De
qué hablamos
cuando hablamos
de amor
FENOMENOS
A mediados de los 80, Clara Coria dio a conocer un libro que terminó
como clásico de la literatura psi: El sexo oculto
del dinero revelaba las relaciones más secretas entre los sexos,
la pareja y el dinero. Quince años después, y siguiendo
la misma técnica de formar grupos de reflexión y grabar
esos testimonios, publica El amor no es lo que nos contaron, donde una
vez más arremete contra el mito de que en el amor todo es cuestión
de magia.
POR
CLAUDIO ZEIGER
Cuando
se le pregunta por qué escribe libros, la respuesta de Clara
Coria es por demás sencilla. Y de paso, es una buena caracterización
de cómo son esos libros que tratan de temas tan universales pero
no por ello menos controvertidos como el sexo, el dinero y el amor (incluidas
las interrelaciones entre ellos). Yo quiero contribuir aunque
sea muy modestamente a un cambio social, dice. Y mi manera
de hacerlo es transmitiendo en los libros, con un lenguaje accesible
y sencillo, temas que son profundos. Hacerlo ayuda a desempolvar fantasmas,
desenredar conflictos y correr velos que funcionan en la sociedad. Como
creo que los libros tienen un mayor alcance que una terapia individual
o grupal, y como además me da placer escribir, lo hago. Elijo
un tema y lo sigo durante varios años, grabo y desgrabo yo misma
los testimonios con los que trabajo, soy muy cuidadosa en ese aspecto,
y entonces, de ahí al libro suele haber un solo paso.
El primer tema de investigación elegido por esta psicóloga
que además de hacer clínica se ha especializado en cuestiones
de género femenino, fue el vil metal y su relación con
los sexos. Algo que significó un verdadero boom cuando a mediados
de la década del 80 apareció bajo forma de libro. Se llamó
El sexo oculto del dinero (Grupo Editor Latinoamericano), título
por demás atractivo de una atracción casi morbosa
y aunque no dejó de tratar el tema de la prostitución,
donde esa relación se da en forma cruda y directa (todavía
hoy escucho los relatos de los hombres que llevan a debutar a su hijo
varón con la misma mujer con la que ellos se acuestan),
su eje principal era más bien otro: la dependencia de la mujer
en la pareja por obra y gracia del manejo del dinero y las culpas que
esto puede generar; el hecho de no poder lograr ser autónoma
aunque trabaje y tenga independencia económica; las líneas
más bien sutiles que van llevando del dinero al sexo y del sexo
al poder, foucaultianamente hablando. El libro, desde ya, mostraba la
predilección de la autora por la metáfora de correr
los velos, algo así como quitar vendas de los ojos pero
no haciéndolo de golpe sino de a poco. Y con la ayuda de la propia
persona vendada. Siempre buscó bajar las reflexiones teóricas
a tierra mechándolas con los testimonios de quienes padecen el
síntoma o, por lo menos, son parte de él. El libro conoció
varias ediciones y un cambio de editorial a Paidós.
A este contundente éxito de la literatura psi que
al fin y al cabo ponía el dedo en una de las llagas más
sensibles de la ideología yuppie y que aún hoy sigue siendo
una de las obras pioneras sobre el tema, le siguieron algunas ampliaciones
y variaciones con El dinero en la pareja: algunas desnudeces sobre el
poder (1989), Los laberintos del éxito (1992) y Las negociaciones
nuestras de cada día (1996), todas enriquecidas con más
testimonios de hombres y mujeres convocadas especialmente en grupos
de reflexión que Clara Coria coordina.
Ahora el tema, dicho telenovelescamente, es el amor. Pero el espíritu
con el que la autora lo encaró en su último libro, El
amor no es como nos contaron... ni como lo inventamos (fue publicado
hace unos pocos meses y ya alcanzó la segunda edición,
con unos cinco mil ejemplares vendidos), está en las antípodas
de la concepción romántica que impera aun hoy en la cultura
de masas, donde el amor suele ser resultado de flechazos, malentendidos
y arbitrariedades varias. Según ella, hay una afirmación
que suele sorprender a las personas cuando la digo, aunque no es ninguna
novedad: el amor es una construcción social, como tantas situaciones
de la vida de los humanos. Muchas veces se piensa que el amor viene
con el ADN o que es algo intangible, espiritual. En tal sentido,
el amor del que va a hablar este libro, a través de la palabra
de la autora y de los testimonios de mujeres que hablan en él,
no es como cuentan los relatos sobre el amor ni como lo inventan las
personas en sus febriles mentes cuando creen estar enamoradas.
