas) y el escalofrío de una implacable maniobra mercantilista. Ah, me olvidaba: detrás de Gorillaz –esa voz, esa voz– está la figura de Damon “2-D” Albarn, líder de una banda llamada Blur...

3 ... y además, varios nombres históricos de una Historia que ya me excluye o que no me incluyó nunca: Deltron 3030 (Russel), Miho Hatori de Cibo Matto (Noodle) y el dibujante deJamie Hewlett (Murdoc) creador del comic de culto Tank Girl, con participaciones estelares de Ibrahim Ferrer (de la mafia del Buena Vista Social Club), Tina Weymouth (de los Talking Heads y Tom-Tom Club) y samplings de Bo Didley, del tema de “Modesty Blaise” y de la película Day of the Dead producidos por el especialista Dan “The Automator” Nakamura. Todos ellos –ciudadanos de la Aldea Global- y todo eso envolviendo un paquete zombie-milenarista y acaso autoparódico cuyo éxito y efectividad parece a prueba de todo: nada mejor que vender un espejismo para tiempos ilusionistas. Éxito de ventas europeo, performance de la temporada, tapa triunfal del mensuario británico Dazed and Confused y yo sigo buscando el clip de “Clint Eastwood” en MTV y VH1 y no lo encuentro y, entonces –todo está pensado para la felicidad del consumidor– descubro que el clip debut de Gorillaz está incluido en el mismo compact de Gorillaz, que lo puedo ver en mi CDRom, que voy a verlo ahora y vuelvo.

4 Ya lo vi y ya volví. Es lindo, es gracioso, es muy bueno. Responsabilidad del estudio de animación de moda Passion Pictures y ahí están el chinito guitarrista Noodle, el freak 2-D, el bajista con aspecto de delincuente Murdoc y el gigantesco baterista negro Rusell. Empiezan tocando y después un espíritu rapper sale de adentro de Rusell y todo se transforma en un cementerio de cuyas tumbas surgen unos gorilas zombies bailarines y está lindo. El mismo compact me da acceso por Internet al site privado de Gorillaz (60 mil visitas a la semana) para así poder visitar el estudio de grabación virtual Kong, inscribirme en la ya voluminosa nómina del fan club (donde los puristas discuten con ese fervor racista y sectario del adicto a la música a qué raza exactamente pertenece Gorillaz: ¿punk? ¿hip-hop? ¿electronic? ¿rap? ¿trash? ¿fast-food?), ayudar a encontrar la casa rodante de Murdoc y saber algo más de esta gente dibujada:
2-D y Murdoc se conocieron cuando este último intentó robar su tienda de teclados y formar una banda de éxito con los instrumentos en cuestión. Algo salió mal, 2-D perdió un ojo y quedó en coma. Murdoc se ve obligado a cumplir 30 mil horas de servicio comunitario, se hace amigo de 2-D cuando éste vuelve del otro lado convertido en una especie de mesías digital. Se hacen amigos. Mientras tanto Rusell es expulsado de su exclusiva escuela neoyorquina acusado de “estar poseído por un demonio”. Él también cae en coma durante cuatro años hasta que es curado por un exorcismo y se une a una pandilla de rappers, disc-jockeys y músicos callejeros convirtiéndose en el más grande baterista hip-hop de todos los tiempos. Preocupados, suspadres lo envían a Inglaterra donde conoce a Murdoc en un rap-shop del Soho. Los tres ponen un aviso en el New Musical Express buscando un guitarrista. Aparece una japonesita de nombre Noodle con una Les Paul al hombro. Ahora queda nada más la parte más fácil: firmar con una discográfica y alcanzar las cimas más altas de las listas de ventas. Nacen unas estrellas.

5 Pocas cosas más peligrosas e interesantes que un rocker aburrido. Un rocker aburrido es como un mono con navaja –o un gorila con sable– y Gorillaz es el hijo dilecto del aburrimiento de Damon Albarn, probablemente el músico más talentoso e imprevisible de su generación. Albarn –como muchos de nosotros– debe ver muchos dibujos animados cuando no hay nada que hacer. Ya se sabe: Mickey es un espía de la patronal, Donald es histérico, Bugs Bunny y el Pato Lucas probablemente sean la misma persona y –como lo han probado los largometrajes mixtos The Wall, Cool World, Roger Rabbit y la reciente Monkeybone– las relaciones entre nosotros y ellos son amistades peligrosas, porque ellos se niegan a dejarnos en paz y nosotros nos negamos a salirnos de esa guerra donde la dinamita nunca te mata. La revolución retro-futurista de Fox Kids y Cartoon Network hizo más que evidente algo que se venía sospechando: aquello que consumimos durante los años felices de nuestra infancia nos sigue haciendo feliz durante nuestra madurez. Y durante nuestra infancia vimos muchos dibujos animados y, por cuestiones técnicas, en blanco y negro. Ahora que podemos verlos como Dios y Walt mandan, es el momento perfecto para recuperar ese gozo pasándolo por los filtros de lo que consumimos más adelante: rock que, en más de una ocasión, parece hecho por caricaturas. ¿Por qué no entonces unir lo mejor de ambos mundos combinándolo con el siempre eficaz concepto de banda-fantasma? Ahí Albarn –aburrido de sus batallas brit-pop con Oasis y con su banda Blur entre paréntesis luego de haberla autodestruido para mejor en uno de los ejercicios de catarsis sónica más apasionantes en el panorama musical de los últimos años– viajó a Africa, empezó a grabar percusiones varias, grabó el extraño y bien gorillezco “Music Is My Radar” como track nuevo para el reciente Greatest Hits de Blur y, al tercer o cuarto o quinto o séptimo día, decidió resucitar como dibujo animado. Y ahí está tocando “Clint Eastwood”. Él no toca: toca 2-D. Pero el que le dijo o no le dijo lo que sigue a una revista de Barcelona fue Damon Albarn: “Lo importante es el concepto. Vivimos en un mundo de mentiras. Esa es la base de la cultura cristiana y, por lo tanto, de la cultura contemporánea. La autenticidad es una etiqueta más, otra forma de venta. Con Gorillaz -básicamente un influyente centro de influencias, diría– pretendemos demostrar que el pop es pura representación en la que realidad y apariencia son una misma cosa. Como en la vida. Creo que éste es mi mejor trabajo hasta ahora”. Después desapareció y volvió a ser 2-D.

