Fotografía
Las imágenes del campo, según Julio Fuks
El campo entra a la ciudad
Julio
Fuks se dedicó durante cinco años a fotografiar el campo
en el que se había criado para contraponerlo a la imagen bucólica
que se suele tener sobre la vida rural en la gran ciudad. El resultado
es a A campo traviesa, una extraordinaria muestra que se
puede visitar en la Fotogalería del Teatro San Martín.
POR
MARIANA ENRIQUEZ
Julio
Fuks vivió toda su infancia y adolescencia en Verónica,
hasta que decidió mudarse a estudiar a La Plata. Sus padres todavía
tienen la chacra en la provincia de Buenos Aires, y la siguen trabajando.
Es una familia tradicional en ese sentido, cuenta, los
hijos son los únicos que se fueron y decidieron no seguir trabajando
en el campo. Es más, cuando yo me vine a la ciudad tuve que empezar
inmediatamente a dedicarme a laburar como fileteador, haciendo carteles,
porque mi viejo no pensaba mantenerme si abandonaba la chacra.
Pero hasta ese momento siempre había trabajado la tierra, sembrando,
y se dedicó a criar animales.
Cinco años atrás empezó a fotografiar ese campo
que conocía. Lo que percibí y me interesaba llevar
adelante era lo que se refería a la representación de
la idea del campo, visto desde la ciudad. Hay una idea preconcebida,
como un juicio a priori, que dice que el campo es tranquilo, lindo,
que no pasa nada. Y también la cuestión del espacio distinto
y vasto, y de la gente buena, gaucha. Pero, por lo que yo había
vivido en mi infancia y adolescencia, no lo percibía así,
sentía otra cosa. No era tan tranquilo: era una tranquilidad
por afuera, como una caparazón. Por dentro era algo violento,
muy tumultuoso, aunque cotidiano.
En A campo traviesa, la muestra de Julio Fuks en la Fotogalería
del Teatro San Martín, esa violencia está en las fotos
de los animales muertos, de las matanzas, por ejemplo. Cuando
era chico, el trabajo con animales era más pesado. Mi viejo me
levantaba a las 5 de la mañana en invierno, íbamos a trabajar
a otro campo a capar animales, a marcarlos. Siempre me parecieron cosas
con cierta violencia, trabajo bruto. Los paisajes, en la muestra
de Fuks, no son precisamente bellos. Son maltrechos, ríos de
orillas desdibujadas, campos arrasados. No está representado
el infinito ni la vastedad de la pampa. La gente de la ciudad
lo ve como algo extraño porque no hay horizontes, los paisajes
son pedacitos. El paisaje no necesita espectacularidad: uno está
acostumbrado al paisaje bello y terminado, donde uno queda disminuido.
En éstos, el hombre está más cerca. Cualquiera
puede caminarlo, no te supera. Al contrario.
ENTRE
EL CAMPO Y LA CIUDAD
Ésta es la primera muestra individual de Julio Fuks, que
es bastante reacio a mostrar lo suyo. Cuando estoy seguro de que
algo vale la pena, lo muestro; si no, no tengo problema en guardarlo.
No soy compulsivo en ese sentido. Es más, creo que esta muestra
por lo pronto queda ahí, no hay una idea de rotarla. Hay gente
que necesita estar todo el tiempo y lleva los cuadros frescos a las
muestras, pero eso tiene que ver con mantener con una cosa de ser
artista y andar con capa roja que a mí no me interesa.
Cuando estuvo paseando por su muestra se asombró de que a mucha
gente que conoce el campo y fue a verla le gustaran las fotografías.
Pensé que se las iban a tomar a mal, y por suerte le erré
por mucho. Una de las cosas más fuertes fue que mi hermana se
emocionó mucho porque vio las manos de mi vieja en una foto.
Mi mamá se queja siempre del dolor de manos y de la artrosis:
es que las tiene muy curtidas por el trabajo, ella agarra terneros de
50 kilos y los lleva a upa. Mi hermana vio una foto y reconoció
la legitimidad de sus quejas cuando vio las manos curtidas a través
de la foto y no por verla seguido y escucharla hablar de sus dolores.