Yo me refiero a otra cosa: la manera en que se van pautando los
vínculos amorosos en la pareja están construidos socialmente,
y a lo largo de la historia hay maneras en las que se consideraba cómo
debía ser elamor en cuanto al lenguaje o cuáles debían
ser los roles adjudicados a hombres y mujeres. Así fueron apareciendo
el amor platónico, el amor pasión, el amor romántico
y muchos otros. Actualmente el amor sigue siendo una construcción
social en la que están bastante pautadas las maneras en que se
supone que debe amarse una pareja.
Clara Coria también fue una mujer que sufrió en carne
propia el síndrome del dinero: tenerlo pero no disfrutarlo. O
tenerlo y no sentirse independiente. O tenerlo y no poder manejarlo
bien. Así lo cuenta ella misma en su primer libro: Taquicardias
inesperadas me asaltaban cuando debía dirimir cuestiones de dinero.
Violencias internas que lograba disimular pero que, aun cuando pasaran
inadvertidas para los otros, me costaban muchas energías. Reclamar
una deuda, precisar un contrato, adquirir un bien material significativo,
defender un honorario, establecer con mi marido las áreas de
competencia económica, plantear qué consideraba `mío
y qué `nuestro, establecer criterios económicos
en la relación con mis hijos, y todas esas `pequeñeces
de la vida cotidiana no surgían con espontaneidad. Lejos de ello,
dolores de estómago, cuestionamientos éticos (`el dinero
es denigrante), malestares estéticos (`es sucio y feo),
postergaciones indefinidas (`mañana lo planteo), me asaltaban
sin pedir permiso.
En esos años ya cobraba temperatura en el país la costumbre
de organizar grupos para las tareas de investigación y las terapias,
al calor del auge de la psicología social. Todos los terapeutas
venimos desde los años 60 y 70 con el desarrollo de la teoría
de grupos de Pichon Rivière y la psicología social. En
Buenos Aires hubo mucha actividad de grupos. En otros sitios en los
que estuve, de América latina o inclusive de España, son
mucho más reticentes, en parte porque no hay gente formada para
coordinar los grupos, y en parte porque no tienen la costumbre de reunirse.
Yo creo que es muy bueno, porque además de que se puede reflexionar
a niveles muy altos, cada persona después puede llevar agua para
su molino y resolver su propia problemática.
De esas experiencias pioneras Clara Coria llegó a la conclusión
de que contrariamente a lo que pueda pensarse, el dinero como tema álgido
en la relación entre los sexos aparece en todas las clases sociales:
no sólo es moneda de cambio entre los más pudientes. En
la clase baja las mujeres no tienen autonomía, aunque sean ellas
las que trabajan. Si ellos se quedaban sin trabajo y ellas aportaban
el dinero, éste se usaba para la supervivencia, y ante un gasto
grande ella tenía que tener el permiso del marido. En la clase
media, cuando existía, se veía una variedad enorme de
mujeres profesionales, comerciantes, etcétera, que ganaban su
propio dinero y lo ponían en la cuenta corriente del marido,
y hasta le dejaban la chequera a él. En la clase alta las mujeres
pueden acceder a tarjetas de crédito y dinero, pero muchas no
tienen idea de dónde están las acciones o el patrimonio
conjunto. Ni qué hablar de una herencia cuando la que la recibe
es la mujer. Lo más común es que delegue su manejo al
varón más cercano, sin ponerse a pensar quién es
más hábil para esa tarea. En todas las clases sociales
se termina dando la misma problemática.
Si para desarrollar el tema del dinero Clara Coria pudo abrevar en su
propia experiencia, no le sucedió lo mismo con el amor. Tuvo
y tiene amor en su vida como tuvo y tiene dinero. Pero el amor no le
ha producido tantas taquicardias inesperadas.
Llegué al amor porque el amor es un tema clave y conflictivo
en el que muchas mujeres quedan atrapadas y sufren más de lo
necesario. En lo personal he tenido varias experiencias amorosas, más
o menos felices, pero en general me considero plena y contenta con los
resultados. Con el tema del dinero sí hubo una reflexión
más personal. Los grupos de reflexión son espacios donde
se crea un clima de una gran confianza y donde se potencia la experiencia
individual. Yo los coordino tomando como protagonista al tema y no a
cada una de las personas que participan. Eso lo diferencia de un grupo
de terapia. En los talleres de reflexión convoco a mujeres y
avarones para reflexionar sobre un tema específico. En cierto
modo, esos grupos terminan siendo terapéuticos. Hay que ver qué
subyace a las anécdotas que se vuelcan en los grupos, porque
ahí empiezan a aparecer los fantasmas sociales.
