Personajes
Korda, el fotógrafo que inmortalizó al Che
Cerca de la Revolución
Foto Paloma García
Empezó
sacando fotos para retratar las increíbles virtudes visuales
de su novia. Todavía en la Cuba de Batista, se convirtió
en uno de los fotógrafos de moda y publicitarios más celebrados
de la isla, hasta que descubrió a Fidel y empezó a colaborar
con la Revolución. Durante cuarenta años, hasta su muerte
la semana pasada, fue una de sus cámaras más lúcidas.
A manera de homenaje, Radar reproduce un reportaje inédito con
el hombre que involuntariamente tomó la foto que convirtió
al Che en póster.
Por
Paloma García
El
fotógrafo cubano Alberto Díaz Gutiérrez, conocido
como Korda, murió el pasado viernes 25 de mayo mientras
preparaba una exposición en París. Había nacido
el 14 de setiembre de 1928. Esta entrevista fue registrada en la ciudad
de La Habana a principios de marzo de este año en la cálida
y sencilla cocina de su casa, con vista al río. Bellezas de una
Cuba en la que estaba orgulloso de vivir.
¿Cómo se inició en la fotografía?
Como aficionado. Me gustaba mucho retratar a una novia que
tenía. Todos los fines de semana la llevaba a lugares bonitos
para tomarle fotos. Cuando llegué a ser profesional me dediqué
a la publicidad y a la moda, me gustaba fotografiar a la mujer.
¿Fue autodidacta en el laboratorio?
Tenía un tío que en el baño de su casa
montaba una ampliadora, y me metí de ayudante de él y
allí aprendí un poco.
¿Cómo tomó contacto con la nueva realidad que
se estaba gestando en su país?
Trabajaba para la moda y la publicidad, dos fuertes vertientes
del capitalismo y empecé a participar de una célula clandestina
que actuaba en La Habana. Colectábamos dinero y medicina para
mandar a la Sierra Maestra. Yo tenía un estudio fotográfico
bien equipado frente al hotel Capri. Desde allí, por las noches,
sacábamos a los perseguidos en autos diplomáticos para
que pudieran escapar de Cuba. Cualquier cubano honesto sabía
que la lucha contra Fulgencio Batista era justa. Yo admiraba la lucha
guerrillera, pero no sabía que Fidel nos iba a proponer un régimen
socialista cuando triunfara. En lo que se refiere a políticas
sociales yo era un poco falto de cultura. Poco a poco fui entendiendo
que en esa isla subdesarrollada se podía construir una sociedad
más justa, más humana y me abracé a esa idea.
¿Recuerda algún episodio en particular que exprese
los cambios que por entonces se produjeron en su vida?
Hubo uno que me impactó muy fuerte. Estaba tomando
fotos en una finca para una agencia de publicidad y entré al
patio de una casa muy pobre. Allí, una niña de unos tres
o cuatro años mecía en sus brazos un palito que tenía
como adorno una caja de cigarros. La niña me vio, corriótemerosa
y se arrinconó mientras acariciaba el palito y le cantaba No
llores mi nene. Después, los padres me confiaron que no
tenían dinero para comprarle una muñeca. Habían
pasado sólo dos meses de la Revolución y decidí
dedicarme al programa de Fidel que nos ofrecía cambiar esas realidades,
como en verdad ha sido.
¿Cuándo se verificó esa transformación
en el campo profesional?
Todo cambió para mí cuando Fidel entró
en La Habana el 1 de enero de 1959. Estaba con la cámara en la
calle y tomé aquella foto histórica de Fidel y Camilo
Cienfuegos. Después la llevé al periódico Revolución
del Movimiento 26 de Julio, que hoy se llama Granma. Allí empecé
a trabajar como voluntario. Me eligieron como fotógrafo acompañante
de Fidel Castro cuando él fue en el 59 a Venezuela, y en el mismo
año me enviaron a Estados Unidos. Ibamos invitados por el American
Press Club. Después parece que a Fidel le gustaron mis fotos
y a partir de esos dos viajes me llamaba directamente el jefe de escolta.
De acompañarlo en sus viajes por Cuba, recuerdo el reportaje
aquel muy importante que se llamó Fidel vuelve a la sierra.
