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Simulacro de diversión

Fotografía Hasta el 28 de octubre puede verse en el MAMBA Italpark, la nueva muestra de Dino Bruzzone, en la que el artista recurre al meticuloso método que inauguró en sus trabajos sobre el Puerto y el Riachuelo (crear maquetas de lugares desaparecidos o en desuso y luego fotografiarlas) para recrear el clima fantasmal y trágico que se respiraba en el Disneylandia porteño.

Por Santiago Rial Ungaro

Detrás de todas las obras de Dino Bruzzone hay un secreto. La frase no pretende ser enigmática, sino que se basa en el método con el que fueron creadas. Todas las imágenes fantasmales de Italpark, su nueva muestra que se podrá ver hasta el 28 de octubre, fueron realizadas con una técnica singular y sumamente personal que, paradójicamente, poco y nada se nos dice de la personalidad del artista. Y, sin embargo, continuando con este juego de paradojas en el que nos envuelve Italpark, las obras realizadas con el Método Dino Bruzzone (MDB a partir de ahora) son inmediatamente reconocibles. Al igual que las escenas de su muestra anterior, realizada en el ICI en 1998 (imágenes del Puerto y de la Boca, del Riachuelo, de sus dársenas y canales como protagonistas) las nuevas escenas de Italpark tienen algo intrigante e inquietante: se tratan de escenas de lugares fantasmales, donde en algún momento hubo algo (en este caso un parque de diversiones, en la muestra anterior rastros industriales) pero donde ahora ya no hay nada. El espectro de la diversión sobrevuela entonces estas reconstrucciones de un espacio real desaparecido en forma trágica y absurda.
Para realizar esta descomunal tarea, digna de los mejores episodios de Tiempo de hobbies, Bruzzone se documentó sobre cada juego y luego, con suma minuciosidad realizó de cada uno de los juegos una maqueta a escala de 1 metro por 2 metros (aproximadamente) cada una. “Cuando hago una maqueta la tengo que hacer entera, aunque tal vez en algunos casos termine usando solamente unos 20 centímetros”, dice Bruzzone instalado en otra de sus maquetas, realizada esta vez a escala humana, en donde está instalada su casa, su estudio-taller y la galería Dabbah Torrejón, un mini-complejo en el que vive actualmente. “Es un proceso largo, porque primero me tengo que documentar, y después hacer la maqueta del juego. Y lo que termina pasando es que después, una vez que saco la foto de la maqueta terminada, me doy cuenta de que no me gusta. Y ahí se genera un diálogo, porque llega un momento que estás adentro de la maqueta. Y la maqueta te pide un solo fragmento. Es la cámara, la maqueta y vos.” El MDB no es sino un generador de realidad virtual en el sentido literal del término. Y el secreto de cada imagen reside en que a la imagen original no sólo nunca la vamos a ver sino que tampoco podemos saber si existió realmente, por lo menos tal como la vemos. Con este singular y efectivo método (que requiere de una meticulosidad y una paciencia extremas) Bruzzone logra conjugar las intenciones conceptuales que siempre caracterizaron sus obras con sus habilidades técnicas. Además de ser arquitecto y fotógrafo, y de haber estudiado escenografía con Gastón Breyer, Bruzzone (que ganó el Primer Premio Braque de Objetos en 1995) mostró desde sus primeros trabajos una clara inquietud conceptual. El mérito del MDB es el de saber sintetizar en forma coordinada y efectiva todas estas habilidades. Un hallazgo que le permite equilibrar en su obra “el placer estético y el placer conceptual que deberían tener una obra de arte”. Al igual que en la obra de otros artistas contemporáneos como Sebastián Gordin o Lux Lindner, la intención de Bruzzone no pasa tanto por el deseo de recrear su mundo interior ni por la intención de documentar la realidad exterior, sino que busca crear una realidad virtual, sintomática de ciertas sensaciones colectivas. En este sentido, el secreto no es sólo de Bruzzone, sino que es la sensación que genera el Italpark, aquel desaparecido (y por ende mítico) parque de diversiones en el que un par de generaciones pasó, durante la década del 80, momentos supuestamente divertidos, vertiginosos. Recuerda Bruzzone: “Me gustan las imágenes que forman parte del pasado de uno. Y ésta era una parte importante del pasado de nuestra generación. Era un mundo mágico, de ilusión. Uno lo ve ahora y se da cuenta de que era un poco decadente, pero para nosotros representaba Disney. Pero no era Disney.” Con una mirada aséptica pero cariñosa, esta nueva serie, que recorre diversos juegos del trágico parque (los autos chocadores, autos sprint, Dumbo, Italpark,Matter Horn, Pulpo, Samba, las Tazas y el Twister) invita nuevamente a repetir todas las sesudas reflexiones que suelen integrar sus catálogos y sus críticas: hablar de simulación y de artificialidad se torna tan inevitable como insuficiente. Lo que encontramos en Italpark es lo mismo que encontramos en las muestras anteriores: una abrumadora, inexpresable e inevitable sensación de vacío, de ausencia.
