Tus hijos,
lector, tus queridos hijos a los que has traído al mundo;
tus sobrinos, hijos de tus propios hermanos y/o cuñados;
tus ahijados, lector, a quienes has jurado sostener y apoyar en
la vida; tus vecinitos, lector, aquellos que alegran tu vida con
sus infantiles voces reclamando cuidados y golosinas; y los hermanos,
amigos, primos y compañeritos de toooooooooodos ellos están
de vacaciones de invierno, lector. Salvo que vivan en Europa o EE.UU.,
en ese caso están de vacaciones de verano.
O sea que pulularán en las calles, casas, edificios, autos,
en el aire estarán con sus vocecitas: ¡Llevame
al cine, llevame al teatro, llevame a lo de mis amigos, comprame,
comprame, comprame compraaaaaaaaaaaaaaaameeeeeeeeeeee!. Y
el problema, lector es que estas vacaciones de invierno son diferentes
de las de antes. Mejor dicho, son iguales, porque en la Argentina
desde hace muchos años sentimos que la plata no alcanza para
nada. Pero son diferentes porque esta vez sentimos que es verdad,
a diferencia de otras en las que también sentíamos
que no alcanzaba, pero menos. O algo así.
Estamos en el dos mil uno, odisea del dinero, en la Argentina que
les recorta la jubilación a los ancianos, deja sin trabajo
a los adultos, le promete a la clase media que le va a devolver
algo de lo que le saca, para enseguida decirle que no, que otro
día, que por ahora no, que estamos esperando a que la cigüeña
vuelva de París. O algo así. Y los chicos no son la
excepción. Ellos, los únicos privilegiados del 45,
tienen ahora 56 años más, o sea que deben ser jubilados,
o casi. Quizás les cuenten a sus nietos eso de cuando eran
únicos privilegiados. Y los chicos cyberespaciales les dirán:
Sí claro, abu, está todo bien, no te preocupes
que el Presidente no tiene arteriosclerosis.
Así seguimos. Nosotros, tratando de compartir la realidad
con usted, lector.
Nos vemos el próximo sábado.
Rudy
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