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La semana pasada se inauguró el
Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Su flamante director, el
mexicano Agustín Arteaga, quien ya estuvo al frente del Museo del
Palacio de Bellas Artes de DF, explica cómo planea insertar al
Malba en el circuito internacional, cuáles son las ventajas de
organizar muestras a contrapelo de la cronología de la historia
del arte y por qué decidieron cobrar entrada.
Por
Laura Isola
Con
la apertura del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires se da comienzo
a varias cosas al mismo tiempo. Por un lado, la posibilidad inmediata
de disfrutar de la fantástica colección Costantini, integrada
por 228 piezas de artistas de diferentes nacionalidades pero de igual
reconocimiento, además de obras cedidas en comodato de reconocidas
instituciones y colecciones, todo formando parte de la muestra inaugural,
Arte en América Latina. Siguiendo con el deleite, el edificio que
se emplaza en Figueroa Alcorta y San Martín de Tours responde a
una novedad, ya que es el primer edificio construido para museo en Buenos
Aires, de manera solvente y correcta: mucha luz y transparencia, alturas
interesantes para atrapar el espacio y comodidad en las salas para los
cuadros y sus visitantes. Pero por otra parte, también se abre
un espacio de reflexión que rebasa la mera instancia del emprendimiento:
ingresar a un museo es algo más que un rito de iniciación.
Esta actividad supone, según Bourdieu, una legitimidad y una institucionalidad
que trata de borrar la frontera entre los que tienen acceso y los que
no. Por lo tanto, el Malba, o mejor dicho su inauguración, es un
hecho cultural en un sentido completo: no sólo el aporte de un
museo más al listado de museos sino la alternativa de preguntarse
sobre qué impacto tiene en el medio y cómo se concibe un
proyecto museográfico.
Agustín Arteaga es su flamante director, aunque su experiencia
en estas lides no sea nada reciente. Con un currículum que no hace
más que impresionar sobre su anterior desempeño, entre los
que se cuentan la dirección del Museo del Palacio de Bellas Artes
de México, agradece la oportunidad hablar de otras cosas
que no sean estadísticas y fechas. Es un respiro que se me da porque
antes tampoco se pudo hablar sobre el museo en sí. A lo que
se refiere es al difícil proceso de aprobación de edificio
que según parece lo tuvo hablando de metros y vecinos: Siempre
me pareció muy extraño que un tema de esta naturaleza se
tratara a nivel urbanístico y nunca se tocara en el área
de cultura. El impacto de este inmueble no lo causa sólo un edificio.
Tiene una repercusión mucho mayor. Esto fue como tirar una gota
de agua en un recipiente del mismo líquido para comprobar las ondas
expansivas que causan. Afortunadamente eso que fue una situación
difícil, por llamarla de una manera grata, pasó y ahora
estamos con todas las energías para echar a andar una institución
que podrá mostrar su dimensión y su trascendencia en el
devenir de los próximos años.
¿Cuáles son las diferencias entre la gestión cultural
en México y en Argentina?
Muchas. Sobre todo en mi caso. Yo siempre trabajé en
el sector de cultura oficial en México, entre otras como director
de Palacio de Bellas Artes y me he relacionado con el circuito internacional
desde ese lugar. Los que trabajamos allí siempre nos quejábamos
del aparato y la burocracia, que nos solucionaba muchas cosas, pero estábamos
atados a normas y cánones. A la distancia me doy cuenta de lo importante
que son las estructuras y contar con una plataforma de apoyo y respaldo.
No es lo mismo que la responsabilidad caiga sobre tu nombre y prestigio,
que ser el representante del prestigio de una institución.
La muestra inaugural ya muestra el afán por ir casi a contrapelo
del discurso de la historia del arte que promueve la rigurosidad de las
fechas y la cronología como hilo conductor de los movimientos literarios:
Lo que proponemos es tomar períodos donde se gesta una problemática
y cómo los artistas de diversas latitudes resolvieron estos temas.
Vamos a ver continuidades que no están preestablecidas pero que
visualmente aparecen. Cuando estábamos en el montaje mismo, encontramos
una serie de asociaciones que todavía no están analizadas
por los historiadores del arte.
Un ejemplo puede ser la ubicación que tiene en la muestra la
obra de Batlle Planas.
Claro. Su obra fue encasillada hace 50 años dentro de
una vertiente surrealista y nadie lo ha vuelto a ver. Sin embargo, los
collages que tenemos en la muestra no son collages surrealistas. Están
planteados como un arte conceptual mucho antes de que se hable de arte
conceptual. De esta manera se redimensiona su obra y se la saca de un
cierto aplastamiento. Otros trabajos tienen un tratamiento de la forma
que se pueden asociar al arte concreto. No estoy diciendo que el arte
concreto derive de Batlle Planas pero podemos arriesgar los primeros elementos
para una nueva teoría desde la misma concepción de la muestra.
Tampoco se puede en una exposición abarcar todo el arte latinoamericano
pero sí se puede plantear ciertas hipótesis al relacionar
artistas que no necesariamente se hayan encontrado o conocido.
