Se conocieron en Suiza, en los tiempos del exilio. Se reencontraron en el Parakultural. Uno fue el saxo de Los Twist; el otro toca hasta hoy con Los Redonditos de Ricota. Pero además, cada sábado a las nueve de la noche, Damián Nisenson y Sergio Dawi se convierten en 2saxos2 y suben al escenario de La Fábrica, en el corazón de Almagro, para ofrecer una nueva sesión de Kachivachetur, una extraordinaria mezcla de rock, jazz, humor y performance que ni siquiera ellos se animan a definir. POR MARIANA ENRIQUEZ Antes
de dedicarse de lleno a la música, Damián Nisenson fue actor.
Debutó en 1975 en un circo que se había instalado en avenidas
San Juan y La Plata, haciendo una versión de Romeo y Julieta después
de las funciones circenses. Quedaban restos de bosta, era medio
asqueroso. El dueño era, además, dueño de una feria
y parecía Don Corleone. Nos daba el lugar, pero la obra le parecía
una locura. Los únicos personajes eran Romeos y Julietas: había
cuatro de cada uno y colgábamos de redes y sogas. Pasaron
el día del estreno encerrados en la carpa, aislados del mundo.
Cuando llegó la noche, ninguno de los invitados apareció.
El elenco salió a la calle, que estaba desierta: era el día
del Rodrigazo y la quietud se debía a un paro general. Pocos meses
después, Damián era asistente de dirección en una
obra para chicos en el Payró cuando el golpe militar lo convenció
de irse del país. Tenía dieciocho años. Pasó
unos meses en Israel y, finalmente, se estableció en Suiza. Entré
en la compañía de teatro TPR, que es la más importante
de lengua francesa que hay en Suiza. Estuve un par de años con
ellos: cobraba un sueldo, hasta me dieron un departamento. El espectáculo
que montamos duraba diez horas, con dos intervalos para comer. Nosotros
le servíamos la comida al público, doscientas personas por
función. Un mes antes del estreno ya se habían vendido todas
las entradas. Para mí era Marte. RICOTEROS
Y TWISTEROS
El Parakultural era un espacio que tenía una carga teatral
y una apertura muy de la época, mucha permisividad para hacer cosas,
recuerda Sergio. Compartían escenario con Los Melli, las Gambas
al Ajillo, Urdapilleta y Tortonese, Batato Barea. Omar Viola los presentaba
al grito de ¡dos sexos dos saxos! Había mucha euforia:
ese sótano era tremendo, recuerda Damián. Por
otro lado, si bien los dos teníamos intereses extramusicales, lo
que veníamos haciendo era sólo música. El lugar nos
inspiró para meternos en una cosa más teatral. Sergio
cree que, hasta la aparición del Parakultural como espacio, pensaban
sólo en notas. Pero ahí empezamos a darles un espacio
al contexto, al vestuario, a la interrelación con el público,
a lo visual y a lo interactivo en todas susfacetas. Sin plantearnos nada:
fue espontáneo. Ésa fue la piedra fundacional: sentir que
había una química en la que podíamos interactuar
sin límites. Salíamos sin red, sin saber lo que íbamos
a hacer, amparados el uno en el otro. Creábamos arriba del escenario
gracias a este lenguaje que habíamos desarrollado, un va y viene
que nos permitía estar siempre sorprendidos. No teníamos
un punto al que llegar. Solamente arrancábamos, y lo interesante
era el trayecto. A
RECICLAR QUE SE ACABA EL MUNDO
Sergio Dawi y Damián Nisenson arman y desarman todos los sábados
el escenario de Kachivachetur. Los tablones que hacen de pasarelas son
pizarrones de una escuela que cerró: los encontraron en un volquete
y los cargaron a la camioneta. Las vigas que sostienen todo estaban enterradas
en La Boca, debajo de un camión, y alguna vez formaron parte de
un techo parabólico. El vestuario lo encontraron en una situación
similar: son trajes de supervivencia para condiciones rigurosas que se
usan en la Antártida y eran material de descarte del Ejército.
Son muy cerrados y tienen misterios. Por ejemplo: tienen un bolsillo
para mear adentro, porque en la Antártida no la podés pelar
del frío que hace. Es como una bolsita que tiene un gran cierre
horizontal, que se despliega y después se descarta, explica
Damián. Las bocinas que funcionan a modo de parlantes pertenecían
a la cancha de Argentinos Juniors. Un pianito de juguete antiguo que toca
Sergio en el show fue encontrado en el Ejército de Salvación.
Hay un saxo de juguete comprado en una juguetería del centro. El
percusionista Pablo Dawidowicz toca un bidón de chapa, armado con
material de desecho y parches reales. En un punto del show, Damián
se sienta ante una máquina de escribir y la toca: Sergio
lo acompaña, o le contesta con el saxo. Es un tema breve, de 40
segundos, que se va reversionando cada noche, cuyo eje es La Marcha
de San Lorenzo, pero atonal y siempre distinta. La máquina
perteneció al abuelo de Damián; la usaba para escribir sus
poemas y cartas, porqueera un cultor del género epistolar.
Yo la heredé y la usé durante años. Con la llegada
de la computadora, sentarme a escribir ahí se me hizo poco práctico
y ruidoso, pero como objeto me sigue encantando. Lo conservé a
lo largo de todos estos años contra las críticas de más
de una ex esposa y ahora le encontré lugar en el espectáculo. EL
NUEVO ORDEN
Kachivachetur tuvo una primera etapa el año pasado, cuando hicieron
un ciclo en Babilonia, otro en Ave Porco y también estuvieron en
espacios más convencionales como La Trastienda o El Club del Vino.
Pero hace cinco meses fueron a una fiesta en La Fábrica, cuando
estaban buscando un galpón, ya que les parecía el ambiente
más adecuado para una puesta entre reciclada e industrial. El lugar
les pareció ideal, pero la sala donde han montado el espectáculo
ni siquiera existía: tuvieron que tirar abajo una pared para crear
una entrada, ubicar gradas y hacer bastantes trabajos de herrería
y albañilería. Poder trabajar en La Fábrica
retroalimenta al espectáculo, porque es una suerte de radiografía
de la Argentina: una fábrica que tuvo dos mil tipos laburando y
hoy es una cooperativa de 140 personas donde el gerente y el portero ganan
lo mismo. Están inventando una forma de subsistencia, explica
Sergio. Además, para Damián, vino bien participar
de este tipo de contacto tan diferente a la que estamos acostumbrados.
Acá no son relaciones de clase media, como las de nuestro trato
cotidiano. Y esa supervivencia de la que habla Sergio hasta tiene que
ver con nuestro vestuario: éste es un momento de desazón,
estamos sobreviviendo en condiciones rigurosas. Cuando estábamos
en el Parakultural era un momento de euforia, de creer en algo y tener
esperanza. Éste es un momento más oscuro, de mucha angustia.
No es una cuestión de comparar los 80 con la actualidad: toda forma
de arte y de cultura es reflejo consciente o inconsciente de lo que pasa
en la vida cotidiana de la gente. No es casual que hoy estemos en una
fábrica que no sólo fabrica aluminio sino cultura. Es un
lugar que de por sí tiene un significado, está diciendo
algo. Y nosotros sumamos nuestro discurso. Kachivachetur va todos los sábados a las 21 en La Fábrica, Querandíes 4290 (Almagro). Entrada $7. Reservas al 4832-2624.
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