Si de anécdotas se trata, es elocuente una de las que cuenta
en su libro y que Coria recuerda como de las más significativas
sobre las idas y vueltas del amor cuando, como dice coloquialmente,
se lo termina identificando con el aguante.
En mis primeros tiempos de trabajo con los grupos de mujeres,
en los inicios de la década del 80, una mujer cercana a los 70
años contó la siguiente anécdota: A mi marido le
encanta comer espárragos, pero es muy exquisito y sólo
come las puntas. Entonces yo siempre los corto por la mitad, le sirvo
las puntas a él y yo me como el resto. Como es posible de imaginar,
esta anécdota fue motivo de comentarios muy diversos dentro del
grupo. Comentarios que iban desde la comprensión hasta el rechazo,
pasando por la ironía. Pero lo más significativo no tiene
que ver con los comentarios que se produjeron en el grupo sino con algo
que sucedió tres años después. Fue cuando me la
encontré por la calle casualmente. En esa oportunidad me saludó
e inmediatamente me dijo: ¿Sabés una cosa? Quedé
viuda y ahora los espárragos me los como yo.
Para las mujeres el mandato social es que el amor debe ser el
eje de sus vidas, amplía Coria, y ése no es
cualquier amor, sino uno muy parecido al modelo de amor maternal, que
es incondicional, altruista y abnegado, entregado totalmente con respecto
al hombre. Creo que el amor es un sentimiento necesario para la vida,
tanto para hombres como para mujeres. Sin amor, la vida se vuelve bastante
más árida. Yo deseo plantear cómo debemos entender
el amor. En la medida en que se entienda que el amor debe ser el centro
de la vida de las mujeres, los hombres quedan marginados del amor, y
mientras la sociedad tenga el consenso de que el trabajo y la competitividad
debe ser el centro de la vida de los varones, los margina del amor y
al mismo tiempo margina a las mujeres del mundo del trabajo y el éxito
social. Estamos viviendo en una época que cosifica a las personas.
Las mujeres se dejan colocar en el lugar de objeto y entonces están
desesperadas por ver si las aman. En realidad, una debería preocuparse
por saber si una puede amar y además ser retribuida.
Clara Coria tiene una faceta militante que merced a su trabajo
con redes de mujeres de toda América la lleva a viajar con frecuencia.
Este año, sin ir más lejos, estuvo en Costa Rica y en
Guatemala. En América Central, cree, las buenas y las malas noticias
siempre muestran un tinte más radical: mientras las estadísticas
indican que un 80 por ciento de las mujeres de los países de
América Central fueron violadas por sus padres, tíos u
otros varones cercanos de la familia, también las posturas de
las mujeres suelen ser más férreamente feministas. Lo
son en el buen sentido de la palabra, plantadas con más firmeza
contra la sociedad patriarcal que genera la desigualdad; en Argentina
está aún muy generalizada esa postura deplorable de muchas
mujeres que dicen yo no soy feminista, soy femenina. Cuando finalmente
se le pregunta sobre la situación de la mujer argentina después
de unos veinte años de investigar en su sexo, su dinero y sus
amores, el cuadro sale bastante matizado: Creo que hablar de la
mujer argentina es un poco general, así que hay que hablar en
principio de la mujer porteña y la de otros lados. En el interior
las cosas suelen ser muy distintas. Hay muchas provincias que siguen
siendo tan tradicionales y mantienen tantos mandatos estrictos como
acá antes de los años 60. Dentro de Capital y el Gran
Buenos Aires hay grupos muy diversos y complejos. Desde personas muy
evolucionadas en cuanto a lo económico y al estar al tanto de
los últimos adelantos y que sin embargo tienen la convicción
de que tienen que llegar vírgenes al matrimonio. Y eso lo creen
tanto las mujeres de sí mismas como los varones que quieren una
mujer que llegue virgen. Por otra parte, hay una cantidad de mujeres
que están abriéndose a pensar y que mediante un gran esfuerzo
personal están intentando hacercambios que la saquen de ese lugar
de marginación, de sufrimiento, de esa idea del amor como un
aguante. Y hay también muchos varones que están intentando
hacer cambios en sus conceptos de relación. Yo creo que ellos
son los varones verdaderamente democráticos, porque la democracia
está en todos lados o no está en ninguno, y por lo tanto
también debería estar en el amor.