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Yo
vendo unos
ojos negros
Justo
antes de que estallara la crisis del Senado, su Comisión de Cultura
había pedido una prueba de ADN al Padre de la Patria. Ahora, el
historiador Hugo Chumbita publica El secreto de Yapeyú, una investigación
que devela el secreto predilecto de los historiadores argentinos: que
San Martín era hijo de una india y Diego de Alvear, padre de Carlos
María. A continuación, Chumbita explica qué revelaría
esa prueba de ADN: el papel de los ingleses en las guerras de la Independencia,
el enfrentamiento entre Alvear y San Martín, el apoyo sanmartiniano
a la monarquía incaica y los motivos que lo llevaron al ostracismo
de BoulogneSur-Mer.
POR
CLAUDIO ZEIGER
Si
usted va a seguir leyendo esta nota, le recomendamos desempolvar de su
memoria los más añejos recuerdos escolares: por ejemplo,
que San Martín volvió a América desde España
en 1812, con un grupo de oficiales que habían jurado dar la vida
por el Rey y ahora iban a pelear en su contra. O que a la cabeza de ellos
estaba el encendido Carlos Alvear y que a ambos (San Martín y Alvear)
los unía la pertenencia a una logia masónica autodenominada
Lautaro. Que siempre se sospechó que detrás de los patriotas
criollos estaban los intereses ingleses. Que San Martín y Alvear
terminaron enfrentados a muerte (¿como hermanos?). Que Don José
cruzó los Andes, liberó a Chile y Perú, y poco después
se retiró de la política envuelto en bruma y misterio. Que
después de su muerte en 1850 fue canonizado por los militares y
la Iglesia como padre impoluto de la Patria. Y vale la pena recordar,
de paso, los retratos donde quizás haya advertido esos rasgos aindiados
de San Martín, esos ojos negros y ese pelo oscuro que ya habían
llamado la atención de algunos ilustres que iban a escribir sobre
él, Alberdi y Bartolomé Mitre entre ellos.
Poco antes de estallar la crisis por las (supuestas) coimas en el Senado
en el año 2000, acababa de entrar a su comisión de cultura
un proyecto que sacudió y dividió a la opinión pública
justo en la semana de los fastos por el sesquicentenario de la muerte
de San Martín: un pedido de prueba de ADN al Padre de la Patria.
El pedido apuntaba a establecer quiénes fueron los verdaderos padres
del Padre de la Patria (algo así como los abuelos de la Patria).
El motivo era y sigue siendo que, a diferencia de lo que enseñan
los manuales escolares y también la historia canónica de
Bartolomé Mitre, para algunos historiadores los padres no fueron,
como rezan las actas oficiales, don Juan de San Martín y Gregoria
Matorras. El niño José habría sido el hijo de una
india guaraní llamada Rosa Guarú (que servía a los
San Martín en Yapeyú) y de Diego de Alvear, padre de Carlos
(según esta tesis, erigido en su medio hermano).
La conjetura acerca del origen mestizo de José de San Martín
ha sido un secreto a voces entre los historiadores de este siglo. Pero
no por ello fácil de comprobar. Aun cuando se planteó recurrir
al auxilio de la genética, muchos se preguntaron para qué.
¿Qué cambiaría, qué agregaría al conocimiento
de la historia la confirmación de la especie? Hugo Chumbita (uno
de los impulsores del proyecto del ADN) y autor del fascinante libro El
secreto de Yapeyú (Sudamericana) es de los que opinan que la cosa
sí cambia. En verdad, todo el esfuerzo de su ensayo está
dirigido a esta comprobación: no se trata de exprimir un chisme
más de la historia (jugoso, por otra parte) sino de saber interpretar
su significado más profundo. O como escribe en su libro: El
secreto de filiación es un punto crucial para entender la posición
de San Martín. Es el fondo del misterio que envuelve su vida: la
clave de los enigmas. Del mismo modo que el mestizaje y la ilegitimidad
son un nudo revelador en la génesis de las sociedades latinoamericanas.
Lejos de ser excepcional o anecdótico, el caso del hijo mestizo
de una unión ilegal, cuya agonía interior lo llevó
a convertirse en el conductor de las guerras de la independencia, bien
podría considerarse como una síntesis del drama original
de América.
A
DOS VOCES
El último libro de Chumbita antes de El secreto de
Yapeyú fue Jinetes rebeldes (Historia del bandolerismo social en
la Argentina). Las preocupaciones de este historiador nacido en La Pampa,
abogado e investigador en temas de cultura popular, estaba hasta ahora
bastante lejos del panteón de los próceres. Llegué
a San Martín inesperadamente cuando estaba trabajando en otra línea
muy distinta, como son las vidas de los bandoleros, que yo veo como una
parte decisiva en la historia de la resistencia popular al poder. Y me
metí en el tema porque me lo encontré en la tradición
oral. Me impresionó mucho que en la tradición oral apareciera
con tanta insistencia el tema de la madre india de San Martín.