Es la gente de la ciudad, reconoce Fuks, la que más se extraña
con las fotos. Sobre todo con los perros, que en las imágenes
parecen salvajes, casi abandonados. El tratamiento para con los
perros es distinto: en la ciudad son mascotas, hasta objetos suntuarios
que se llevan a pasear y al veterinario. En el campo, los perros se
tienen que arreglar por su cuenta, ayudan a trabajar, pero buscan su
comida, se pelean entre ellos y no están para nada cuidados.
Se cuida a las vacas, nunca a los perros. De la misma manera,
mucha gente se sorprende ante una imagen donde se ve un maniquí
vestido de gaucho, medio descascarado, con la ropa podrida. Algunos
imaginan que se trata de un espantapájaros. Esa foto fue
tomada por Vieytes, en un mangrullo al que agarró un temporal.
También es una parada de camioneros. El dueño era muy
nacionalista, le ponía banderas al mangrullo, fue candidato de
Rico. Era pesado. Al principio, el gaucho estaba muy prolijo, pero con
las lluvias quedó así, medio patético. Y me pareció
interesante que el gaucho no fuera representado por una persona. De
hecho, no hay personas en las fotos.
MAS
QUE PARTES
Cuando Fuks contrapuso el campo que él conocía y
la imagen convencional, empezó a investigar en qué lugar
se había fundado en el imaginario esas imágenes del campo.
Entonces hizo una investigación desde la literatura. Hay
textos que tuvieron una fuerte injerencia en crear esa imagen, básicamente
la literatura del siglo XIX, El Matadero y La cautiva de Echeverría,
textos de Mansilla, algunos pasajes de Sarmiento. Ellos proponen una
versión determinada, articulándola ideológicamente
para el lugar que ellos desean. Pero a la vez hay un flirteo con la
idea de color local, con una cosa costumbrista y una raigambre en el
romanticismo francés, y dentro de eso, la estética del
grotesco. Y decidí utilizar la misma sintaxis que ellos para
hablar del mismo tema, pero articulado ideológicamente de otra
manera. Hice la extrapolación de la imagen fotográfica
pura a la imagen grotesca, por eso la superposición y el rayado.
Hay muchas fotos que están intervenidas, que son fotos sobre
foto, o que tienen el negativo rayado. Ése fue el concepto donde
más trabajé, la cuestión sintáctica, cómo
contarlo para generar otra visión. La articulación ideológica
se dio desde un texto de Osvaldo Lamborghini que recorre la muestra,
que indica desde dónde se leen esas imágenes.
El texto de Lamborghini, tomado de Sebregondi Retrocede, comienza diciendo
las partes son algo más que partes. Dejan de ser partes
cuando la última ilusión de cosa grande está pinchada.
De la misma manera, Fuks explica que no tomo a la fotografía
como metáfora ni como realidad sino que me interesa más
referirme a la fotografía como huella, como índice. Ése
es el trabajo que hice con esta muestra hacia adentro del mundo de la
fotografía. No creo que la de las fotos sea la realidad del campo,
pienso que es una parte que se puede mostrar. No puedo hablar de todo,
nadie puede arrogarse hablar de un todo. La muestra, además,
tiene un recorrido específico, que empieza con la foto en movimiento
de un perro que mira la cámara y termina con una fiesta gaucha
en Punta Indio. Y cada foto va acompañada por el texto de Lamborghini,
pintado sobre la pared por el fotógrafo, que es además
artista plástico. Todo adquiere sentido en tanto las imágenes
se lean en determinado sentido y no en otro. Por eso la última
es una foto convencional, con fotograma completo y grandes símbolos:
la bandera, un gaucho, un tipo vestido de federal, Falcons, ese carácter
de identidad nacional. El título es también parte del
juego, explica. A campo traviesa es un lugar común, convencional,
pero la mirada no es desde afuera, es desde el medio, es una mirada
que atraviesa, que no puede contar la realidad, pero sí quizá
desarticular un modelo de representación tradicional.
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