Fotografía
Los letreros callejeros en el Borges
Medios
masivos de comunicación
Esteban
Seimandi, Gastón Silberman y Machi Mendieta pasaron los últimos
tres años registrando las formas más extrañas que
toma la comunicación en la vía pública: desde mapas
para acceder a un shopping hasta pequeños cuentapropistas que
denuncian a los morosos del pueblo, pasando por carteles de geriátricos,
médicos, inmobiliarias, hoteles, gaseosas y un largo etcétera
que se extiende por casi toda Latinoamérica. El resultado es
Letreros ya!, una muestra que pondría a Todo X 2 $ verde de envidia.
Por
Natalia Fernández Matienzo
Quien
afirme que no hay nada nuevo bajo el sol podrá tener razón
en muchos aspectos. Sin embargo, y porque las verdades suelen ser parciales,
son innumerables las cosas que, pese a su cotidianidad, pueden llegar
a dejarnos pasmados. Tal podría ser el caso de Letreros ya!,
la muestra de fotografías de Esteban Seimandi, Gastón
Silberman y Machi Mendieta que muy poco tiene que ver con el arte convencional.
Para aquellos que transiten las calles sin ánimos de observar
detalles curiosos, para aquellos que tampoco los distingan entre tanta
vorágine ciudadana, es bueno saber que este grupete de aficionados
se ha entregado a la loable tarea de hacerlo por todos nosotros. Con
un modesto equipaje que sólo incluye una cámara de diez
pesos en cada mochila (modalidad adoptada a partir de sucesivos intentos
de robo de la herramienta profesional que era el orgullo del team) y
tres pares de ojos avizores, los muchachos aseguran que la ciudad (el
mundo en general) nos proporciona sobrados motivos para detenernos en
todas las esquinas. Letreros ya! es su relevamiento.
En
realidad, todo comenzó con un proyecto más ambicioso cuenta
Silberman. La idea era publicar un libro de fotografía.
Surgió un poco de la convivencia que teníamos
Esteban y yo, que trabajábamos juntos en una agencia de publicidad.
Y llegamos hasta Mario Pergolini, que estuvo a punto de editarlo, pero
finalmente quedó en la nada porque no nos pusimos de acuerdo
en los honorarios. A pesar de que nunca se habían dedicado
seriamente a la fotografía, o tal vez precisamente por eso, el
proyecto comenzó a tomar forma casi como un juego. Un año
después creamos Placa Bacteriana, un estudio
de comunicación, con el que pudimos dar rienda suelta a nuestras
ideas. Al tiempo participamos con cinco fotos en una Bienal de Arte
Joven que organizaba el Centro Cultural Borges, en una categoría
que nos vino justo: Lo insólito en lo cotidiano. Ganamos el premio
y hace poco nos llamaron para exponer individualmente. El resultado,
bueno, es esta muestra de 50 fotos con hallazgos extranjeros y vernáculos.
A juzgar por
lo inverosímil de la mayoría de las imágenes, cabe
preguntarse si estos temerarios peregrinos interactuaron alguna vez
con aquellos que las hicieron posibles. Si llamaron, por ejemplo, a
la agencia de Letreros Chantada para dilucidar la calidad de los mismos,
o quién hubiera respondido al toque de cuatro timbres en la morada
que alberga, bajo un mismo techo, a un tal Ulises, un museo y particulares
varios. Nunca intentamos ningún acercamiento. A decir verdad,
siempre tuvimos cola de paja con respecto a un eventual problema judicial
a partir de las fotos. Entonces consultamos a un abogado, que nos dijo
que nadie podía demandarnos porque las imágenes sólo
mostraban cosas que están en la vía pública. Nos
quedamos más tranquilos, pero de todas formas nos remitimos a
ser simples espectadores, cuenta Silberman.
Cuál
fue el momento preciso en que tomaron conciencia de lo que tenían
entre manos, cuántos fueron los viajes que lo hicieron posible,
ellos no lo recuerdan. Lo cierto es que travesías hubo muchas,
se tiraron incontables cámaras descartables y las imágenes
fueron acumulándose sin un solo retoque. De hecho, el slogan
de la muestra es Fotos mal sacadas, con cámaras berretas,
por fotógrafos aficionados, de cosas que ve todo el mundo.
Ni más ni menos.
Y aunque Silberman hace hincapié en que la situación ideal
sería verlas tirado en un sillón con un par de amigos
quemados, tampoco hay que olvidar que su invención hace
reír tanto a jóvenes como a mayores circunspectos. La
idea no era fotografiar los típicos carteles chistosos que se
ven todo el tiempo en la luneta de los autos. No queríamos repetir
mensajes con ánimo de causar gracia, sino, por el contrario,
rescatar aquello que, si bien fue concebido con fines serios, pasó
a ser insólito por motivos diversos: la contradicción
de los mensajes, dice Silberman. El secreto parece ser precisamente
ése: las fotos atestiguan, si sequiere, que la falta de criterio,
el absurdo, no son una invención hilarante que sólo tiene
lugar en espacios como Cha Cha Cha o Todo x $
2, sino que se hace presente en cada rincón donde se mire. Así
lo refleja, por lo menos, su obra, en la que no falta, por ejemplo,
un homenaje a los propietarios de un geriátrico asombrosamente
bautizado Del Palmar, la fachada del Centro de Residentes
Taiwaneses Justicialistas de la República Argentina, o los dominios
de un buen señor que dice vender lote y pescado.
Al momento de preguntar sobre la muestra en sí, Silberman es
categórico con respecto a una sola cosa: En honor a las
mismas fotos, no queremos que sea una exhibición de recorrido
tradicional, sino conseguir una suerte de amena interacción entre
las imágenes y el público. Así que nada de
sorpresas si el baño ostenta cartelitos apremiantes del tipo
Deposite aquí sus excrementos (una creación
propia) o las paredes hacen uso de leyendas inhibidoras de cualquier
conducta impropia, como esa que captaron en un hotel de Costa Rica y
que reza: Prohibido escenas románticas. Y, a modo
de advertencia definitiva y final, se recomienda a los incrédulos
dejar de lado cualquier expresión de prejuicio, a riesgo de ser
súbitamente captados por cámaras francotiradoras y quedar
inmortalizados en imágenes de exposiciones futuras.
Letreros ya! se presenta en el C. C. Borges, Viamonte esquina San Martín,
de 10 a 21, hasta el 3 de junio.
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