En realidad, si no hubiera sido por ese nexo, jamás hubiera hecho
un librosobre San Martín, que para mí estaba en la vereda
opuesta de esa corriente popular en la que vengo investigando.
La sorpresa, admite Chumbita, se agrandó por una coincidencia muy
llamativa: dos fuentes orales ubicadas en las antípodas venían
a coincidir en el susurro velado del secreto: una aristocrática
(los descendientes de la familia Alvear) y otra popular (los descendientes
de los antiguos habitantes de Yapeyú, la cuna del prócer).
Contra los pronósticos más obvios (si Rosa Guarú
servía en la casa de don Juan de San Martín, teniente gobernador
de Yapeyú, éste debería ser el padre, y no don Diego
de Alvear) todas las fuentes señalan que el padre fue en realidad
ese marino andaluz llegado a estas tierras hacia 1778 con el objetivo
de explorar las misiones jesuíticas que habían quedado a
medio camino entre el abandono y la destrucción (cabe recordar
que la Compañía de Jesús había sido expulsada
en 1767 de estas tierras). En Yapeyú, seguramente, el impetuoso
Alvear estuvo alojado en casa del gobernador. Allí, se cree, habría
conocido a Rosa Guarú y concebido al niño. Una vez enterado
de que había tenido un varón, se preocupó por su
futuro y le pidió a Juan de San Martín que lo adoptara.
Cuando don Juan y su esposa, Gregoria Matorras, se fueron a España,
José viajó inscripto como hijo de ambos.
Las dos fuentes comparten el hecho de ser tradición oral,
pero son muy diferentes en su origen y no se tocan, cree Chumbita.
En la historia de los familiares de Alvear se habla de esa india
guaraní como de alguien perteneciente a otra galaxia, mientras
que la historia de la zona oriental del río Uruguay transmitida
por sus pobladores ignora olímpicamente el paso de Diego de Alvear
por esa zona, y entonces se mezcla con una conjetura que yo entiendo que
es lateral: si el hijo de Rosa Guarú era mestizo, debía
ser más bien hijo de ella con Juan de San Martín. Algunos
informantes de esta historia mantienen aun hoy esta hipótesis.
¿Era un secreto a voces entre los historiadores el origen mestizo
de San Martín?
La primera vez que yo oí algo del tema fue a través
del historiador Reyes Abadie, que había recogido la versión
en la costa oriental del Río Uruguay. Después escribí
un fragmento sobre este tema en el libro de los bandoleros, una mención
al pasar. Cuando lo leyó una de las familiares de Alvear, Magdalena
Christophersen, me llamó para contarme la otra parte. Aun sabiendo
la existencia de Rosa Guarú, yo no tenía idea de que Alvear
pudiera ser el padre. Casi un mes después salió el libro
de García Hamilton, Don José, y él me habló
de la existencia de una copia de las memorias de Joaquina, hija de Carlos
de Alvear, donde se afirma que San Martín era medio hermano de
éste. Ella se asume en consecuencia como sobrina carnal de San
Martín.
¿Usted está seguro de ese vínculo?
Yo estoy convencido, aunque no puedo estar seguro. Creo que es una
tesis altamente probable. Y sobre todo creo que había que construir
la tesis para revisar la historia de San Martín.
La pregunta básica es qué importancia
tiene todo esto.
Creo que importa para interpretar las guerras de la emancipación.
Con esta hipótesis salen a la luz un montón de cosas que
parecían sin sentido o que fueron relegadas porque se ignoraba
esto. Hay dos circunstancias fundamentales que ahora pueden tener su explicación:
el giro que da San Martín cuando decide romper con España
y venir a América a ponerse al servicio de la revolución.
El otro es su proyecto político, en especial la adhesión
a la monarquía incaica de Belgrano. Sin duda, San Martín
era monárquico, pero siempre pensó en términos de
un proyecto americano. Yo creo que el hecho de saber que tenía
sangre india lo llevó a adoptar un punto de vista americanista.
Los revolucionarios como Moreno, Castelli, Monteagudo y Belgrano hacían
una defensa explícita del indio; y San Martín compartía
esa perspectiva con los revolucionarios de la primera hora. En Perú
estuvo obsesionado por el tema del Inca: promovió la reedición
de los Comentarios Reales del Inca Garcilaso y decretó la preservación
del patrimonio incaico.
Quizás la derivación más novelesca de todo esto sea
pensar que, cuando emprenden juntos el regreso a América, San Martín
y Alvear eran dos hermanos conspiradores que luego terminaron enfrentados
a muerte.
