¿Dónde
fuimos a parar? ¿Qué pasó, se apagó
Balderrama? ¿Cómo puede ser? ¿Años de
pelear por no tener que hacer más la colimba, por no tener
que aguantar la prepotencia, las órdenes y el autoritarismo,
y ahora vamos a irnos a España a que nos den órdenes
allá? ¿Tan mal estamos, que tenemos que correr,
barrer y limpiar en los cuarteles de Sevilla y Valladolid?
¿Será que nuestros aviones, nuestros teléfonos,
nuestros kilovatios, y ahora nuestros soldados se van a la Madre
Patria? ¿Y si nos tenemos que volver a independizar, para
quién van a pelear? ¿Qué diría San Martín?
¿No era que se estaba boicoteando?
Así somos los argentinos. Así, distintos los unos
de los otros. No nos ponemos de acuerdo en nada, y en eso no nos
gana nadie. O por eso nos ganan todos, según se vea. Y ahora
parece que nos va tan mal, que luego de conseguir que acá
no haya más colimba, algunos argentinos ¡la van a hacer
a otro país! Y esto debe ser sólo el comienzo. Ya
llegarán nuestras legiones triunfantes a barrer los baños
de París, a servir las mesas en Camerún, a fumigar
las calles de Bosnia, a manguear en los shoppings de Kuala Lumpur.
¡Somos argentinos, nada nos detiene! (¿O nada nos retiene?).
Lástima, lector, el tema de este suplemento, ¿no?
Hasta la semana que viene.
Rudy
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