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a Virgin
CINE
La participación del cine argentino en festivales
internacionales se abrió este año en febrero, cuando La ciénaga se presentó
en Berlín, y se cierra hoy, cuando Ciudad de María se proyecte en el
Festival de Documentales de Amsterdam, el más importante de su categoría.
Filmada durante cuatro años, la ópera prima de Enrique Bellande (producida
por Pablo Trapero, realizador de Mundo grúa) investiga la presunta aparición
de la Virgen ante una vecina de San Nicolás (amén del fabuloso fenómeno
turístico-religioso en que devino, detrás del cual se movilizan miles
de creyentes y millones de dólares).
POR
HORACIO BERNADES
Un
censo de la fe publicado hace pocos días determinó que
la Virgen de San Nicolás es una de las más populares del
país, pisándole los talones a la de Luján y a la
Desatanudos, que puntean ese ranking. Si el relevamiento se hubiera
hecho hace 20 años, el resultado no hubiera sido el mismo. Todo
cambió en 1983. Más exactamente, el 25 de septiembre de
ese año. Ese día, la Virgen de Santa María del
Rosario se presentó por primera vez ante Gladys Quiroga de Motta,
vecina de San Nicolás de los Arroyos, y salmodió ante
ella tres o cuatro citas bíblicas. De allí en más,
los encuentros se reiteraron con frecuencia, y pronto empezaron a multiplicarse
los relatos sobre estigmas y milagros.
La novedad corrió primero entre los vecinos, llegó a oídos
del cura del lugar, se esparció enseguida a toda la ciudad y
no tardó en alcanzar ya en versión mediática
hasta el último rincón del país. Hoy en día
se estima que los días 25 de cada mes bajan a San Nicolás
unos 300 mil peregrinos (400 mil, si cae en sábado o domingo).
La cifra triplica la cantidad de habitantes de esa ciudad, por lo cual
es de imaginar el alboroto que una vez por mes la sacude. Bienvenido
alboroto, de acuerdo con lo que los propios nicoleños reconocen:
se estima que, promedio, cada forastero gasta unos diez pesos en el
curso de su estadía.
Una simple operación matemática da por resultado unos
3 millones de patacones mensuales fluyendo todos los meses sobre San
Nicolás de los Arroyos. La novedad le vino como anillo al dedo
a una ciudad cuya economía dependía, hasta hace exactamente
una década, casi enteramente de la siderúrgica Somisa,
la planta de acero más grande de la Argentina. En 1991, Somisa
cerró definitivamente sus puertas, dejando en la calle a unos
7 mil operarios y sus familias, y poniendo entre paréntesis el
futuro de la ciudad. Hasta que llegó la Virgen.
Hoy, la que alguna vez fue la Ciudad del Acero es la Ciudad de María,
y un gigantesco santuario se halla en plena construcción, a metros
de la casa de Gladys Quiroga de Motta. Cuando quede terminado, será
tan grande como la Basílica de Luján, albergando a unas
8 mil personas. Según las estimaciones, hasta el momento lo gastado
en su edificación rondaría los 10 millones de dólares.
Los vale, sin duda. Gracias, Gladys, dice un graffiti estampado
en un muro de San Nicolás. No lleva la firma de la iglesia local
sino la de Antón Turismo, la más importante del ramo.
¡CHE,
PELOTUDO!
Enrique Bellande tiene 29 años y estudió en la FUC,
donde fue compañero de camada de Pablo Trapero (realizador de
Mundo grúa) y de Rodrigo Moreno, Ulises Rosell y Andrés
Tambornino, realizadores de la inminente El descanso. Una vez egresado
trabajó como sonidista en Pizza, birra, faso y asistente de dirección
de El descanso, así como lo será de El bonaerense, la
película que Trapero comenzará a filmar en poco tiempo
más.
Vecino de San Nicolás, el affaire Gladys era parte del paisaje
cotidiano de Bellande. Hasta que se cansó y decidió filmarlo,
con apoyo de la Jan Vrijman Fund, fundación holandesa destinada
a servir de soporte a documentalistas del mundo entero. No sé
exactamente qué fue lo que me interesó de entrada,
dice Bellande. Como muchos nicoleños, yo me sentía
totalmente ajeno al fenómeno. Lo único que sabía
es que, a partir de determinado momento, todos los días 25 la
ciudad comenzó a llenarse de colectivos y de gente. Después
sí, me empezó a interesar más el asunto. Me pareció
que tenía un componente muy fuerte de misterio y de locura. Me
intrigaba mucho ver qué pasaba ahí, ya que había
oído muchas cosas, pero nunca había pisado el santuario.