No hay seres humanos, sólo están los juegos. Como arquitecto y como fotógrafo, Bruzzone pone en escena un vacío. Y el color del parque de diversiones contrasta con su condición de “escena del crimen” (de hecho, la muerte de una adolescente en el Matter Horn se debió a una negligencia, y la última clausura, tras una breve reapertura, se debía a que, pese al trágico incidente, varios de los juegos prometían una diversión potencialmente mortífera). Con sus postales de carritos volcados, autitos chocadores vacíos, y demás juegos abandonados a su ambigua ingenuidad, Italpark no se reduce a intentar simular el parque, sino que se resigna a documentar una imagen del inconsciente colectivo de una generación. No hay personas, sólo juegos. No es un espacio habitable ni habitado, de allí su condición de parque fantasma. “Para nuestra generación”, dice Bruzzone, de 35 años, “el Italpark era un espacio mágico. Era ese lugar que prometía todo tipo de diversiones y aventuras juveniles, pero que, visto en retrospectiva, era verdaderamente patético, inseguro y, finalmente, letal”.
El proceso creativo que Bruzzone ha decidido desnudar en esta muestra agregando una sala que incluye todas las maquetas de los juegos, no es un dato anecdótico. Con su estética pulcra, brillante, pulida, simétrica, esta “mediatización” le brinda a Bruzzone la posibilidad de tener un enorme control creativo sobre sus imágenes. Y, sabiendo que el medio es el mensaje, el MDB es también una forma de multiplicar los mensajes y los contenidos. Dice el autor del método: “Es cierto que la mediatización es un concepto, porque aunque busque la neutralidad, siempre hay una cuestión personal. Pero ése no es el concepto, es más bien un medio, o un método. Pero es lógico que detrás de eso surja una interpretación. Casi todos los espectadores y los críticos hablan de eso: de que es una foto que parece real pero no lo es. El momento en el que el que mira la foto se da cuenta que es una foto de una maqueta va a ser más fuerte que cualquier cosa. Recién después llega que es el Italpark”. Y aunque la sensación de vacío y la artificialidad del proceso pueden estar vinculados, para Bruzzone, que de niño se dedicaba a hacer maquetas de casas y aviones y que hasta hace unos años disfrutaba realizando maquetas para un estudio de arquitectura, hacer los juegos del Italpark no deja de ser un juego. Un juego lleno de paradojas, en el que lo más evidente no es lo fundamental: “Yo trabajo con maquetas y lo voy a seguir haciendo (en su taller se vislumbran algunos aviones de guerra que probablemente formen su próxima serie), pero no estoy pensando todo el tiempo en la simulación. Si el concepto central de mi trabajo fuera la artificialidad podría ser mucho más amplio y más efectista: buscaría distintos espacios, haría el Obelisco, haría paisajes de distintas partes del mundo que me permitieran jugar con la idea de simulación”.
Otra de las paradojas del MDB consiste en la forma que tiene de suprimir el azar. El concepto de simulacro y la obsesiva intención de crear una realidad virtual se terminan imponiendo, casi inexorablemente. “En la serie anterior todavía había detalles que permitían entender cuál era el proceso creativo. En cambio esta serie está casi al límite de lo que ya casi es real. Igual, siempre se puede ser un poco más real. A mí me gusta que la foto te deje esa impresión de que no sabés si es algo real o si está construida”. Con estas intenciones en la mente, las construcciones del Italpark son clásicas, muy simétricas, asépticas. Sin embargo, al tener la capacidad de eliminar las sombras y cualquier reflejo u objeto enprimer plano que pueda resultar molesto, la artificialidad de la imagen se termina acentuando aún más. “Todas las obras tienen la misma sensación. Y aunque sea lógico que afecten más a alguien que es porteño y de mi generación, esta sensación es bastante clara para cualquiera. En los trabajos anteriores y en los que estoy haciendo ahora, la sensación también es la misma. Lo que definitivamente yo busco es esa sensación”. ¿Y cuál es esa sensación para el autor del MDB? “Es una sensación muy placentera, pero que conceptualmente tiene cierta tensión. En este caso el Italpark es un icono de la época de la dictadura, vos sabés que era un lugar bastante decadente, que era peligroso, que se cerró... Siempre se trata de lugares identificables pero en desuso, en donde ya no hay personas.” Y aunque Bruzzone no demuestre ningún tipo de fastidio cuando se le habla sobre la artificialidad de sus obras, tampoco parece estar muy interesado en teorizar sobre sus obras o sobre el arte. “Me gusta pensar en todo eso como en un gran absurdo. Creo que el arte tiene algo de eso si te ponés a pensarlo. Es todo un trabajo obsesivo de un mes para captar una pequeña sensación. A mí me marcó mucho una exposición que no me acuerdo de quién era: el tipo hacía el seguimiento de una hormiga en una pared con un lápiz. El tipo estuvo durante meses, semanas siguiendo a una hormiga. En el momento pensé que era un estupidez, un esfuerzo inútil. Pero por alguna razón no me lo olvidé y ahora pienso en esa muestra. De hecho, es mucha la gente que desarrolla sus inquietudes artísticas como un hobbie del que nadie se entera.” Rodeado de las maquetas del Italpark, Bruzzone admite que muchos de los juegos del parque nunca le atrayeron: “El juego que más me gustaba era la Montaña Rusa, y de hecho fue la primera maqueta que hice”. Buscando entre las fotos de la muestra, la Montaña Rusa no aparece: no está. “La hice pero al final no apareció en ninguna de las fotos. Pero igual se la ve, detrás del Pulpo...” Paradojas del MDB.

Italpark puede verse hasta el 28 de octubre en el Museo de Arte Moderno (Av. San Juan 350), de martes a viernes de 10 a 20 y fines de semana de 11 a 20.

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