6 Una amiga mía de Barcelona fue a Londres a ver el debut de Gorillaz -en el London Scala, en el barrio de Camden, el pasado 22 de marzo– como presentación en sociedad de un gira que los llevará por todo el Reino Unido el próximo junio. Le pregunto qué tal estuvo. Me responde que entre el público estaba Jude Law. Le pido más detalles. Me dijo que estuvo bien, que los músicos tocaban detrás de una pantalla en la que se proyectaba a la banda de dibujos animados tocando, que las entradas definían a la velada como un “low-fi thriller event” y que entre el público estaba Jude Law. Las críticas del concierto fueron buenas, muy buenas y sociológicamente desconcertadas ante una novedad que no es tal. La idea del falso grupo se inaugura con la insinuación de la Banda de los Corazones Solitarios del Sargento Pepper y se va perfeccionando con los años pasando por Derek and The Dominoes, los Travelling Willburys yproyectos más modernos como Passengers, UNKLE y Handsome Boy Modelling School. Lo que agrega Gorillaz –retomando elementos de The Archies, los dibujos animados de los Beatles y de esos momentos picapop y supersónicos de Hanna-Barbera en que todos agarran guitarras eléctricas y los fondos se llenan de colores giratorios– es el factor virtual donde lo verdaderamente importante es que se suspende, por un ratito al menos, la imposibilidad de no creer en algo en lo que la gente tiene ganas de creer a cualquier precio. Animación con ánima. Una experiencia religiosa, digamos, ofrecida con las garantías de la puntual manifestación del Espíritu Santo y el fantasma de la electricidad cada vez que se presiona PLAY. Vivimos, sí, tiempos interesantes: Lara Croft se hace carne en Angelina Jolie y las chicas-gatitas de aquel Josie and the Pussycats pronto tendrán su película con nenas verdaderas. Gorillaz invierte la tendencia de la tinta mutando a sangre y ahí están. Quince canciones más el ya inevitable tema escondido al final sonando, dicen, como una mezcla de “Eminem, Dr. Dre, el Blur más indie, Tupac Shakur, The Chemical Brothers, De La Soul, Massive Attack, Flaming Lips, Tricky” y la cola es larga en estos días remix donde una cosa se parece a demasiadas cosas y está bien que así sea, es lo que corresponde. En realidad, a lo que más se parece Gorillaz es a una novela del escritor cyberpunk William Gibson titulada Idoru –nombre con que se conoce a las efímeras nova-estrellitas prefabricadas japonesas a la The Monkees, Milli Vanilli, N’Sync, Debbie Gibson o Ricky Martin– donde se narra la historia de amor entre el rockero curtido Rez perdidamente enamorado de la cantante virtual y generada por computadora Rei Toei a quien cuesta no imaginársela como a una especie de Natalia Oreiro. Meses después de que saliera la novela de Gibson, los japoneses lanzaron a las pantallas a Kyoko Date alias DK96. La primera idoru virtual on-line. Alguien se enamoró. Alguien se suicidó. Ya saben. La novela de William Gibson tiene final abierto porque, en realidad, no se sabe nada, nadie está seguro de cómo va a acabar esta historia.

7 Si algo verdaderamente asombra de todo esto es el cada vez menos tiempo en que demora un fenómeno supuestamente experimental en pasar –o pasarse o que lo pasen– a las filas de lo mainstream. “No creo que vaya a estar aquí por mucho tiempo”, canta 2-D en “Tomorrow Comes Today”, el otro hit de Gorillaz y, sí, algo de eso me suponía. Channel 4 acaba de anunciar que hará de Gorillaz una nueva serie. Semanal. De dibujos animados. Pero verdaderos. Reales.

8 La humanidad –ese gran dibujo animado de carne y hueso y sangre– se divide, cada vez más, en coyotes y correcaminos. Gorillaz –dentro de este terrible, maniqueo, bicéfalo paisaje de siameses opuestos en lucha eterna- es un inequívoco producto marca ACME. A veces rebota y le explota al uno. A veces funciona y le explota al otro. Y a veces Jude Law está entre el público.

9 Andy Warhol y Philip K. Dick tenían razón. En todo. En todo. En todo.

10 That’s All, Folks. Esto es todo, amigos.

arriba