El primer día de rodaje lo pisé por primera vez.
La imagen inicial de Ciudad de María es una panorámica.
Ésta se abre mostrando, al fondo de la imagen, lo que quedó
de Somisa y se cierra con la cúpula del santuario en construcción,
vinculando, en un mismo espacio,dos tiempos sucesivos de San Nicolás.
Concluida la panorámica, la cámara baja desde la cúpula
hasta el frente del domicilio de Gladys Quiroga de Motta, donde todo
es misterio. Literalmente, ya que la señora, que tiene al día
de hoy 64 años y vive con su esposo e hijos, desde que ocurrió
lo que ocurrió no concede entrevistas periodísticas, así
como están prohibidas las fotos y filmaciones.
¡Che, pelotudo!, le grita el marido de Gladys a Bellande
al detectar la presencia de la cámara, y le tira algo por la
cabeza al camarógrafo. Durante los siguientes 85 minutos, éste
volverá a intentarlo varias veces, pero jamás podrá
obtener una imagen de la señora de Motta.
MILAGROS
Y ALFAJORES
Con respecto al tema de las entrevistas y las fotos, en 1985
ocurrió un hecho muy llamativo, cuenta Bellande. Hasta
San Nicolás se arrimó César Mascetti, que en ese
momento conducía un programa llamado El espejo, y
anunció que estaba vía telefónica con Gladys Motta.
Le acercan un teléfono, y en ese momento el padre Carlos Pérez,
que está a cargo de la erección del santuario, aparece
en cámara, se tira sobre el teléfono y corta la comunicación,
de una. Se armó un revuelo importante y, obviamente, todos desconfiamos
de las razones que lo llevaron a poner semejante celo en el silencio
de la mujer.
Lo que hace de Ciudad de María un documental apasionante es que
Bellande investiga su asunto sin la menor ingenuidad, pero tampoco permite
que el escepticismo se le vuelva dogmatismo. Encuadra al padre Pérez,
plantado frente a la basílica cuya construcción supervisa,
de un modo tal que es imposible no asociar su figura con la de un patrón
de estancia, contando orgulloso las cabezas de ganado. El realizador
no deja pasar un par de deslices de un especialista llamado
a la zona para determinar si se estaba en presencia de un milagro o
una patraña. El especialista, supuestamente un científico
aséptico, confiesa que desde que le contaron el caso por teléfono
ya estaba creyendo. Enseguida, se va de boca y admite que
la idea de construir un santuario por lo menos tan grande como
el de Luján fue anterior al 25 de septiembre de 1983.
El especialista (¿psicólogo? ¿psiquiatra? ¿grafólogo?)
deja así pagando al padre Pérez, y dice que fue la mismísima
María la que pidió que allí, en un descampado donde
antes se levantaba una villa miseria, se erigiera un mausoleo para venerarla.
De allí el apelativo de Virgen del Campito con que
se la conoce. Bellande practica una verdadera anatomía del fenómeno,
registrando tanto el fervor de los peregrinos (que en algunos casos
cantan canciones de cancha, trocando el lo vamoa reventá
por un belicoso ¡Viva María!) como los detalles
más folklóricos del epifenómeno, que van desde
la venta callejera del auténtico pañuelito para
saludar a la Virgen hasta la de unos simpáticos pikachus
en bicicleta.
¡Viva la Patria, viva la Virgen Gaucha!, clama la
locutora desde el palco, en medio del apoteótico festejo del
final, que incluye lluvia de papel picado y una banda militar. Jorge
Jacobson celebra la épica desde el noticiero de Telefé,
un periodista de la zona induce respuestas de los creyentes, unos chicos
repiten los versos devocionales que les enseñó la maestra,
una señora mayor pasa disfrazada de Virgen, la policía
organiza el operativo de seguridad y la imagen de la Patrona llega a
todos los hogares desde la primera plana del diario El Norte. A metros
de la parrilla El Milagro, un buscavidas ofrece, baratitos,
los alfajores Ciudad de María.