Personajes
Sergio De Loof contraataca
BOLIVIA
NOT DEAD
Instalado
en un nuevo espacio en San Telmo (que bautizó La Victoria en
homenaje a la reina de ese nombre), Sergio De Loof explica el propósito
político de ese local de compraventa, se despacha
contra la estética de Palermo Hollywood, revela por qué
se fue de Wipe y anticipa cómo será la muestra de fotos
que inaugurará en el Rojas el 27 de junio.
POR
SANTIAGO RIAL UNGARO
Cualquiera
que se acerque entre las diez de la mañana y las diez de la noche
por Carlos Calvo 456, podrá encontrarse a Sergio De Loof tomando
mate con algunos de sus amigos, en el local de compraventa que ha bautizado
La Victoria. O podrá adivinar su silueta momentáneamente
ausente, porque en estos días De Loof está finiquitando
los preparativos de dos muestras que lo tendrán como protagonista:
una como curador del Salón de Otoño (en el Centro Cultural
Recoleta) y la otra como fotógrafo, con la muestra Portraits
of Argentine Contemporary Artists (que se inaugurará en la Fotogalería
del Rojas el 27 de este mes).
A pesar de sus múltiples actividades (ya que también sigue
dirigiendo el espacio de arte del Café París y haciéndose
cargo, hasta fin de año, del diseño de seis páginas
de la revista Wipe), De Loof se las ingenia casi todos los días
para sacar a pasear a su perrita Cocó y conocer así gente
nueva del barrio. San Telmo está detenido en el tiempo
porque acá hay otros tiempos: se puede charlar en la vereda,
hasta se puede hacer una siesta. De hecho, mientras da la nota,
de cara al ventanal de La Victoria, todos los vecinos que pasan lo saludan.
De Loof se mimetiza con San Telmo; lo curioso es que San Telmo también
se mimetiza con De Loof. La fantasmal influencia que tuvo en la última
década del siglo (decorando con su estilo mezcla de tía
y pop espacios a esta altura míticos, como Bolivia, La
Age of Communication, El Dorado, Morocco, Ave Porco o el Café
París) sirvió de referencia ética y estética
ineludible para espacios actuales como Belleza y Felicidad, así
como su presente tan vital como marginal sigue ejerciendo, en partes
iguales, devoción en algunas personas (que tratan de no perderse
ninguna de sus intervenciones) y fastidio en otras. La versatilidad
de las actividades de De Loof (decorador, modisto, director de teatro,
cineasta, artista plástico, fotógrafo, cultor del glamour
de la pobreza y propangandista empecinado del Cotolengo de Don Orione)
y su dispersión natural, suponen siempre un desafío para
el que quiera encasillarlo.
La Victoria, su nuevo centro de operaciones, es una especie de búnker
en el que busca reenfocar sus actividades, luego de su sorprendente
abandono de Wipe, la revista que fundó en 1997 junto a Paulo
Russo y Alfredo Visciglio. Aunque siga vinculado hasta fin de año
por razones contractuales, De Loof ya no es más parte de la revista:
Yo siempre me propuse trabajar en lo que tenía ganas de
hacer. Pero el tema es que uno no siempre tiene ganas de hacer lo mismo.
Y la verdad es que me aburrí de ser empleado de Wipe, me perdí,
me fui al carajo, al punto que ya no entendía lo que estaba haciendo.
Se supone que tenía que trepar, llegar a Javier Lúquez:
acceder al establishment y pasar a otro nivel. Pero como no entendía
más nada, decidí poner este lugar. Mis amigos me recomendaron:
Ponelo en Million. Pero fui y me parecieron de lo más careta.
Analizaron mi carrera, mi onda y dijeron: Esto acá no va. Vaya
la novedad; eso lo sabía cualquiera. Lo interesante es justamente
unir cosas que no van.
Rodeado de teteras, ropa, videos usados, camafeos, máquinas de
coser, rastrillos, jaulas, sombreros, discos de vinilo, cocinas, calefones,
teléfonos a disco, licuadoras, su colección de revistas
Vogue y banderitas de todos los países latinoamericanos, De Loof
se siente a gusto en este espacio que alquila a la Iglesia Ortodoxa
Rusa, iluminado con luces tenues provenientes de bombillas de 40 vatios
que define como muy Chascomús, muy Tandil. Se percibe
en La Victoria un gesto de reivindicación de la identidad propia:
casi una instalación más que un local de compraventa (Digo
sí a todo lo que me traen. Porque esto es como una especie de
documental. Y las cosas que me parecen muy feas están en un canasto
por $ 1). Porteña y barrial, popular y majestuosa, esta
Victoria es una victoria personal que opone el azar de su propia dinámica
a ciertas tendencias estéticas globalizadas. No entiendo
el fenómeno Las Cañitas, Palermo Hollywood, Galerías
Larreta. No entiendo cómo sucedió una ciudad así.