Parece efectivamente un culebrón. A mí me impresionó
muchísimo. Esto aparece en el manuscrito de Joaquina Alvear, donde
resalta en términos novelescos el papel de los dos hermanos durante
las guerras de independencia. Es una relación compleja entre un
hijo legítimo Carlos y el otro ilegítimo. Carlos
es diez años menor y su temperamento es impetuoso, más ambicioso,
es un brillante orador y un gran seductor. Mientras uno puede entrever
que San Martín era una personalidad atormentada, cerrada, un solitario,
un tipo de acción y de pocas palabras. Hay otra escena maravillosa
que uno puede intuir que tuvo lugar entre 1810 y 1811. En esos años
tiene que haber habido un acuerdo en Cádiz entre los tres: el padre
(me refiero, obviamente, a Diego de Alvear) y los dos hijos. Implícitamente
hay un pacto de silencio y de solidaridad entre ellos. Ahora, los historiadores
podemos utilizar este conocimiento: probablemente la conexión británica
(Londres era, de hecho, el centro de la revolución burguesa mundial)
era Diego de Alvear. Y por otro lado la relación de los medio hermanos
explica cómo se formó el grupo de los oficiales que es decisivo
para la independencia, porque si ellos no hubieran venido a América
en 1812, los realistas habrían triunfado.
Ya habían destrozado a Belgrano en
el Alto Perú.
Exacto. Pero así como ese lazo entre San Martín y
Alvear fue muy importante, hubo una ruptura proporcional a esa solidaridad
inicial. Y Alvear y San Martín se terminaron odiando, como bien
sabemos.
EN
LA SANGRE
El ADN fue idea del tataranieto de Diego de Alvear,
el abogado Ramón Santamarina. Un día, conversando con él,
me dijo con toda naturalidad que, si hoy existen las formas de verificar
el parentesco, por qué no hacerlo. Me pareció algo interesante,
cuenta Chumbita. Empezamos a conversar la idea y nos apasionó.
Como historiador, me parece increíble que la genética nos
permita resolver problemas retrospectivamente, como cuando se pudo comprobar
que Napoleón murió envenenado. Y se nos ocurrió que
lo más acertado era plantearlo en el ámbito del Estado porque,
desde el punto de vista institucional, San Martín es patrimonio
de la Nación, y para los temas de ADN tiene que dar consentimiento
la familia. San Martín no tiene herederos legítimos vivos
en nuestro país (sí hay herederos que reclamaron jurídicamente
la filiación en Ecuador) y, además, la nieta de San Martín
legó todo al Estado argentino. ¿Quién puede expresar
la voluntad nacional, entonces? El Congreso. Pero no se llegó a
formular el proyecto; sólo se lo esbozó en la Comisión
de Cultura de la Cámara Alta, y poco después se vino encima
la crisis del Senado. Pero pudo instalarse el tema en la opinión
pública y ahora se seguirá discutiendo. Yo no descarto la
prueba de ADN como una línea a seguir. De hecho, ya se lo hizo
un descendiente varón de Carlos de Alvear, porque el cromosoma
Y se transmite por línea directa de varones. También es
posible que alguna vez se lleguen a ubicar descendientes de Rosa Guarú,
cosa que no pudimos hacer todavía. O se podría hacer el
ADN con los restos de Don Diego de Alvear, que están en España.
E incluso con los restos de los padres legales de San Martín, cuyas
cenizas están en Yapeyú.
ROSA
DE LEJOS
Como previsible corolario de esta historia, poco y nada se
sabe sobre el destino de la parte pobre de la patria: la madre india,
Rosa Guarú. Pero de a poco es posible que pueda llegar a reconstruirse.
Para su investigación, Chumbita viajó a Yapeyú y
habló con los vecinos más viejos, quienes heredaron el secreto
a través de los relatos familiares. Una de las vecinas, doña
María Báez, le contó a Chumbita lo siguiente: Rosa
Guarú era la indiecita que tuvo un niño. La familia San
Martín lo adoptó,pero ella siguió en la casa cuidándolo,
criándolo, hasta que se fueron a Buenos Aires. El niño tenía
entonces tres años y le prometieron que volverían para llevarla
a ella, pero no aparecieron más. Rosa Guarú se quedó
esperando, y los esperó toda la vida.
Chumbita dice que fue a buscar la tumba de Rosa Guarú en Yapeyú
pero no la encontró. De todos modos, creo que podríamos
llegar a encontrarla, o al menos llegar a ubicar a algún descendiente.
Hay que insistir. Aunque todavía falta para llegar a ese
momento, en El secreto de Yapeyú recogió otro testimonio
muy emocionante. Según algunas fuentes, Rosa Guarú mantuvo
un curioso diálogo con un militar durante la Guerra del Paraguay
en un pueblito perdido de la costa del río Uruguay. Era un oficial
paraguayo que andaba medio perdido y se animó a pedirle agua a
una anciana asomada a la puerta de su rancho. La anciana, mientras le
daba de beber, le preguntó por San Martín. En la Banda
Oriental supe que se había hecho militar y llegó a ser un
gran guerrero, dijo Rosa. Lo único que yo sé
es que San Martín murió desterrado de su patria, le
contestó el paraguayo. La anciana le pidió que le anotara
su nombre en un papelito. El relato termina informando que la última
voluntad de Rosa fue que la enterraran con una bolsita conteniendo ese
papelito con el nombre del oficial paraguayo (Juan Anzoátegui)
y una borrosa estampa de San Martín que, de alguna forma incierta,
había ido a parar a sus manos. Según las crónicas,
Rosa falleció hacia 1875 a los ciento diez años de edad.
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