Era el recorrido por los lugares en donde él había peleado.
Así fue que del 59 al 69 estuve acompañando a Fidel.
¿Por qué cree que Fidel lo había elegido?
Creo que porque nunca me interesó fotografiarlo como
héroe o como dirigente de masas, sino que quise siempre captar
el hombre que hay dentro de Fidel. Mis mejores fotos son en momentos
muy convencionales y naturales.
¿Cuándo hizo la foto que luego se convertiría
en símbolo de la imagen del Che?
Fue el 5 de marzo de 1960. El día anterior, el barco
francés La Coubre, cargado de armas que habíamos comprado
en Bélgica, hizo explosión mientras lo descargaban en
el puerto de La Habana. Fue un sabotaje posiblemente efectuado por la
CIA. Murieron ciento treinta y seis personas. Al día siguiente
en la esquina de 2 y 23, en El Vedado, a unos metros del cementerio
de la ciudad, Fidel improvisó una tribuna e hizo el discurso
de despedida a las víctimas. Estaban de visita el intelectual
francés Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir. El Che, que por
entonces era presidente del Banco Nacional, estaba en un segundo plano
en el palco porque no era afecto a los protagonismos. Fue durante sólo
medio minuto que el Che se ubicó en el frente de la tribuna para,
asomado a la baranda, mirar al pueblo entristecido. Tomé sólo
dos negativos, uno en horizontal y otro en vertical, con una Leica de
35 milímetros. Considero que la foto fue tomada de pura casualidad.
Aquel día la llevé al periódico, pero no la eligieron
para publicarla. El que la hizo famosa en el mundo fue el italiano Giangiácomo
Feltrinelli, a quien yo le había regalado una copia. A los cuatro
meses el Che fue asesinado y la imagen recorrió el mundo en forma
de póster. Después, ante la foto del Che asesinado, los
estudiantes de Milán, en manifestación pública,
tomaron mi fotografía, que tenía, como contrapartida de
la que mostraron sus asesinos, ese aire tan gallardo y esa profunda
virilidad, y la portaron en miles de carteles que decían: ¡Che
vive!. Yo pude demandar a Feltrinelli, pero no lo hice. Más
que la foto misma era importante el descubrimiento que el mundo hacía
de la figura del guerrillero. Sin embargo, colecciono cuanto objeto
se produce en el mundo con su efigie y demandé en una ocasión
a una firma de perfumería. Les dije que el Che no olía
a eso tan refinado. Que el único perfume que usaba era el del
sudor del obrero.
Llama la atención que las fotos de la Revolución que
registró no muestran héroes, sino valores humanos. Imágenes
con un contenido artístico importante.
Héroes ya eran. Yo no los iba a hacer héroes
con mis fotos. Mis tomas intentaron captar su carisma, reflejar al hombre
que vive y vivió dentro de ellos, si bien no tuve tantas oportunidades
de retratar al Che como a Fidel. Del Che me pareció siempre increíble
eso de venir a pelear por un país que no era el suyo y contra
un ejército profesional. En una guerrilla de la cual sólo
sobrevivieron 12 hombres, no sólo fue el médico sino un
combatiente excepcional. Para nosotros, los fotógrafos, era difícil
retratarlo porque no le gustaba que le tomasen fotografías en
estas cosas que él hacía, no le gustaba eso de salir en
las tapas de los diarios. En una oportunidad me mandaron a la provincia
de Camagüey. Allí estaba él cortando caña
con una máquina que había ideado junto a un ingeniero
francés. Fui a su encuentro y le dije: ¡Comandante,
al fin lo veo!. Entonces me miró con una mezcla de sorna
y desconcierto y me dijo: ¡Ven acá, Korda! ¿De
dónde tú eres?. ¿Yo? De La Habana.
¿Pero del campo o de la ciudad?. De la ciudad,
Comandante. ¿Y has cortado caña?. Nunca
Entonces, dirigiéndose a uno de sus escoltas le ordenó:
Consíguele al compañero periodista un machete para
que se vaya al campo. Y mirándome otra vez, concluyó:
¡Vete a cortar caña y dentro de una semana nos vemos!.
Me tuvo haciendo ese trabajo antes de que pudiera retratarlo.