La verdad es que me parece de cuarta esta bohemia light, esta cosa de
consumir arte sin saber qué es arte ni vivirlo realmente. Es
algo que va más allá de Cañitas y Palermo: yo creo
que tiene que ver con el auge de la publicidad y los publicitarios.
Gente que se supone que tiene como cultura, y que la van de artistas
con la plata que ganan haciendo cosas que no tienen nada de arte y mucho
de light.
De Loof reconoce algo político en la instalación de La
Victoria. Sí, es una especie de unidad básica, acá
se conversa de todo y se deciden cosas. Es como un exilio con ganas
de volver. Retroceder para volver a atacar. La premisa es lograr
un espacio de unión y discusión. Los domingos hacemos
tertulias, en la primera participó Fernando Noy junto a Alba
Toranza y tratamos tres temas: la frivolidad, el snobismo y la maldad.
Otra de las ideas que tengo es leer Rimbaud. Pero leerlo bien, con vino
y llevándolo al fashion. En realidad no me gusta ningún
poeta vivo. Prefiero los poetas muertos. La mención de
muertos ilustres lleva a De Loof a disertar sobre otras de sus obsesiones
desconcertantes: A mí me encantan todas esas versiones
de Shakespeare que hace el cine comercial. Cuando arranca la orquesta
a fondo, y ves toda esa exuberancia de superproducción y a Keanu
Reeves, a mí me da por pensar en Dios. Por eso le puse La Victoria
a este lugar: porque los años en que reinó Victoria fueron
el momento más top. Y yo siempre me agarré de esos momentos
de apogeo para poder apogear yo también. A veces pienso que me
van a ahorcar por frívola, pero a mí me supera todo lo
que es despliegue. Es como un orgasmo.
Estas aparentes contradicciones de De Loof son, en definitiva, las que
le dan su fuerza. Como cuando habla de Gran Hermano y dice
que su deseo es que gane Gastón, el malo de la casa. O cuando
recuerda la época en que vivía en la misma casa que Luca
Prodan y tomábamos ginebra desde la mañana.
O cuando comenta al pasar que está peleado con Javier Lúquez
(personaje clave en la Wipe actual), para cambiar inmediatamente de
tema y decir que el color del piso de La Victoria es verde pistacho
con marrón (esos tonos como de mimbre sucio) porque
es una vuelta a Bolivia año 89: Como ponerle Lionel Ritchie
a Palermo Hollywood.
Su fascinación por el collage y el rococó, por el reciclado
y las superproducciones de Hollywood, unidos a su atrevimiento estético
y su falta de prejuicios, fueron las herramientas con que De Loof reinventó
el paisaje urbano porteño y su iconografía, utilizando
personas y objetos que otros hubieran descartado sin pensarlo dos veces.
Pero cuando se le adjudica ese rol warholiano, su reacción inmediata
es alzar las manos en paradigmático gesto de yo argentino: Yo
entiendo que, por las cosas que hice, tendría que ser rico. Es
muy raro, como si me hubiera robado a mí mismo. Porque a la vez
pienso que nosotros nos estamos cagando de risa y eso no cotiza la obra.
¿Sabés cómo supe lo que era el kitsch? Cuando empecé
y dijeron que yo era un artista kitsch. Después apareció
la palabra conceptual. Porque, como hay que clasificar siempre, cada
vez inventan palabras más amplias, para no equivocarse. En este
momento, decir que sos conceptual es como aclarar que no sos un estafador.
En mi vocabulario no hay definiciones así: para mí, una
muestra tiene que ser divina. En las fotos que voy a exponer en el Rojas
(que está inspirada en mi amigo Juan Calcarami, que murió),
retrato a treinta personas amigas y quiero que la gente flashee con
ellas. Porque, para mí, toda persona tiene que desfilar antes
de morir y hay mucha gente que quiero hacer desfilar antes de que yo
muera o ellas mueran. Si yo conozco a un chico que tiene un orto increíble,
¿para qué me lo voy a guardar para mí? Lo hago
desfilar, para que la gente diga: ¡Qué culo increíble
tiene este chico! La vida es una sola, ¿cuándo vas a tener
una ovación, si no desfilás en vida?.
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