Los argentinos
sí que somos los mejores del mundo: no contentos con ganarle
a Brasil, y dejarlos lejos de la clasificación para el Mundial,
ahora nos vamos a vivir ahí, a refregarles en sus propias
narices nuestra superioridad futbolística, que es la que
cuenta de verdad en este mundo. ¿O ustedes cambiarían
este triunfo por... digamos... los intereses de la deuda externa...
los bonos del blindaje...? A ver, lector, ¿por qué
cifra estaría usted de acuerdo en darles los puntos del partido
a los brasileños en un claro acto de confraternidad latinoamericana,
o al menos mercosureña?
¿Se imagina semejante megacanje? ¡Ustedes paguen nuestra
deuda, y nosotros les regalamos el partido! Si Cavallo lograse semejante
acuerdo, quedaría registrado para siempre, con su pelado
busto, en la galería de los traidores a la patria. Puede
endeudarnos, estatizar la deuda de las empresas, megacanjearnos,
impuestarnos al cheque y condenarnos al patacón, pero con
el fútbol no se juega. Pero como tampoco es cuestión
de que si los jugadores se van a Europa el resto nos tengamos que
quedar acá viendo la película Titanic desde adentro,
los argentinos hacemos cola para ir a Brasil, a Malasia o a Siberia.
Vamos a hacernos la Europa, el Asia o el Africa, como nuestros abuelos
vinieron acá. En Camboriú ya hay monumento a San Martín,
y en cualquier momento ponemos la estatua de Sobremonte y empiezan
a circular los menemtruchos. Aunque irse tampoco es tan fácil,
están la familia, los amigos, el barrio, y sacar pasaporte,
que tiene lo suyo...
Y además, el mundo, bueno, esta semana mejor no hablamos
del mundo, aunque sea imposible dejar de mencionar la locura de
la que es capaz el género humano cuando se ponen en juego
sus peores posibilidades.
Hasta el sábado, lector
Rudy
|