El Che trabajó de fotógrafo para ganarse la vida en
México. ¿Sabe usted si le seguía gustando la fotografía?
Siempre andaba con una máquina de fotos. Muchas veces
cuando me observaba en la tribuna de la Plaza de la Revolución
y me veía con un lente que él no conocía me lo
pedía y tomaba fotos.
¿A quiénes considera sus maestros?
Raúl Corrales fue uno de ellos. Yo no era reportero
aún y él llevaba años en ello. Trabajaba para el
periódico Hoy del Partido Comunista y se dedicó en esos
años difíciles de la era capitalista a retratar con su
cámara la vida desigual de los campesinos. Además sus
fotos de por sí denunciantes de una realidad social siempre han
tenido un talento gráfico muy bueno. En edad me lleva 3 o 4 años.
Se puede decir que soy un admirador de Corrales.
Después la vida le dio la oportunidad de compartir junto a
él algunas tareas.
Sí. Somos muy amigos y yo lo chivo (como
decimos los cubanos) y le digo que el maestro soy yo. Corrales creó
unos documentos magníficos de la Cuba prerrevolucionaria y revolucionaria.
Tuvo una oportunidad que yo no tuve: la de ir con Fidel al combate de
Playa Girón. Yo estaba muy lejos y no llegué porque a
pesar de que fue una tremenda invasión, sólo duró
72 horas.
¿Cuál es su actividad actual?
Me paso todo el tiempo haciendo exposiciones por el mundo.
También se dedicó a la fotografía submarina...
De mi padre aprendí la pasión por el mar que
me llevó a fundar, en el año 69, el departamento de fotografía
subacuática de la Academia de Ciencias. Yo retraté toda
la flora y la fauna submarinas que existen en los mares alrededor de
Cuba. Estuve 12 años dedicados a ello, fui el pionero de ese
tipo de fotografía en Cuba. Todo el archivo está compuesto
por fotos diapositivas color. Me enamoré de ese trabajo. La posibilidad
de hacerlo la concreté cuando Fidel se puso a hacer pesca submarina
y me llevó como fotógrafo con una camarita que le habían
regalado. Recuerdo aquel fotorreportaje que publiqué sobre la
pesca submarina que se llamaba Fidel busca un tiburón.
¿Alguna vez tuvo algún problema con alguien que hubiera
fotografiado?
Hay una foto mía llamada El Quijote de la farola.
Un día tocan a mi puerta. Abro y me encuentro con un hombre alto,
flaco, ya de edad, que me suelta: ¿Usted no me conoce?.
Me quedo mirándolo y digo: Que yo sepa, no. Entonces,
en un tono hostil, me responde: ¡Yo soy el Quijote de la
Farola y usted se robó mi imagen!. Le invité a que
pasara y le serví un trago de ron. Me deshice en toda una larga
explicación hasta que entendió.Terminamos amigos y le
autografié y regalé una copia, pues él no la poseía.
¿Alguna vez sufrió censura o le impidieron tomar una
foto?
Yo he tomado muchas fotografías de la vida de Fidel
Castro que no se conocen y las cuales he censurado yo mismo porque comprendo
que no eran oportunas para publicar, pero de todas formas las tomé.
¿Por qué? Porque dentro de 50 o 100 años habrá
personas escribiendo sobre la Revolución Cubana, es un hecho
histórico. Muy bien, escribirán lo que ellos piensen,
pero para ilustrar estarán mis fotos, las conocidas y las que
no lo son. Estas últimas saldrán al mundo en el momento
oportuno, y existen porque no dejé de tomarlas. Tuve la suerte
de seguir a un hombre que nunca me dijo No me tomes esa fotografía.
Nunca he dejado de levantar la cámara ni aún en los momentos
conflictivos. En los 12 mil negativos que he entregado a la Oficina
de Asuntos Históricos del Consejo de Estado hay fotos de Fidel
en las más disímiles posiciones y posturas. Los personajes
importantes, a través de toda la historia, han aparecido siempre
retratados en poses grandiosas y altisonantes. En el caso de Fidel sus
mejores imágenes son aquellas en que conversa, de manera desinhibida,
con trabajadores, sin preocuparse de si hay una cámara tomándolo
o no.
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