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SUPLEMENTO DE HUMOR DE PAGINA/12

Chistes turísticos

Don Elías, peluquero catamarqueño, estaba harto de que todos sus clientes le hablen de viajes, jodas y buena vida y él siempre ahí firme en la peluquería. Y ahí entró un cliente:
–Córteme bien, don Elías, que me voy a Buenos Aires por una semana.–¡Pa que te vas a Buenos Aires, lleno de porteños agrandados! ¡Qué vas a tener ahí que no tengas acá en Catamarca!
–No, don Elías, no es así... Buenos Aires está lleno de negocios, de “yopicenter”, de luces, de gente famosa. Ahí uno quiere un crédito y hay cien bancos pa pedirlo, quiere ir al cine y está lleno de cines, ¡y hasta puede ir a verlo al mismísimo Presidente pa pedirle que mejore la situación de mi provincia!
–¡Pero, por favor, Ramón! ¡En Buenos Aires no hay lugar como pa un catamarqueño como usted! Mire, seguro que en el cine las películas están habladas en otro idioma que no se entiende, los “yopins” venden cosas que si se le rompe acá no tiene quien se las cambie o se las arregle, los famosos no le dan ni la hora, está lleno de ladrones, y el Presidente... ¡Mire si el Presidente va a tomarse tiempo pa hablar con un catamarqueño desconocido!
La verdad es que a Ramón se le hace un nudo en la garganta. ¡El tenía muchas expectativas con ese viaje! Al día siguiente Ramón llega a Buenos Aires. Ni bien llega quiere ver una buena película argentina y nada. ¡Todas norteamericanas en los cines!
Entonces se mete en un shopping, pero no entiende nada de las marcas que hay. Decide ir a comer un buen locrito en el “patio de comidas del shopping”... ¡Lleno de restaurantes para comer hamburguesas, salchichas, pizza o fideos, pero locro, ni uno encuentra! Entonces sale a la calle y ve un famoso. Decide pedirle un autógrafo pa la patrona. Hace una cola de dos cuadras, y cuando llega descubre que le afanaron la lapicera. Finalmente pide una audiencia con De la Rúa, pero los de la Casa Rosada se le cagan de risa.
–¡Qué peluquero hijodeputa este don Elías, ni que me hubiera engualichao! –piensa, y se toma el primer micro de vuelta a Catamarca.
A la semana entra de vuelta a la peluquería, radiante.
–¿Y? –pregunta don Elías. ¿Cómo anduvo eso, Ramón?
–Buenísimo –dijo Ramón– ni bien llegué a Buenos Aires uno que viajaba conmigo en el micro era un amigo del Presidente así que me concedió una audiencia. Mientras tanto, fui a un “yopicenter” y aprendí un montón sobre electrodomésticos. ¡Los porteños se mataban por explicarme, y eso que yo les decía que no tenía plata! Después me invitaron a un cine que hay ahí que tiene un “homenaje permanente al cine argentino”. El del micro me invitó a su casa y me convidó un locro y unas empanadas que hace rato no comía algo tan rico, y al final el Presidente me recibió y me prometió un cargo para el año que viene.
–¡Qué bárbaro! –dijo don Elías–. ¿No tuviste ningún problema, nadie te insultó, ni te cagó?
–Ah, no –dijo Ramón– un problema tuve. Todos, pero todos, eh, me preguntaban: ¿quién fue el turro que te cortó el pelo así?

 

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