¿Qué pasó con la posibilidad de inaugurar el museo
con una exposición de Guillermo Kuitca?
Como no sabíamos cuándo íbamos a abrir,
tuvimos que aplazar la exposición que está programada para
febrero de 2003 en España y luego aquí en el Malba. El calendario
está planeado hasta el 2004, no sólo dentro del museo sino
en el exterior. Porque el museo funcionará como un lugar generador
de exposiciones que viajen, así como recibirá muestras.
¿Qué papel desarrollará el Malba en cuanto al
mercado internacional?
Estoy sorprendidísimo con la excelencia del arte argentino
y con lo poco que se lo conoce. En los libros sólo están
algunos, los grandes iconos nacionales, aunque en una escala menor que
otros contemporáneos. Falta difusión y los artistas son
enfocados siempre de la misma manera que los encajonan. Ni el mismo Berni
ha tenido la justa medida, siendo un pintor glorioso.
¿Qué criterio museológico se ha elegido para el
Malba? ¿Por qué se cobra entrada?
No tiene por qué no cobrar. Se tiene que mantener y
obtener recursos para poder dar un servicio. Pero para nosotros es importante
que nadie se quede afuera por no poder pagar, por eso los miércoles
la entrada es gratuita, así como ofrecemos descuentos a estudiantes
y jubilados. Intentamos despojar al museo de este carácter de templo
laico, donde se iba a la adoración y al peregrinaje, a pesar de
que todos los museos tienen sus iconos. Queremos lograr que sea un espacio
amable y neutro. Un punto de encuentro entre gente de diversa procedencia
social, cultural, religiosa y económica. Concebimos al museo como
una entidad de servicio. Trato de enfatizar la responsabilidad de ser
servidores públicos.
Esto que usted dice, ¿no puede asociarse con la idea de la burocracia?
De repente puede que sí. Pero la idea es todo lo contrario:
estamos aquí para servir al público. Dentro de esta tradición
del museo como entidad de servicio, en el mejor de los sentidos, estamos
orientados a servir en términos educativos y de divulgación.
Que el museo sirva para divulgar el arte latinoamericano pero además
para llevar a cabo una reflexión, tanto en el interior de museo
como desde afuera, sobre lo que planteamos en términos visuales.
¿Estamos hablando de una política cultural?
Por supuesto. Esto se viene haciendo desde antes de convertirnos
en una realidad. El museo tiene una misión de divulgar, conservar
y difundir el arte latinoamericano, como todas las instituciones museísticas
y de esto partimos, pero sobre todo tratar de educar al público
acerca de la diversidad de los países y los creadores latinoamericanos.
El concepto de regionalización está presente en este
postulado. ¿Cómo se articula con la globalización?
Asumimos lo que implica la regionalización como una
cuestión geopolítica y de alguna manera tenemos que lidiar
con el términolatinoamericano que ha sido acuñado
desde el exterior y que trata de simplificar, estandarizándonos
y homogeneizando todo lo que se produce en una región tan diversa
política, geográfica, étnica y culturalmente hablando.
Entonces, ¿cómo se asume desde el museo este término
latinoamericano?
Por uso y costumbre está instaurado esto, independientemente
de que nos guste o no el adjetivo. También por uso y costumbre
las palabras se modifican de acuerdo con las aplicaciones que se le dan.
Lo que queremos hacer es que se identifique el museo con lo que ha originado:
la colección Costantini. Volviendo al tema de lo latinoamericano
queremos hacer que la gente tome conciencia de que Latinoamérica
es un escenario muy rico y muy diverso. También nos interesa compartir
esta responsabilidad con nuestro entorno nacional inmediato y con el entorno
internacional. Quiero decir que el trabajo que aquí se hace sea
una plataforma de divulgación tanto al exterior como hacia la propia
región.
¿Se refiere a la falta de conocimiento de las producciones entre
los mismos países que integran Latinoamérica?
Exactamente. No nos conocemos entre nosotros. Es una cuestión
de haber vivido encajonados en un todo cuando las partes no han dialogado
entre sí. Al mismo tiempo, entre los artistas hay unos vasos comunicantes
que todavía no han sido del todo estudiados.
Es interesante pensar en un museo de arte latinoamericano en Buenos
Aires con todas las dificultades que tiene la ciudad para instalarse en
Latinoamérica.
Eso que puede ser una contradicción también puede
ser una magnífica plataforma. Dentro de este escenario se abren
posibilidades que son muy importantes y que en nuestro caso se transforman
en programas de acción. Una de las primeras líneas de acción
es un programa de fomento a los valores nacionales. No es que tengamos
una idea chauvinista o un nacionalismo mal entendido ni que pensemos que
los países deban cerrarse. Hasta ahora, se habla de latinoamericanización
de la Argentina siempre en un sentido peyorativo. Significa tener una
crisis económica, tener violencia y corrupción. Vamos a
ver que la latinoamericanización se puede entender
en un sentido positivo.
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